Por su crimen la persiguen. Las acusaciones contra ella son cada vez más crueles, aunque muchos ni la ven, solo la sospechan. Tratan de acabar con ella con venenos y empujones, pero está tan aferrada, la pobre, que sufre el envite.
La odian porque su presencia en el cristal desvirtúa todo el paisaje. Lo ensucia, lo convierte en algo que no es. Ni ella misma sabe cómo ha llegado ahí. Es solo una pequeña mota casi imperceptible. Casi.
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