NO ABRAS LA FUNDA
Una llamada entró al programa radial Quito Terror.
-¿Con quién tengo el gusto?-preguntó Federico Ulloa el veterano conductor del programa.
-Buenas noches, don Fede, un gusto saludarle.
-Cuénteme qué anécdota paranormal tiene para nosotros- replicó rápidamente y con voz serena don Fede.
El tipo al otro lado de la llamada empezó su relato comentando detalles de una noche gélida en la que se encontraba en el trabajo como era habitual.
-¿Cuál es su trabajo?- interrumpió don Fede.
-Soy limpiador de la ciudad, vaya, recolector de basura en resumidas cuentas.
-Le enviamos un fuerte saludo a todo el personal de limpieza que seguro nos están escuchando- dijo el conductor con entusiasmo en demasía- Prosiga amigo.
Federico Ulloa encendió un cigarrillo y el invitado continuó. Comentó que aquella noche tenía turno únicamente con dos acompañantes, el chófer del camión y otro recolector de basura, al igual que él, que con avidez tomaban las bolsas negras de las esquinas de las calles y las lanzaban con suma fuerza al camión para que la pestilencia no se introduzca en sus viejas mascarillas.
Estaban haciendo la ruta de recolección desde el sur de Quito hasta el centro de la ciudad, los perros y gatos muertos era de las peores cosas que se podía encontrar en este tipo de trabajo, alegó, pero que aun así tiene sus puntos positivos, como trabajar sin nadie que esté encima dando órdenes o gritando «productividad» como en los pasillos de una oficina.
El cigarrillo se consumió y la mano repleta de arrugas lo llevó hacia su fin en el cenicero.
-¿Qué fue lo paranormal que le pasó esa noche?- insistió don Fede.
El tipo de la llamada se aclaró la garganta.
-Cuando cruzábamos los dos puentes, un olor nauseabundo nos inundó, claro está, que estamos habituados a estar cerca de aromas de mierda y putrefacción, pero esto era sumamente repulsivo y penetrante.
Pasaron unos segundos en silencio.
-¿Sigue allí, amigo?-preguntó rápidamente don Fede sin recibir respuesta alguna -¡Mala suerte! Al parecer nuestro oyente ha colgado la llamada.
En aquella cabina de radio únicamente se encontraba el encargado de sistemas y don Fede, habían trabajado juntos por más de 15 años y como era normal tener este tipo de interrupciones, ya sabían cuál era el protocolo.
El encargado de sistemas gesticuló con su mano y con movimiento de labios expresó «Siguiente».
Así continuaron con el programa, las llamadas y las anécdotas pasaban con fluidez, relatos tales como «sentí una mano que me tocó la espalda» o «estoy segura que dejé las llaves en la mesa».
El programa estaba en su ocaso, pues el reloj ya marcaba las 12:50 am un ruido estrepitoso sonó del otro lado de la línea.
-¿Con quién tengo el gusto?-preguntó don Fede.
-Soy yo de nuevo, tuve un inconveniente antes y la llamada se cerró.
-¿Usted es el recolector?
-Así es, me gustaría comentar mi anécdota, claro si aún hay tiempo.
El encargado de sistemas asintió levemente con su cabeza.
Don Fede replicó -Claro que sí, continúe.
-Cuando ese aroma asqueroso invadió nuestra atmósfera, mi compañero y yo nos miramos fijamente por un largo tiempo, esperaba que él hiciera un movimiento para ir por aquel tumulto de fundas negras del que emanaba aquella esencia.
Con tono pausado el invitado continuó relatando que el chófer los apuró con el claxon del camión, y repentinamente, un perro de raza pequeña salió disparado de aquella montaña de basura, esto lo despistó y cuando se volvió hacia su compañero esté lo había abandonado yendo a ver otras fundas de basura de la calle de adelante.
-Respiré hondamente y fui hacia aquella pestilencia.
El ruido de un encendedor se escuchó en la llamada, el humo salía por los labios agrietados de don Fede.
El invitado dijo que tomó cuatro fundas y corrió hacia el camión lanzándolas con vehemencia, el impacto se escuchó como si la funda estuviese repleta de algún líquido. Debido al fuerte golpe, las fundas se rompieron y aquel olor no hizo más que aumentar gravemente.
