El maldito día que me enamoré del hombre enamorado de sí mismo.

El maldito día que me enamoré del hombre enamorado de sí mismo.

Simona Beacius

06/03/2023

El maldito día que me enamoré del hombre enamorado de sí mismo

“Sacar belleza de este caos es virtud”

Gustavo Cerati

Prólogo

Era difícil imaginar las circunstancias que crearían esta obra: el cruel desamor, la tristeza, la pasión. Tanto como es difícil para mí darle inicio a este preludio; así es que voy a empezar por lo que me convoca, por ella.

Maggie casi nunca es Magdalena, es siempre Maggie. Ante la menor inquietud se hace pequeña, silenciosa, velada. A veces se enmaraña en sus tareas o se enrosca en sus ideas pero es siempre cariñosa y compasiva; cuando se permite respirar hondo y dejarse en su propia integridad se vuelve mágica y profunda. Ella siempre parece estar como en el intervalo de dos grandes ocasiones. Como cuando ya pasó algo importante y algo crucial está por venir. Entonces ella, aparentemente serena, hace equilibrio entre las arenas movedizas de sus pensamientos y emociones. Es cálida, informal, dulce y aunque en apariencia se la percibe frágil, es clara y sólida en verdad.

De nuestro vínculo puedo decir que la quise desde antes de que nazca, desde siempre. Siento una conexión medio inexplicable… de esas que fluyen entre almas afines.

Hay algo de hermoso en este cariño que no precisa de conocer las profundidades. Se manifiesta en lo mínimo, en lo cotidiano, en lo abstracto. Y entre nosotras surgió así, naturalmente. Más allá de todo lo que nos une y nos convoca, mucho más allá.

La distancia en edad no existe cuando compartimos porque nos volvemos pares, dos mujeres sin necesidad de excusas.

Podemos de igual modo tejer pulseras que ideas, escribir, dibujar, leer; juntas cualquier actividad se hace cómoda. Un ratito, un mate y asoma la mejor charla y ese ambiente de cordial intimidad que no se puede provocar si no sucede.

Voy a contarles un secreto de nuestra escritora: ella no sabe que lo es. Se aventuró compulsivamente sobre las teclas, se refugió en las palabras para no ahogarse y así casi sin darse cuenta, se reveló en plenitud.

Puedo anticipar que las líneas de su escrito le fueron imprescindibles, una catarata emocional. Como dirían Los Rollings, un rescate emotivo. Tipeando entre la desdicha, la desesperación y la furia se fue componiendo esta sinfonía de letras.

A veces la vida te besa, otras te dispara y el resto del tiempo, en el mejor de los casos, puede que transcurra entre el trajín y el entretenimiento. Me animo a decir que asomarse a este libro es una de esas ocasiones en que la vida, afectuosa, te besa. Ojalá lo disfruten como lo hice yo.

Mucho es el tiempo que ha tenido que pasar para lograr escribir estas palabras, porque recordarte solo me producía dolor. Con un fin algo terapéutico decidí que era el momento de sentarme a escribirte. Quizás conectando con vos desde otro lugar lograba dejarte ir. Busqué sosegar mi soledad y compartir mi sufrimiento, lo intrascendente también genera dolor.

Primero, Te quiero pedir disculpas, por cosas que esbozaste el día que te ibas para no volver, cosas que solo vos comprendes. Perdón si al hablarme no me entusiasmaba lo suficiente, si te hice creer que tus proyectos conmigo no eran bastos, si te forcé a hacer o decir cosas que no deseabas y perdón por permanecer cuando querías que desaparezca. Lo intenté, te juro. Entendía que necesitábamos cosas diferentes y traté de concedernos a ambos eso que precisabamos.

Me atasque al piso para no leerte esto, porque sabía que no lo ibas a entender, incluso quizás te ofendias, entiendo, yo también lo haría. Pero en el fondo es halagador, te amaba tanto que te dediqué un libro.

Me gustaría que quien lea esto no se sienta solo, pero al mismo tiempo, que no caiga en eso de que “es de libro” que todos pasamos por esto. La línea es sobradamente fina y acompaña pero invalida. No existen fórmulas, cada vínculo, cada persona, es un mundo.

Si hay algo importante a saber de mi, es que soy un ser sensible en demasía. Siento todo, especialmente lo que me hace sufrir. Creo que me gusta revolver entre lo oscuro, en mis sombras, pero al mismo tiempo me absorbe las ganas de vivir. Escuché una vez una frase en una película, que me quedó en el temporal. Era algo así; “sentía todo, simplemente no había suficientes emociones positivas para equilibrarme” Nunca me sentí tan identificada. Yo sabía que mi duelo por vos iba a ser eterno, porque me dolía el dolor.

Parte 1 (Un nuevo inicio)

Nada de su físico me llamaba mucho la atención, eran sus palabras las que me hacían estremecer de la buena forma. El día que lo conocí, expuso al público unas palabras un tanto místicas e inocentes con tanta confianza y liviandad que me cautivaron en ese mismo momento. Fue ahí cuando me di cuenta que estaba perdida e iba a enamorarme mucho de esa persona.

Nunca me había pasado, jamás había estado con alguien que me gustase desde un primer momento. Siempre cedí al encantamiento de los hombres que gustaban de conquistarme, La idea de que alguien me encontrara una mujer interesante me parecía absurda. Aceptaba el amor que creía merecer, y la verdad es que por ese tiempo cualquier hombre era suficiente para mí.

Con vos fue distinto, te busqué, me gustaste. Es la primera vez que lo admito, pero sí, te busqué.

Recuerdo que me daba celos su forma de mirar, esa mirada profunda que intentaba descifrar, atravesar y desnudar a la persona que tenía enfrente. Parecía enamorado de todos menos de mí. Al menos eso pensaba yo. Intentaba acercarme de a poco, a mi forma, porque sabía que no disponía de una personalidad avasallante. Acá estoy, existo, eso me era más que suficiente.

Con el tiempo nos descubrimos y la comunicación se volvió más fluida. Además anoticié que a su compañero de trabajo le simpatizaba un poco mucho y quería algo conmigo, pero claro, eso él ya lo sabía. Más adelante me confesó que lo “prohibido” hizo que mi ser le llamara la atención, decidí no ver esto último (y muchas cosas más), porque si lo hubiese hecho…

Me enamoró profundamente, Yo siempre quise una relación así, de esas que tienen toda la mierda a flor de piel, la buena y la mala. Con él, yo existía auténtica, tanto que tenía miedo de que desista. Pero me abrazó y por eso yací tranquila.

Adoraba nuestros baños de inmersión, nuestros intercambios filosóficos que ocasionalmente terminaban en trifulca. Amaba todo, incluso nuestra rutina monótona. Sentí que había encontrado a mi persona en el mundo, esa que te comprende aunque no esté de acuerdo y te acompaña de la mano a que te equivoques.

Quiero decirte que te contemplaba devorar mientras tu columna se guardaba y tus manos se emporcaban. Esbozaba una sonrisa porque si bien aún pienso que deglutís cómo famélico, me gustaba verte disfrutar. Quiero que sepas que tu cabeza me invitaba a pensar, a cuestionar lo incuestionable. Que siempre agradecí tus ganas de aceptar tus faltas y equivocaciones. No recuerdo si te mostré este aprecio en su momento, pero aún entre desdichas no quiero eximirme de hacerlo ahora.

Despertó en mí sentimientos que en otro momento me eran irrisorios, me alienaba pensar que por ratitos mi sanidad mental pendía de él. Esa idea era acéfala e inconstante, pero el hecho de quererlo así me hacía dar cuenta que si desaparecía, iba a doler. Cualquier movimiento me asustaba, no quería que nada cambie, era fantasioso pensar eso, lo sé. Pretendía que todo quedara estático porque no quería que se alejara nunca. Me desconsolaba imaginarlo y me aferre a él como si eso fuese a parar las agujas del reloj. Miedo al tiempo, si hay algo que aprendí sin desear es que las cosas raramente son para siempre y lamentablemente yo quería un para siempre con él.

