Perros de Carmellia Capítulo 3

Perros de Carmellia Capítulo 3

ígneo Ignoto

12/03/2022

La gente afuera gritaba desaforada y descontrolada, los vehículos chillaban y tocaban bocina mientras dentro de la casa ya iba la tercera bala que atravesaba e impactaba contra la media pared haciendo pedazos la madera.

Mientras tanto Beth y yo nos encontrábamos a un lado de la puerta cubriéndonos, sin embargo, la más expuesta era Belinda, que se encontraba en el suelo a un lado de la mesa que daba a la ventana. Las balas pasaban por encima de ella rompiéndolo todo a su paso dejando los vidrios y madera caer sobre ella.

La cuarta bala pasó volando por encima de la mesa y estrellándose nuevamente en la media pared. Belinda temblaba acurrucada entre sollozos y pequeños gritos, no había forma que su cuerpo pudiese reaccionar.

No podía dejarla por más tiempo allí, los cristales terminarían dañándola. En cuclillas me acerqué rápido entre un momento de pausa de bala a bala y la agarré del brazo con el que se cubría. No supe si opuso resistencia o si siquiera estaba consciente de lo que había hecho, simplemente la jalé hasta la puerta abrazándola cuando la quinta bala pasó al memento de alejarla de la ventana.

Tan solo fueron unos segundos que los disparos cesaron en el que Beth abrió la puerta y agarrándome de la remera comenzó a tironear en un intento de hacer que saliéramos.

— ¿¡Qué haces idiota!?

— ¡Confía en mí! — lo vi furioso por la locura que intentaba hacer, sin embargo, su rostro no mostraba ningún ápice de duda o broma absurda en absoluto.

Tal vez era por la forma de decirlo, su tono o sus ojos que por extraño se veían tan oscuros como la zona más profunda del mar, como zafiros en la oscuridad de una cueva. Fue algo de eso o la adrenalina del momento que me hicieron dejar por esa oportunidad mi destino y el de alguien más en sus manos.

Agarré la cintura de Belinda firme sosteniéndola para que no cayese al suelo y me dejé llevar por Beth que solo comenzó a correr enganchado de mi campera.

En un instante ya éramos uno más de la multitud exaltada, corriendo en todas direcciones. Nosotros, éramos los único que solo nos dirigíamos a un solo punto. Lo más lejos del puerto.

Ni una sola bala más fue disparada, tan solo se escuchaban los gritos desesperados, los pasos corriendo y los autos que pitaban apurados.

No nos detuvimos ni siquiera cuando nos chocábamos o se nos impedía el paso por la multitud, solo fue seguir adelante sin mirar de donde veníamos. Para mí fue solo seguirlo sin oponer resistencia alguna, dejándome llevar por sus decisiones y acciones.

Podía escuchar mi respiración agitada y mi pecho que era golpeado por la prisa de mi corazón, sin embargo, la adrenalina me mantenía en movimiento sin sentir alguno de los efectos del miedo. Por otro lado, Belinda me seguía con la cabeza agachada, agitada y chillando a cada que se quedaba atascada por unos segundos entre la gente. Si bien la tenía agarrada de la cintura ella por si sola se aferraba con ambas manos a mi brazo.

Viendo al frente me di cuenta que estábamos llegando a la plaza donde nos bajamos del bus, lo que significaba que ya estábamos bastante lejos de la zona de tiroteo.

A medida que seguíamos avanzando la multitud se iba diluyendo, aun así, no bajábamos la velocidad y con el mismo ritmo constante cruzamos la calle al parque en que habíamos llegado por primera vez.

Beth miraba a todos lados hasta que algo llamó su atención y cambió de dirección. Nos detuvimos de seco bajo un enorme árbol que hacía de las sombras más grandes en la plaza. Nos movimos detrás del árbol siendo lo suficientemente grande como para ocultar a ocho personas.

Al pararnos de golpe los efectos golpearon como una bomba en nuestros cuerpos y casi al unísono largamos el aire que manteníamos en nuestros cuerpos.

