BUCEANDO EN SU ESENCIA

BUCEANDO EN SU ESENCIA

María Marí Roig

19/08/2016

Tarde de otoño. Alicia observaba burbujas de lluvia a través de la ventana, como un baile de novedades que desaparecían en la inmensidad del mar. Quería retenerlas, formar un lago de inquietudes y experiencias. Bucear en su interior y encontrar las partículas necesarias para desenredar la incertidumbre que la asfixiaba, zambullirse una y otra vez hasta despejar las aguas densas.

Sabía que no lo podría conseguir si seguía en aquella urna de cristal. Miró a su alrededor y sintió la fatiga de la grandilocuencia, la letanía de cada detalle en el mismo sitio, el silencio de una vida resuelta, el vacío de lo cotidiano…

Las voces del servicio trajinando en la casa la devolvieron a la realidad.

__Bego, prepárame un baño, por favor. Y también la maleta para mañana a primera hora. Como te dije voy a emprender un viaje muy vital e importante.

-¿Qué va a pensar su esposo, Alicia?-

– Nada Bego, ya sabes que él siempre está ocupado en sus negocios. No me echará de menos. Solo pensará que una ausencia de colores palpita en la casa y se encerrará en su despacho-

Alicia desenredó aquella cuerda que la ataba. Sintió liberación y miedo a la vez. Era joven y atractiva. Solo había conocido a un hombre, adolescente. Su marido. No era malo, no era infiel. Posesivo y protector. Indiferente y generoso a la vez. Siempre trabajaba. Ella se sentía como un objeto más de decoración, como una niña pequeña, sin opción a evolucionar.

Se le iluminó la piel, los ojos y vivía deprisa. Encontró un trabajo de dependienta; se alquiló un piso muy modesto que, a veces, olía a cloaca, a comida quemada, a platos sucios… Dormía poco porque el ruido de la calle entraba por todas las rendijas.Y de madrugada su vecina la despertaba con los chillidos de costumbre…

No tardó en conocer la decepción y el desengaño en varias ocasiones, como cuando le dio cama y comida a “una amiga” que se había quedado sin trabajo, y una noche encontró su abandono, y su armario, sus cajones y su cartera vacíos. Nunca más la vio.

Siguió caminando. Cogió nuevos trenes; emprendió carreteras desconocidas y, sobre todo, trabajaba mucho, sin prejuicios. Sus principios seguían intactos: todo trabajo dignifica, crea expectativas, abre la mente y enriquece. Instintivamente también empezó a reflexionar, a ordenar las vivencias y a colocarlas en el puzzle de aquella vorágine. Necesitaba salir de aquel vértigo desconocido: viajar, tener aventuras, pasear en la magia de la noche, cenar a la luz de la luna, desayunar en jardines de colores…¿Enamorarse?

Sucedió una noche. En un baile. El estaba ahí, irremediablemente embaucador. Y así se dejó envolver por una década tóxica y autodestructiva: celoso, manipulador, egoísta, extremadamente astuto… Alicia le justificaba siempre, creía que con su amor lo cambiaría y se sentía culpable de no ser lo suficientemente perfecta. Inconscientemente, desentrañaba el reflejo de sus propios defectos. Una mañana “abrió los ojos”, además de la puerta y el sobre que le entregó el cartero. Una carta que le pesó como una losa en sus dedos temblorosos. Otra mujer entre líneas afiladas, escritos que cortaban la piel, cada palabra una bala furtiva y Alicia sorteando cada una de ellas como en un campo de minas.

Nadó sin apenas respirar, en las más oscuras profundidades. Como un muñeco roto; la autoestima maltrecha y sus esquemas alterados.

Cuando el dolor se resolvió y se fue transformando en catarsis y experiencia, Alicia vio la luz y empezó a sanear sus heridas.

Habían pasado muchos años desde aquella tarde de otoño. Ahora tenía ante sí las aguas transparentes de un lago, como marco de una casa lograda con esfuerzo. La calma se esparcía a través de la ventana, cuyos cristales reflejaban arrugas en su semblante y el color plata de sus cabellos. Cicatrices del tiempo y muchas hojas en blanco esperando historias intensas. Las que había encontrado en su interior.

Su soledad se llenó de grandes relatos, en un escenario que creía y deseaba inalterable; bien enmarcado y protegido. Sin embargo, una noche alguien llamó a su puerta. Un hombre que le recordó a un amor adolescente:

«Buenas noches Alicia, ¿Te acuerdas de mi?”

INSPIRADO EN SANTA EULALIA DEL RIO-IBIZA-(BALEARES).

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