La Habana, era verano y noche cerrada, el cielo se vislumbraba gris, parecía que se nos venía encima una tormenta, el mar que en un día normal estaba tranquilo ya daba sus primeros besos a las rocas, dejando atrás un halo de espuma. Las olas rompían sentada desde el muro del malecón que tantas vivencias cuenta; historias de amores, desamores, momentos de risas, cantos, reuniones de amigos, familias rotas, plegarias soltadas al viento, tantas vivencias que lleva años cargando en sus rincones.
Quien haya vivido en La Habana o visitado esta hermosa ciudad, es visita obligada el Malecón, de un lado puedes tocar el mar con los dedos y del otro puedes ver a los caminantes por toda su extensa calle de más de 8 kilómetros. Hacía muchos años que había dejado detrás su ciudad y hoy estaba de vuelta.
Fue allí recordaba con una sonrisa en los labios, donde con tan solo 15 años le dieron su primer beso, aquel muchacho con sus ojos marrones, sonrisa pícara y vivaracha. Pero esta no es la historia que quiero contarles.
Ocurrió años atrás, y fue así:
María se vestía para la ocasión otra noche más, con tan solo 19 años no esperaba nada excepcional para su futuro, por las mañanas estudiaba derecho en la universidad de la habana, y en las noches vendía su cuerpo en la calle del malecón de la habana, por pocos dólares, la situación se vislumbraba negra y con pespunte grises en su casa, su madre limpiaba el suelo de un hospital donde le pagaban muy poco y su padre se fue del país en una balsa en el año 1994,desde el mismo sitio que ella visita todas las noches, y cuando llego a los Estados Unidos se bebió la coca cola del olvido, después de esa primera llamada nunca más supo de él, ahora son solo su madre y ella.
Minifalda negra, top plateado, el pelo negro azabache suelto, y un poco de lápiz labial que realcen sus labios, desde el espejo con sus ojos verdes se veía guapa, zapatos de tacón y sale a la conquista, jineteras le dicen en la habana, ella se veía como una luchadora, nadie sabía lo que vivía esas noches, solo ella sabia el miedo que sentía y la paz al volver a su casa.
Así me la relato Franc y así se las hago saber yo
¨Llovía como casi siempre en esta lejana ciudad, esperaba impaciente tu salida de esa habitación que te ocultaba mi presencia, era así todos los días, tu no sabías que te observaba, veía como vendías tu cuerpo y tu alma al mejor postor, anhelaba que fuera solo para mí, pero, el miedo me frenaba, asomaste tu rostro por la ventana y te vi… ¿qué hermosa eres?…Pensé.
El corazón me golpea con fuerza con solo ver tu belleza, y vuelvo a sentir que vivo.
Se acerca alguien bajo la noche oscura y nublada, escucho sus pisadas, veo su rostro moreno de rasgos fuertes y curtidos por el sol, cuerpo esbelto y fornido, se abalanza sobre ti y sin más preámbulos te besa, – no puede ser…. pienso yo-;forcejeas con él le empujas, pero siendo más fuerte que tú te tumba en la cama,sus manos ya hábiles y callosas por el tiempo y la experiencia recorren tu cuerpo ya exhausto de tanto luchar palmo a palmo,sus labios besan los tuyos, los muerde; pequeñas gotas de sangre recorren tu barbilla, saborea del jugo de tus entrañas, un grito de terror se oye en la oscura noche, comienza la danza más antigua de la historia, pero tú no te mueves, permaneces estática, fría como la noche misma que se vive afuera, no hay entrega de tu parte y él se libera de un alarido, se tumba sobre ti, su peso te aplasta te corta la respiración, de un solo golpe te liberas, te levantas del mullido colchón ya aplastado por el peso de los cuerpos , le tiras la ropa, le pides que se marche, cobras lo acordado y ahí te quedas, pálida, pegada a la pared testigo de tantas historias. Una mueca de horror se dibuja en tu rostro, tu mirada apagada y sin brillo se mira al espejo de la vieja habitación que no te dice nada, no hay rostro del otro lado solo una mancha sin vida.
Le veo que se marcha por el callejón, mientras espero tu salida con la esperanza de que esa noche fría me regales una de tus sonrisas de dientes blancos y labios carnosos, labios que deseo tomar entre los míos; y dejar en ellos la huella de mis besos. Te acercas adonde me encuentro, me regalas una sonrisa y mi corazón comienza a latir con fuerza, mi respiración se hace entrecortada, se me dificulta pronunciar palabra alguna como casi todas las noches cuando pasas por delante de mi puerta.
Y en la oscura sombra de la noche te veo partir como otras tantas, con la esperanza de que un día sea yo quien tenga esos encuentros contigo…¨
Él es francés, visitaba todos los años Cuba por asuntos de trabajo, era joven cuando conoció a María, la veía todos los días pasar por su portal en el edificio donde tenía una habitación alquilada frente al malecón de la habana, y la chica morena de ojos verdes de la que se enamoró alquilaba la habitación de enfrente para sus encuentros nocturnos. Después de muchas sonrisas, al final un día ella le acepto un café y entre cafés y galletas pudo conocerla más; y más le impresionaba la fuerza con la que hablaba, su simpatía y la tristeza que veía en el fondo de sus llamativos ojos verdes, pasaron las semanas y comenzaron su propia historia.
Hoy María y Franc viven juntos en Francia, ella termino sus estudios de derecho y viven felices y tienen dos hijos hermosos, su madre vive junto a ellos.
Esta es una historia que muchas jóvenes cubanas han vivido.
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