Prólogo
Las ciudades más grandes vibran en su multiplicidad de colores, donde la mayor actividad se agrupa en sus tardes, donde el calor emana de todos lados, la gran mayoría de humanos que transcurren y pasan siempre se encontraban con la problemática de sus miedo y sensaciones, sus problemas se agrandaban con la imaginación haciendo la vida pesada y dolorosa.
Todos tienen sus problemas y todos los afrontan de forma distinta, pero el gran dilema de la existencia es la muerte, es algo inevitable y sin solución, o al menos eso es lo que nos dice el sentido común, pero a base de la muerte es que se ha fundado la cultura humana, es la verdadera diosa de nuestra realidad, la muerte irónicamente nació con la primera respiración y perecerá con la última.
Esta clase de pensamientos se hacían reales en las acciones de las personas, pero una en concreto irá aún más allá, con una sinceridad y curiosidad siniestra que depreda y devora todo a su paso, esta es la historia de cómo un humano se volvió enemigo de la muerte.
Era un joven chico que trabajaba en el asilo de la ciudad, era muy conocido, e idolatrado por su moral y su capacidad con los demás, sus vibras eran tan buenas que hasta las aves silvestres se acercaban a comer a sus manos, muy pocos detalles de su pasado eran hablados, según él no había nada interesante, una vida normal y corriente.
Tenía la mayoría de edad cumplida hace poco y decidió destinar su vida al servicio de los más ancianos y afectados por las enfermedades, pero la cosa iba relativamente mal, desde hace varios años los ánimos de los pacientes iban en decadencia, el chico del que hablábamos aplacaba esa fúnebre aura, pero el mayor problema es que cada vez más los ancianos morían en soledad.
El resto de sus compañeros al ver como algunos mueren sin ni siquiera un ramo de flores les baja mucho la expectativa de querer seguir con las cosas, el personal médico no podía hacer mucho, los terapeutas hacían de todo, ya parecían deslizarse en el tren de la imposibilidad, pero un día el joven llegó con animal peculiar, se trataba de un pájaro carpintero enjaulado.
Sus magníficos colores y belleza hacían de epicentro a las miradas de todos, ese mismo día también llevaron niños para que jugaran, era conceptualmente hermoso, como si aquellos que aún les faltara mucho por vivir les diera ánimos de una muerte digna, aquellos que se despedían, el sol de sus voluntades se tragaba la luna de sus inseguridades y generaban un generoso eclipse en sus almas.
Pero como todos los días, así sean los más alegres, la muertes seguía presente, en el fondo de todo el asilo habia un hombre que habia decidió que ese día sería por fin su despedida, el dolor de sus huesos lo estaba irritando y ni la más grata de las visitas lo ponía contento, los médicos no vieron más sentido en su vida y le ofrecieron la eutanasia, el hombre acepto, pero antes de irse quería conversar con el chico que lo habia estado escuchando y atendiendo con gran dedicación, quería aconsejarle en la vida.
El joven entró y fue recibido por el hombre acostado en una camilla, con un respirador, varias agujas penetrando su piel que lo nutrían con suero y medicamentos, los analgésicos harían más llevadero ese dolor interno para su última conversación.
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Me alegra saber de ti nuevamente Ignis – dice el anciano con una sonrisa
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No podía faltar a tu despedida, apenas los médicos me avisaron, sabía que tenía que venir, ¿cómo te sientes?- Ignis lo cuestiona mientras desempaca unas rosas amarillas de un papel periódico.
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Más contento que nunca siendo honesto, ya es un gran alivio para mí el ya poder descansar – Dijo el anciano.
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Admiro su estoicismo respecto a estos temas, tengo entendido que seré el último que lo verá, ¿está bien con ello?- Ignis se muestra incrédulo.
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Claro que si muchacho, tú me has cuidado mucho todo este tiempo – El anciano se acomoda aunque no lo logra por sus músculos adormecidos.
Ignis observa este intento y se mueve de la silla donde reposaba para poder ayudar al vejestorio a acomodarse, apenas se posa cerca de este, un extraño sentimiento de nerviosismo y ansiedad se hace presente, la idea de que este hombre pronto iba a morir y por su propia voluntad lo inquietaba mucho, ver el líquido fluir por esos tubos dándole sus últimos anhelos a un ser humano, era la encarnación de una vida enferma y corrupta, sus ojos palpitaron al pensar en ello haciendo de la muerte su verdadera última visitante.
Este culmen de sensaciones no interfieran en su aparente actuar, Ignis ya estaba acostumbrado a separar su mundo mental al mundo material, pero a pesar de eso seguía siendo humano y su presencia se hizo mucho más pesada y densa, una persona común no entendería por qué este cambio de atmósfera, pero ante los ojos del señor que eran el avatar mismo de la experiencia no será fácil mentirles.
Se podría confundir con muchas cosas, preocupación e incomodidad , pero toda esa alma turbulenta estaba encamando letalidad, una violenta sed de sangre inconmensurable que envenenaba cada espacio de descanso del anciano, solo los más viejos del lugar lo sabrían, pero aquel que estaba postrado en esa camilla era un antiguo mafioso de la ciudad, solo la comisaría sabría cuántas víctimas tomo, conocía perfectamente a alguien con esas intenciones, con esa existencia mortal.
El decrépito enfermo solo ríe mientras le indica al chico que se siente, Ignis seguía sonriendo, pero el resto de su cuerpo reflejaba lo caótico de su mente, juntaba sus manos haciendo que sus dedos pulgares se rozaran los unos a los otros con una velocidad constante, sin darse cuenta estaba evitando el contacto visual.
- Sabes quizás no haya mejor momento para hablar de esto, pero, yo antes tuve una vida muy siniestra, yo parecía el verdugo de esta ciudad- Dijo el señor
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– ¿Eh?- Ignis se mostraba confundido.
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Puedo ver a través de tu piel, ese deseo y esas ganas de matar son tan grandes que hasta embriagan.- El señor aprieta el puño.
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¿Cómo se dio cuenta?…- Ignis miraba fijamente al hombre con un sonrojo notorio. -¿Acaso estar tan cerca de la muerte agudizó sus sentidos?-
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No seas tonto, esto es porque conocí muchas personas como tú allá donde la gente buena no solía parar, me da mucha curiosidad el hecho de porque alguien como tú estaba acá, ¿pensaste que seria coincidencia el hecho de que te trajera aquí a mi último momento? Siempre me sentía atraído por esa presión diabólica tuya, solo aquellos que han visto el verdadero mundo se darían cuenta, solo la gente madura.
Son palabras bastante interesantes para alguien que está a punto de fallecer, ¿qué es para ti alguien maduro? – Ignis presta la máxima de sus atenciones.
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Escucha niño, hay tres tipos de personas, aquellos inmaduros e ignorantes que confunden trauma con fortaleza, viven mostrando sus cicatrices con orgullo y justificando su mediocridad moral, ellos trabajan para su oscuridad, La gente madura es la que ve esas heridas y las usan moldes para su nuevo ser, de ahí pueden surgir gente tan bondadosa o gente como nosotros, la gente madura trabaja con su oscuridad.
