EL COMIENZO…

—Es posible odiar a una persona más de lo que ya se le odia —preguntó con voz molesta mientras sus pequeñas manos rodeaban la taza de café humeante.

—Parece que tienes un verdadero conflicto. —No miró a la mujer que tenía en frente; en su lugar aspiró casi que hipnotizada el aroma que despedía su «expresso largo». sus ojos se detuvieron en las personas de las otras mesas, por su apariencia dedujo que ya estaban muertas.

—Conflicto es cuando te debates entre la luz y la oscuridad, yo tengo muy claro de qué lado estoy.

—Todos los que entran a este café lo tienen claro, a eso vienen.

—Desearía tener todo lo que mi hermana tiene —Acarició con sutileza el borde de la taza—. Mejor aún sería que desapareciera sin dejar rastro tras ella… —Tomó un sorbo de la taza— Quiero que se muera.

El Café de Madame Morana no era el prototipo de los cafés convencionales; inexistente a los ojos de cualquier mortal, sólo visible a las almas atormentadas por los celos, la envidia, la ambición y el odio. Esa noche de lluvia, relámpagos y espectros, Nulka estaba calada hasta los huesos, se había adentrado en lo profundo de las sombras cuando un destello titilante refrescó sus negros pensamientos. La rústica cabaña albergaba los sueños malditos de seres perversos y crueles cuya vida les había sido dada solo para quitar la de otros.

—¿Qué estarías dispuesta a pagar por ver cumplidos tus deseos?

—Si te diera el alma de todas mis descendientes hasta la catorce generacion, ¿te serviría? —Una mueca cínica se dibujó en su rostro—. No te alarmes. Ni que fuera la primera vez…

—No sabes lo que estás ofreciendo.

—No me importa el precio. Dime qué quieres a cambio. —Por primera vez desde que entablaran la conversación, las mujeres se miraron a los ojos sin vacilar una frente a la otra.

—Eso que me ofreciste quiero.

—¿Qué?

—No habrá ningún varón en tu descendencia, quiero la juventud y belleza de cada una de tus descendientes, todas morirán a los 20 años y nigún hombre las amará; el día que el verdadero amor llegue a sus vidas,«una tragedia para amante y amado sucederá… »

—Acepto —Interrumpió sin recato mostrandose indiferente y Morana enarcó una ceja con incredulidad.

—No me voy por las ramas. Evita tanto protocolo y sólo házlo.

— Gaudium et amor est vita mea —dijo sin dilación.

Nulka extrajo de sus ropas empapadas una pequeña daga de oro e hizo un pequeño corte en su muñeca; unas cuantas gotas de sangre se mezclaron con el café, lo bebió hasta la última gota, pronto sus labios se tiñeron de rojo y con la ráfaga de un rayo se encontró de nuevo sola. La lluvia ya había amainado y el cielo parecía más sereno…

CAPÍTULO 1

¡Mucho… mucho… tiempo después!

Ametsa deambulaba ajena a toda circunstancia externa. Su apariencia se asemejaba a una pobre mujer ebria y vagabunda de andar vacilante y mirada perdida, el rostro manchado por el rímel, sus cabellos enredados, el vestido blanco que tanto le gustaba; ahora estaba roto, sucio y pegajoso por la sangre… pero… de quién era la sangre, es curioso no lograba recordarlo y posiblemente nunca lo haría. Iba descalza, con los zapatos en una mano y un puñal en la otra, en sus dedos y cara también había rastros de sangre. Un impulso surgió de la nada; asco, soledad y una conmoción que todavía no lograba descifrar.

Todo a su alrededor anunciaba muerte; el sol declinaba sus últimos rayos, las olas se estrellaban contra las frías rocas, el mar enojado escupía peces, algas y alguno que otro crustáceo raro. El día fallecía una vez más en una paz tediosa, en cambio por una mala fortuna ella continuaba una amarga parodia que no soportaba seguir viviendo. Caminaba a pesar de llevar su pies muy heridos; se fastidiaba de divagar así, agotada se negaba a esculcar sus emociones, mas bien pretendía esconderlas. La fiebre persistente subía pero como en otras ocasiones le restaba importancia, lo que la incomodaba tenía nombre propio aunque lo desconocía, tampoco iba a averiguarlo, no quería hacerlo, ni le quedaban fuerzas, mucho menos ganas.