-Me retiré la mascarilla y empecé a vomitar dejando la vida en cada arcada, mi compañero empezó a burlarse de mí desde la otra calle y el viejo gordo del camión molestó me ensordeció con su maldito claxon.
-Cálmese amigo- intervino don Fede -¿Qué pasó después?
El recolector explicó que se acercó hacia el camión aguantando la respiración, y en momento vio que un líquido viscoso rodeaba las fundas agrietadas, supuso que era otro animal más que había sido arrojado cobardemente a la basura, pero algo más llamó su atención, la luz cálida de los postes alumbraban el brillo de unas uñas, se trataba de una mano de una dama. De inmediato llamó a sus compañeros y estos asustados corrieron a su auxilio.
Don Fede y el encargado de sistemas se volvieron a ver el cigarro yacía en la mano del viejo consumiéndose lentamente.
Tenuemente, el viejo preguntó -¿Qué fue lo que pasó?
La voz del otro lado siguió con el relato y comentó que al llegar su compañero con unas tijeras abrieron la funda en su totalidad.
-Caí de rodillas totalmente enmudecido- dijo el recolector con voz quebrada -Se trataba de mi esposa.
Las bocas de las dos personas en la cabina estaban abiertas, don Fede tragó saliva y preguntó. -¿Hace cuánto ocurrió esto?.
-Hace ocho meses.
-Lamento escuch…
El recolector interrumpió al conductor y siguió.
-Lo que más me rompió por dentro fue abrir las otras fundas que guardaban los pedazos del cuerpo de mi hijo de solo seis años- las lágrimas inundaron la llamada aun así rápidamente respiró y se aclaró de nueva cuenta la garganta y dijo que su esposa e hijo habían ido a casa de su suegra hace tres días y por culpa del trabajo y su horario agotador no había reparado en comunicarse con ella, cuando le preguntó a su suegra qué había pasado, ella le respondió que su hija nunca llegó y pensó que se había quedado en casa, ya que le había mencionado que estaba teniendo náuseas y mareos en esos días.
-Amigo desde aquí en la radio lamentamos su pérdida- anunció el viejo.
Pero el invitado continuó con su relato hablando que la justicia nunca inició siquiera una investigación, así que él mismo empezó a indagar por cuenta propia y se enteró de una decena de crímenes muy similares donde esposas e hijos eran asesinados y encontrados en los trabajos de sus esposos, esto era demasiado raro. ¿Quién podría saber algo de su vida? Si él era un pobre diablo que no hacía daño a los demás, sin embargo, después de semanas sin descanso, describió que todos los esposos afectados eran seguidores del programa de radio Quito terror y solo unos pocos de ellos habían comentado su relato en el programa, demasiadas cosas coincidían, no se trataba de asesinatos al azar todos estos crímenes eran planeados con antelación y gran detalle. La voz del invitado se cargó de rabia.
-Fue entonces cuando descubrí que había un maldito hijo de puta que había sido diagnosticado con trastorno de personalidad antisocial y paranoia y que ese mismo sujeto era el conductor de un programa de radio de anécdotas de terror y que en sus informes médicos decía excitarse al escuchar a los esposos relatar el descubrimiento de los cuerpos de sus seres amados.
-¿Qué mierda está tratando de decir?-gritó don Fede tirando el cenicero hacia el suelo.
La llamada fue cortada por el encargado de sistemas, la tensión del lugar aumentó llegando a su apogeo, llamadas entraban asiduamente y todas eran rechazadas, don Fede y su empleado tomaron sus cosas dispuestos a salir de la cabina cuando vieron de pronto que la manija de la puerta empezó a girar desde afuera. El rechinar de la manija aumentaba, con lentitud los dos empezaron a dar pasos hacia atrás intentando resguardarse en el rincón de la pared, finalmente la puerta de madera se abrió, pasaron algunos segundos mientras las llamadas seguían entrando sin ser contestadas, de pronto una bolsa negra con un olor asqueroso fue lanzada hacia el interior de la cabina.
El viejo conductor se sobresaltó. La bolsa con esencia putrefacta tenía una nota que rezaba lo siguiente «No la vayas a abrir, porque lo que más amas yace aquí».
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