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¿No le tienes miedo a la muerte? ¿Al infierno? – Dice Ignis.
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El miedo alimenta el vicio, solo aquellos que se estudian así mismos y trabajan con ese miedo para superarlo pueden ser maduros, la teoría del castigo y premio por transmigración de las almas es un cuento atrapa tontos.
Ignis se levanta del asiento y re acomoda las flores en un florero de la mesa, ya al parecer el tiempo se estaba agotando y quedaban escasos minutos de las visitas, no había una emoción aparente, su rostro estático parecía enunciar que su intelecto aún estaba examinando la lógica de lo que le habían planteado
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¿Qué te impide hacer lo que tu apetito te pide? – Dice al anciano.
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– Miedo- Ignis responde cortante.
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¿A qué niño? Mírame, si eres lo suficientemente astuto, nunca te atraparán, para cuando me descubrieron ya era demasiado tarde.
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Mi miedo es tener que recibir flores- Ignis suelta un suspiro y mira por última vez al hombre mientras pone su mano en el picaporte
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Pues acostúmbrate para ello- El anciano suelta una carcajada.
Ignis sale del lugar, casi al instante el personal médico entra para darle fin al ex mafioso, se escuchaba su risa ensordecedora al abrir la puerta, y al cerrarla es solo un eco, mientras más camina fuera del pasillo el sonido de aquel hombre se iba desvaneciendo hasta el silencio total y pacífico, pero a unos pocos metros se escuchaban risas y alegría nuevamente, pero estas no iban vestidas de crueldad y cinismo, sino de vida y amorfia, al parecer el plan de Ignis de traer al ave fue un completo éxito.
Este se agrupa con el resto algo tímido, el resto de sus compañeros, pacientes y niños estaban celebrando su vuelta al ruedo, todo era un gran carnaval, se podía sentir la dicha inmutable de sus corazones, este estaba algo preocupado por su sed de sangre, ahora que había sido puesto en evidencia no paraba de sentir incomodidad con la idea de que alguien pudiera sentirla o darse cuenta, pero al parecer no había gente “madura” cerca, su mirada no paraba de revolotear por todos lados, no solo por su trabajo sino por su interesante nueva conclusión.
Debe haber un escalón más para superar su miedo, no quería trabajar con él, quería someterlo, quizás solo un iluminado podría lograr ese cometido, si es así como debía de lograrlo, mientras las horas pasaban su alma dilata todo el mundo exterior, después de mucho esfuerzo digno de un filósofo este llegó a lo siguiente “El iluminado es aquel que trabaja sobre su oscuridad” ¿pero, cómo serlo? ¿Cómo ser tu propio títere y titiritero? ¿Cómo ser el guerrero y la herida? ¿Cómo ser mi propio soberano y esclavo? Esa frase : “acostúmbrate a ello”, si ha de acostumbrarse al inframundo, así como al temeroso de las aguas les enseña a nadar, el temeroso de la muerte deberá matar.
Capítulo 1: Inexperiencia
¿Cuáles son las personas más fáciles de matar? Es una pregunta que podría hacerse cualquiera, pero Ignis empezaba a plantearse seriamente, ya han pasado dos años desde que decidió aceptar que debía matar, si quería superar su miedo, su habitación estaba repleta de fotos forenses, recortes de periódicos, testimonios policiales, si este quería hacerlo bien tenía que planearlo con delicadeza.
4
Examinó por varias días e inclusive meses a quienes podría asesinar, su agenda y su memoria estaban perfectamente sincronizadas, primero descarto a las personas cercanas a este, entendió que es muy arriesgado por si lo llegaban a descubrir, así que daba paseos diurnos y nocturnos con el fin de conocer a los pobladores más vulnerables, si de cuenta de un patrón y de una lógica urbana, se trataba de aquellos rechazados por la sociedad: los vagabundos.
Al determinar que su primera víctima sería uno, este empezaba a estudiarlos, dibujarlos en su cuadernos y recordar sus hábitos, el lugar donde más habitaban eran en el terminal de transportes de la ciudad, en las noches estos se amotinaron en los asientos, eran bastante famosos por ello tanto así que la mayoría de gente en el transcurso del día se negaban firmemente a usarlos.
Ignis se mostraba agotado físicamente, su trabajo como personal de ayuda tenía un horario contraproducente a su nueva meta, él pensó en retirarse muchas veces, pero también al llegar a casa y ver toda la información que compiló lo hacía querer seguir esforzándose, a disfrutar todo este proceso, a deleitar la cacería.
Aunque estas sensaciones lo hacía sentir incómodo, él no hacía esto por placer, todo lo contrario lo hacía para someter su oscuridad, dedujo que como ser humano vicioso y corrompible este tenía una debilidad astillada en su espíritu, pero al desapropiarse de todo logra estudiar sus emociones y pensamientos.
Este ejercicio lo mantenía cuerdo, ignis inició otra noche de investigación, se camuflaba con los viajeros de la mañana y los nocturnos a esas altas horas de la noche, eran escasas personas, pero este lograba hacer las filas fingiendo ser un cliente, este ya lo había repetido por una semana y estaba muy atemorizado con que descubrieran que no era un cliente, tenía que tomar la iniciativa, logró ver como un hombre de la calle salía del terminal paro fumar un cigarro
Ignis conocía su comportamiento, era un drogadicto, algo famoso por tener la costumbre de fingir sus artes marciales en pleno sol del mediodía, era como una especie de bufón citadino, ya había tenido problemas con la policía por situaciones sanitarias, Ignis sale de la fila a paso normal para no levantar la atención, no sería raro que dejara alguna mochila dentro, eso pensaran todos.
El siguiente paso es muy importante, el arma homicida, ¿qué debía de usar para matar? Existen muchos objetos para matar a un humano, pero la pregunta real que se hacía Ignis era ¿Qué arma me haría sentir más la muerte? Es una cuestión ya rozando límites estéticos, así como al pintor le preguntas sobre colores, así como al escultor le preguntan de materiales, al asesino le preguntan de armas, por lo que debía ser algo íntimo.
Pero este joven y aun inocente ser no lo interpretaba para nada como un arte, más bien lo vería como una terapia, como una filosofía de vida casi religiosa que lo haría madurar, que lo haría ascender, este se prometió nunca ver estos actos como si se tratasen de algo hermoso, era horrible y este lo sabía, por pura nostalgia y recordatorio utilizará la misma arma que una vez este vio que usaron, sentía un peso mayor a su filo y una practicidad que evocaba emociones, utilizara en su primer asesinato un puñal de campamento que se guardaba en el bolsillo interior de su saco.
A paso torpe este logra salir del terminal de pasajeros por la puerta principal, su andén estaba algo sucio, el mayor problema sería la pregunta número tres ¿dónde debería matar? Esa situación es la que más limita y ya no se basa en cosas intrínsecas de Ignis, tenía que ahora evocar a la inteligencia y creatividad para la resolución de estos problemas, las cámaras de seguridad apuntaban directamente hacia la puerta del terminal, pero tenían un punto ciego a una cuadra siguiente en la cual había un profundo callejón oscuro al cual todos recurrían de día, pero temían de noche.
