Poesía Nostálgica

I

Atemorizado por la hoja en blanco

buscas resguardo en el rincón más alejado,

los recuerdos, le has apodado,

aunque al olvido lo has relegado.

Tintura que ha expiar estas

concédeme tu voz una vez más.

Traslada esta agobiada alma,

al estado más humilde reencarnar.

Garabatos que en versos has de tornar

tizas, colores y crayones

a tu entorno volarán,

los recuerdos que jamás te dejarán.

Hojas de papiro, restauren estas alas,

del blanco protejan y de vehemencia

que el corazón florezca,

en crisálida permanezcan.

II

Retazos del ayer, crezcan y prevalezcan,

moren longevos en palabras de aliento,

aún en su desprecio, yo le quiero.

Muralla de silencio

a tus pies me hecho

conjurando un lo siento

mas no un regreso.

Lastimero y obtuso recuerdo

del camino andado,

a tu lado me apego, férreo

aun sufriendo con el látigo de tu desprecio.

Pues yo te quiero,

aun si en vendaval de colera

arrebatas y arremetes,

nuestra amistad sofocando.

Por la borda al precipicio

nuestro destino,

un adiós inmerecido,

el orgullo dictando el camino.

Como juez y verdugo

la sociedad,

nuestra hermandad disipará,

cayendo en mí toda responsabilidad.

Mas con todo esto, aun te quiero

amigo mío,

amiga mía, ¡no te olvido!

Amigo mío,

Amiga mía,

sigue pisando fuerte tu camino,

pues yo seguiré queriéndote,

aunque ya no estés conmigo.

Retazos del ayer, crecerán y prevalecerán,

morando longevos en palabras de aliento,

aún en tu desprecio, yo te seguiré queriendo.

III

Ruego a dios, me revele

lo que callas en tu mirar,

en un incómodo reencuentro

de furia celestial.

Desvela el secreto de aquella lágrima

que con su frío roce, la tormenta ocultó

y tu sonrisa

Con un beso robó.

¿Aceptarías tomar mi mano

para bailar un viejo y olvidado vals?

Que, quizá, con suerte

la tormenta calmará.

Ruego a dios, me revele

lo que callas en tu mirar,

esta tarde estival,

a resguardo,

el fantasma de nuestro pasado

nos perseguirá.

IV

Cual amargo fue

el sabor de tu partida.

Y

Qué cruel ironía,

cuando al despertar vi

que

todo esto era mera mentira.

V

Tratando de reconstruir Babel

mis fuerzas, menguaron.

Franqueando por líneas enemigas

mi cuerpo ha quedado.

Del hijo prodigo,

sólo vestigios quedaron;

a resguardo de un nuevo ser

sólo ruinas quedaron.

Tratando de reconstruir Babel

Mis fuerzas, menguaron

Cargar el yugo me resta

del niño que fui y la mentira

que hay enfrente de mí.

VI

Acogida inmerecida

en tus paginas anida

esperanza, e inocencia tardía.

De engaño en engaño

un mundo ideal creado

en lomo de oro cincelado.

Amor a primera vista

en contra porta caía,

tus palabras ardían

en alma mía.

Bástame el simple recuerdo

de tu interior convexo

para dar nuevo aliento

a este pobre muerto.

VII

Nostalgia, vida mía

tiempo ha

que a tus brazos

me rendía.

De costilla y alma mía

mujer bonita

cenizas de recuerdo, esparcía.

Nostalgia, vida mía

nuevamente tu morada

en mis entrañas,

cavas en frenesí

para resguardarte al fín.

De tesoros saqueado,

parajes desolados y

vientos despiadados,

son

en epitafio cincelado,

como sueño lejano.

Nostalgia, vida mía

Que lo que sabes de mí,

a ti

te deje bacía.

Pues de tus historias y maravillas

aún

aún quiero ser el antagonista.

VIII

Vuelve a curar

ángel caído,

este pobre diablo

que el camio ha perdido.

IX

Pero he de retornar

por los recuerdos,

por la memoria,

aquel santo lugar.

X

Del clamor surgirá

La voz olvidada

Una melodía,

Casi

Celestial.