Lamentar… que palabra espesa para atribuir a un vínculo. Pero real, producto del duelo atravesandote y de la pérdida desesperadamente insoportable. La verdad es que no lo pude sacar de mi pensar porque cuando llegó ese momento, en donde la intensidad merma y los besos son escuetos, el momento donde el amor se hace real y elegimos reconstruirnos, su cabeza inquieta y volátil nos jugó una mala pasada y con un te amo de por medio me dijo adiós.

Retrocedí 10 años, me desperté con granos en la cara y adoleciendo. Me desborde de inseguridad, si bien en el fondo mi razón trata de encarrilarme, mis dudas lo ligan todo conmigo. Fue mi distimia, se aburrió de esperar que tenga ganas de salir de la cueva. Fue mi cara insulsa, con todas las mujeres divinas y hermosas que lo rodean. Fue mi timidez, le generó sopor. Soy aburrida, poco inteligente, poco entusiasta, poco interesante.

Nos odie, a vos y a mi. Me trasladé a la escuela donde todas esas calificaciones no salían de mi cabeza sino de la boca de niños crueles, cuya autoestima casi que barrida por escoba, requería de dañar para al menos poder alcanzar la altura de banquito de baño.

Y como si el ayer se volviera hoy, tampoco quise volver al trabajo, el eterno retorno al trauma. Imposible no preguntarme y ultrajar en lo más profundo de lo reprimido. Me he quedado por masoquismo o por morbo, en lugares donde se destruyó mi integridad física y mental, aunque eso lo acepté mucho después. Mi intimidad fue corrompida con amenazas encubiertas de “amor”, mi intimidad fue lastimada dejando secuelas que cargo hasta la actualidad. Abrazo a esa nena inocente, porque tardé muchos años en darme cuenta de que eso no era amor, que se podía decir que no. Cargamos con el peso de que el otro “no lo vaya” a buscar afuera. Pero ahora agradezco mi “no” y sí, que lo busque afuera porque adentro no lo quiero.

Así, yo ya no era novedad para él, me volví fútil, desechable. En un segundo destartaló sus credos y con certeza afirmó que ya no era como antes y era insostenible continuar así. Si tan solo supiera que lo más hermoso de los vínculos es la inexistencia de quietud, la mutación como constante.

Existieron momentos breves, donde caí en su trampa, me sentí responsable de los cambios, de la pérdida de lo inmaculado. Me dejé hipnotizar por sus creencias.

Eligió por los dos lo que creyó comedido, tan convincente que por un instante lo creí cierto. Se fue y me dejó con un nudo que siquiera llegaba a mi garganta. Mi cabeza, un desorden. No lograba razonar ni comprender pero la sensación de que algo no cerraba me dolía en el cuerpo.

En pocas horas debatí conmigo misma esta idea que me resultaba intragable, ¿Cómo si existía tanto amor, podía irse así de fácil? ¿Dónde queda? ¿Dónde se va? Se le olvidó avisarme.

No lo pude asimilar en ese momento y tampoco lo puedo ahora.

Su silencio me baño de falsas expectativas e ilusión. De un futuro lleno de proyectos e incertidumbre. El temor lo traicionó y terminó ahogado en el mar de lo no dicho, arrastrándome con él. Abrupto, accidentado, me cortó la respiración por la mitad. Quizás resulta insultante comprarlo con la muerte, pero así lo sentí yo. De un día al otro perdí para siempre, a mi mejor amigo.

Tan frágil, lo único que me daba tranquilidad aunque fugaz era el hecho de que validen mi malestar. “Es una mierda” yo solo buscaba eso, para no sentirme sola, loca, exagerada. Me replanteé todo mi sistema de creencias, siempre me consideré una cobarde con problemáticas de apego, que aborrecía la idea de estar sola. Sin embargo se requiere de una gran fortaleza para no abandonar lo que uno desea. Y yo no iba a irme sin pelear. “Déjalo, no te merece” “Te tiene que ver bien y va a volver” mantuve por años esa frase tatuada en mi frente, no la niego pero me pregunto, ¿Acaso ese es el amor que espero? ¿Acaso ese es el amor que me tengo a mi misma?.

Me rompiste el corazón, trivial, sin dudas. Pero nunca experimenté el sentido de esa frase hasta que me dejaste.

Mi cabeza perdió la paz, me llevó a lugares oscuros, tortuosos. Me obsesioné, con todo lo que tenía que ver con él y con lo que no. Fantaseé, delire. Sentí que me iba a volver loca. Y un poco lo hice. No podía imaginarme una vida con otra persona que no sea él.

Sin embargo a vos, te imaginé con el mundo entero.

Me vi en un pozo del cual era ridículo e imposible salir. Me autoflagele representando de forma casi constante mis escenarios más temidos. Pensé egoísta, que no quería que sanara con otra persona. No quería que otro obtenga lo que yo no obtuve.

Lo llore, lo descargue, hice todo lo que odie y creí necesario.

Toda mi energía libidinal estaba enfocada en duelar, Busch lo expresa de forma contundente “En la estrecha cavidad de su muela dolorida se recluye el alma toda» y a mi, no me entraba otra cosa del mundo.

Amé a cada persona que me acompañó sabiendo en el fondo, que no eran vos y no iba a poder conciliar la angustia.

Necesitaba entender y tenía claro que él no podía ayudarme con eso.

Con lo poco que me expresaba, lo mucho que le conocía y la ayuda de una amiga sabia, pude ir desmenuzando una idea. Podría decir que esa idea me dio el pie para intentar comprenderlo. A medida que dilucidaba ciertas cosas, sentía mucha rabia e impotencia, quería que viera lo inadmisible de qué dejasemos de existir. Sus palabras entraban por mis oídos pero nunca llegaban a ser procesadas, “No quiero seguir” “No quiero estar”. Intentaba explicarme que por sobre todas las cosas, no podía, “Que estaba roto”. Se encontraba estancado y de un momento al otro su visión se tornó gris. Pero la realidad es que nunca quiso luchar por lo construido. Se pasó la vida huyendo del dolor y de la complejidad, no iba a ser este el caso contrario.

Le escribí casi todos los días, porque no lo pude expulsar de mi cotidianidad con tanta sencillez. En cada mensaje conservaba la ilusión de que no se olvidara de mi. A pesar de que sabía que eso era lo que él buscaba. No podía sostener la mirada y encontrar en mis ojos el producto de la tristeza que me dejó. Incluso quería escapar de eso. Pero no se lo permití, me mostré tal y como estaba, partida. Quería que al menos tome conciencia de las consecuencias. Cada mensaje me dejaba con una respuesta que si bien suponía, me desbarataba. Pero con el tiempo comprendí que cada destrato, cada palabra de desamor me alentaba a irme.

Me devastaba su alegría al verme intentar estar bien, rumiaba que aquello reforzaba su convicción de que la decisión fue idónea. Porque no hay dudas de que esto también iba a pasar, pero yo no quería que esto pasara. No me avergüenza admitir que le suplique, le rogué en lágrimas para que no terminara. Incluso intenté vender mi cuerpo y mis labios a cambio de un permanecer que ya no valía la pena.

Sin embargo, lo cuestioné. Salvando las excepciones, las mujeres nos solemos poner en ese lugar, Nos pusieron en ese lugar hace mucho tiempo.

No comparto o quizás no acepto, el concepto de haberlo idealizado, yo tenía demasiado claro quién era él. La dificultad, que concibo incluso peor, es que pensé que conmigo iba a ser diferente. Me idealice a mi misma.

Pero en el caso de haberlo hecho, de haber amado a mi idealización narcisista, te quiero pedir perdón, tal vez presioné con mis expectativas a la persona que quise creer que eras.

Conservé mucho tiempo su cara en mis posesiones, varios fueron los momentos donde intenté borrarlo, pero el espacio que dejaba era desmedido, entonces decidiendo que aún no estaba lista, rápidamente lo hacía volver. Como no pudo darme un “proceso” decidí hacerlo por mi cuenta. Despacito lo fui despidiendo. Creo que de alguna forma componer esto me otorgó algo de dominio en esta situación que no pude controlar.