Belinda se recontó contra el tronco y poco a poco se deslizó hasta quedar sentada en el suelo, su respiración era tan agitada y rápida que parecía estar a punto de darle un infarto, no obstante, las nuestras tampoco eran muy diferente. Ambos nos habíamos apoyado contra el árbol intentado regularizar nuestro pulso con una mano en el pecho.

Miré a Beth, tenía la cabeza agachada mirando al suelo encorvado hacia delante sin poder mantener un ritmo constante en su respiración descontrolada.

— ¿Co–Cómo supiste? — dije entre sofocos

Levantó la cabeza viéndome con el ceño fruncido como si el pecho le doliese con cada inhalación y cada exhalación que hacía.

— Cuan–Cuando los disparos… cuando se detuvieron, por ese segundo… ya se había ido…el tirador…la policía llegaría…pronto…no se quedaría luego…de hacer ese escándalo…era nuestra oportunidad de mezclarnos antes que la multitud…se disipara…

¿Era así? ¿Todo eso había pasado por su cabeza en tan solo esos segundos? ¿Cómo es que había estado tan seguro que el tirador se había ido?

— ¿Cómo estabas tan seguro?

— Realmente no lo estaba, pero aún si hubiera estado, no iba a disparar. Los sicarios no matarán a otros que no sean su objetivo.

— ¿Cómo sabes que era un sicario?

— ¿Crees que el Sr. Benson iría él mismo a matarla? — dijo señalando a Belinda

Era solo verla como se quedaba inmóvil acurrucada en ella misma para saber que estaba en estado de shock. Por el momento era mejor dejar que lo procesara un poco antes de seguir moviéndonos.

Ahora la situación había cambiado trecientos sesenta grados. Tan solo había comenzado como una búsqueda de confirmar mis sospechas, pero ahora, estábamos siendo cazados, tal vez nosotros no necesariamente, pero Belinda estaba en peligro extremo.

¿Realmente habíamos llegado en un momento crucial? ¿Qué hubiera pasado si nunca íbamos a verla? ¿Qué hubiera hecho ella sola? ¿Hubiera muerto? Mi cabeza rebosaba de preguntas que no podía responder, tan solo quería un momento de respiro y pensar en el siguiente lugar al que movernos.

Un ardor en la mejilla me hizo hacer una mueca adolorida. Me pasé el dedo sintiendo la humedad caliente de la sangre, tan solo era un raspón, imaginaba sería del vidrio que había estallado con el primer disparo.

Miré a Belinda y noté sus manos manchadas con más sangre, ¿Era mi culpa cuando la había arrastrado a la puerta? Los vidrios no solo habían lastimado sus manos si no que el primer proyectil hizo explotar los vidrios en su cara. Viendo a Beth también tenía algunos raspones en la cara que parecía no notar en absoluto.

Lo que me dejó en claro que a donde fuéramos debía ser con alguien que supiera de primeros auxilios y solo conocía a una persona de confianza.

— Beth, llama a Sophie, dile que iremos, dile que se prepare para probablemente sacar cristal — levantó la vista y asintió sacando el teléfono de su bolsillo.

Rebuscó un poco y lo llevó al oído llamando.

— ¿Sophie?, luego te explico necesito que prepares botiquín o lo que sea que necesites para sacar vidrios del cuerpo. Si si luego te lo explico iremos enseguida. Si, Faust, yo y alguien más. Si si lo haré. Nos vemos, gracias. — colgó y volvió a guardarlo — Quiere explicaciones

— Supongo que es entendible…

Miré por los alrededores divisando a lo próximo una fila de taxis esperando clientes que quisieran un transporte rápido. Justo como nosotros.

Me agaché quedando a la altura de Belinda. Su rostro estaba más arañado que el nuestro pues había recibido la gran parte de la explosión de vidrio. Le tomé de las manos y dio un sobresalto viéndome asustada.

— Tranquila, va a estar todo bien, debemos irnos, una amiga nuestra te atenderá las heridas ¿Sí? — tardó unos segundos en comprender, pero finalmente asintió y ayudándola se levantó con las piernas rígidas.