Guiado por el olor a nicotina y la pobre luz que guiaba la flama del cigarro, era como una especie de fuego espectral que flotaba y bailaba en la oscuridad nocturna, Ignis respiraba hondo, pensaba con delicadeza lo que pasaría, sus sentidos estaban teniendo su potencialización más fuerte en su vida, usaba su mirada periférica para guiarse, pero cuando ya estaba a unos escasos metros de ese vagabundo, se da cuenta de que había otro tirado en el suelo hablando con él, al parecer estaba traspasando una droga o algo así, estos al percatarse de ignis empezaron a gritarle para intimidar y decidieron acercarse.
Ignis camino unos metros más para atrás, su mente le fabricó la idea de que esto era una locura, vio como ellos dos sacaban una navaja y lo amenazaron con ello, ese miedo, ese miedo a morir, volvió a encarnarlo y lo paralizó, solo respiraba fuerte y miraba a todas las dirección , por un momento pensó que estos dos años donde su mente de forma ininterrumpida con la idea de matar se había escondido justo cuando más la necesitaba.
Para cuando el sujeto con el cigarrillo se le acercó para intimidar, ya todo el cuerpo de Ignis se encontraba tenso, un hombre como él, el cual se había preparado mentalmente para esta situación, era muy peligroso si lo ponían contra la pared, y eso pasó, todo ese flujo de memorias todo ese entreno hizo que su voluntad se templara y fortaleciera, no quería ser un cobarde, no quería morir, él nunca debe de estar del otro lado.
Sacó su arma y con un movimiento rápido penetra la piel de su adversario, el cual chillo de dolor, el sonido de la piel gelatinosa, la sangre caliente cubriendo sus dedos, el ya haber iniciado lo hizo entrar en un trance , afianzó más su arma, el vagabundo se empezó a ahogar con su propia sangre, ya que el instrumento del campamento paso por medio de sus costillas hasta llegar al pulmón, el vagabundo tirado en el suelo al ver eso decidió huir, pero Ignis lo iba a permitir.
Suelta a su víctima y correa a una velocidad increíble sobre el torpe y drogado, el cual se resbala en el callejón al tropezarse con una caja de cartón, empezó a rogar por su vida invocando el nombre de dios, Ignis no sentía nada más que fervor, el primero lo atacó con ferocidad y el otro solo era una presa asustada, esa dicotomía se le hizo interesante, todas las personas morirán distintas, eso pensó él así que quiere probar con todo.
Ignis lo arrastra de nuevo hacia donde estaban y empezó a apuñalar sus manos atravesando por completo sus palmas, el crujir de sus articulaciones y el carmesí de sus carnes ahora estaban drenando su fluido vital contaminado por los psicoactivos, ignis no se detuvo y apuñaló las palmas de sus pies con el fin de que no se pudiera mover, mientras esto sucedía se podía ver como una cantidad abrumadora de sangre era vomitada por el primero
todo su sistema respiratorio estaba inundado de su propia sangre, mientras más se movía y queja más se acumulaba en sus fosas nasales y cuello, era un dolor y asfixia retroalimentado, ignis se acerca y se asegura que la herida sea mortal , calcula el tiempo aproximado de su fallecimiento y se vuelve alejar de él, en el caso del otro vagabundo saca una bolsa de plástico, le da media vuelta pegando su pecho en el suelo y lo monta colocando la bolsa de plástico en la cabeza, el oxígeno era intercambiado por dióxido de carbono, mientras más agitada esté la víctima más rápido morirá.
Solo se ve la oscuridad absoluta, el brillo de los ojos sé la víctima se apagaban y mientras menos forcejeaba más fuerza le aplicaban hasta que finalmente falleció, Ignis con su rostro inánime se dispuso a arrastrar los cadáveres a un contenedor cercano, nadie les importa sus vidas, y para que lo descubran ya sería demasiado tarde, este sale por el otro lado del callejón, un lugar sin cámaras protegiendo, con total soledad, la sangre en sus prendas era casi invisible, al parecer hizo bien su primer doble asesinato.
Este va a su casa, se quita todas sus ropas y prendas, su mente aún estaba en blanco con lo que habia sucedido, aún no se sentía real, pero al parecer su miedo a morir lo habia impulsado a actuar en sí, estar en peligro lo hizo actuar de esa forma, se metió a ducha y abrió la regadera, un chorro de agua fría impacta en su cabellera, mientras el agua se desliza en su piel, todas sus emociones florecieron, pero solo sentía angustia y decepción, no vio belleza en ello, aquellos asesinos mentían, matar estaba divinizado pero tal vez, y solo tal vez este no lo disfruta porque no estaba acostumbrado, quizás el asesinato no sea un arte sino un deporte.
Los días pasaban más y más rápido, los sentimientos de Ignis estaban provocando que su vida pasara en automático, leyó en las noticias sobre el encuentro de los cadáveres mucho tiempo después y no había forma de encontrar al culpable, así que lo redujeron a una batalla entre drogadictos, no había resentimiento alguno, él solo estaba intentando avanzar, así como hacen todos los humanos.
Creó una rutina bastante estricta donde dedicaría su mente a la preparación, de la llegada de su muerte, todos los fines de semana, en la mañana, cuando su trabajo no le importaba, visitaba los cementerios y daba largos paseos por ahí, para los trabajadores del lugar les parecía curioso, pero debido a que el chico parecía estar un profundo trance al rondar no lo interrumpen.
A veces compraba flores de diversos colores y olores primaverales dejándolo delante de la puerta, siempre observando y siempre estudiando, ahí entendió que los creyentes eran los inmaduros, puesto que no afrontaba su miedo realmente, solo tomaban el analgésico que les permitía seguir andando, pero si alguno de los seres que aman mueren ellos caen presas del dolor, hipocresía y pura hipocresía, pero él no los culpa, los envidia porque perdió la capacidad de acomodarse a las mentiras, por fin está madurando
Cuando Ignis reposaba en su casa mirando el techo a pesar del poco moviendo que este hacía en su cama, su mente seguía a velocidades astronómicas, el silencio era ensordecedor, lo ponía cara a cara contra la hostilidad de sus sensaciones, cada segundo que transcurría se sentía como una hora perdida, entre ansiedad confundida con productividad planea su próximo asesinato, en su escritorio este vuelve a guardar su libro de estoicismo escrito por un poderoso soberano para así liberar del envoltorio su última adquisición, se traba sobre un libro de criminalística.
Era más bien una enciclopedia dedicada al estudio de los casos más aterradores del mundo, el joven quería aprender de ello, puesto que comprendía que sus acciones eran objetivamente malas y si para superar su miedo tenía que llegar a la
iluminación, domesticar su oscuridad era crucial, comprender el mal lo haría volverse uno con él para cuando este decida salirse se haya forjado por el prisma mismo de lo siniestro.
Agarro un cuaderno de apuntes y empezó a comprender los diversos motivos por los cuales las personas matan, crímenes pasionales, de venganza o por mero placer, todo parecía reducirse a la maldad más mundana, pero en ningún momento ni siquiera en internet o películas este se sentía plenamente identificado, nunca se ha sentido realmente comprendido o entendido con otra persona, es como si sus cuestiones fueran tan íntimas y privadas que si las expone no solo no se pierden sino que se enquistan en su corazón.
