Hay lugares, localizaciones específicas, coordenadas exactas, en las que en apenas unos pocos metros cuadrados se sucede la historia para el común de los mortales. Lo que yo llamo «Baldosas afortunadas»
Sé de lo que hablo porque hace años trabajé en la terminal de llegadas del aeropuerto y podía ver reencuentros, abrazos y emociones desbordadas que llenaban los ojos de lágrimas en intervalos de 15 minutos, sobre el mismo suelo, una y otra vez.
Sobre el techo de llegadas, está la terminal de salidas. En las mismas coordenadas pero a distinta altura, las emociones son las opuestas. Últimos abrazos, despedidas, lágrimas de tristeza. Una y otra vez.
Esas baldosas afortunadas, testigos de excepción, epicentros de energías.
Ayer descubrí un nuevo yacimiento en el Registro Civil. De nuevo, en unos pocos metros cuadrados, se concentran sentimientos únicos. Gente que sella su amor delante sus más cercanos, aquellos que hacen oficial la llegada de un nuevo ser humano al mundo, o la partida de otro, gente que busca sus orígenes o los que se juran a una nueva nación.
En unos pocos metros cuadrados, una vez detrás de otra, se escribe la vida de los anónimos.
Una vez detrás de otra, qué habrán visto y escuchado esas baldosas afortunadas.
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