Nos aproximamos a la fila de taxis y tras decirle la dirección subimos detrás y Beth delante. Enseguida el conductor encendió el motor y se puso en marcha.

Mientras hacíamos el trayecto pensaba qué otras posibilidades había que quien nos disparó no fuese del Sr. Benson, o aún mejor, tal vez no fuese a Belinda. Sin embargo, por más que le diera las vueltas que le diera seguía llegando al mismo punto.

Solo descartando la posibilidad que Belinda tuviera otros enemigos el único con dinero suficiente para contratar a un sicario resultaba ser Benson. Por otro lado, la bala había sido directa a ella, no había error alguno, si hubiera sido para nosotros nos hubiera disparado en el momento en que nos sentamos en la mesa del comedor, estuvimos mucho rato dentro e incontables oportunidades se presentaron.

Ahora, mi única duda era lo que el sicario creía, tal vez pensaba haberla matado o tal vez sabía que seguía con vida, cual fuese era importante. Llevarla a comisaría era lo más óptimo, sin embargo, si sabía que seguía aún vivía no descansaría hasta encontrarla, incluso después de declarar era vulnerable. De hecho… ¿Algún día estaría a salvo? Había conseguido un enemigo eterno y un cazador que no descansaría hasta atraparla.

Entonces… ¿Cuál era su posibilidad?

El taxi frenó de golpe habiendo llegado ya a destino. Beth le pagó y bajamos, en la entrada una mujer de estatura media con el cabello largo marrón hasta la cintura, aunque estuviera recogido en una coleta alta, sus ojos marrones más oscuros nos veían con preocupación y molestia en su cara desde la puerta con una de sus manos en el pecho.

— Luego me explicarás que demonios pasó — dijo dirigiéndose a Beth y haciéndonos entrar

— Si, lo sé

Sophie ignoró sus palabras y simplemente sentó a Belinda en el sillón del living frente a la mesa ratonera donde había ya un botiquín con otros utensilios metálicos.

Sus manos volaban ágiles y precisos con cada acción y movimiento que hacían. Revisaba la cara de Belinda teniendo claro el panorama y una vez hecho agarró una pinza acercándola al costado superior izquierdo de su cara a un corte.

Sentí la boca y garganta secas, a parte del desayuno de esa mañana no había probado nada más y mi cuerpo ya exigía al menos algo para beber. Pidiendo permiso me fui a la cocina que quedaba en la parte trasera del living separado una pared sin puerta.

Saqué un vaso de la alacena y lo llené con agua del grifo. En segundos había terminado todo el vaso y mi boca no se había dado cuenta que siquiera algo hubiera pasado por allí. Por el arco de la puerta apareció Beth que hurgó en la heladera.

— ¿No tienes tu propia heladera? — me miró de reojo y puso un dedo en sus labios

Sophie y Beth vivían juntos, pero no porque fuesen algo más que amigos. La casa era algo así como un dúplex con una misma entrada. La parte superior se llegaba por las escaleras frente a la entrada principal mientras que todo el piso de abajo era de Sophie. Esto también incluía el comedor, sin embargo, las veces que había venido usualmente nos reuníamos allí, a Sophie no le molestaba en lo absoluto que Beth se quedara allí si quería, aunque era cierto que a pesar de eso no solía hacerlo seguido.

Sacó de la heladera una manzana y antes de cerrarla ya le había dado un mordisco. Se acercó a mí y apoyó contra la mesada suspirando levemente.

— ¿Cómo puedes tener estómago para comer luego de lo que pasó? Mi cuerpo aún no se tranquiliza, pero tú incluso ya estás comiendo — desvió la mirada a mi incrédulo y tragó el tercer bocado que había hecho

— Intento no pensar en eso, solo me concentro en lo que pasa en el momento

— ¿Qué? ¿Cómo puedes hacer eso?

