¿Exoneración solapada? No lo creo así ¿o será? ¿Cómo interpretarlo si dos dedos de frente se han despegado de la piel? ¡Qué se vuelquen las montañas, clavando sus afiladas cimas en tierra yerma! Liviandad heráldica de escudos rotos. Ecos del ayer titilando, exhibiendo cuanto vemos ante nuestros ojos. ¿Será por tanto a la trasgresión lo que la flecha a la diana? ¡Vaya usted a saber! Cachetes de fuegos fatuos y pamplinas palpablemente intencionadas. ¡Sépalo usted! Algo más debe haber ¿o serán profundas las grietas del decoro? Séanlo. Interiorizamos emociones contrapuestas en orden y porqués. Pálpitos súbitos que desde la tripa asoman hasta las pupilas implorantes, éstas rehúsan ser juez y parte.
Personas con pantalones de dos perneras y vidas a raya planchada, sin vapor. Vidas expuestas en tablones públicos, maniatadas por temer aquello postergado que ansia presentarse. Hombres vestidos por los pies y mujeres desvistiéndolos con sus labios pintados de rojo. ¡Mueca de espantapájaros! En ciernes trigo rapiñado, ineluctable dislate. Mas no desveléis placeres oníricos pues ellos, desde acullá, arraigan felices en su hipocresía. Fueron niños de cartón húmedo y ya en la decrepitud seguirán chorreando gotas de ambrosía y néctares…
Desde cualquier perspectiva aprendemos del par ensayo-error. Código máquina, ceros y unos penadamente simplista empero eficaz. Uno encendido y otro apagado ¿Cuál de ellos es usted?…
Sonrisas y lágrimas enjauladas entre barrotes sempiternos. Otea al frente y de frente parecen comparecer ¡bien! Usted mirará por encima del hombro y ahí estará doña flaca de triste osamenta. En tercera persona, conjugada hasta la extenuación, quimera hecha de volutas de humo parduzco y trozos de farsas. Sí, evidentemente es la huesuda, arrastrando su guadaña…
Al final (y usted lo sabe) dejaremos de ser capitán en cubierta, aparentemente sin razones para ello. Nadie se pondrá firme pues somos adalides de gaviotas errantes y cangrejos de arena. ¡Qué patadas propina el vivir! Póngase detrás y le coceará sin remilgos. Individuos dúo, bultos de carne con ojos y pajarita a juego. Retornamos sin percatarnos, volvemos de substanciosas ensoñaciones para batear al aire. Mundo este labrado en maderas nobles, escaparates promocionales, pegatinas multicolores y mensajes subliminales. En ocasiones agresivo cuan lija de grano grueso y en ocasiones humanizado pero siempre genuino, desde su misma concepción, sin aditivos ni profilácticos.
Innegable fachada nocturna. Real como lamentos de bebé que encunado a deshora clama atenciones de su madre, abstraída por las luces del techo. Luces coloristas de colores subrepticios. Ella, señora de su señor ¿se vestirá él por los pies? Progenitora, vos multiplicaréis panes y peces cuando el Señor tenga a bien mirar para otro lado…
Autenticidad caduca y recubierta de porquería ¡cuánta sapiencia en la desventura! Aportas al conjunto ese indudable aspecto grisáceo y despeinado; incluyendo besos embusteros de baja frecuencia. ¡Lo escucho! Escúchenlo ustedes también. Resuena hasta debajo del agua ¿a que parecen ballenas deslizándose sobre arpones aceitosos? ¿Exoneración? A tiempos modernos buena cara, no se embrolle. Esto, aquello y lo otro, políticamente incorrecto. ¡Chistes de otra era! La verdad ofende y la mentira nace fuerte. Proporciónenme pronta réplica y en justo pago quitaré mi sombrero de tres picos, perdido sin sus tres palas. Bríndenme fruta del paraíso y si está putrefacta servirá bien a mis propósitos pues pútrido resultarán las confesiones de ceños fruncidos. ¡Ya! Hagan sonar tambores discordantes y dejen salir a los perros de sus perreras…
Al menos yo me veo en la tesitura de meditar sobre esta conflagración de ascuas. Cumplo como puedo con este protectorado de halo devastador. No es No porque el Sí dilapidó carisma. Noche y día confundidos en ciclos de discordia y a pesar de ello mi hálito lucha a brazo partido por tomar más aire. Huya en dos por tres del par único. Zapatillas raídas de bailarina hundiéndose en pastosa ciénaga. La misma anula el antónimo de “Nada” y cada hostilidad, amontonada apropiadamente, se apretuja. Descalabro y reducción en brasa viva. Tal vez penitentes seamos, pagando en pecados inconfesables, descolgándose por la traquea tan rápido como para no entorpecer al siguiente pecado.
¡Mis farolillos de luz trémula se sofocan! Tiemblo de espanto, estremeciéndome como juncos de río. Ya no basta criticar lo mundanal, ya no. Hágase pues rígida contrición en aras de evitar tsunamis que vienen sin haber ido. Diez escribas a babor; veinte manchones a estribor, treinta palabras hoscas. Ensayos paridos en mesura empero echados a perder indistintamente. ¡Teatralidad! ¡Vasijas sin agarraderas! ¡Amores olvidados que no nos han olvidado! Esto poco excepcional se ha malogrado en pro de lo soez. A lo mejor ustedes añoran su prolijo conjunto y no su particularidad. De ser asimismo redundará en extravíos irrefutables…
Patanes falsarios vestidos por los pies y pies arrastrando cuerpos. Raya al medio, medios hombres, huelen hasta bien. Señoras de amplios sombreros y amplísimos escotes, huelen todavía mejor. Habrá que dar por buena tal involución para acercarnos al eslabón perdido.
Vocablos sin vocales y números de cifra única para escribir nuevas historias. No podemos dejar de rilar cuando nuestro reflejo se devuelve partido en vidrios desgajados. ¡Axiomáticamente no! Inocencia derrochada en páginas de revistas callejeras. Querían ser hombres cuando ayer mismo se les caían los pantalones. ¿Exoneración? ¿Cuál deba ser el tono? ¿Y su trasfondo? ¿Qué enfoque aplicar? ¡Hábleme pues sin aleccionarme! Porque los perros ya han salido de sus perreras y tienen hambre…
Rodéeme con la verdad y con sus piernas de mujer empero hágalo sin esperar nada a cambio. Es cardinal que retome la cuestión con la cual este escrito ha arrancado. ¿Exoneración? ¡Ponzoñosamente sí! Sin embargo no como cabría esperar de su acepción más elemental. Exoneración ampliada, solidificada e incluso acomodada a tiempos de coyotes. ¡Oh sí! Yo, usted y el otro, superficiales por dejar arriba las imposiciones y abajo sus razones. Lo veo, lo ve y lo ven, alcanza con echarse a la calle. Personas uno por dos, binarios y no binarios, descendiendo al sótano de sus quehaceres para buscar la pitillera. ¡Qué pavoroso saber que jamás han fumado!…
Canción «Song to the Mother». Soprano Emily Van Evera.
Imágenes: Tommy Ingberg
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