Lo mejor de todo es que incluso con todo el dolor que me generaste no pude dejar de lado tus sentimientos. Porque así soy, así de intenso es el amor que te di.

Con cierta tristeza me di cuenta que era imposible que me entregara a mi eso que no podía entregarse a sí mismo. Tenía un vacío, que se llenaba por un ratito, pero ese ratito era finito y así iba por la vida, buscando ratitos que lo llenaran. Despedazada caí en que no sintió amor por mi, le dolía la frustración, la caida del ideal que autoboicoteo, el sentirse una mierda. Pero nunca sintió dolor por mi dolor. En el momento que el amor podria virar al odio, eligió la indiferencia. Quizás me equivoco y si me amaba pero a su forma, una forma vaga. No de la forma que quería que me ame ni de la forma que creí que me amaba.

«Creo que sabes amar mejor que cualquiera de nosotros, por eso te resulta tan doloroso»

-Fleabag

Parte 2 (Volviendo de a poco)

No me bastaron mil mensajes de desamor para irme. pero al final, gracias a la vida, su último movimiento desapegado, intentó colocarme en un lugar de “loca” “acosadora” y no como su antiguo pero reciente amor que estaba en duelo. No, de ninguna manera, pensé. Este niño no merece que le dedique ninguna lágrima, ni una palabra más. Una desilusión, ¿quién era este desconocido?

Finalmente dije adiós. Me empoderé y como último acto de amor lo mande a la reputisima madre que lo parió. Me sentí libre, después culpable, libre otra vez.

Orgullosa de mí misma, dejé de justificarlo, dejé de esperarlo, dejé de escribirle… por momentos me invadió la angustia, principalmente cuando lo veía, me ignoraba y yo lo saludaba como si saludara a un amigo de un amigo.

Juro que creí que jamás iba a sobrellevar esto, que iba a vivir atada a sus deseos. Pero de a poquito volví a encontrarme conmigo. me ayudaron ciertos deslices; liquidar la tarjeta para cambiar mi casa, esa casa que habitamos juntos y me recordaba a nosotros. ligar de forma muy sutil e inocente, casi que imperceptible con el pibito lindo del laburo. De pronto no me sentí fea, me sentí atrayente.

Incluso un colectivero, me dijo que tenía unos ojos hermosos, sí un “viejo verde” pero dejando eso de lado, me lo creí. En otro momento hubiese pensando que carajo le vio a mis ojos tristes color tierra. Caminé por la calle con la frente en alto. No me pesaba nada, podía ser loca, ser cachorra, ser lo que sea que el mundo viera de mí. Pero para mí, era yo. Había recuperado mi esencia y eso era lo único que me importaba.

Y así tan fluctuante, luego de mi revelación positiva volví para atrás, lamentablemente lo vi reiteradas veces en lugares donde ninguno quería estar, me perseguí, no dejé de pensar, me desesperé. Quise arrancarme la cabeza. Quería estar en todos lados y al mismo tiempo no estaba en ninguno. Quería estar donde estaba él y al mismo tiempo a kilómetros de distancia, esa ambivalencia me destruía. De improviso lo que “el mundo viera de mi” sí me pesaba, me sentí odiada, me sentí mala persona, me sentí cachorra…

Volví a llorar y desnudarme frente a desconocidos porque no podía dejar de hablar del tema. Volví a caer en el error de condicionar e invalidar mi dolor por lo que, quienes no entendían, estimaban. No podía culparlos, yo solita me ubicaba en ese lugar y solo querían verme bien de una maldita vez.

La ruptura me enloqueció, hice malabares para saber en qué andaba, rastreé localizaciones de celular, me obsesioné con el perverso última vez de whatsapp. Me reía desencajada entre la gente cuando no había de qué reírse o siquiera sabía de qué mierda hablaban. Solo porque pensaba que quizás sus ojos hurgaban en mí. Ridícula, ridículamente enamorada. Me llamaban de todos lados para ir a buscar mi dignidad, la había dejado por ahí. Ahora con el diario del lunes, me río, pero la verdad es que quería volver al útero y llorar hasta la muerte.

No podía verlo vincularse con ninguna mujer, ni con amigas. Me comparé con todas.

Encima no me la hiciste fácil querido, tus amigas se quedaban a dormir en tu casa, para apachurrarte. Yo quería ser la única en ese lugar.

Te diría que hasta me la hiciste difícil, no puedo olvidar una de las últimas charlas que tuvimos durante el quiebre. Donde me preguntaste con matiz casi que humorístico si realmente habíamos tenido conexión y si éramos compatibles. Wow, me difuncionaron los órganos y pensé, ¿Es pelotudo? ¿Qué me está preguntando y para qué? A lo que le respondí, no sé, decime vos. Para mi sí y para tu persona de hace un mes atrás también.

Me solía asegurar que lograba entenderlo, que confiaba en mí, que era la primera persona en quien pensaba cuando tenía novedades o tristezas. Que me contó cosas que a nadie y nunca se había sentido así. No se si esto fue verdad , y si lo fue, tampoco entiendo cuando dejó de serlo.

Estrujé mi cabeza pensando en que es lo que hice mal, analicé nuestra relación desde cero, enfocándo en mis fallas, encontré miles. Sin embargo a él, no le critiqué nada. No porque no existiesen coladuras, sino por mi razón en su papel de verduga. Después caía en que no era yo, definitivamente era él. Pero terminaba volviendo, maldito círculo vicioso.

Lo extrañaba mucho, todo el día, todos los días. Me hacía falta reírnos, la tarta del jueves, posponer por enésima vez la visita al cementerio de recoleta, su ojo virolo y su medio hoyuelo. Incluso que desluzca el piso con talco y uñas masticadas. Podría enumerar momentos hasta dormirme pero tristemente tenía que soltar esa idea, porque esa persona que extrañaba, había dejado de existir.

“Vos sabes que te quiero” me respondió una vez, y la verdad no le pude decir que no, que no lo sabía ni lo sentía así. Todo lo contrario.

Lo veía tan bien, tan integro, bien parado. Por momentos me lo creía y me hervía la sangre. ¿Tan olvidable soy? por otros me confirmaba, está disociado y hace lo que puede.

Logró que este final sea incómodo, esquivaba mi mirada y evitaba mi presencia, eso me generaba mucho sufrimiento. Odié sentir que me detestaba como si yo lo hubiese lastimado.

Me encontró lagrimeando, me vió de reojo y pasó de largo.

Me pasaste de largo Lu…

Ya sabía que no tenía que esperar nada de vos, pero aún así me sorprendías. Yo te veía partir del trabajo con mirada melancólica y me doblaba. Aún con todo el enojo del planeta, no quería que sufras.

Agradezco a esa persona, que bien sabe quien és. Haberme aproximado a la tierra una y otra vez. Día y noche volcaba en mí, palabras que me daban serenidad y confianza en momentos donde asediaba la culpa, la angustia y la confusión. Muy clara me dijo, “vos en esta circunstancia no estás para comprenderlo a él sino para defenderte vos, porque si él se cuida, y no te cuida a vos y vos también lo cuidas a él, ¿A vos quien te cuida?”

Impactante, el colmo, mi versión narcisista. Siempre avalé al mundo, Hacen lo que pueden con lo que tienen. Intenté nunca juzgar, pero me juzgo a mí misma de forma fiel. No me puedo equivocar, tengo que hacer todo bien, ¿Pero quien me creo? ¿Bien para quién?

Busco validación y confirmación en el otro, porque necesito que afirmen que estoy haciendo las cosas de forma adecuada. Mi relato no es suficiente. Obsesiva, se me caen los credos. Si yo tengo bien claro que no existen las normas generales, que mierda es el bien y que coño es el mal.

Hay algo que tengo bien presente, supongo, que me ayudó y ojalá ayude a quien lea esto.

Los pensamientos se podían enroscar pero lo que sentía era claro, desconsuelo, nadie podía convencerme de lo contrario.

