Tú,
Hoy no me sé ni cincuenta palabras. Ya lo sabes. Ronco del frío, del tabaco, ya ni sé. Tres tragos a un brik vacío. Ni veinticinco si me apuras.
El sofá sigue siendo una mierda. Al menos, uno de los lados. El que siempre ocupo. Ya lo sabes. El derecho. Nunca el izquierdo. No podría. También conoces el por qué. No es el mío. No estoy cómodo.
En el mío tampoco, pero es diferente.
Así soy. Ya lo sabes. Yo. Y mi ego. Y mi puta psicosis paranoica encontrando siempre una salida gratificante en el texto: otro párrafo más. Hasta que no lo hubo. Y volví a ser tan subnormal como para apenarme de mí mismo. Pero no por escrito. Joder.
“No conoces ni doscientas palabras”, fundaste mi lema. “La gente se ha cansado de actores que expresan sentimientos falsos”, antes de abandonarme. Lo sabes. Lo sabías. Podrías habérmelo dicho. Aclarar la razón por la que llevo tanto sin escribir: “No te queda sentimiento por prostituir”.
Lo sé yo. Y tú, lo sé.
Como lo supo, también, aquel flautista que tan aclamado se tornó; olvidado tan pronto las ratas se le escaparon.
Yo soy el flautista. Tú las ratas.
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