Esa pesadez anímica le hizo perder la motivación por completo, divago un su mente alguna cosa que le ayudará a recomponerse en su investigación, pero ni en la madera de su escritorio ni en las letras de los libros había respuesta alguna, su deseo de ser productivo lo condujo a sentirse cada vez más incómodo consigo mismo “Actuar aunque no estés motivado” siendo así la disciplina su alimento, pero el dolor de empezar un nuevo plan lo amortigua, el querer descansar hoy para posponerlo mañana.
Sus dientes chirrían de las frustración y empezó a trazar un plan de asesinato, ya tenía previsto a quien, el cansancio hacía de fuerza externa, pero el asco a lo inmóvil lo mantenía como máquina, pasaba el tiempo de una forma muy fugaz, al parecer ya estaba de nuevo hipnotizado por la labor, pero por un instante mira su teléfono y al ver que muy poco tiempo habia pasado vuelve a perder la orientación y se enoja, no podría enojarse con el tiempo o con el universo, se enojaba con el mismo por su falta de adecentamiento
Pero siempre podremos entendernos por nuestro pasado y el culmen de acciones que hemos tomado nos forman en parte, todos sabemos que no podemos cambiar el mundo o corregir lo que haya sucedido, pero es nuestra decisión y libertad el adjudicar nuestros pensamientos a las circunstancias o acciones ajenas que nos acontecen.
Pero no se le puede pedir este nivel de análisis a un niño, no importa si tu voluntad titánica está sobre todas las cosas, los traumas son refranes repetidos en tu personalidad, y si no los afrontas con claridad y cautela serás un presa más de la tragedia de existir, teniendo en cuenta esto Ignis no fue la excepción su miedo abismal hacia la muerte se remonta sus años escolares cuando recientemente había cumplido los once años de edad.
En un otoño, como los otros, el tímido Ignis había salido de la escuela hacia su casa, ya que quedaba relativamente cerca, este se dirigía caminando en vez de tomar los medios de transporte, siempre vivió en la misma ciudad y por eso la conocía bien, esto le daba la posibilidad de siempre mirar el suelo no con el fin de no tropezar más bien con el de evitar el contacto visual con otros, no es que hubiera sucesos graves antes de todo esto, sencillamente su alma era tierna y fácil de quebrar así como el vidrio.
Para ir a su casa tenía que ir por un camino que quedaba rodeando un puente, nada fuera de lo común, los autos pasaban como de costumbre, el clima era siempre el mismo, pero algo ese día fue la catarsis de todo cambio, el pequeño ignis miraba el suelo estaba pasando por el final del puente que se conectaba con la calle, tanto así que podía escuchar aunque algo distorsionado los sonidos de las motos que pasaban o las conversaciones ajenas.
Escuchó gritos y súplicas arriba de él, era tan extraño que captó su atención mirando hacia arriba, pero lo que vio fue como una mujer estaba cayendo hacia el suelo la suelo sus gritos se agudizaba al acercarse más, su sombra proyectada en el suelo se hacía cada vez más grande hasta chocar de golpe, el crujir de los huesos, el quejidos de los labios y los sonidos de los órganos aplastados, todo eso lo presenció este niño, por primera vez que levanto la mirada lo primero que vio fue la muerte, al fijarse lo que había sucedido arriba, un hombre con una sonrisa forzada intentó salir corriendo, pero pronto las sirenas policiales lo capturaron.
Toda la gente rodeó el cadáver con morbo y miedo, luego huyeron al ver cómo los médicos llegaron para recoger a la mujer que intentaban salvar, pero fue totalmente inútil, ya no existe la cura para el fallecimiento, el niño fue a casa, no agitado ni perturbado, solo miraba hacia al frente pensando en todo lo que vio, el rostro de aquella mujer solo reflejaba miedo y dolor, estaba a punto de morir es lo normal.
Al llegar a la casa su madre lo abraza, pero ella lo había malinterpretado, todo el niño aún le faltaban piezas por reunir para poder sentir algo, a los pocos días salió en las noticias lo que había sucedido un hombre intentó asaltar a dicha mujer en plena luz del día, el niño estaba estático ante la televisión estaba intentando comprender como un ladrón pasó a ser un asesino, el reportero comentó que el hombre dijo que no planeaba matarla, pero que no se arrepentía porque no había experimentado placer igual, una cadena perpetua se le fue impuesta, pero su alegría frente a la cámara de los juzgados no se desvanecía.
El niño solo le dio asco todo lo que se le presentaba, como podían ver dicha en el corazón de alguien, así ¿el mero acto de matar daba tanta dicha? Solo recordaba el rostro de la mujer y su agonía, quizás sea tortuoso, pero ella ya estará descansando en paz, pero ¿Qué le aseguraba esto? Con tal interrogante se dirige a su mamá mientras esta cocinaba.
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Madre – Dice ignis
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Dime querido, pronto te serviré la sopa de fideos que tanto te gustan- Dijo la madre
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¿Qué es morir? – Pregunto el niño seriamente.
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Emm…- La madre se mostraba incómoda – Es cuando tu cuerpo ya no puede dar más, así que tu alma empieza a viajar.
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¿Viajar? ¿Hacia dónde? – Pregunta ignis
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Bueno, no lo sé, se supone que es un viaje único para cada persona
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¿Entonces cómo se supone que sabes lo del viaje?
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Bueno yo…
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Madre, no te dejes llevar por mentiras, nadie ha muerto para saber que es morir, espero realmente que nunca sepas la verdad
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¿Por qué lo dices?
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No quiero que mueras, mamá
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Quizás la verdad está en el reino de los vivos, tendrás que buscarla- La madre ríe tiernamente.
El tema se dejó diluir y los años pasaron, el pequeño Ignis en su inconsciente tenía tatuado esas memorias, aunque bien ocultas y profundas, este se graduó y tomó una personalidad mucho más sociable y agradable, pero el paso de los años solo lleno de polvo sus deseos que fueron redescubiertos al matar.
Ignis lo habia comprendido, la muerte así como el matar era un viaje personal, no habría libro o maestro que valiera para sus dudas, así que en la búsqueda de escarbar más dentro de él y florecer pensó en cometer el acto más horrible de todos, pero que sin duda lo liberaría, el asesinato de su propia madre, pero antes de eso tenía que entrenar, tenía que practicar, por lo que ese sería su última gran prueba, por el momento el siguiente escalón era un hombre acumulador asentado en las afueras de la ciudad, con plan listo la cacería iniciaba, el amanecer marcaría el fin de otra vida.
Capítulo 2: Aprendizaje
La acumulación es de las grandes desdichas modernas, en ellas el pecado de la avaricia se cultiva y se manifiesta en el desorden y el caos, la vida de estas personas suelen ser muy solitarias y miserables, víctima perfecta para las investigaciones del asesino serial naciente de la ciudad, el sol empieza a sentarse en su trono celestial tiñendo de rojo hasta las esponjosas y vertiginosas nubes.