Parte 3 (El amor es un arte)

Anduve dias con el histórico vestido de mi abuela, arriba un buzo negro con una manchita de lavandina. Me lo había prestado una amiga, me dijo que esa maculita le otorgaba carácter de amuleto. Me sentí cuidada. La vida tenía que seguir y no estaba pudiendo. Ya había pasado un mes y lo sentía como si hubiese sido ayer. Me creí haragana, me repudié.

El mundo tampoco te permite duelar tranquila, te arrasa, te pasa por arriba. Porque vos necesitas parar pero el tiempo no para. Mi Mafalda querida diría, “paren el mundo que quiero bajar” y yo, directamente me quería tirar.

Mi diaria se basaba en escribir y en comer cosas que me había prometido no comer nunca más. Creo que cené sushi por 10 días seguidos. A eso me llevó, a que no me importe nada, a saciar ese poquito de tentación que me recordaba estar viva y a quedarme con 300 pesos en la cuenta del banco.

No le escribí más, al menos mantuve eso. La angustia era una constante, la medicación prescrita no me aliviaba y empecé con otros vicios. El único momento en el que me sentía mejor, libre de él. Irónico porque implicaba todo lo contrario.

Le fuí devolviendo sus cosas de a poco, para cuando no quedase nada, significaba el fin. Me guardé algunas, por si recordaba que las tenía y le placía venir a buscarlas. Significaba verlo una vez más en donde fuimos nosotros.

fuimos… pensé. me quedaba tan lejos, tan atrás. La persona que fuiste conmigo. Temía mucho olvidarla pero al mismo tiempo era necesario porque desgraciadamente ya no eras más…

Después si, olvidé, y en cada recoveco, en cada cajón, fui encontrando tesoros suyos, que no memorizaba. Llenos de historias, llenos de recuerdos, empapados de lágrimas. Temía revolver, abría y cerraba los cajones a una velocidad casi que imperceptible, no toleraba más tesoros ni recuerdos.

Sin embargo, no volví a desatar el nudo que arreglaste en uno de mis borcegos.

Vivía enojada, porque no me cuidó, pero me enfurecía mucho más no haberme cuidado a mí misma. Me meto por el culo la frase “No se come dónde se caga” pero es real. Me expusé con gente del trabajo, mendigue amor a sus amigas, esas que me conocían y declaraban quererme. Me emborraché y fumé para poder paliar un poquito de esa ansiedad y pasar ocasiones que eran impasables. Hablé sobre él con el mundo entero, incluso cuando era lo suficientemente indebido.

Hice cosas que aborrezco, no tolero el caos, el drama, los rumores. Caí en todo. Me cuesta mucho aceptar esas cosas, pretendo que todo sea pacifico y bajo anestesia. La verdad es que el ser humano es una mierda, (Definiendo mierda de forma arbitraria) pero somos lo único que tenemos.

Hice lo que pude, no me puedo justificar con eso, o quizás sí. Nuevamente polarizada.

Por momentos me iba a los días previos, antes de que todo termine. Fue cruel, no me quería ni un poquito cerca, su lenguaje corporal me lo confesaba todo. Sin cuidado ni ternura quería hacerme ver que ya no me necesitaba. Quería arrancar la curita con prontitud, y yo se la dejaba a medio pegar.

Su tío estaba enfermo, muriendo. Cuando tenía oportunidad y le convenía me lo recordaba. Intenté acompañarlo en todo momento, pero incluso estando juntos su respuesta siempre era “no, dejá. Está bien”. Me sentí una idiota, parada del otro lado de la vereda, pero seguí intentando una y otra vez.

Encontraste compañía con esa ligereza que te caracteriza en tus compañeras de trabajo. Bien, lo celebré. Pero al mismo tiempo me generaba envidia, se acompañaban entre ustedes.

¿Por qué pudiste comprometerte con todos menos conmigo? ¿por qué no pudiste acompañarme ni me dejaste acompañar?

Buscaba respuestas en un pajar, lo veía consolar con calidez a sus amistades, conmigo se basaba en sentarse al lado y esucharme sollozar, no me tocaba, a excepción de que lo implore.

Supongo que conmigo te implicaba compromiso, tenías miedo de darme y no poder irte. Comulgo con Fromm

El amor no es algo natural: el amor es un arte.

Y como todo arte, requiere disciplina, concentración, paciencia,

fé y la superación del narcisismo.

El amor no es un sentimiento, es una práctica.

El arte de amar, Eric Fromm

Vos, muy lejos de esto.

Parte 4 (En todas mis mujeres)

Quizás esta parte sea rebuscada y nada tenga que ver con mi vínculo con vos pero escribir es lo único que me lleva a no “recordarte”.

Durante mi duelo no pude dejar de pensar en mis bisabuelas, abuelas, en mi madre, hermana, tías, primas, amigas. En mis mujeres. Lloré por todas. Creo que busco reivindicarlas escribiendo sobre ellas, ojalá les haga justicia. Hay algunas que no lo necesitan porque se llevan el mundo por delante y mi mayor admiración.

El lugar que nos es inherente por el simple hecho de ser mujeres, es inverosímil. Mi idea no es reforzarlo al redactar esto, sino cuestionarme. Hay excepciones, lo sé, todas lo sabemos. Así que no me vengan con eso, no dudo que también hay un lugar particular para el hombre, pero no me toca escribirlo.

Les quiero contar una historia, que aseguro que no es una, son miles. La historia de una mujer, con estudios elementales, brillante. Cuyo deseo de vida, inculcado o no, era formar una familia. Se enamoró a los 14 años de quien sería el amor de su vida. 14 años, una nena. No había otra posibilidad ni meta en su vida que no sea, ser la mujer de. Ese amor fue grande y su persona fue increíble en abundantes aspectos, no voy a negar eso.

Él enfermó relativamente joven, deshecha lo acompañó en todo ese monstruoso proceso. Él muriendo y ella ahí, pétrea, a su lado. Me duele pensar que a ese sufrimiento se le sumó la crudeza de una verdad. El amor de su vida tenía dos amores y los tuvo por 15 años. Ellos yaciendo en el hospital y la otra mujer decidió sumarse al duelo, a despedir. Y esta nena se comió todo su dolor, porque él estaba muriendo.

No quiero ni intentar justificar esto con la idea de que “era otra época”. Porque sí lo era, Pero no estoy acá para seguir excusando sino para replantear, para decir, esto fue y es terrible, triste, INVEROSÍMIL. No quiero entender el otro lado, siempre hay otro lado. Pero hoy vibro del lado de la mujer.

Va más allá de la infidelidad, antes la unidireccionalidad era moneda corriente. No va por ahí, hay otras formas de dañar e incluso peores. Lo que quiero remarcar es que ella se quedó, soportó, más allá del dolor. Solo ella sabe por qué, quizás porque no tenía donde caerse muerta, quizás por devoción o simplemente por amor.

Esto se repite, en mí, en vos y en casi todas las mujeres. Nos quedamos donde duele. Algunas no, ojalá podamos contagiarnos de eso. Hoy día cambiaron mucho las cosas, pero aún falta, porque hay cosas que lamentablemente se repiten.

Y en ese humor de sentir a mis mujeres empatizo con el claroscuro; con las dos caras de la moneda. Creo que cada relación es un mundo, y nadie conoce más el vínculo que aquellos que lo componen. Conozco un amor, de esos profundos, esos reales. Del cual desconocía la “formalidad” hasta que él dejó de existir en este plano. En el fondo siempre supe que había algo más, algo entero. Él era un hombre casado, ella su “amante» en el sentido literal de la palabra. La persona que más amaba en el mundo. El día que me enteré de esto y entendí que para ella, él ya no estaba más, me llené de angustia. Había perdido a su mejor amigo, la idea me era inconcebible y el dolor infinito. Me metí en su carne, también empatizo con esa mujer. Ella lo adoraba incondicionalmente y abrazaba ese amor clandestino, porque elegía eso, no quería un amor sin él. Ser mujer es difícil, y estar del otro lado también lo es.

Creo que seguía en shock, por eso no lograba soltar. Me sorprendía cómo alguien podía volatilizarse de un día a otro. Realmente me dejaba atónita.