Ayuda oh guía

Uno por uno

La armada caída.

Pues tu voz es aliento

Tu caricia,

Bálsamo de vida.

XI

Acampa a tus anchas

Oh alma mía

Y retorna

La felicidad perdida.

XII

Mis lágrimas has secado

tu cayado heredado

el camino, trazado.

Del cielo

tu fuerza,

entregada

vasallo señorial,

el estandarte a izar.

XIII

Orgullosa estirpe

que

al tiempo abdique

pero

en memoria

multiplique.

XIV

De patria

excomulgado,

en tierra ajena

edificado.

De tu cultura,

historia

y religión

él, su nación tornó.

De sangre en vena

piel morena,

tus costumbres imperan

al confinado,

vida nueva.

De tierras antiguas

lágrimas expía,

do yacerá

linaje real.

XV

De millar, en millar

la cuenta,

en telar de

estadía terrenal

mi ángel guardián.

De vasallos y lores,

mitos y folklores,

calabozos y dragones

vida de colores.

En manto de ensoñaciones,

pasar de estaciones

protector de devastaciones,

maestro en amonestaciones.

De millar, en millar

tu cátedra prevalecerá

férreo temple

construirás,

legado dejarás.

XVI

Paciencia centinela,

o el amanecer te consumirá.

Paciencia centinela,

o los galones partirán.

Paciencia centinela,

escucha su cantar,

o en el mar te perderás.

Paciencia centinela,

o la batalla perderás.

Paciencia centinela,

los muros caerán.

Paciencia centinela,

Sólo un instante más.

Paciencia centinela,

pronto

en sus brazos estarás.

XVII

De nostalgia y soledad

Mi mente,

caótico raudal,

encadenado está.

De nostalgia y soledad

mis manos

ensangrentadas,

engarrotadas

golpeando llamarán.

De nostalgia y soledad

en tormento

mi voz se alzará,

el miedo renacerá

y espinas de rencor

me enredarán.

Pero

con todo eso y más

tu sonrisa

lo extinguirá.

XVIII

Escríbeme una carta,

escríbele a la luna

haz de tu locura

una fisura,

con tu escritura.

Escríbeme una carta,

escríbele al alba

haz de tu amargura

una escultura,

dogma a tu figura.

Escríbeme una carta,

escríbeme ¡oh! Esperanza

su cuerpo revive

O

al cielo

con él encamíname.

XIX

De derrota en derrota

a ti Ofelia

de derrota en derrota

a ti rey Leal

a sus oídos ha de llegar:

De derrota en derrota,

mi paciencia se agota

mi alma se agota

De derrota en derrota

a ti McBeth

de derrota en derrota

a ti Romeo

a sus oídos ha de llegar:

De derrota en derrota,

clamo al recuerdo,

pueblo adorado

clamo al recuerdo,

pueblo azaroso

a ti, he retornado.

XX

De furia ha surgido

estos versos enardecidos

entre alabastro y asbesto

contenidos.

De furia ha surgido

el recuerdo tardío

irreal raciocinio.

De furia ha surgido

entre alabastro

asbesto

ágata y

aljez

versos caídos

en ser

ungidos.

XXI

Como hielo que

a la superficie

emerge;

Cristal iluminado

por la llama

de la esperanza

eterna

cautivado.

Tu recuerdo

crece,

se establece

resplandece,

prevalece.

No hay día,

de guerra

tardía

que tu compañía

cabalgue en

agonía.

En deslave

presa

de

tu valentía

revísteme con

tu sabiduría.

XXII

De caminos y senderos,

mis miedos

repliego

con mucho celo

en blancas dunas

entierro.

A tus olores y sabores

un manjar,

de bienvenida real.

Do mi corona

en mi copa

he de ocultar

¿de mi sucesor escapara?

XXIII

De ofensas

y perdones

son tus colores.

En camino andado

cenizas, del pasado

retazos, del presente

hiel incandescente.

Mas como vínculo

de hermanos,

de acuerdo pactado.

Apartemos

pues,

hostilidades y diferencias,

delante de su alteza.

Con fanfarrias y lores,

gritos y clamores,

cobre carmín incurrir

Proclamando esperado

Retorno, al fin.

