El soneto del emigrante

El soneto del emigrante

Eva García

11/03/2018

Frío, un frío que ciega, que duele, que te hiela. Un frío que hiere y sigue el compás de tus pasos mientras avanzas por una solitaria calle de piedra. Casi el mismo frío que desde dentro un día te removió, y te hizo abandonar tu propio hogar, buscando la calidez de otro que te hiciera mejorar, progresar. En eso consiste emigrar.

Hoy asaltas la calle sola, sin mirar atrás, y con cada paso te intentas repetir, perpetuar, porque nunca está de más recordar, las razones que te hicieron volar.

Y te sientes extraña, y extrañas tu hogar, porque al país que te arropa le falta aroma a sal, y tú, tú sólo sientes morriña a la mar. Dime niña, ¿dónde dejaste el rumor de las palmeras y a las gaviotas que sobre ti ondean? En su lugar el horizonte se viste con apagados y tenues edificios de piedra, y la calle, aunque llegara a estar repleta, te hace sentir desierta.

Oye niña, tú sólo escúchame. Toma fuerte tu maleta y avanza serena, la vida es tuya y tuya toda la fuerza.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS