Me gusta una buena conversación. Me gusta hablar y exagerar y mentir. Me gusta el ron, apostar, cantar y quizá es por eso por lo que me gusta tanto el puerto y las personas que allí se encuentran.
De día trabajo entre ordenadores, letras, números, qué sé yo, en un enorme edificio en el centro de la ciudad y no muy lejos de ese edificio, en otro un poco más pequeño, está mi casa. La cual comparto con mi mujer, mi hija y una gata. Todas las noches salgo a dar un paseo. Hoy me despido, como siempre, de mi señora y comienzo a andar hacía el mar sin mirar a nadie. De hecho, voy con la vista clavada en mis pies. Primero uno y después otro. Solo alzo la vista cuando llego. Es entonces cuando saco las manos de los bolsillos y enciendo un cigarro. Camino por la avenida de la playa hasta llegar al muelle, el olor a combustible, el óxido y la humedad me anuncian que ya estoy cerca.
Me dirijo a la zona de los grandes buques mercantes que están anclados a la espera de ser subastados o demolidos. Barcos que fueron abandonados por los armadores con tripulación incluida. En uno de ellos, de bandera coreana, vive Bada Hyun. Ella dice que es marina, pero la verdad es que lleva veinte años viviendo en él sin salir a alta mar. Bad (como la llamo yo) es una maestra en el arte de estarse quieta, tumbada o sentada, en la cubierta y mirar al infinito sin decir una palabra durante horas. Algunas veces, equipados con una botella de ron, jugamos unas partidas de ajedrez. Bad es una amante del Quijote. Se podría decir que sabe español gracias a él. Y le gusta hablar con palabras sacadas de ese libro. A mí me hace mucha gracia oír a una coreana hablar en castellano antiguo. También le gusta que le cuente historias de mi familia, pero yo me las invento y ella me hace las más disparatadas preguntas sobre algún detalle que hace que el rumbo de la propia historia coja los senderos más insospechados.
No soy el único amante de Bad, lo sé. ¿Cuántos somos? No lo sé. Solo sé que son ellos los que realmente la sustentan. Tiene comida, ropa, ron y tabaco gracias a ellos, yo también colaboro. Alguna vez me he encontrado a alguno que sube por la escalerilla del barco con los ojos abiertos como platos y pregunta, en un susurro tembloroso, que si se puede. Bad con un movimiento del brazo le indica que pase y le dice algo como ¿ya tu mujer te echó de casa? o ¿no tenías otro sitio a donde ir? Ellos suelen ruborizarse, entran de prisa en los camarotes y la esperan allí en silencio hasta que esta, borracha, un rato después, va a su encuentro.
Hoy me he encontrado a Antonio, un compañero de trabajo. Me ha mirado y ha apartado los ojos, o puede que los haya apartado yo, sin detenerse hasta llegar al camarote. Por primera vez he sentido celos. Bad lo ha notado y ha bromeado un rato conmigo antes de irse con él. He sentido celos. Y miedo. Mi mundo se ha tambaleado.
Algunas veces oigo las conversaciones entre los amantes con mi vaso de ron, sentado en cubierta, pero hoy cada palabra, cada silencio, cada gemido se me han clavado como agujas debajo de las uñas. No he podido evitar pensar en Maribel, la mujer de Antonio. Antes las dos parejas salíamos a cenar o al teatro. Eso fue hace mucho tiempo. Después nos distanciamos, no sé, nos aburrimos los unos de los otros. Y ahora esto. Antonio, en el camarote con Bad y yo aquí con una botella de ron, solo, en este barco chatarra.
Al rato he visto salir a Antonio del camarote. Esta vez me ha mirado fijo y con una sonrisa socarrona en la boca, me ha hecho un gesto con la mano, como despedida. He sido yo el que quitó la mirada y mirado al mar. Bada Hyun ha tardado mucho en volver. Puede que se haya quedado dormida. Al final ha vuelto con una bata de seda mal puesta. He visto como la teta izquierda se asomaba con sus tatuajes y la he deseado más que nunca. Hemos intentado hacer el amor, pero no se me ha levantado y al final hemos terminado los dos semidesnudos acostados en cubierta mirando las estrellas.
No hace frío, pero sí que hay mucha humedad. Se me ha hecho tarde. Estoy borracho y mi mujer ya estará a punto de levantarse para irse a trabajar. Por primera vez en casi cuarenta años no estaré a su lado cuando se despierte. Si me doy prisa todavía puedo llegar a tiempo. Pienso. Me levanto. Miro a Bad. Pienso en Antonio y Maribel. Y vuelvo a acostarme. Bad ronca a mi lado, yo veo el cielo lleno de estrellas y busco la estrella polar y con ella intento reconstruir la Osa Menor. No sé por qué me da por tararear una vieja canción, “Across the Universe” creo que es. De los Beatles. Sí, ahora estoy seguro, es esa.
Coautores:
Audio- Compositor y guitarra: Pablo Guerra.
Imagen- Leire Torrent
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