XXV

Estanterías de conocimientos

eternos,

guarda con recelo

anhelos y

recuerdos

de un;

mozambiqueño,

salvadoreño,

venezolano

o chileno.

Estanterías de conocimientos

eternos,

guarda con recelo

anhelos y

recuerdos

de un;

malagueño,

brasileño,

dominicano

o colombiano.

Reviste, calla

y olvida

cualquier mote

que extravía.

Refigúranos en

tu guarida,

la monotonía.

Estanterías de conocimientos

eternos,

guarda con recelo

anhelos y

recuerdos

de un

ente

que sin cesar

crece

y en las líneas de tiempo

desaparece.

XXVI

Desconfía de mí

amado crisol,

pues de héroe tengo,

lo que de luna

el viento.

Desconfía de mi

bravo guerrero,

pues de siervo tengo,

lo que de clero

el heno.

Desconfía de mi

gran caballero,

pues de poeta tengo,

lo que de trovador

el lazarillo ciego.

Desconfía de mí

abuelo,

pues de nieto tengo

lo que ves,

de piel a piel

mi ser

y poco más que ofrecer.

Así que desconfía de mí

Si así tu palabra y la mía

Han de coincidir.

Pues,

soy joven y aún inexperto,

mis pasos

inciertos,

mis promesas,

estrella fugas

y mi mente

¡oh mi mente!

aún por madurar.

Así que desconfía de mí

empero,

¡Oh alfarero!

¡Oh arriero!

Y tú ¡amigo herrero!

acuña

en corazón de pecador,

el yugo del valor

y la vida.

XXVII

Nostalgia, alumbra mis pasos

acógeme en tu pecho,

en el velo materno

de tiempos pasados

en llantos robados,

sueños frustrados

temples quebrados.

Es la melancolía

que aún altiva,

me abraza y suspira

“vendrá un buen día”

Es la soledad

mi eterna amiga

que aún en senda;

desconocida,

terso o estrecho

difuso o abrupto,

a retornar me invita

la voz de la patria

mía.

XXVIII

De calles coloniales

empedrados y fractales,

monumentos estatales

bastiones por catedrales.

Entre adoquines de colores

guarda tus clamores,

en tu piso de alabastro,

acalla mis pasos

y refrena el llanto

del hogar abandonado.

El perfume de tus flores,

el rugir de tus creaciones,

acompaña mis canciones;

es la nostalgia que me invade

reminiscencia de tu afluencia,

de mi vida y corazón

huella imborrable de tu pasión.

Ahora sólo queda la añoranza

marcados a fuego en el alma

parte de mi existir

que no se irá

ni alejará de aquí.

XXIX

Eran tus ojos, tus manos y sonrisa

la verdad revelada,

la fuerza extinta,

la luz que las tinieblas ilumina

la paz inmerecida sobre la cornisa.

Tus palabras cicerone

en sospechas y traiciones,

aún en la distancia

en mis recuerdos,

tu voz en eco

infinito sosiego,

a mis coléricos ruegos.

XXX

Felicidad,

evoca sin demora

su presencia

junto a mí

ahora.

XXXI

La noche en que todo cambió,

aún pesa en mi corazón

ése tormentoso adiós,

fatídico golpe

que lapídea mi interior.

XXXII

En mi mente se agita un recuerdo

Pueril navío,

varado

en agridulce añil.

Aguardadme en tus costas

nacionalidad azarosa.

Corazón galopa con fuerza

esquivando realidad

deseando volver a aquellos días

de infinita felicidad.

XXXIII

En nombre del adiós

un golpe fatal

paso de los años

cantón de varios.

XXXIV

Libro desgastado

de polvo perladas

a resina fortificada.

Costura azarosa,

del telar del tiempo

travesaño,

sexo convexo

de los amores

añejos.

Asiduo compañero

en las tormentas

y mi refugio

en las horas lentas.

A través del

vórtice

de tus páginas

acoté los abismos

de

mundos desconocidos.

Aunque tus dominios

a un rincón olvidado

has relegado

tus historias y proezas

siempre

cargaré a mi lado.