— No lo sé, solo lo hago, no me sirve ya pensar en lo que pasó, es más importante pensar en lo que se hará ahora

— Aun así, es increíble como lo asimilas tan rápido

— Supongo que solo pienso rápido. El punto es siempre mantener la calma, no importa si es un tiroteo, un incendio, derrumbe o cualquier cosa. Si pierdes la calma te mueres. — su voz era tan calmada y sus acciones tan relajadas que era como si para él fuese algo cotidiano. Solo sus palabras parecían sonar severas, era surrealista que Beth solo fuera un profesor de secundaria teniendo un tipo de pensamiento tan radical.

— ¿Seguro no eres algún tipo de agente encubierto o algo? — alzó los hombros restándole importancia y antes de morder nuevamente la manzana contestó

— Alguna vez estuve a punto de ser policía también

Me quedé en silencio sorprendido por esa revelación, que al menos para mi resultaba aún más impactante que su tranquilidad. Comenzaba a pensar que eso explicaba algunas cosas de él.

En el living se escuchaba a Sophie conversando con Belinda mientras seguía atendiéndola, lo que me devolvía a la realidad. Y la realidad era que alguien había intentado matarla.

Por ahora estábamos escondiéndonos de un fantasma sin rostro ni nombre que podía o no estar persiguiéndonos. No podíamos saber si atacaría o se iría, sin embargo, tenía algo seguro y era que Benson era el contratador, o como mínimo estaba conectado. Nadie más no solo tendría motivos, sino que también medios para contratar a un asesino.

Ahora que había asimilado mejor las cosas, comenzaba a darme cuenta que ya no era una simple búsqueda de pruebas para confirmar mis sospechas, si no que ahora no solo eran un hecho real, también se había vuelto un juego de supervivencia.

Belinda no tenía escapatoria, en mi caso consideraba que estaba atado a ella, sin embargo, Beth no tenía necesidad de correr tal riesgo solo por seguirme, al final, estaba siendo yo quien lo había puesto en esa casa primero en principal.

Lo miré de reojo viendo que contemplaba el piso pensativo mientras comía los últimos bocados de la manzana tranquilamente. No se veía afectado, lo que me alegraba por él, era mejor así, al menos que se olvidase de algo así que tenerlo constante en la mente.

No quería que le pasase nada por querer ayudarme, apreciaba eso, pero había llegado un punto en que ya no quería que estuviera junto a mi siguiéndome a donde fuera ni preocupándose por cosas de las que no tenía relación alguna con él.

— ¡¿Chicos?!

La voz de Sophie llamó nuestra atención y ambos nos asomamos por el marco de la puerta viendo que nos hacía seña para que nos acercáramos. Nos dirigimos al sillón desocupado y tras sentarnos se puso delante nuestro con un algodón en la mano.

Belinda estaba detrás suya en el sillón contrario, las heridas de cristal estaban unidas con pedacitos de curitas y cinta. Había recuperado el color de su piel que antes era pálido y en general se veía en mejor estado que cuando llegamos. Nos vio por unos segundos mostrando una media sonrisa y desvió la vista a la alfombra borrandola enseguida.

— Faust quédate quieto, mientras tanto Beth cuéntame que pasó – dijo mientras me veía el rostro en busca de heridas que curar.

— Es una larga historia

— Entonces acórtala — Beth rechistó molesto y siguió hablando

— Fuimos a su casa y nos dispararon, esa es la historia resumida — Sophie lo miró con una ceja levantada pero finalmente volvió su atención a mí y continuó

— Saben que no me importa lo que hagan, aun si me cuentan una locura no los detendré, pero tampoco pueden pretender que no me preocupe, aún más si terminan llamándome para que los atienda por heridas y luego me digan tan tranquilamente que les dispararon. Somos amigos y al final siempre me preocuparé por ustedes. Al menos tengan más cuidado si piensan hacer otra locura ¿Sí?

— Si si, lo tendremos. De todas formas, no es que hayamos buscado que nos disparen. No era a nosotros — Sophie solo suspiró y pasó el algodón empapado en alcohol sobre mis heridas arrancándome una mueca dolorosa

Unos minutos después ambos ya estábamos vendados en curitas. Sophie le había ofrecido a Belinda su cuarto para que descanse y mientras tanto también nos recomendó que hiciéramos los mismo al menos quince minutos.