La carretera que guiaba a las afueras de la ciudad estaba rodeaba de grandes bosques y pastizales, la gente que suele vivir ahí es aquella que ya se jubiló de sus intensos años de trabajo, buscan una vida menos atareada o sencillamente por una renta más asequible, este es el caso de Ronald el cual el famoso “acumulador” ninguno de sus vecinos lo apreciaba mucho, él vivía muy apartado de todo y de todos.
Él vivía más alejado del resto de casas, en el lugar era una especie de tráiler oxidado y despellejado por las eras donde los únicos que vivirían cómodos ahí serían las plagas y las enfermedades, ese funesto lugar en la mañana se escuchaba una radio desgasta que se ubicaba en una, mesa de madera estilo pícnic, al lado de esta una multitud de botellas de alcohol vacías, tanto de pie como acostadas en el verde suelo.
La luz del astro rey aún no era suficiente para exiliar la oscuridad de la superficie, por lo que a una buena distancia se ve una bombilla de color amarillo encendida, la cual proyectaba su energía, penetraba una de las ventanas, la música de despecho típica indicaba que su habitante seguía despierto, esto lo sabía Ignis el cual se ocultaba a una buena distancia detrás de los troncos rasposos de los árboles del bosque cercano, investigo mucho sobre él.
Para obtener toda la información del este interrogó una de las ancianas que antes vivían en la zona, esta terminó separando el asilo y una conversación amiguera con otra semejante a esta lo menciono a él, explicó que después del divorcio de Ronald este había perdido todo, su locura fue tal que decidió aislarse de todo, Ignis visitó el lugar periódicamente aprovechando que había un cementerio local su entrenamiento no estaría tan perturbado.
De la moribunda oscuridad nocturna sale Ignis caminando, a un paso muy silencioso, ya cuando se había puesto en la parte delantera del tráiler espero unos minutos por si salía su víctima, ante la negativa este se acerca más y más a la puerta de hojalata, intenta abrirla, pero es denegado por la cerradura, su impresión era enorme, colocó su oreja contra la puerta para verificar si su víctima aún se encontraba despierta.
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Te odio Mency, Te odio, te odio- Decía Ronald balbuceando.
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(Parece que está al borde la inconsciencia, esta es mi oportunidad)- Pensó Ignis
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¡Ya todo me da igual, todo me da igual oíste!- El hombre le grita a un especismo proporcionado por su alcoholemia
Ignis se acerca la ventana que iluminaba, se encaramó sobre esta y miro hacia dentro, vio un hombre parcialmente calvo, aún conservaba una diadema de cabello era obeso y robusto al punto de la morbilidad, su franela blanca y apretada habia perdido su sacro color siendo remplazada por manchas rojas de las salsas de sus alimentos, un jean azul y una correa de cuero, una barba mal afeitada y una expresión sollozante, Ignis vio la decadencia humana tanto fue así que hasta pensó que matarlo le haría un favor, le daba curiosidad sobre el verdadero dolor, todo lo opuesto al ex mafioso, la muerte más terrible que exista.
El joven empieza acomodar toda la basura exterior del lugar en la puerta, tanto llantas como trozos grandes de madera y concreto, era exageradamente difícil y pesados algunas cosas, pero el tiempo era suficiente, Ignis no solo había entrenado su mente, sino también su cuerpo, el mismo se estaba afilando para transformarse en el arma más letal, en el propio avatar de la muerte, esto con el fin de interrogarla y desentrañar sus misterios.
Ya cuando parecía que no habría salida, Ignis corre cerca de unos de los árboles y saca tres contenedores que tenían un galón de gasolina cada uno, estos los había comprado con el tiempo, no sabía qué víctima, pero sabía como matar y esta era la oportunidad perfecta, empieza a rociar toda la madera y altamente inflamable del lugar cercano a la casa, ya cuando agotó todo el combustible se acercó a la radio y la apago presionando su botón.
Ronald, a pesar de su estado mental, apreciaba mucho la música de tristeza que sonaba de fondo, y como guardia de seguridad enervado empuja la puerta para salir, pero se le complica, esto sucedía a la vez que Ignis sacaba un cerillo y le prendía fuego con su encendedor rojo, lo arroja al líquido espeso y las ascuas empezaron a nacer junto con el sol, el flamígero flagelo de las llamas empezó a consumir todo a su paso.
El calor dentro de la casa era insoportable, el asesino solo espero a una distancia segura observando cómo todo era destruido, como si observada el poder mismo de la causa y efecto de un sistema mecánico, el dueño de la casa empezó a ahogarse con el humo, la temperatura solo aumentaba más y más, este empujaba con fuerza la puerta, pero está solo le respondió con una abrumadora quemadura en su brazo, el fuego empezó a infiltrarse en su hogar, y con la cantidad de objetos desperdigados solo aumentaba la gula ígnea.
Los sentidos del hombre se reincorporaron, a pesar de estar aun confundido, sabía que morirá y estaba intentando haya una solución, el techo empezó a caerse a pedazos y lo impacta con severidad, el hombre se subió a una silla ardiente lastimándose de gravedad, pero gracias a ello se escabulle por la escotilla del techo del tráiler, esto le pareció interesante al asesino, subestimó la mentalidad de alguien así, pensó que morirá ardiendo con facilidad dentro de su casa, pero sigue luchando por vivir, incluso aquel que desperdicia su vida cuando de verdad está a punto de dejarla, la empieza a apreciar, Ignis solo sentía temor indescriptible al ver cómo el hombre solloza y gime al colocarse sobre el techo y no ver sus escaleras de como bajar, las cosas afuera eran hasta peores por todas las cosas que había acumulado.
Esos segundos de duda lo condenaron, su inmenso peso y la endeble infraestructura lo zambulle de nuevo al mar de llamas, donde sus quejidos de dolor se agudizaron a gritos, gritos que nadie escuchara, gritos que no existieron, minutos y minutos en ese infierno provocaron que el tanque de gas explotara y como broche de oro partes desperdigadas tanto de acero y carne por todos lados, el humo estaba despegando, ya los sonidos solo eran de las cenizas que se formaban, una muerte provechosa.
Ignis lo imagino todo mientras se alejaba del lugar, como sus viseras eran hervidas, como su carne se magullaba para después morir, muchos pensarían que llegó a su descanso porque dejo de sentir dolor y emitir sonidos, pero nada nos dice que no sentirlo sea mejor, tanto en la muerte pacífica e indolora como en la violenta y cruel terminan con la misma raíz de un profundo silencio ¿pero acaso los mudos no sufren ? ¿Acaso esos seres que no han podido usar nunca sus sentidos son las representaciones más cercanas a estar muerto?
¿Por qué siempre los más conocedores del más allá están tan lejos de nosotros? Todas esas dudas se avivaron mientras que las llamas de su crimen se apagaban, ya era de mañana y el joven tomó el autobús de vuelta la ciudad, ahí adentro con un clima más frío, logró calmar su hastío del calor, se sentó y colocó sus auriculares con música mientras meditaba, todas esas interrogantes de la muerte eran horribles, el bus estaba lleno de gente, pero para Ignis estaba vacío, no había más gente que conociera el horror existencial de dejar de existir.