Aquel acantilado frenó en seco sus pasos. Fue consciente por un breve instante de quién era pero no de dónde estaba, una estampida de recuerdos se agolparon sin consideración: «un bebé, una sombra, el asesinato de una mujer joven, muchas mujeres y todas pidiendo ayuda»; su cabeza estaba apunto de estallar, pronto los recuerdos fueron reemplazados por una infernal y enfermiza tristeza «¿morir para soñar o soñar para morir? ¿cuál es el derecho o el revés de las cosas?», penso. Por momentos estaba segura de ser una joven bella, intrépida y aguerrida; por el contrario solía comportarse como sino valiera la pena respirar, como si toda la fealdad del mundo se hubiera adherido a su piel, y temblando como una hoja se dejaba sacudir por el viento de las contradicciones. No había un ápice de cordura, un paso mas y sería libre, el mar ahogaría sus penas llevandose sus incognitas , nadie jamás sabría el desenlace de aquella tarde; al principio la buscarían, pero después el mismo tiempo la sepultaría en la memoria de los que alguna vez la amaron… aquel pensamiento hizo hueco en su corazón, sus ojos se humedecieron, algo se atoró en su garganta… ¡olvido! esa palabra para la que no estaba preparada, quizá nadie en este mundo lo estaba, aunque por otra parte sospechaba que su segundo nombre estaba escrito con olvido.

«A quién podría hacerle falta… a veces dudo de mi propia existencia, de pertenecer a un lugar».

Mordió con fuerza sus labios hasta reventarlos, el sabor dulce de su sangre no logró sacarla de su insobornable delirio. Quería hacerse daño pero huía a toda costa de cualquier amenaza por pequeña que fuera, se estaba acostumbrando a esa horrible sensación. Ni siquiera era capaz de gritar lo débil impotente y fracasada que se sentía.

«¿Quién soy? », era la pregunta sin respuesta. Se lanzó al vacío sin pensarlo; de repente una mano se asió con fuerza a la suya y sólo una protesta se escapó de su boca.

—Para los grandes problemas grandes soluciones. Por qué todas optan por lo más fácil. ¡me estoy cansando de esto! —Su corazón comenzó a latir violentamente en parte por la adrenalina en parte por la ira que le producía la mueca de desagrado de aquel entrometido. Muchas veces había saltado del acantilado y nunca hubo alguien que la salvara de ella misma, todo terminaba en un vago despertar. No hizo mucho por ayudar a que la subiera, suspendida en el aire solo dejó que aquella mano la arrastrara en sentido contrario al vacío; cuando por fin todo acabó se hundió en un profundo sueño…

******

—¡Ametsa! ¡Ametsa! despierta —Abrió despacio los ojos para encontrarse con los ya familiares ojos de su hermana Ciara; a veces tenía la sensación de que en su vida no había una hermana… y ahí estaba otra vez viviendo de sensaciones.

—¡Qué te pasa! deja ya de inspeccionarme como si fuera un alien que vino para succionarte el cerebro, levantate o de nuevo te dejará la ruta y hoy tienes exámenes finales… —Pero ella ya no la escuchaba, hacía cinco meses que dormía y despertaba en lugares diferentes, tampoco tenía remembranzas de una vida anterior como si alguien hubiera borrado capítulos de su historia. No era perezosa, al menos eso creía, en realidad se hallaba muy cansada y abandonar la cama resultaba aún más lamentable.

—Tienes razón —Prolongó sus estiramientos matutinos se metió a la ducha y tuvo que reprimir un grito cuando observó sus pies destrozados como si hubiera recorrido todo el país descalza. ¿fue la noche anterior un sueño o tal vez no? también su muñeca estaba roja como si ese hombre no fuera un fantasma… « ¡no puede ser!», se asustó aún más al ver el baño hecho un desastre, manchado de sangre y arena. Enjabonada corrió hasta su cama; envuelto en un pañuelo halló la prueba del delito inconfeso y más sangre. Su cuerpo resentido de pronto se tornó de plomo, el exceso nervioso la estaba llevando hasta el extremo; simular frente a su familia cada vez era mas difícil.

—No quiero ir a la escuela.

—¿Qué dices hija? quieres que te lleve a un doctor —preguntó su padre.

—No es nada que el reposo no pueda alivianar.

—Has estado actuando extraña. ¿seguro que no tienes algo que contarnos? por cierto qué le pasó a tu labio —Ciara la detalló con minucioso cuidado y Ametsa como pudo la ignoró.

—No sé por qué lo dices, todo está perfecto. —Trató de responder con la mayor

naturalidad mientras tomaba un sorbo de jugo de naranja y traía a su mente la noche

anterior.

Esperó impaciente a que su padre y hermana abandonaran la casa para poner

patas arriba el armario; allí encontró el vestido del acantilado o lo que quedaba de él,

sucio, hecho pedazos y empapado en sangre «será posible…» «cómo es que este vestido está acá…» «qué me está pasando…» «necesito visitar al doctor…» «no puede ser que todavia tenga sueño» «¿Quién era él?» «¿maté a alguien?» «soy una asesina…» «¡no puede ser!» Reblujó su cabello en un acto desesperado, se metió entre las cobijas albergando la esperanza de que si dormía todo volvería a la normalidad.

