El sicópata

El sicópata

Gato

30/05/2023

Me encuentro caminando por la gran ciudad capital, una moderna y vanguardista ciudad de América del norte. Camino pensando. Recuerdo lo sucedido como si hubiese sido ayer..

Fue un día normal.  Un día  como cualquier otro.

Viendo televisión, mi mente se agitó. 

La imagen de aquel árbol grande y verde, se fijó en mí.

Tuve miedo.

Fue algo muy raro, ilógico, no razonable.

Sentí miedo al contemplar ese árbol, porque así lo decidí.

Le di un valor, que no tenía.

Mi mente se perturbó.

Algo… Ese árbol me iba hacer  daño. 

Era peligroso. 

Volteé la mirada para no seguir viendo.

Cuando miré otra vez al televisor, la imagen había cambiado.  Estaba una bella mujer rubia como un ángel, con largo vestido blanco de atrevido y sensual diseño.

Miré con atención, y sorpresa.

¡Ella era mi Ángel  guardián !

¡Mi protectora !

¡Sustituyó al árbol verde !

Fije en mi mente, aquel bello rostro de ojos verdes, divinos y pacíficos.

Salí a la calle. 

Caminando por el parque, vi muchos árboles. Eran altos…. Fuertes… Muy verdes…

Mi mente se agitó, y empecé a golpear los árboles…

Me subí a ellos y empecé a lastimarlos,….

Los deshojaba….

Rompía sus ramas…

Lo hice hasta que me agoté, y no tuve más fuerzas para seguirlo haciendo.

Bajé de aquellos árboles, y busqué sentarme, cuando el guardia del parque llegó y me reprendió por destrozar los árboles.

Me puse furioso y le grité que se largara.

¡Fuera ! ¡Ya ! ¡Váyase de aquí ahora ! ¡ Estúpido, el parque no es suyo !

¡ Idiota, metiche !

El guardia asustado, se puso rojo, muy rojo, enormemente rojo del coraje que lo invadió, y estuvo a punto de meterme un tremendo macanazo, cuando lo pensó mejor y se detuvo. Después de todo, si se atrevía golpearme, sería  violencia de un guardia a un ciudadano indefenso, e iría a prisión y aparte, perdería el empleo.

¡Con que me quería golpear ¿ eh ? !

Le grité y me lancé contra él, como felino furioso. Peleamos, y rodamos por el piso. Sentí los fuertes macanazos que me dio, pero yo le propine muy buenos puñetazos y mordidas, y dos o tres pellizcos, muy bien puestos. 

Sabiendo que iría a prisión cuando la pelea terminase, o sus compañeros llegaran y lo ayudasen, en una oportunidad que lo vi tendido en el suelo boca arriba, me incorporé, y salí corriendo como si se me hubiese aparecido el mismísimo demonio, y no paré hasta estar muy lejos del tipo metiche.

Imagino que me persiguió, pero no me dio alcance ni me encontró. Sacudiéndome el polvo, muy seguro, caminé lejos de allí.

La próxima vez que ataque el parque, me vestí de mujer rubia, igual que mi bello Ángel que vi por televisión Esta vez llevaba un katana japonesa muy filosa, sobre la cual, con mucha malicia, pasé el dedo índice provocandome una tremenda cortada, que corrí dando como veinte vueltas alrededor del lago, llorando y gritando, por el tremendo dolor que sentí.

Una vez que me hube vendado el dedo con un pedazo de tela que le corté a mi playera con la misma katana, y habiendo disminuido el dolor, me incorporé y fui a atacar a aquellos endemoniados árboles.

Sin remordimientos, pasé el filo de la temible espada sobre la corteza de los árboles, corte una una muchas de sus ramas en pedacitos, y luego arrojé todos esos restos al lago, para no dejar evidencia de mi bello comportamiento anti social.

Me eche a correr fuera del parque lo más rápido que pude, mientras reía a carcajadas con demencia.

Dejé pasar un mes antes de atacar de nuevo.

Un día muy temprano, vestido de bello Angel rubio fui atacar de Nuevo.

Los lindos árboles llenos de verdes hojas, se agitaron con el viento, mientras mi espada cortaba sobre su corteza, y sangraban un liquido blanco. La sabía blanca brotaba  por chorros y salpicaba mi cara, mientras cortaba y reía con lujuria y locura.

–¡JA,JA,JA,JA,JA,JA,JA !

Dejé pasar otra semana.

Esta vez ataque otro parque, dejando una terrible orgía de sabia, ramas destrozadas y árboles destrozados.

Después  otro parque.

Después otro.

Y otro.

La policía de toda la ciudad me buscaba, pero mi mente superior, era insuperable y burlaba todo el sistema de seguridad de la ciudad.

Cometí un error.

La agencia de investigaciones, contrató a el Santo, el héroe enmascarado de plata, para buscarme, y joderme.

El santo encontró una serie de plumas de paloma, que dejaba en cada parque que atacaba.

Mis alas habían dejado un rastro.

Una vecina hizo una llamada anónima, donde aseguraba que yo salía a veces por las mañanas, disfrazado de mujer rubia, y con alas de Ángel. 

 

No pasaron ni cinco minutos, cuando la policía me cayó a punto de atacar un nuevo parque. Me resistí valientemente, pero los tremendos porrazos sobre la cabeza y el cuerpo me doblegaron  y fui a caer en presión.

Ese día me acusaron de árbolcidio, dijeron que era un terrible peligro para los ecosistemas del país y me dieron una buena sentencia de varios años. Además me pusieron todos los días muy temprano por la mañana, y a la hora en que atacaba, a plantar árboles en serie.

Soy un plantador serial, y aveces los perros se orinan en mí, cuando descanso recargado en un árbol grande, muy verde y muy bonito.

No soy malo. 

Fue la puta tele, que enajena, promueve vicios y daña la mente.

Así que mi siguiente jugada, es meter una poderosa demanda contra la televisión de la Ciudad.

Si no me hacen caso, destruiré televisoras en serie.

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