¿Acaso él será el único que está vivo? Eso sonaba como una tontería, más bien él parecía el único que sabía que morirá tarde que temprano, por eso quiere vencer ese destino de una forma u otra, ese terror lo seguía carcomiendo, pero cada vez más se estaba acostumbrando más a su oscuridad, mientras más alejado emocionalmente se sentía del resto más en el camino correcto se sentía.
Ya al llegar a la ciudad, dispuso ir a su hogar, era un fin de semana libre para él, solo tenía que dormir para luego procesar todos sus logros, estaba en cierta parte contento por la dedicación y disciplina tomada, tanto así que logro desapropiarse de cualquier culpa referente a matar al parecer ya habia madurado, estaba empezando a trabajar con su oscuridad.
En una mañana en el asilo el periódico llego, algunos de los trabajadores estaban impactados al ver la noticia, una casa a las afueras de la ciudad fue víctima de un incendio y se encontraron huesos por lo que el propietario murió adentro, la causa se adjudicó a su acumulación la cual provoco un incendio por un fallo del gas, la anciana que le habia contado el tema de Ronald a Ignis estaba esperando en su habitación las noticias, ella aún no sabía nada, Ignis para desviar sus dudas el máximo tiempo posible le entrega otro periódico diferente al resto que aún no cubría esa noticia, a ella se le pasara tarde que temprano, mientras más tiempo de distancia exista entre sus preguntas y el asesinato será mejor para ignis, aunque en el peor de los casos ya habia ingeniado un plan en el cual ella no hablara si es que recordará algo, su posible próxima víctima, aunque eso esperara porque se aproximaba un caso particular en la vida de Ignis.
Capítulo 3: Maduración.
Citarón en un día a Ignis para ir a un centro médico infantil, su jefe lo mando allí por su gran carisma y debido al éxito de su unificación de los ancianos y niños fue el favorito para una misión: animar a los niños con enfermedades terminales, para ignis no podía ver mayor ironía en esto, no quería ver a gente morir tan seguido, pues estos cristalizaban su miedo, pero también lo vio como una oportunidad para saber como la gente joven se enfrenta a ese cruel destino.
Ignis se baja del transporte público y se para en la entrada del recinto al cual debía visitar, respira hondo y se posa frente al guardia, el cual lo interroga y al saber quien era lo deja pasar alegremente, la gente percibía una excelente aura de un asesino serial, pero supuso que se trataba por su maduración, mientras más madura sea una persona más felicidad desprende al resto.
El recinto medicó tenía una fragancia encantadora a limpieza, había niños con batas médicas jugando por algunos pasillos y el personal del lugar los intentaban entretener y redirigir sus habitaciones, la infancia es bella a los ojos ajenos, pero fugaz a los propios, Ignis se dirigió a la secretaria principal y ahí le hablo una chica alegre al verlo sacando un tiquete.
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¡Hola! Buenos días, ¿en qué le puedo colaborar? – Dice la secretaria.
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Hola, soy Ignis vine para ver a Lu- Dice Ignis algo sonrojado por las belleza de la chica.
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Oh, por supuesto, en tres consultorios más al fondo del pasillo oeste te encontrarás con el médico que lo cuida, él te guiara- Dice la chica mientras sonríe y le da el tiquete en las manos a Ignis
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¿Y esto…? – Cuestiona Ignis
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Para que no te molesten los guardias – La mujer se acomoda el cabello.
Ignis se despidió de la forma más cordial posible, aun avergonzado, le pareció sumamente simpática, quizás intentaría algo con ella, pero no quiere distraerse, tiene una meta, este una vez haya superado su miedo podrá ser el mejor ser humano de todos y podrá vivir una vida normal como el resto, el joven sigue las indicaciones estando frente a frente al consultorio nueve, toca la puerta suavemente y no recibe respuesta, lo vuelve a ser con más fuerza y se escucha una voz de fondo algo irritada que le abre la puerta, se trataba de un doctor, en su vestimenta decía que se llamaba Raí, era de piel morena cabello rizado y expresión somnolienta.
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Estoy en mi hora libre ¿Qué quieres? – Dice Raí.
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Señor, ¿hora libre? Pero si estamos a primera hora de la mañana- Responde Ignis.
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¿Eh? Ya es de mañana – Pregunta Raí.
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Pues, ¿si? ¿Cuánto tiempo lleva aquí?- Ignis se apiada por la apariencia cansada de Raí.
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Jum, creo que 48 horas, ya debería ir a casa- Raí abre por completo la puerta de su consultorio y toma todo el café que tenía en una tasa de golpe.
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Vine a ver a Lu ¿Me podría guiar?- Dice Ignis
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Está bien, luego me largo a dormir- Dice Raí con un tono pesado.
Ignis sigue Raí en el ascensor, el piso destinado era el de más arriba, el piso doce, al parecer había muchos niños con diferentes síndromes y trastornos, una vez que otra el transcurso era interrumpido por médicos que llevaban niños, otros llorando y algunos riendo, muchas preguntas florecían en la mente del asesino.
¿Acaso estos niños eran más consientes de la muerte que el resto de personas que él conocía? Pero al escuchar breves conversaciones entre los que los cuidaban y ellos siempre les prometían que saldrían adelante y que todo estaría bien, ¿qué necesidad hay de mentirles? Quizás si lo hubieran instruido correctamente, él no tendría que estar en esa situación.
Desde pequeños nos hacen creer en lo larga y valioso de la vida, lo cual no está mal, pero los hace inútiles ante la nefasta entropía de existir de los que se van, si comprendieran el valor de la muerte, comprenderían el de la vida, tendrían el poder de superar sus miedos, algunos pensarían que es mucho para unos niños pequeños, pero el concepto de niño pequeño es algo que dan los adultos, son criaturas increíbles por lo moldeables que son.
En los últimos tres pisos Raí e Ignis se quedan a solas, el doctor estaba prácticamente dormido apoyando su hombro en la pared de acero, Ignis al verlo tan inofensivo hizo que su sed de sangre brotara, imagino un montón de formas de como asesinarlo, de como hacer que se extinga su vida, en un enfrentamiento directo él tendría todas las de ganar, debido a lo cansado que estaba.
Ignis se acerca rápidamente como un vampiro a su cuello, sus ojos estaban focalizados en acabar con él, pero el timbre del ascensor al llegar al último piso no salva a Raí de perder la vida, salva al joven asesino de cometer una imprudencia, al parecer este ha engendrado dentro de sí una gula por matar bastante formidable y temible.
Raí se despierta y sale a duras penas por la incomodidad de tener a Ignis tan cerca invadiendo su espacio personal, pensó por un momento que le intento robar un beso o algo así, pero no le presto mucha importancia, su autoestima lo hacía creer lo suficientemente atractivo como para un escenario así.
Mientras cruzaban el frío pasillo, las luces se encendían y apagaban a su paso, hasta llegar a una sala médica que tenía decorado una infinidad de jirafas caricaturescas e infantiles, al posarse frente a la puerta, Ignis ve por la ventana a un niño postrado en la cama, su cabellera ya no existía, pero parecía reflexionar en su cama mientras que acaricia un ¿Gato?