******

—¿Te sientes bien? —Ametsa intentó contestar pero un dolor agudo no le permitió hablar, la garganta le quemaba por la sed.

—No te esfuerces, Le pediré a la enfermera que te traiga un poco de agua. —Dió

un rodeo con sus ojos «un hospital». Una mujer gruesa llenó la misma

habitación; la ayudó a beber el agua, acomodó sus almohadas, monitoreó todo con profesionalismo y luego salió. Era la primera vez que despertaba allí. —No te preocupes, si necesitas algo sólo házmelo saber. —Aquel hombre muy lejos estaba de parecerse al entrometido del acantilado, aunque este también era un perfecto desconocido, su apariencia lúgubre y tosca le impactaba; no podría sorprenderle si resultaba un traidor, no inspiraba nada de tranquilidad. La angustia se hizo visible en su rostro y sintió que pasar saliva le costara tanto, sus piernas no le respondían así que huir no jugaba como una opción ¿qué hacer?

—Es curioso que me mires como si no supieras quién soy.

—Acaso tengo que saberlo —preguntó en voz baja y trémula mientras estrujaba sus manos de manera infantil.

.

—Cuando hablas con tanta frialdad me partes el corazón, no tienes idea de cuánto me duele. —Los ojos del hombre se llenaron con mucha facilidad de lágrimas y Ametsa no sabía si reír, o golpearlo o llorar con él.

—No recuerdas al menos un poco lo sucedido. —Ella negó con la cabeza.— sufriste un accidente automovilístico; Hubo múltiples golpes internos, perdiste mucha sangre. Debido a esto se hizo urgente una intervención quirúrgica —El hombre tomó su mano entre las suyas—. Bienvenida a la vida mi amor.

Abrió con sorpresa los ojos. Una situación particular vino a la mente de Ametsa; alguna vez despertó frente al volante de un auto, fue tan ilógico por que ella no sabía conducir, el problema es que en ese preciso instante sí que estaba conduciendo; lo que parecía no responder eran los frenos y lo último que acudía a sus recuerdos era ella misma disparada hacia adelante contra el vidrio frontal hasta perder el control y dar de bruces contra un árbol, luego todo se hizo dolor y después… nada. Aún así no dijo nada, no resultaba práctico contarle lo que acababa de recordar. La chica se preguntaba cómo es que alguien podía dar tantas explicaciones si un mínimo de tacto como si todo lo hiciera adrede; lo observó en detalle, era un hombre joven pero su nariz se asemejaba al aspecto de un cuervo y sus ojos negros inmunes a cualquier emoción. Aterrada sintió que de nuevo perdía fuerzas entonces todo volvió a quedarse en tinieblas…

******

—Para ser una mujer tan bella luces fatal «Y ahora dónde estoy», se preguntaba Ametsa. El entrometido miró su reloj y dijo en tono lacónico—. Llevas hora media con veinte segundos durmiendo.

—Me hubieras dejado caer por el acantilado —farfulló entre dientes, abrió muy grande los ojos «¿el acantilado?»

—Ni pensarlo tú y yo sabemos muy bien que esa no era una posibilidad.

—Qué hacías allí ¿lo viste todo?

—Querías matarte.

—No me refiero a eso.

—No te preocupes. A diferencia tuya amo la vida. —Ametsa arrugó el entrecejo.

—¡Qué te hace pensar que yo no la amo! —El entrometido se levantó de un salto del sillón, se paseó nervioso de un lado a otro, metió las manos en sus bolsillos; un incomodo silencio dejó todo en suspenso a espera de quién sabe qué… por fin volvió a sentarse mientras Ametsa palidecía aún más.

—No vuelvas a hacerlo.

—Hacer qué —Aumentó la tensión a tal punto que el aire podía cortarse con un cuchillo.

—Si te lo dijera ahora no lo entenderías… —Exhaló un hondo suspiro y volvió a ponerse de pie sin dejar de mirarla como un cazador— ¿Tienes hambre?

Hábilmente cambio la conversación. Ella asintió con la cabeza y mientras él preparaba algo de comer, tuvo el tiempo suficiente para enfocarse en qué sitio le tocaba estar hoy. Un apartamento muy grande y muy blanco con grandes floreros de cristal y muebles de piel; un sitio muy varonil sin rastro de una mano femenina…

—¿Cómo saldré de aquí? —murmuró por lo bajito.

—¿Decías algo?

—¿Quién eres?

—Eso no importa.

—A mí me importa.

