No hay palabra
que exprese lo que siento,
me mira maravillado
y se queda en silencio.
No hay músico
que lea las partituras de mi alma,
rasga las cuerdas
y empieza a llorar la guitarra.
No hay maestro
que me enseñe
a ver el mundo de forma distinta o
a callar mi mirada.
Me enseña a que es triste
y me muestra los colores de la alegría.
No hay Dios
que pueda beber el elixir de mi aura.
Raspa los bordes
y encuentra que está vacía.
No hay nadie que pueda saber
que es lo que cargo.
Si mil risas o mil llantos.
Mi mundo tiene un cielo morado.
Me disfrazo de mí mismo
antes de cada jornada.
Y confieso que soy muy mal actor.
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