-
Oye, Oye, ¿Por qué tiene un gato?- Pregunta Ignis.
-
Pues ¿es su mascota? – Responde ligeramente Raí.
-
¿Cómo es posible que le dejen un animal? Es muy peligroso y contaminante
-
Es su último deseo, no te mates mucho la cabeza –
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¿Cáncer? – Ignis se queda callado unos segundos antes de responder
-
De estómago, ya le dio metástasis de hace varios meses, hicieron de todo, pero ya no podrá más, nos pidió su último deseo, en una semana será su despedida- Raí cambio su tono a uno más serio
Ignis se queda mirando la puerta, Raí se despide y baja nuevamente, el asesino sentía compasión, en su corta vida, el último deseo de este niño era tener compañía de un animal, eso era todo, en cierta parte era comprensible, esos seres suelen ser muy nobles, ese sentimiento de calma fue el que provoco estas nuevas sensaciones en Ignis ¿Podrá presenciar otra muerte tranquila? Aunque esta era diferente que la de ese vejestorio, el ya habia vivido y corrompido de más.
Abre la puerta y el niño lo recibe con silencio, el gato alza sus orejas de alerta y se encarama en las piernas de su dueño, Ignis se acerca lentamente para no incomodar al animal y se sienta, Ignis sonríe y saca una paleta del bolsillo de su camisa, el niño lo toma y lo observa detenidamente.
-
No te pareces al señor Raí- Dice el niño.
-
Seré su remplazo por esta semana- Ignis junta sus dedos nervioso.
-
¿Remplazo le paso algo?-
-
No, solo que él necesita descansar y cuidar otros niños –
-
Es una pena, a pesar de lo cansado que se ve siempre me cuidaba atentamente ¿Cierto White? – El niño abraza al gato-
-
¿Ese es su nombre? ¿Se debe por su color? –
-
Sí, es mi mejor amigo-
-
Es increíble que trajeras a tu mascota de tu casa a aquí.
-
No es así, no es de mi casa –
-
¿Eh? ¿Es callejero?-
-
No estoy muy seguro, él sencillamente apareció aquí cuando mi salud empeoro-
-
Espera, ¿me estás diciendo que el gato llego hasta aquí y nadie lo saco y apareció directo en tu cama?
-
Si, gracias a él, comprendieron mi situación-
-
¿Tu situación?
-
Cuando él llegó hicieron nuevos exámenes conmigo y pues ahí se descubrió mi deterioro, no importa cuantas veces saquen a White, él siempre vuelve.-
El asombro de Ignis era increíble, quizás el niño tenía una imaginación muy grande, pero no habría motivos por cuál mentir, el hecho de que Raí deje pasar al gato era en parte porque era imposible deshacerse de él, cuando Ignis miraba al animal sentía un aura de incertidumbre y extrañeza, tenía una pequeña hipótesis, quizás el animal se apegó al niño por su estado moribundo.
Los días transcurrían y la relación del niño con Ignis solo iba en ascenso, entre juegos y conversaciones profundas, los corazones de ambos empezaron a compaginar, era divino, lo mundano y trascendente, lo rutinario, sincronizan sus inseguridades y miedos de tal forma que parecían un solo ser, dos cuerpos compartiendo un alma.
Ignis sintió una dicha sincera, dejo de pensar tanto en la muerte, aunque sabía que era fugaz debido a la salud de su nuevo aliado, esté sentía la eternidad misma de la existencia entre sus sonrisas y anécdotas, el niño había tenido una vida muy normal que quería continuar, pero se le fue negada por este destino dado por la enfermedad, que no solo hacia dolorosa su existencia sino también triste, pero desde que conoció a White la soledad nunca había sido un impedimento para disfrutar su escasa vitalidad.
Los animales reflejan pureza, pero también violencia solo a unos cuantos dos días de para la muerte del niño fue que Ignis volvió a su realidad, se sentía algo culpable por no poder hacer mucho, sentía que su meta de dejar de tenerle miedo a la muerte se le habia olvidado, únicamente cuando perdió su sentido fue genuinamente feliz, esa paradoja fue creciendo en las noches solitarias cuando tenía que prepararse para sonreírle una vez más al niño.
Fue alegría, era la responsable de su tristeza, y la cura contra su tristeza era el olvido, no quería volver a tratar con la despedida de otra persona, muchas veces pensó en abandonarlo todo y tener una vida normal aunque asustado, pero luego fluía en su mente todas las primaveras que pasaron preparándose, no podía darle la espalda a su esfuerzo, era hora de tomar una decisión madura.
Esa mañana era como cualquier otra, un aire angelical rodeaba al niño, es como si el mundo por completo supiera que estaba por partir, el viento que entraba por la ventana, la luz del sol tenue, pero precisa, todo eso parecía tocar el alma de ambos, Ignis ya habia hecho una rutina en ese hospital de infantes, coquetearle a la secretaria, jugar ajedrez con Rei, todo indicaba que él era un humano normal, pero esa falsedad se iba a acabar hoy, sencillamente su intelecto se separó de su cuerpo ante el acto sublime de admirar la belleza, así como en una tragedia una buena música te transporte a una dimensión indolora.
Estaba triste por lo feliz que estaba, pero antes que pudiera tomar asiento el niño lo interrumpe para pedirle un favor, saca de debajo de su almohada un listón negro que hacía de collar y acerca sus endebles manos al cuerpo de Ignis, este lo toma algo confundido al ver una expresión algo más apagada del joven.
-
Por Favor, colócaselo a White –
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Eh, Claro, ¿dónde está?-
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No lo sé, no lo he visto el día de hoy, quizás esté rondando por ahí-
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¿No sería mejor esperarlo aquí? Siempre parece que vuelve-
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Siento que si él se aleja, no me sentirá cómodo.-
Ignis asiente algo perplejo por la seriedad del niño, aprieta con fuerza el listón que le dieron, como si se tratara de una brújula que lo guiaría a tierra firme, uso sus pies como barco y el suelo helado del hospital como mar, se desplazaba de un lugar a otro y no habia rastro del animal, Ignis se acercó a otros niños y al personal médico preguntando la ubicación del gato y a pesar de que algunos lo habían visto daban direcciones opuestas.
No habia ni un orden de tiempo ni de espacio para esta travesía, es como si la realidad traicionara los segundos, ya viendo que los métodos más rústicos no estaban funcionando, aquel asesino decidió pensar como aquella bestia libre, aquel ser que voluntad propia se acercó a ese niño moribundo, desde que lo vio aquella primera vez sabia que no era un animal cualquiera no importaba que tanto el universo le daba pistas y sensaciones de la normalidad del gato, en su corazón este sentía lo exótico.
Todo volvía a centrarse en la muerte, el gato estaría donde la muerte se hospedara, pero en este hospital no habría muchos niños en un estado similar, pero tendría que encontrar ese animal, sentía una sensación de responsabilidad que quizás nunca habia experimentado, se dirige a la secretaria y habla con aquella chica con la que compartía cafés.
-
H-hola Anisha-
-
Holaaaa ¿Por qué volviste tan rápido? – una sonrisa coqueta le acompaña.