XXXV

Oh querido niño

deja ya de llorar.

Oh querido tesoro

¿dónde estarás?

¿Que no ves que

Mi corazón

te busca sin cesar?

Que mis labios

te llaman en

vehemente frenesí.

De tu imagen

me ensalce,

tus fronteras

traspase.

De tu perfil

incauto,

un tacto suave

hicieron

mella en mí.

En tus recovecos refúgiame

y en tus secretos

confiéreme.

XXXVI

Eres el símbolo tardío,

alegoría de aquellos días

cuando mi corazón

aún latía

rebosante de alegría.

Compañero fiel,

confidente silencioso,

testigos de lamentos,

llantos y tormentos,

amores inciertos

de tan profundos

anhelos.

Auguro recuerdo

cada detalle tuyo,

cada arañazo y cada huella,

cada historia que contuviste

en tu esclavo convertiste.

XXXVII

Añoro aquellas

lejanas fechas

que se fueron

para no volver más.

Aquellos instantes

de valor incalculable

que en el presente

encorvan mi mente.

Pero ahora todo es diferente,

y motivo para mantener

la vista al frente,

hay un vacío en mi corazón,

que busca tu perdón.

Añoro aquellos cálidos atardeceres

tomados de las manos

o juntos abrazos,

jurándonos

amados.

Pero ahora todo es silencio,

el muelle de tu ausencia

ejido.

Maestre,

las velas prestas,

ha izar

y tus costas dejar.

Así solo me queda recordar.

XXXVIII

Una alusión

que mi memoria corona

¡oh tesoro ancestral!

gloriosa efigie,

que en juventud se reviste.

Era una tarde de verano,

a orillas del mar,

con amigos, risas y bailes,

la vida parecía no acabar.

Aquellos días ya se han ido,

y aunque trato de volver atrás,

sé que solo puedo recordarlos,

con la nostalgia de lo que ya no está.

Pero, aun así, en mi mente,

guardo el aroma de aquella felicidad,

y aunque se haya ido para siempre,

su recuerdo siempre vivirá.

XXXIX

Te han llamado, vida

mas de mi vocablo

despavorido huías.

Te han bautizado, vida

como hojarasca

en agua bravía.

Te conocí tarde

y te perdí

en un instante.

Y hoy en tristeza

te debates.

XL

Lo veo y no lo creo,

que de tan buenos

recuerdos,

estén colmados

tus reflejos.

XLI

Ya no llores más,

aléjate del raudal.

No vale la pena,

llorar por lo que

escrito está.

XLII

Mi sendero, es tu cariño

mi destino,

estar contigo.

Brinda la fuerza,

la presteza

a esta

pobre bestia.

Recuérdame en un beso

cuan corto

es mi tiempo.

De lo pedido,

siempre recibido

poeta,

errante

del camino, desaparecido.

XLIII

Hay un eco que resuena

oculta entre fotografías,

se asoma tímida

la monotonía.

Siento el correr de los días

como una jauría,

han pasado cien años

y apenas el día va

empezando.

Reminiscencia del ayer,

recuerdos que

aún perduran

acallados por la locura.

Dejé de lado

toda expectativa,

pues

en el juego de la vida

mis cartas no valían.

Joven de antaño

deja el karma

a un lado

que

a tu cita

con el destino

has faltado.

Así que, en la quietud,

deja fluir

reminiscencia sin fin

porque,

aunque el ayer se haya ido,

cautiva su presencia,

en tu esencia

hallaras su fortaleza.

XLIV

Del sustantivo,

apelativo,

a mis espaldas

enjuta espada has

blandido.

Retumba en tu camino

Has que resuene tu soledad

Entorpece su habla

Y que de sus palabras

A ti injuriadas

Se lamenten.

XLV

Soledad, amiga mía

en cada esquina

tu semblanza me fascina.

Soledad, amiga mía

Tu presencia me anima

A marchar

En patria desconocida.

Ingenua mocedad

de ti me escondía

temiendo a la nostalgia

y a la melancolía.

Mas ahora intento no

Pensar en ello

Buscando refugio

en tu plácido recuerdo.

XLVI

Murmullo malhumorado,

en injurias calcinado,

de la boca que lo lanza

no sale más que venganza.