Hace unos años un hombre, desintegró a una mujer. Pero lo más impactante es que se fugó del mundo por un tiempo. Ella también quería desaparecer pero no pudo, hecha trapo, mantuvo lo que quedaba de la familia.

imposible estar muerta y viva al mismo tiempo. Tener que intentarlo, porque no existe otra opción, te convierte en un fantasma de respuestas monosilábicas.

Que delicado debe haber sido fingir entereza, cuando lo único que anhelaba era echar su cuerpo cansado de sentir y abandonarse para siempre. Pero se quedó, sostuvo, porque el otro no pudo quedarse a proteger. Todo para mantener algo de estabilidad en la vida de sus personas.

No puedo esconderme tras estas historias para evitar contar la mía. Aquella que arrastro desde mi primera relación y que indudablemente se hizo y se hará presente en el resto de mis vínculos. Releyendo esto una y otra vez, dilucidé que me quebraba cada vez que me adentraba en esa parte. No entendía, si para mí lo tenía más que resuelto, pues al aparecer no. “Mi intimidad fue corrompida…” Mi intimidad fue destruida por la persona en que más confiaba, por la persona que tenía que acompañarme en ese proceso de innovación. No entendía nada de ese mundo y por error seguí su corriente. En mi cabeza yo tenía que proveer lo que él necesitaba porque sino, tal y como me lo remarcaba “me iba a dejar”.

Imposible olvidar mi cara estampada contra la almohada, entrecerrando los ojos y haciendo fuerza para que el daño sea lo más tacaño posible.

Aguantaba el llanto por miedo a que se de cuenta que no estaba disfrutando. Me dejé penetrar una y otra vez en mi cuerpo frágil y pequeño. Me abandoné, lo creí mi normalidad; incluso años después de haber terminado con ese pibe. Me autoproclame asexual por los motivos erroneos, cuando la realidad es que no queria sexo, porque para mi sexo era igual a dolor. Pasaron 7 años hasta que pude llamarlo como lo que fue, un abuso. Abusó de mi cuerpo pero sobre todo abusó de mi virginidad, de mi inseguridad y de mi inocencia.

Cerró el libro con vehemencia, siquiera sabiendo el daño que generaba. Yo me quede ahí… atrapadas entre las páginas.

Con vos se repitió de otra forma, pero el resultado fue el mismo, olvidaste que me dejabas dentro.

Soy mujer

Y un entrañable calor me abriga

Cuando el mundo me golpea.

Es el calor de otras mujeres,

De aquellas que hicieron de la vida

Este rincón sensible, luchador

De piel suave y corazón guerrero

Soy mujer, Alejandra Pizarnik

Parte 5 (Cortala Magdalena)

Cada vez que entraba a escribir, aparecía un cartelito muy simbólico, me avisaba “has entrado con frecuencia”.

Hasta el drive se había agotado de aclarar el día y la hora. Era verdad,estábamos exhaustos,necesitaba soltarte,dejar de escribir.

Crear una vida sin vos, un libro sin vos. Me obsesioné con esto y te trasladé acá.

La mayoría del tiempo no podía dejar de pensar, no es una exageración. No podía Dejar de pensar. Me preguntaba qué estaba haciendo, hacía cálculos en mi cabeza teniendo en cuenta su rutina para ver si podía averiguarlo. Me aprendí los hábitos de sus amigas, de una en especial, para ver si coincidian y estaban juntos. Me repetía sostenidamente frases que él me había dicho, para apaciguar o para torturarme. No quería eso, no quería saber nada, pero me era inevitable.

Fue una profecía autocumplida, me tuve mucho miedo porque sabía que virar a la obsesión podía ser una posibilidad. Y lo fué. La viví horrible, lo único que me ayudaba era dormir, apagarme. En el momento que abría los ojos era instantáneo, la máquina volvía a arrancar.

A mi entender existe una línea demasiado fina entre percepción y obsesión, yo no sabía de qué lado pararme. Existieron situaciones raras, donde mi radar de bruja se prendía casi que estallando. Mi personalidad templante cuestionaba siempre, no quería caer en ningún tipo de certeza. Incluso esa ambigüedad colaboraba al malestar.

No era la primera vez que me pasaba esto, hace un tiempo atrás, estuve en pareja con alguien que estudiaba conmigo. Su ex novia, la cual yo desconocía, estudiaba en el mismo lugar. Bueno…. Al inicio fue un martirio. Ella en su forma sutil y manipuladora, lo buscaba. Él no lo veía y yo, enloquecí. No puedo eximirme de culpa, porque pasada la tensión y un poco de tiempo, a escondidas me obsesioné. Me comparaba, la pensaba, me reafirmaba verdades. Guardé fotos de ella por años… incluso después de haber terminado el vínculo. Ni sé para qué, o sí, y no estoy lista para escupirlo. Al final nunca pasó nada, de hecho mantuve una relación especial y longeva con esa pareja.

Ser perceptiva e insegura es una mala combinación. No elijo batallas, las agarro todas.

Trata de no pensar, decían. Me volvía Satán, nadie entendía ni entiende que no gozaba de esa potestad. Lo que más añoraba era un poco de tranquilidad.

Incluso pensé en matarme, dormirme para siempre. Solo porque la desesperación era tal.

Falleció tu tío y volví a escribirte. Me preocupabas, sentido común. Después pensé que en realidad hacerte honor implicaba callarme. El ser humano es el único animal que tropieza un MILLÓN de veces con la misma piedra.

Cometí el error de confiarte que no estaba bien… (Culpa, está en duelo, más culpa, no es el momento.)

-“Es mejor ser desconocidos. Amistad no puedo”. contestó.

Nunca grises con vos. Me destruí nuevamente. Mis amigos ya no sabían cómo explicarme. ¿Qué carajo estás esperando? En cada acción o mejor dicho omisión te demuestra como es, no podés esperar otra cosa diferente. No lograba aprehender, siempre aguardaba algo distinto. Confiaba encontrar, bajo este disfraz de persona desalmada, a mi persona favorita.

No tenía otra opción que devolverle ese espacio que me pedía de forma implícita. Se tenía que acabar ahí, quería una desconocida, bueno, le entregué un espectro. Uno que se volvía carne ripiada, en el momento que cruzaba la puerta de casa.

Desconocidos, desconocidos, desconocidos, desconocidos. Me cantaba una y otra vez. En cada repetición me encerraba en un limbo de ardua salida. Ya ni el sueño era refugio, me regalaba pesadillas todos las noches.

Te necesitaba, me frustraba no poder recaer en la persona que amaba porque aquella se amaba a sí misma.

Descanse en mucha gente pero también en esa persona con la cual tuve un vínculo longevo y especial. Si a los otros dos hijos de la mierda les dediqué largos párrafos, Éste, merecía una verdadera mención.

Pocos entendían porque no lo echaba de mi casa a los 3 meses de habernos terminado, menos entendían porque me acompañó en ese momento de mierda. A este fuego se le volaron todas las cenizas y quedó algo mucho mejor, incondicionalidad.

Encontré unos videos del 2018 y viré al llanto, me vi por medio de sus ojos y me gustaba lo que veía, me gustaba como me veía. Creo que es la única pareja que realmente me amó con idiosincrasias y todo. Nunca temí cuando se enojaba conmigo, porque sabía que el abandono no era una opción. Ojalá sepa cuánto lo admiro como ser y cuánto extraño su amistad. Lo tuve que dejar ir, porque yo también lastimé y él encontró a otra persona. Esa triste ambivalencia entre la tranquilidad de saber que ese otro está bien pero al mismo tiempo darte cuenta que no es con vos. Juro que no hay nada que me gustaría más en este mundo que volver a sentirlo en lo más profundo de mi corazón.

Quizás a vos, te dejé la vara demasiado alta.

Volver a nosotros me convertía en una “conductora suicida”, no quería eso. Deconstruir el vínculo que me vendiste y los proyectos que anhelamos fue sinuoso y me llevó tiempo. No disfrutaba de los momentos como los solía disfrutar. Todo lugar carecía de tu presencia, me faltaba algo. Quizás era tu inimputabilidad, esa que te salvaba de todo comentario levemente desubicado. Posiblemente era tu sentido del humor, ese que hacía que la gente se saque de quicio pero conservando la terneza.