-
Verás quería dar un paseo por los niños que están en peor estado, ya sabes a lo que
me refiero- se recomponía de su parcial mentira con un trago de saliva.
-
Oh vaya pero… Deberías estar más atento al niño que dejaron a tu cargo.- un pequeño regaño en forma de puchero se hacía en su rostro.
-
Si verás, el chico ahora está durmiendo, así que me pareció buena idea echarle un vistazo a los otros.-
-
Vaya… Qué considerado, ja, ja, ja está bien, te lo dire, pero será un secreto, no le digas a nadie – guiña el ojo para sellar su coqueteo.
Ignis algo sonrojado y apenada escucha como la suave voz de la mujer lo ubica en lo que habia solicitado, camina por los pasillos y mira por las ventanas, la gran mayoría de luces estaban apagadas dentro de las salas, los niños estaban durmiendo, probablemente anestesiados para que no sufran tanto dolor en sus carnes, empezó a desesperarse porque pasaban los minutos y no habia ningún rastro del gato, este no quería admitir que se habia equivocado así que se dirige a la oficina de Rei.
Para sorpresa de él la puerta estaba medio abierta, las cosas estaban desordenadas, pero mucho más de lo habitual, sabia que algo malo habia pasado, pero no tendría forma de averiguarlo, se fijó que la luz de la pantalla del computador seguía encendida al acercarse por curiosidad se fijó que estaba abierto un panel con cámaras y en ellas estaba la habitación del niño, habia un montón de médicos alrededor de la camilla agitada rodeando al infante que convulsionaba.
Sus ojos empezaron a retorcerse del asombro, no solo por ese hecho, en una esquina de esa habitación estaba el gato, de alguna forma regreso a su dueño sin explicación alguna, Ignis corre frenéticamente tropezando con mucha gente hasta llegar al piso doce, ahí empezó a caminar cada vez más lento mientras el ambiente fúnebre aumentaba, se posó frente a la puerta y la abrió descaradamente, ahí Rei que siempre parecía somnoliento estaba bañado en ira fulminando a Ignis con la mirada, pero este solo se fijaba en la esquina, pero no vio al animal. Se habia equivocado de nuevo.
Lo expulsaron del lugar, con rabia por haber abandonado al niño en sus últimos en momentos, se sentía realmente culpable y confundido, se supone que ese niño debía vivir una día más, todo habia sido perfecto, pero ya no habia marcha atrás, todo su prestigio como un buen samaritano se habia esfumado por completo, no solo fue despedido de su trabajo y perdido al aparecer su primer gran amigo, sino que la chica con la que creía compaginar le dejo de contactar por no querer tener problemas en su vida laboral, todo parecía en su contra.
Cuando fue a buscar las cosas en el asilo no paraba de escuchar como hablaban de él, otros se compadecían y le ofrecían su lástima, otros preferían no acercarse, ese joven estaba rodeado de un aura sospechosa ahora que habia perdido su trabajo, estaba al principio irritado por todos esos sentimientos y comentarios, pero después de un suspiro comprendió que era natural, no habia mayor sorpresa en aquella muchedumbre vieja que pronto visitaría el averno.
Cuando salió por el gran portón pensó por unos instantes en devolverse y acabar con todos ellos, ya le daba igual, estaba a un solo paso de demostrar su validez como humano en su travesía contra la muerte, pero después de meditarlo un segundo prefirió calidad que cantidad, ya tenía en mente que es lo que tenía que hacer.
Se dirige a su casa con un rostro sereno y tranquilo, parecía que en su vida no habría perturbación mayor, hasta que escucho un ruido de la ventana, al fijarse en que era se dio cuenta de que se trataba de White, lo normal sería ver esto con extrañeza y miedo, pero Ignis lo tomo como un regalo del destino, como una demostración de su valor, saca de un cajón el listón negro y se lo coloca al gato, por primera vez la muerte estará de luto.
Ignis sujeta el cuello del animal con una fuerza voraz, este intenta zafarse y escapar, pero el asesino no se lo permite, entre arañazos y sangre se escuchó un crujido final, ya no habia vida, ahí, solo un recuerdo corpóreo de un antiguo verdugo, mete a su mascota en una bolsa de basura y la arroja a los contenedores aledaños.
Se dirige a su primer hogar donde vivía su madre, estaba sabia lo que paso de antemano y su amor sincero la hizo querer reconfortarlo, empezaron a charlar sobre lo sucedido, unas lágrimas fingidas salieron dispersas de las mejillas de ignis, su máscara sanguínea era perfecta, pero su corazón estaba vacío, aunque realmente estaba lleno y vigoroso de una paz indescriptible, por fin comprendió sus miedo y sus sentimientos. La perdida de ese niño, la muerte misma siendo desperdigada en islas de desechos, todo estaba claro, iba a cumplir lo que una vez dijo.
Su madre estaba sentada en el sofá tomando su café, Ignis se dirige al baño para lavar sus tristezas contra el espejo, el agua caliente que expulsaba un vapor que empañaba su alma, habia muchas sensaciones, habia muchos miedos, pero esos ya no eran rivales para su voluntad pétrea, al salir del baño vio como su madre estaba dormida y silente en el sofá.
Al parecer el somnífero que habia este metido en su bebida al preparar el café habia hecho efecto, carga su madre y la recuesta en la cama de su recámara, la mira por unos segundos y tiene una retrospección de toda su vida y como habia llegado hasta aquí, no sintió culpa alguna ni siquiera medito el hecho de dejarlo hasta ahí, el destino mismo le exigía acabar con el ciclo de cualquier vínculo, él llegaría a la iluminación, solo llegando a la singularidad de su alma es que podría nacer la ataría completa.
Pone sobre el cuerpo de su madre una manta blanca y desenvaina un cuchillo, empezó a apuñalar repetidas veces como si tratara de un crimen de odio, todo para poner a prueba la delgada línea entre el vicio y el placer, ya no habia sentimiento alguno al matar, no hubo ya entonces miedo a morir, los órganos desagarrándose, la sangre derramada, ya era un mundo que este podía abandonar por completo, respiro y dejo el cuerpo de su madre reposando.
Se bañó y se cambió a la vestimenta más formal que tenía, ser ocio, las fragancias más exquisitas, ceno, el mejor manjar disponible y salió de su hogar, camino tranquilo y sin prisa hacia la estación de bus, lo tomo y empezó su nueva trayectoria, las conversaciones mundanas se hacían ahora interesantes, el tiempo era lento y hermoso, llego a su destino: la estación de policía, ahí miro atentamente la entrada, pensó en confesarlo directamente, pero quizás sería muy demorado y nadie lo tendría en cuenta de forma eficaz.
Saco de su bolsillo, el cuchillo con el que habia asesinado a su madre, se acercó rápidamente a los guardias, estos entre pánico y asombro empezaron a dispararle a su agresor, este cae al suelo rendido, el dolor era increíble, pero eso no perturbaba sus emociones, este sabría que lo podían matar, pero no herir, ya no tenía miedo, ya no habia nada más, este no estaba siendo arrastrado por debajo de la superficie, estaba siendo elevado en las órbitas de la eminencia, no hay más terror, no hay más especulación, solo inmortalidad.
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