Beth me había ofrecido ir a su parte donde tenía un cuarto extra que podía prestarme, es así como terminé yendo arriba.

Beth había ido a tomarse un baño dejándome que me sirva de lo que sea que encontrase en su cocina o curioseara lo que quisiera mientras no entrase a cuarto.

Parecía más pequeña que el piso de abajo, la cocina y el comedor estaban unidos, había dos puertas en la pared al lado derecho de la entrada que eran las dos habitaciones siendo la primera de Beth y al lado izquierdo una zona pequeña vacía que al fondo tenía otra puerta la cual era el baño. A la derecha pasando de largo la cocina y comedor había otro cuarto con la puerta semiabierta por donde veía que era una especie de biblioteca en un cuarto pequeño.

Entré mientras esperaba que saliera de bañarse. No había nada en el centro, solo una librería incrustada en las paredes, estando cada estante ocupado mas no lleno. Leyendo algunos de los lomos me encontré con que tenía gustos igual de aburridos que el Sr. Benson, solo un par resaltaban del resto, «Amor al teatro», «Básica de autodefensa» y «Cómo lidiar con adolescentes». No pude evitar reírme de este último.

— ¿Crees que es fácil?

—¡¿Ah?! — retrocedí de un sobresalto al escucharlo en la puerta, lucía enojado pero la sonrisa en su rostro decía que era en broma

— Los adolescentes son lo peor, preferiría estar con niños de jardín — no aguanté más y me largué a reír imaginándomelo en medio de montones de niños correteando de él

— Si si ríe lo que quieras, pero si estuvieras en mi lugar pensarías lo mismo, como sea, me voy a dormir estoy exhausto. Ah, no creas que esos son mis gustos en libros, todos esos ya estaban aquí cuando vine.

Luego de esa aclaración dio un pequeño bostezo y se despidió con la mano para desaparecer por su habitación. Salí del cuarto y fui a darme un baño.

Era una sensación relajante del agua cayendo en mi espalda, no fue hasta ese momento que mi cuerpo comenzó a sentir el cansancio. Sin embargo, mi mente se sentía despierta y pensaba en la forma de encontrar al tirador antes que nos encontrara a nosotros, al menos esa era para mí la única forma de mantener a salvo a Belinda. Sería una carrera.

Solo se me cruzaba una idea en la cabeza que hubiera querido evitar, pero se alzaba como la única.

Apagué el grifo y salí del baño vistiéndome con la misma ropa, nunca antes había ido a la casa de Beth por lo que no tenía otras prendas y la de Beth no cabía posibilidad alguna que me entrase.

Miré la hora de mi celular y vi que ya eran las cuatro y media. Me parecía increíble como el tiempo había pasado volando, aunque recordando las circunstancias no debía de ser tan sorpresivo.

Me había decidido de no dejar que Beth se involucrara más, al menos no hasta que todo se calmase y solucionase con el problema del asesino dando vueltas por ahí. Por eso abrí la puerta de la entrada con el máximo cuidado y bajé las escaleras casi de puntillas.

— Se va a enojar — en el último escalón estuve a punto de caer por el susto más grande de mi vida al escuchar la voz suave de Sophie. Me giré asustado viéndola sentada en uno de los sillones del living con un libro en la mano.

— ¿Qué?

— Se va a molestar al enterarse que te fuiste sin él

— Ah, eso. No importa si se enoja, es eso mejor a dejar que siga junto a mí, al menos hasta que todo esto se solucione – se encogió de hombros y siguió leyendo

— Eso debiste pensarlo antes, ahora que pasó lo que pasó ¿Crees que te dejará solo? Solo intentas evitar lo inevitable, ya sebes como es él, tiene el mismo tipo de pensamiento que tienes ahora mismo, con la diferencia que te dejaría escoger que hacer

— Tu misma lo dijiste, él no me dejaría

— ¿Y es eso acaso algo malo cuando tú mismo lo decides? No es tonto, lo sabes perfectamente, sabe lo que hace y sabe los riesgos

Quise responderle, pero no encontraba las palabras para contradecirla. Tan solo quería que se mantuviera a salvo, luego todo volvería a ser normal. Solo sería un tiempo.