Palabras llenas de fuego,

de odio y rencor tan ciego,

que queman todo a su paso

sin importar el fracaso.

No sea tu mano

la que sostenga

el dardo,

pues por mártires

se harán pasar.

Mas que tu voz

sea una oz

de fuego abrazador.

XLVII

Escondida en un arrebato

Tu ausencia acallo

Herida sin clemencia

Que en el espacio se aleja.

XLVIII

Henos aquí,

girando y rechinando

tristes y desolados.

Como el diablo

aguarda,

¡calla, escucha!

Al débil suplicando.

Latir de un corazón

ya olvidado.

Helos aquí

muerte y tiempo

reunidos al fin.

Él espera ansioso

el regreso del suyo,

su igual.

Gritando a voces

un nombre

que nunca olvidará.

Pero por más que

grite, berré y pataleé

su nombre

no has

de pronunciar más.

Deambulando por la calle,

se reencontrarán;

y cordialmente se

saludarán.

Lo verás marchar

mas

no lo llamarás.

XLIV

En tu partida todo parece detenerse,

el tiempo se vuelve lento y pesado,

y en el corazón surge una extraña sed

que sólo se calma con el recuerdo amado.

Arrebátame la vida

tristeza,

arpía divina

con tus garras

ven y destroza

mi cabeza degolla.

Las sombras de los recuerdos

se vuelven más fuertes,

en la ausencia

se hacen más presentes.

Y juro,

que en tumulto

súplica tardía

en cielo

de levante

se convertían.

XLV

Del olimpo baja

en hombre encarna

desnudo proclama

con tu sangre calla.

XLVI

Desde tu partida

¡oh, cruel necedad!

cruel necesidad

tus pasos contar.

Desde tu partida,

mi alma está afligida,

un vacío en mi pecho,

que me hace sentir desecho.

Cruel necedad

de continuar

aunque

tú ya no estés más.

Desde tu partida,

cada día

un desafío

tu ausencia

y vacío.

Tus pasos contaré

mis lagrimas guardaré

de tu recuerdo dispondré,

hasta que nos volvamos a ver.

XLVII

Tiempo ya,

recuerdos

en la oscuridad.

Devastado y desolado

ante las esquirlas

de un sueño

olvidado.

Tiempo ya,

entre plañidos

y lamentos

mi sangre,

tiñe el suelo.

Tiempo ya,

de rodillas

postrado ante el

altar estar.

Mas he ahora

en campo santo

reposarán.

XLVIII

Tan solo eran letras;

tinta negra

contra el papel.

Formalidades estipuladas

en aseveras circunstancias.

El papel que en mundo

se convirtió,

mi mundo interior.

Tinta negra sobre el papel,

formalidades olvidadas,

conviértete en refugio,

tormenta amainada.

Así que ya no eran solo

Brechas y caminos,

sin un cometido fijo

viciados en una habitación.

Tan solo eran letras,

del alma

que se partía en dos

o

de un cuerpo

pudriéndose

en

la habitación.

XLVIII

Oh, Caronte, caro amigo mío

de barba gris y ojos sombríos,

¿cuántas veces en tu barca he subido

para cruzar el río del olvido?

Tu remo enérgico y sereno

me transportaban sosegado

así como Heracles

por el Hades;

reino de los muertos,

donde en eterno descanso

reposan

los olvidados.

Oh, Caronte, con tu capa negra

guardián de almas perdidas

deja este mundo atrás

tirado a la deriva.

Recuerdo tus palabras sabias

cuando me dijiste: «No mires atrás»,

y en tu mirada cansada

vi reflejada la melancolía.

Ahora, al recordarte, siento

una profunda nostalgia en mi pecho,

porque sé que jamás volveré

a cruzar contigo el río de la muerte.

Pero sé que siempre estarás allí,

en la orilla del río Estigia,

esperando a aquellos que deben partir

hacia el mundo de la oscuridad.

Oh, Caronte, nunca te olvidaré,

porque fuiste mi guía en el camino,

y aunque el tiempo pase y todo cambie,

siempre llevaré tu recuerdo conmigo.

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