ZOOM IN-ZOOM OUT EN EL INSTITUTO ANATÓMICO-FORENSE

ZOOM IN-ZOOM OUT EN EL INSTITUTO ANATÓMICO-FORENSE

En el atasco de las 8 a.m, nos encontramos al técnico de autopsias étnicamente guapo que vive en Carabanchel porque está cerca de los cementerios y así no se quita el trabajo de la cabeza y ese esfuerzo que se ahorra.

Interludio explicativo

En Carabanchel están las sacramentales más bonitas de Madrid y un cementerio muy british, cubierto de musgo, destino turístico de los obsesivos enamorados de la historia de Madrid; el cementerio es el reposo en vida de los ancianos del neo-poblado franquista porque para su reposo eterno, deben regresar a los pueblos de origen. No hay sitio para ellos en un cementerio tan turístico y bonito.

Zoom-in en la cabeza del técnico de autopsias

Ayer pillé al director mirándose en el espejo del baño. En el espejo, el director ve a Brad Pitt pero en moreno y se extraña de que no caigan rendidas a sus pies todas las nenas que le parecen, pero no son, memas. El director es un ser absurdo que recubre su nada de más nada y la rellena con otra nada, todo un jefe relleno de vanidad bien encarnada.

Ayer pillé a los vagos de la morgue en la esquina donde mejor se duerme. Los vagos, por no hacer, ni se hacen con unas buenas gafas de dioptrías actualizadas, lo único que tienen claro es que nunca se llevarían a casa las trifulcas del trabajo, ni las costillas embalsamadas, ni los cientos de moscas que salen de los botes a la que te descuidas.

Lo de ayer con el director y los vagos no me lo quito de la cabeza. Eso ni la imagen del bote vacío, ¿quién robaría algo así? Tampoco me quito de la cabeza el envoltorio con el tronco de señora, una señora rolliza de buen ver, sin cabeza ni tobillos y las mamas bien firmes y sustentadas. Un busto de María Antonieta de adiposa y cálida textura, incluso la muerte en formol es más cálida que el frío mármol de María Antonieta en su palacete romano.

El técnico étnicamente guapo hace conjuros en su cabeza para sobrellevar tanta penuria:

Territorio de sangre y de clepsidras

territorio recortado

de rizomas por tijeras que rasuran ritos

ritos para hervir agua en la orilla del lago muerto

mientras rasga la mar

la luna cortada en sangre

porque hay hormigas en el silencio

hormigas desgañitándose en el agua

hormigas en los desagües

y ya no queda tiempo

y huele a ojos

y a ritos de luna en sangre

Zoom-out

En la morgue se fuma mientras se destazan corazones en mesas no sagradas y se manejan estérilmente las cajitas de reactivos para descartar el sida. Por el desagüe del váter, donde se arrojan los residuos ya testados, asoman los dientes de las ratas que viven en las ciénagas de los subterráneos del Anatómico Forense.

Acaban de llegar los bomberos que, sin querer, han pisado el guano de las híbridas palomillas cojitrancas. Por abajo, un sumidero de pingajos y por arriba, las palomas haciendo abono sin parar. Ya viene medio destazado el cadáver, dice el bomberillo introduciendo media cabeza por la puerta. Los hierros de tractor John Deer hacen mucho daño, dice, y como resultado aquí tenemos un bonito cadáver de señora borracha, ¿qué andaría haciendo en el cementerio de las vacas contaminadas?

La erudita médico forense trabaja mientras dialoga con Catalina Clara Ramírez de Guzmán. Mientras ordena el instrumental piensa: Esto no es un romance / esto es invierno en vacaciones / esto no podría ser nunca un consuelo. Pero en voz alta, casi como un conjuro, dice:

qué amenazado está el campo

de las iras de el diciembre

y ella camina borracha

que le ha dado soplo de aire

no hay motivo no hay razones

para su rodilla lacerada

y las plantas se estremecen

porque, aunque son cosas del aire

no se reconocen exfoliados

sus nervios de abril en invierno

La médico forense estudia el peso del alma y las moscas, sus larvitas en formol, para una identificación fidedigna del momento exacto de la muerte. Ni tú ni ellas la esperaban, piensa. Y sin embargo, abre la tapa y vuelan gordas, todas iguales, las pequeñas Lucilias. Desapareció demasiado joven y la temperatura no registrada, un pandemonio, piensa. Como el pandemonio de caimanes forenses con palos de golf en las conferencias internacionales. Y entonces, ¿dónde la vida?, la vida que es todo lo que no es información que fluye, como esta mesa para destazar muertos. La mesa es la vida, y la muerte no es poesía y mi tarea es regar la arena contaminada de Madrid como si no perdiese nunca la esperanza.

Dentro de la cabeza de la forense erudita, todo es cerebro superior, aunque le escueza el formol como a todos, pero eso pertenece al ámbito sensitivo, no al poético. Un cerebro blando y superior, nada que ver con los cráneos abiertos color rosa palo de mujer borracha.

Los empleados del Anatómico, incluidos los vagos, el guapo técnico y la erudita, se llevan bien o como pueden, o directamente mal, pero se apoyan en las partidas de mus mientras discuten si esto es o no una transposición de los grandes vasos. Se apoyan en la mesa de destazar cadáveres y se apoyan delante del juez, todos al unísono. Al fin y al cabo todos firmaron y todos tienen las venas y las uñas amarillas por el formol y la nicotina, pero de eso no se habla delante de una mesa cubierta de pulmones azules.

La erudita forense, amén de amar la poesía, pinta contra los demonios, a favor de los demonios, en medio de ellos. Hoy le ha salido muy bonito el dibujo del demonio con su lacito rojo sobre la mesa de autopsias, un demonio con el vientre abierto y abusado. Lo he tenido que pintar boca a bajo, piensa, para que no viese lo que se le venía encima.

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