Sos intenso, disfrutas instaurarte, enseñar tus formas, demostrar que sabes de cositas novedosas.

Fuiste eso, pero también sos esto. Mi desayuno matutino.

Así que no, imposible volver, ese volver estaba roto, era quimérico. Había perdido algo muy difícil de encontrar, no te confiaba más.

Durante mi buena infancia, mis padres cristalizaron la confianza como clave de cualquier vínculo. Nosotros sentados y atentos. Ellos, lo representaban de forma teatral. Mamá giraba de espaldas a mi viejo, estiraba los brazos como si fuese a volar, cerraba los ojos y se dejaba caer. Casi llegando al suelo mi papá la salvaba de un zarpazo cazándola con fuerza.

Que endeble, un descuido y se rompe la cabeza.

Yo los miraba con admiración, pensando, como cualquier niño, que sus adultos tenían todo resuelto y sus palabras representaban el saber absoluto.

– “Mis papás la tienen re clara”…

Pues no… para sorpresa de todos, se rompieron. Fue ahí cuando interioricé que la confianza es la clave de un vínculo, pero la guacha llega enérgica y se va rauda. Una vez que eso pasa, es muy difícil rearmar algo con sus pedacitos.

Mencioné el volver pero nunca explique realmente como te fuiste, volver a esa escena resultaba inconveniente.

Lo había notado levemente distanciado. Como siempre, me hablaba de todo menos de lo que tenía que ver conmigo. Pensé ilusa que estaba siendo paranoica, que era sensacion mia.

Lo acorralé con la pregunta, lo empujé a la realidad. Sus palabras me fueron difíciles de olvidar, no quería ni creía tener razón. “Estoy desmotivado con la relación, no flashees no quiero cortar” Una vez que eso salió de su boca, dejó de intentar, se volvió un foraño.

Te voy a regalar algo que escribí ese día, un último recuerdo de tu amor. “Drenada de llorar, carente de energía, entregó su cuerpo al cálido abrazo de la cama. A la calidez que le era privada y el enredo de sábanas y el roce benigno del colchón le concedían. Le mimo lentamente la cara con lo que parecía amor… Pidiéndole perdón con la yema de sus dedos. Amando en silencio sin que ella supiera”

Sus oraciones sabían agridulce. No me regalaban ni un poquito de esperanza y seguridad. Se medía en su decir como si me fuese a aferrar a palabras fuera de lugar. Lo que no comprendía es que podía gritarme mil frases de amor, que igual iban a ser cuestionadas porque su accionar no se condecía con sus declaraciones.

Por igual, me molestaba. En parte porque ese trabajo que se tomaba en controlar su boca, desmerecía lo vivido.

A las dos semanas, con la excusa (válida) de que no podía darme más de lo que me estaba dando, nos dejó. Me encontré desorientada, en un pueblito de Japón. Escuchando un idioma que desconocía y habitando un ambiente que no formaba parte de mi historia. Existieron andenes, terminales y bares, en donde el mundo siguió y yo pasé a cámara lenta. No entendía nada.

Solo vos y yo conocemos la intensidad de nuestro vínculo, y ambos sabemos que no se merecía todo lo que le siguió. Incluso me atrevo a decir, que yo no me merecía todo lo que siguió.

  • “Desconocidos”

Me disparó con eso pero sin embargo, de forma incongruente y grácil me buscaba. Por orgullo le contestaba con dos palabras, no le regalaba ni una mirada. Por dentro, moría por decirle feliz cumpleaños y abrazarlo. Pero le bastó que lo salude mi mano, bien lejitos.

Te seguía llorando hijo de puta, especialmente cuando llegaba a mi casa, a esa donde no quería llegar, y me esperaba mi cabeza con un vino en la mano.

Hace mucho tiempo que no me hallo con la palabra hogar. (Con vos, había logrado acercarme un poquito) Es innecesario explicar el porqué y me es imposible expresar el sentimiento de forma tan concluyente.

Volver a casa es horrible,

ya sea que los perros te lamen la cara o no.

Ya sea que tengas una esposa

o una soledad en forma de esposa esperando por ti…

…Miras con sospecha las nubes como son,

hechas de una materia distinta

de aquellas que dejaste atrás.

Tú mismo estás cortado de una tela diferente,

turbia…

…Llegas a casa

como a otro planeta, ajeno…

…Suspiras frente a la avalancha de días idénticos,

bien podrían ser uno solo, y uno a la vez…

…Bueno,

qué más da,

volviste…

Perro de hueso. Eva H.D

Parte 6 (Nuevos convidados)

Había pasado un día sin gotear, recordandolo. Triste pero de festejo cauteloso. Como mecanismo de defensa me desafectivice, era un zombie, pero que bien estaba. Me levantaba de la cama con desgano, arrastraba mis pies mientras pulía el piso con las medias. Me dirigia al baño y sin prender siquiera la luz, me echaba en el inodoro como si me pesaran los hombros (me pesaban). Yacía unos minutos antes de incorporarme, agarraba la última tira de papel higiénico que quedaba y me esfumaba sin preocuparme en tirar la cadena. De la pila de ropa sucia agarraba el pantalón menos pestilente que encontraba y sin pensarlo demasiado me vestía, horas pasaban mientras este se escurría desde mis tobillos hacia mi cadera. Elegía remeras que escondiesen mis clavículas como si eso me protegiese de algo.

De la ansiedad y angustia al desgano total, me quedaba con este último. No quería perderme en éste estado, más pavor tenía de volver al anterior. Andaba de recreo, de esos que suplicás que no acaben nunca.

Iterando frases suyas, noté que se había escapado el sonido de su voz. No podía replicarlo cuando con cariño me apodaba “pipi”. Perdí la noción del olor que dejaba el perfume en su piel. Simulaba una borracha empecinada en recordar el nombre de una película añeja.

Abracé mi inercia, pensaba fría y con cierta distancia. Escribiendo me avivé de que compré su carisma, a un precio que aún pago. Lo más curioso es que varias fueron las personas a las que les llamó la atención. Nadie se imaginaba que detrás de este personaje de libro estaba él. Me aterré, por momentos lo pensé un psicópata. Por momentos aún lo pienso.

Caminé por la vida con los ojos más caídos que nunca. Toque fondo, sabía que si lo veía, reculaba. Quedé varada en un campo de minas, apática e inmovil, cada paso que daba podía terminar explotando en mi cara. No sabía cómo avanzar y al mismo tiempo evitarlo. Porque al fin, necesitaba no verlo más, no toleraba más sal en esa herida. Me perdí de cosas, porque sabía que podía encontrarlo.

Que injusto, si querías que desaparezca porque no te esfumaste vos.

Había pasado un tiempito, yo seguía con dolor, me sentía “anormal”. Pasé de sentirme acompañada a sentirme incómoda. El público esperaba que yo ya esté bien. Yo esperaba estar bien. Mi angustia ya no podía corresponderse con lo reciente, cada vez que sumaba una semana, crecía la vergüenza. Vergüenza de ser tan sensible, de no estar pudiendo cómo querían que pueda. Me había cansado de pedir que me acompañen, me observaban culposos mientras un no puedo tímido y ligero salía de sus bocas.

Llegó el momento donde releía esto y me sentía exagerada, nunca grises, yo tampoco. Implicaba que mi libido se había deslizado medio centímetro a su izquierda. Me arrepentí de haber compartido mis palabras con gente que quizás no me quería lo suficiente. Papelón. No se si me encontraba mejor, estaba diferente.

Aún gozaba de tus llaves, tanto miedo me tenías que siquiera podías exponerte a pedirlas. Eso era un verdadero papelón.

Ni se gastaba en saludarme, conocía todo lo que era y lo que no, sin embargo, no podía asimilar. Le rogaba con mirada triste que admitiese no quererme, que eso que creía sentir no era amor. Ni cerquita de serlo. Me hubiese sido más fácil aceptar que no me amaba. Daba miedo pensar que sintiendo esa cantidad de amor podría dañar tanto.

