El campo es vasto y estéril, tan reseco y cuarteado como la misma piel de Satanás. Cada una de las grietas es gigantesca y huele a heridas del alma. Es difícil pasar a través de ellas, por lo cual debo impulsarme y dar saltos, no hay otra manera.
La pequeña polvareda se hace más y más grande; como heraldo de la carrera viene un diminuto astado, apenas del tamaño de un perro, pero de una furia enorme. Puedo ver sus diabólicos ojillos de fuego. Brinca cada grieta sin dejar de mantenerme en su mira-ya lo tengo fren…………
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