—Yo debería hacer la misma prergunta —Sus ojos se oscurecieron—. ¿Quién eres tú? ¿lo sabes?

—Me creerías si te dijera que no lo sé… Llevo meses cayendo por el mismo acantilado pero es la primera vez que alguien evita que caiga ¿por qué? si no tienes una respuesta es imposible que sigamos esta inútil conversación.

—No es lo único que te sucede por primera vez ¿o me equivoco? —Su respiración se detuvo y no pudo dejar de mirarlo—. Al menos no pierdas el apetito. Come pan, las penas con pan son menos… ¿sabes por qué terminas siempre en el mismo lugar, saltando y totalmente descompuesta?

—No —Ametsa dudó si contestar—. No lo sé. De todas maneras no es una situación de la que pueda hablar con…

—Conmigo ¿es eso lo que ibas a decir? Muy bien, entonces lo diré por ti. Te sumerges en una profunda tristeza, te arrastra la locura, te obsesiona la muerte, ¿ansías morir? lo anhelas. Vives atrapada sin certeza de nada —Se sintió desnuda, podía ocultar al mundo sus miedos y ahora la máscara se caía de un golpe… Ametsa retrocedió donde estaba sentada y entró en pánico.

—Imaginé muchas veces tu rostro pero la realidad superó toda espectativa. Tienes que aprender a cuidarte, no siempre voy a estar para protegerte.

—Hablas como si nos conocieramos de antes.

—Hubo un tiempo en el que solía sostenerte en mis dos manos, te acurrucabas y te quedabas dormida. Nada podía perturbar tus sueños; aprendiste a soñar antes de lo previsto.

—De qué hablas —la voz de Ametsa había perdido firmeza, temblaba y era ininteligible— Apenas si nos conocemos, cómo podrías haberme cargado si eres tan joven como yo ¡no vas a decirme que eres mi abuelo! o ¿sí?

—Tu adicción al café no es buena.

—¿Qué?

—La mujer que está frente a mí no es Ametsa, tampoco lo es la chica del hospital

—No es posible

—No te lanzaste del acantilado, alguien lo hizo por ti. —Se negó a escucharlo, tapó con fuerza sus oídos y caminó a la puerta; estaba segura que también era un sueño, un invento de su loca cabeza.

—Tan cobarde eres que prefieres irte y pretender que nada de esto ha sucedido ¿no tienes dudas? —gritó él sin hacer ningún intento por detenerla.

—No me relaciono con desconocidos y tampoco lo hago con mis pesadillas.

—Demaciado tarde ya tenemos una relación, has entrado en mi casa y hasta has dormido sin problemas bajo el mismo techo en el que yo, tu terrible pesadilla también duerme —replicó sarcásticamente.

—¿Qué quieres de mí? —Ametsa se detuvo en la puerta.

—Haces muchas preguntas —Indignada se puso de nuevo frente a él—.Y para cada una de ellas espero respuesta —Lo retó.

—Sé que todo esto parece un mal chiste pero no podré ayudarte si no me dejas.

—No necesito ayuda. ¿Acaso te la he pedido?

—Tan sólo escuchame por un momento, después puedes irte. —Su voz cansada la desconcertó quizás por eso asintió con la cabeza y con renitencia volvió a sentarse mientras él permaneció de pie.

—La chica del acantilado es Maxiel Lane y está siendo manipulada por una mente homicida; la chica del hospital es London Kadar y quieren matarla. El accidente automovilístico fue planeado; en cuanto Ametsa sólo lo es en teoría, está muy enferma, hace cinco meses que consume cierta cantidad de pastillas que le dan mucho sueño, se duerme en el bus, en la mesa e incluso en el baño. Te desvaneces cual gelatina escurridiza ¿necesitas o no necesitas mi ayuda?

—Se supone que debo creerte… sabes muchas cosas de mí, pero no terminas de convencerme.

—yo no espero respuestas, me conformo con tu confianza o al menos una oportunidad —Ametsa cubrió su cara con las manos levemente sudadas.

—¿Qué tengo que hacer? —Su voz titubeaba, se le dificultaba verlo y escucharlo, el sopor no la dejaba comprender.

—¡Dormir!…

SINOPSIS

Imagina cómo sería dormir y que cada vez que despertaras lo hicieras en diferentes épocas y lugares, en el cuerpo de otra persona y con amenaza de tu vida… Ametsa no tiene pasado, lo máximo que recuerda son los últimos cinco meses de sueños ininterrumpidos por otros sueños… Una promesa por catorce generaciones, una diosa maléfica, un destino y una maldición que no saben cómo romper ¿podrá el amor inexistente llenar de alegría el corazón ahogado por la amargura… ¡Bienvenido a Narcolepsia!

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