Pretendía que se arrepienta y así poder decirle con soltura que ya era demasiado tarde. Quería gritarle todo, escupirle este libro en la cara.

¿En qué momento se acaba?

Me costaba distinguir si lo seguía amando o me lo había drenado todo y solo quedaba un gran resabio de apego. Me forzó a desenamorarme y como con todo acto forzado, me encapriché.

Su vida me quedó remota, no sabía nada de él y me resultaba extraño. Yo me sentía extraña, arrastraba una biografía que no era la mía. Me iba creando un imaginario, un posible destino de sus días sin mí. Que seductor el cerebro, faena para tapar esos hoyitos inconclusos. Que intensidad, contaba con tanto detalle y minuciosidad que me lo terminaba creyendo. Para mí, recién se levantaba de una siesta, que deseaba escueta pero terminó con su saliva empastada entre sus labios y almohada. Quejoso preparaba mate mientras carburaba todo lo que podría haber hecho en esas horitas “perdidas”. Sumergido en su lugar en el mundo, navegaba por las redes acaparando un par de noticias. De fondo escuchaba música que nada tenía que ver conmigo, toda aquella que seguro yo abominaba. Así, pasaba la tarde entre pestañas hasta que caía en la cuenta de que había expirado la luz. Hervía agua y se echaba unos fideos. Su culo se correspondía nuevamente al mullido de la silla, se emporcaba con queso mientras viciaba con el mundo del animé.

No quería suponer que su cerebro no necesitaba llenar hoyitos, que estaba bien así. Pese a eso, siempre intrusaba la maldita idea.

Habré de levantar la vasta vida

que aún ahora es tu espejo:

cada mañana habré de reconstruirla.

Desde que te alejaste,

cuántos lugares se han tornado vanos

y sin sentido, iguales

a luces en el día.

Tardes que fueron nicho de tu imagen,

músicas en que siempre me aguardabas,

palabras de aquel tiempo,

yo tendré que quebrarlas con mis manos.

¿En qué hondonada esconderé mi alma

para que no vea tu ausencia

que como un sol terrible, sin ocaso,

brilla definitiva y despiadada?

Tu ausencia me rodea

como la cuerda a la garganta,

el mar al que se hunde.

Jorge Luis Borges

Parte 7 (La maldita complicidad)

Terminé como empezamos, metida en una aplicación que no iba conmigo solo para sentir que estaba probando algo diferente. A vos no te conocí por ahí, pero cuando lo hicimos, esa patita permanecía del lado de afuera. A veces me asistía la autoestima, a veces no. Tener que depender de un hombre y que salive con fantasías para sentirme mejor me revolvía el estómago. Pero bueno… no me quejaba a la hora de elegir entre el catálogo.

Pensarme desnuda frente a un desconocido me trastocaba aún más. Implicaba volver a empezar, sentirme cómoda, volver a confiar…

No me entraba en la cabeza, hasta el pibe mas apolíneo me generaba rechazo. Me sentí rota, pensé ilusa que jamás iba a encontrar a alguien como vos y es verdad.

Que absurdo, ojalá huya de tus similes.

Lograron que me diera cuenta lo poco genuina que estaba siendo, “hace lo que quieras hacer” “Lo que sientas, pero hacelo” Esto me llevó a tener la última gran conversación con vos.

Te aclaré que no necesitaba que me acompañes ni que me pidieras perdón, ya no esperaba nada. Lo hacía por mi, para vaciarme un poco de esa ira, tomar la batuta por un segundo. Dejé de lado tus caprichos y te dije en cantidades todo lo que me habías lastimado. Lo que creías hacer por los dos, solo te beneficiaba a vos. Me liberé, disfruté de todos los silencios que me otorgaste porque ya no cabían palabras tuyas. Volviste a escudarte en el buen manejo de estas últimas, Me provocaba cierta gracia que intentaras tanto, resultaba falaz que creyeras que te librabas del compromiso. Por más que no pasara por tu boca, todo acto venía de la manito de la responsabilidad. Te excusaste en que hiciste para cuidar. Extraña forma de hacerlo.

Aún te creo, pero nunca existió un camino aledaño a tus decisiones.

De todas formas, como te había dicho, ya no esperaba nada.

Procrastine un tiempo hasta que volví a escribir, implicaba volver a la verdad. Los días posteriores a nuestra charla fueron pasables y para vos, volví a existir. Peligroso, por un segundo olvidé todo el daño que me habías generado. Agradecí haber volcado en papel, lo volví inmortal.

Decían verme mejor y temblaba, quizás porque todavía los necesitaba y tenía mucho miedo que me dejaran sola. A pesar de que me sentía así hace mucho tiempo.

Me despersonalicé, una parte mía se había ido con vos y lo peor de todo es que si la buscaba en tu persona, no la encontraba. Había desaparecido. Viví incompleta y perdida por un tiempo. Es difícil de explicar y horrible de pronunciar pero es como si hubiese sido yo estando con vos y después, dejé de ser. Te entregué todo. No sabía cómo vivir estando sola, hace años que entraba y salía de vínculos, La vida que conocía había desaparecido.

Era hora de aceptar que ya no buscarías en mí, complicidad. Reía desilusionada de cosas que sabía eran hechas para vos, sin poder compartirlas. Leí algo fantástico en un libro;

“también se lo que se de tanto sentirte estallar dentro de mi vientre mientras me abrazas, y tenerte ahí, bien adentro, relajado al fin, el único momento de tu existencia en que bajas la guardia..” El pintor de batallas

Otro tipo de acuerdo, uno que no se pacta en palabras. Conexión que se siente mientras un otro te abraza en profundidad con sus órganos más vitales. Para mi, complicidad pura.

Componía lejana y menos insondable, esto estaba pasando. Introduje el dedo con vigor en lo más profundo de la herida, me di cuenta que el dolor era lo único que me quedaba de vos. No quería soltar y aceptar que se había cerrado el ciclo. Las palabras quedaban nimias y breves, no llegaban como antes. Perdón por eso.

¿Y ahora, cómo seguimos?

Parte 8 (Hablemos de culpa)

Una bocanada de aire fresco y una ansiedad que me sabía distinto. El pibito lindo del laburo, había pasado a ser otra cosa. Nos desnudamos de palabras y nos juramos atracción. Me invadió la culpa, mi psicóloga me aconsejó que le escriba a esta última…

Fuiste suya por un tiempo, después por magnetismo volviste a mi. intacta y a mi lado me juzgas cada vez que doy un paso fuera del molde. Estas haciendo mal me decís y te creo, porque si viene de vos me lo creo todo. Nos conocemos hace tanto y por tanto que siento que me conoces más de lo que me conozco a mi misma. Te permito dirigirme, enclaustrarme. Por definición podría decirse que sos mi mejor amiga. A veces es necesario alejarse de una amistad así de intensa, por un tiempo, por un quiebre. Es necesario escindirse para volver a ser uno mismo.

Más allá de todo, atrevida e incómoda salí del molde. No esperé a nadie, decidí no entrar en el juego de tire y apriete. Propuse salidas y amistades.

Me dijeron cosas lindas, me dijeron que no (y mucho…), pero sobre todo me dije que sí. Me tiré a la pileta porque sabía que en el peor de los casos, podía nadar.

Y un día… viniste por tus cosas.

Desaproveché y volvimos a hablar del porqué, volviste a crear un nuevo final para esta historia, ya perdí la cuenta de cuantos me diste. En esta versión te diste cuenta que éramos incompatibles.

Me dijiste que existiamos diferente y sin que te lo pida te arrimaste a mi rutina. Me quejé de esa palabra, me quejé de que sintieras eso. Finalmente me di cuenta que era paradójico, una persona que cree eso como sinónimo de incompatibilidad se me vuelve incompatible.

Tu diplomacia me enerva.

Te grité, me enojé, te mandé a la mierda. Porque la emoción está ahí, cubriendo mis fascias.

