LOS VECINOS MUEREN EN LAS NOVELAS

Argentina, 10 de abril del 2020

En esta llanura infinita, no tengo vecinos a la vista. Llevo semanas sin ver a un ser humano, Ana quedó atrapada en la casa de sus padres, tras una visita que pensamos iba a ser breve. Ya no aguanto más la soledad en este paisaje de llanura. Los atardeceres que tan espectaculares me parecían, se transformaron en la antesala de una noche eterna. Noche en la que solamente puedo pensar en Ana revolcándose con un amante. Me obsesiona la idea de que estoy en esta soledad profunda, pero que ella puede conocer a alguien en el ascensor, mientras baja a buscar el pedido. Puede enamorarse y dejarme. ¡Una idiotez total! La falta de señal para el celular, no me ayuda, y el teléfono de línea es un viaje al pasado. ¡Maldita cuarentena! Salgo a caminar por los alrededores, para hacer ejercicio, cansarme y así, poder dormir. Diviso entre la lejana arboleda, un techo de tejas rojas. Recuerdo que Ana me comentó de una anciana sola, en su casita de cuento. ¡Alguien con quien conversar!

¡Qué atento, este muchacho! ¡Preocuparse por si estoy bien, si necesito algo! No me costó nada convencerlo de entrar a tomar un té con torta. Él también tenía necesidad de hablar con un ser humano. Yo estoy acompañada por Misty, pero no es lo mismo. ¡Qué caballero, qué atento! Me cambió el cuerito de la canilla, que goteaba tanto. Y también se subió a la escalera para cambiar la lamparita de afuera, la que ilumina el camino de acceso.

Una anciana sola en el medio de la nada. Tal como dijo Ana una casa de cuento de hadas. Las flores, las carpetitas almidonadas, las cortinas con volados y el empapelado floral. Todo limpio, todo ordenado, todo prolijo. Al lado de la ventana más grande un sillón y el tejido a crochet. Me tentó con el té con torta, pero a los pocos minutos ya me tenía de obrero arreglando pequeñeces. ¡Uy, me está tirando indirectas para que le pinte el el porche! Voy a apurar el té para irme lo antes posible ¡Cómo conversa esta señora! No sé cómo cortarla e irme. Me va a agarrar la noche. Pienso que asustarla un poco, puede resultar. Empecé sin sutilezas.

-¿Usted no tiene miedo de vivir sola en este lugar tan apartado? Por ejemplo, yo podría ser un asesino…¿Me serviría otra taza por favor?

Este joven me empieza a dar escalofríos. De pronto cambió el tópico de la charla y me mira con un fondo de resentimiento, mientras me pide más té. Me incomoda. Vuelvo a la cocina para preparar otra tetera, espero despacharlo rápido. Sigue con sus solapadas amenazas “ yo podría matarla y durante meses nadie se enteraría”, “ no hay ningún indicio de que nos conocemos”, “jamás sospecharían de mí”. Que se tome el té rápido y se vaya. No le abro nunca más.

Volvió de la cocina con la tetera en sus manos y una cara de pánico considerable. No va a querer que vuelva por acá. Por un lado me da pena y por otro, me resulta divertido. Si supiera que no puedo matar ni a una cucaracha. Sigo con mi charada, es lo más divertido de los últimos días.

  • Yo podría matarla a golpes, con una de sus sillas…

Lo que me dijo a continuación fue para mí una total sorpresa.

-Todo lo que me ha explicado, podría aplicarse al revés. Yo podría ser una asesina, aislada en esta casa. También podría haber envenenado su té, con esos venenos que no dejan rastros en la sangre y aparentan un infarto. ¿Se acuerda de Yiya Murano? Al principio, solamente sentirá un entumecimiento en la boca y un dolor de panza. ¿Lo siente ya? Luego los temblores marcan el principio del final…Corra a su casa, a ver si llega. Tal vez, atendido a tiempo… Dentro de unos meses, cuando lo encuentren, tirado en el campo, yo explicaré que no tuve el gusto de conocerlo.

Ariana cierra la novela y se prepara para salir. Se pone el barbijo y se siente protegida al vivir en un centro urbano, lleno de personas. Cuando pasa por la puerta de doña Elena, siente un escalofrío y sigue de largo, sin preguntarle si necesita algo del almacén.

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