Por aquél entonces no tendría yo más de 18 años. Era Abril del 2018, Radiohead (mi banda favorita) llegaba a Argentina, gracias al «Soundhearts Festival» en Tecnópolis. Había mucho alboroto y mucha algarabía, desde personas puntuales que sobornaban al patovica de turno, para poder meter droga al recital, hasta las personas que llegaban tarde e intentaban aprovechar el tumulto de gente para ingresar sin entradas, lamentablemente la mayoría fue atrapada, y golpeada posteriormente. Algo muy común en este tipo de festivales. Daba la impresión de que entre los fanáticos y los empleados de seguridad no llevaríamos la fiesta en paz, pero fue todo al revés, una vez cerrada las puertas, todo se normalizó y se controló, algunos empezaron a encender sus porros, mientras otros sólo bebían y compraban comida antes de que inicie el recital.
Todo iba bien en el recital, las canciones fluían en mí, y hasta a veces me ganaban las ganas de llorar, en especial cuando Thom Yorke cantaba «Exit Music (for a Film)», el tipo literal silenció a todo el público, para que el ruido fuese nulo, y pudiéramos concentrarnos en esa obra de arte, quizás acostumbrado al público burgués, se vio en la obligación de callarnos, no lo sé. Una vez transcurrido aquello, pude notar algo, entre la muchedumbre, había una mujer que cantaba todas las canciones en calma, como si estuviera en su propio mundo, su semblante resaltaba claramente, tenía la sensación de haberla visto alguna vez, de pronto ella notó que la veía, y empezó a mirarme fijamente, yo agaché la mirada intentando disimular mi timidez, cuando de pronto se me acercó y me dijo: ¿Qué bueno que está el concierto no? Y me sonrió.
Permanecimos juntos coreando las canciones por el resto del concierto, incluso hice de su protector, cuando los «pogos» nos venían abruptamente, fuimos susceptibles a todo el humo de marihuana que se acumulaba en primera fila; y después de tanta insistencia de los fanáticos, la banda volvió a regalarnos una última pieza, ella apoyó su cuerpo en mi, y la abracé por detrás mientras levantábamos la mano y cantábamos al unísono esa última pieza, fue sin lugar a duda, una experiencia religiosa. Tuve esa sensación rara en las entrañas que te da cuando conoces a la persona indicada.
Pasaron las horas, y nos encontrábamos en un bar de Plaza Serrano a altas horas de la noche, conociéndonos, y opinando sobre el concierto, nos pareció curioso que se decidieran a tocar «Creep», dado que la banda odiaba mucho el tema por ser tan comercial. En aquellos momentos yo solo tenía 18 años y lógicamente no era más que un adulto inmaduro, mientras que ella ya tenía 23 años, y a punto de recibirse de ingeniera. Yo solo atinaba a escuchar cada cosa que ella dijera, asintiendo y dando a pie a qué me siga contando sobre ella, no podía ser tan elocuente, cuando ella me miraba de esa forma, su hermosos y grandes ojos marrones tenían cautivada mi alma, una rara sensación que no entendía se apoderó de mí. Algo que me rozaba el corazón, algo totalmente desconocido, y que ignoraba; lo hacía encenderse y latir como si estuviera asustado.
La conexión era evidente, entre ella y yo habían muchas cosas en común, cumplía años el 12 de Abril y yo el 8, teníamos pasatiempos muy parecidos, y nos gustaban los mismos libros, quién iba a pensar que en este mundo tan enorme, lleno de odio y desesperación, podría encontrar a un ángel tan lleno de luz. Ella me intimidaba no había duda de eso, quizás no era un ángel cualquiera, quizás la reina de los ángeles decidió bajar de su trono aquella noche de Abril. Era extraordinariamente atractiva, y había algo en su belleza que saltaba a primera vista. Lamentablemente, fue aquella noche también la última vez que pude verla, no existe una manera fácil de contarlo, así que simplemente lo borraré de mi relato.
En cada noche de Abril como esta, es cuando cada sombra me trae su recuerdo, el silencio me llena de nostalgia al saber que no la tengo entre mis brazos, y cada vez que toco una canción de Radiohead, sólo me transporta a aquella noche de Abril, sintiendo como el viento acaricia su cabello, sintiendo como al estar abrazados, la luna y las estrellas tiritan al compás del palpitar de nuestros corazones. Ahora aquellos recuerdos sólo vivirán en mi memoria, y seguro con el tiempo se irá yendo como las hojas secas de este frío otoño.
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