Reclamaste que te catalogué de narcisista careciente de empatía.

“Yo no mando a cagar, jamás” me dijiste.

Yo ansiaba que me alces la voz y me dijeras que soy una hija de puta. Pronunciabas lo que pensabas, pero te alejabas de todo lo que sentías, lo puedo entender, pero lejos estaba de intentar ampararte. A mi mandame al intenso. Quiero que me abracen como si mañana se acabara el mundo y me detesten por amor.

Se me escapó (creo) exponerle que estaba en una aplicación de citas. Alegó:

  • “Que bien, quiere decir que estás mejor” .

Le salió eso, quizás por dentro le partió el alma. Yo lo sentí como mi terapeuta, objetivo y parcial. Mi cuerpo volvió a corresponderse con gestos desconcertados e iracundos, él me miraba con una receta perfecta de soberbia, condescendencia y templanza.

Perdoname. Perdón por sentir que sentís poco, pero te juro que así lo siento yo. Quizás tu forma de hacerlo me es extraña, va por las sombras, bajito. En una de esas doliste tanto que lo único que te queda para poder sobrevivir es disociarte. Creo que en el fondo te envidio, yo no quiero más humano en este cuerpo.

Sé que te dije cosas horribles que probablemente lastimaron. Estabas enojado y no me lo dijiste porque te era inevitable no guardar. Sabe que detrás de todo eso, hubo un acto de amor.

No implica que me arrepienta, pero perdón si mi intensidad genera malestar. Yo siento mucho y todo a la vez.

Las disculpas me sientan bien, me crean mejor persona.

Lo alienado es que vos no te arrepentiste de nada, ¿Es posible eso? ¿No arrepentirse ni un poquito ni un montón?

Parte 9 ( Los pies sobre la arena)

Parece idealismo, pero después de semanas incómodas me cayó la ficha. Lo pensaba a diario, pero no lo incorporaba. Deconstruí los lugares que sentía más tuyos que nuestros, reivindique canciones y palabras. Yo también estaba ahí, oculta. Necesitaba buscarme un poco más. Me pensé sola, me quería sola. Creo que incluso después de todos estos años, era necesario. El viento me venía volteando y acarreando en el camino, un poco perdida y sin poder parar a pensar. Ya era hora de volver a sentirme yo .

Venía pensando en Uruguay, pase una gran parte de mi vida veraneando ahí. Por coincidencia o atracción termine yendo una semana.

Los pies sobre la arena y el recuerdo de mi abuela. Que turra, le hacía mala sangre, una vez que me terminaba de bañar y me despojaba de la playa en mis piernas, salía a callejear por la feria. Ella desde el sillón, ese color verde inmundo y contigua a su lámpara, me reclamaba con la vena en el cuello que por favor volviera temprano. Fiel a mi espíritu adolecente de porquería le contestaba que iba a volver cuando se me antojara. Perdón abuela, te extraño mucho.

Intente volver a eso, a todo lo que soy sin vos. Pero tu idea me molestó todo el viaje. Para colmo, al volver, me contactaste.

Ahora que estabas lejos y no te era un inconveniente podías actuar con decoro.

En las buenas y en las malas, bueno, acá solamente en sus buenas.

Me mandaste un hermoso mensaje de año nuevo, cuando perdí a mi abuelo y la reputa madre que te parió.

Murió el abuelo y caducó la infancia, esa que añoro con vehemencia.

Ojalá uno se diera cuenta que está viviendo el mejor momento de su vida cuando lo está haciendo. Después te queda ese dejo sesgado al cual siempre queres volver. Seguro existieron mil horrores y tristezas pero quedan en el olvido. En mi caso, ese capítulo pintarrajeado de color rosa corresponde a mi puericia.

A veces pienso que era mi gente la que generaba esa vibra. Pero en realidad era mi forma de ver el mundo en ese momento, yo miraba con inocencia, diferente. Era una gran filósofa, porque desconocía el mundo y estaba creciendo. Entonces, yo sabía de forma fehaciente que no sabía nada. Todo era un juego. que lastima que los adultos dejamos de jugar. Nos perdemos de lo mejor.

Todo lugar que habitaba era mi hogar y siempre lo había sido. Nunca dudaba de eso. Por mucho tiempo todo permaneció igual, imposible, lo sé, las cosas fluyen. Pero al menos podría decirse que ningún cambio fue dramático.

Para mi, los abuelos representan un actor fundamental en la niñez. Al menos en mi vida fue así.

Mirando atrás me doy cuenta que desde esa parte hasta ahora, no quedó nada. Solo conservaba esa figura de abuelo y esa casa añeja e intacta con olor a vejez. Pero ahora ni eso.

Me elevó la sensibilidad y me volviste a doler. Porque no quería que se cierren más ciclos. Odié nuevamente escuchar tu voz armando palabras. Mirar tus ojos mirar. El baile de tus brazos mientras gesticulaban y ese abrazo incongruente que me diste.

Te detesto, detesto seguir queriéndote.

Más allá de esto, expresé unas palabras con todo el dolor del mundo, me force a cerrar esa puerta para siempre. Procuraste que podía recaer en vos. No quedaba vínculo, me habías pedido que desaparezcamos, imposible que quedase algo después de eso y te lo hice saber. Te pedí que no me escribas nunca más, que me hacía doler, que me hacía enojar. Lo aceptaste sin vacilar, con prudencia.

Parte 10 (Amor en tiempos modernos)

Tengo una idea de amor un tanto inocente soy de aquellas que se arman historias mientras escuchan canciones favoritas. Desde siempre. Es difícil en este mundo en donde amamos medidos.

Logré ver mi intensidad como una virtud, me interesaste vos, me interesa la gente. “El que se enamora pierde” y al parecer vengo perdiendo mucho. Yo dejo entrar en mi pequeño mundo de rarezas, me muestro vulnerable aunque implique todo lo contrario. Me enamoro de los detalles más íntimos y considerados desagradables. Me enamoro de los olores, de la transpiración, de las cosas que te dan vergüenza y queres ocultar.

Me costó aceptarlo, dejé de disfrutar los viajes en colectivo porque no quería fantasear más. Por vos y por el pibe lindo del laburo, que terminó siendo lo opuesto a lo que esperaba.

Maldito amor del mundo moderno, me encantaría que me retratasen en este momento, con el pucho en la boca y escribiendo. Que me recuerden como la escritora que sentía mucho y lo plasmaba en palabras, porque todos quieren ser especiales. Y yo quería ser especial para vos.

Platón tiene un concepto interesante del amor. “El que siente deseo, desea lo que no tiene a su disposición y no está presente, lo que no posee, lo que él no es y aquello de que carece, desea aquello de que está falto y no desea si está provisto de ello”

Quien ama tiene algo que no tiene.

Para Nietzsche es un desprendimiento del pensamiento egoísta. Es un querer al otro, un pasar de desearlo a amarlo, un saber que se debe luchar contra el deseo de poseer para que éste florezca.

Para mi, no hay marco teórico que lo pueda abarcar porque hay tantas definiciones o mejor dicho sensaciones, como personas hay en este mundo.

Y para ustedes… ¿Qué es el amor?

Un nuevo final

Tuve una enorme necesidad de mandar mis palabras al mundo entero, no se bien porque. No empatice con nadie más que conmigo, de forma invasiva lo envié una y otra vez. Sé lo que es estar del otro lado, acompañando, es agobiante, así que gracias totales.

Esta soy yo abierta al medio, expuesta, leanme decía. Entiéndame, conozcanme. Esto soy, profunda, cursi, lo que quieran. Quería que alguien me viera. Quería verme.

Finalmente… creo que lo hice, paso a paso Maggie. Como dice mi mamá.

Y a vos,

Te deseo lo mejor, porque realmente te quiero.

Te agradezco, porque viniste a enseñarme.

Crecí, me di cuenta de lo que valgo y aprendí que tipo de amor es el que quiero. En mis amistades, en mi familia, en mis parejas. Quiero el amor que tiene toda la mierda a flor de piel, la buena y la mala. Donde exista auténtica.

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