Me daba miedo, pensar en que le pasase cualquier cosa, era algo que me aterraba y prefería ser egoísta manteniéndolo al margen que dejando que se lanzara conmigo a cualquier situación peligrosa, aunque, realmente no era así como pensaba que terminaría esto.

— Solo será esta vez

— No te digo lo que hacer – sin embargo, no podía evitar sentirme inquieto

— Nos vemos enseguida

— Nos vemos, y por favor, cuídate — le asentí en respuesta para abrís la puerta y salir dirigiéndome a mi próximo destino, que esperaba, fuese el que me diera alguna pista sobre la identidad o paradero de nuestro cazador.

–⛓–

Estando tan concentrado y ensimismado con encontrar pruebas que demuestren la culpabilidad de Benson en el asesinato de Ema que había olvidado completamente mi «labor». Por eso cuando comenzaba a divisar la comisaría a unas dos cuadras me detuve, si no lo hubiera necesitado probablemente pasaría de volver, pero no podía darme ese privilegio.

El incidente en casa de Belinda fue un tiroteo, algo no muy común que se diga, por lo que ya todas las comisarías debían de estar enteradas de esto y cada uno haciendo su esfuerzo por encontrar al responsable, es por eso, que si había información o evidencia debía estar también en la comisaría donde «trabajaba».

Sin embargo, ahora teniendo en cuenta que no había ido a trabajar ese día, necesitaba prepararme para alguna situación complicada, también, por un lado, rogaba no encontrarme con Fenrir pues sería el primero en decirme algo sobre mi falta, pero, por otro lado, él podía ser mi pase a poder ver los datos que tenían si es que solo no podía. Que resultaba lo más posible. Cualquiera que fuese el resultado todo indicaba problemas.

Tomé aire y crucé la calle dispuesto a entrar, aunque en el último segundo dudé nuevamente seguí avanzando obligándome a entrar, luego de eso ya no podría escapar y solo tocaría afrontarlo.

Al pasar por la puerta un golpe de tranquilidad me impactó al ver a todos de un lado a otro, los teléfonos resonando y en general todos lo suficientemente ocupados como para no notar que había llegado, aunque presentía que iba a durar poco.

Seguí mi camino cruzando la sala con intención de llegar al pasillo izquierdo, allí se encontraban prácticamente todos los documentos, excepto los ya archivados, más recientes a investigar, ya sean delitos comunes como robo a una tienda, asesinato y claro, tiroteos.

Aunque no había ningún laboratorio o algo parecido. Hasta donde sabía, los únicos laboratorios para uso de la policía se encontraban en zona Centro por lo que toda evidencia para analizar que se tuviera era enviado directamente allí, al final solo quedaba esperar a que te dieran los resultados.

Al pasar la sala de espera no pude evitar que alguno que otro se diera cuenta de mí y con ello que hablasen. Algunos decían de mi irresponsabilidad, qué tan sinvergüenza podía ser, si creía que podía hacer lo que quisiera, entre otras cosas más que ya había escuchado infinidades de veces, y que, por esta ocasión, como todas las demás, prefería ignorar, no tenía tiempo, ánimos ni paciencia para siquiera mirar sus caras.

Fui por el pasillo cruzándome con muchos otros más habladores y llegué a las escaleras del final del pasillo que dirigían al sótano de la comisaría. Aunque no tuviéramos un laboratorio, si era la comisaría más grande de zona Sur. Pensándolo como si fuera una tienda, sería la fábrica y las demás comisarías las sucursales.

Abajo era prácticamente una sola habitación, había contadas puertas que realmente no sabía a donde dirigían o que había del otro lado, a excepción de una, que había tenido la oportunidad de ver y era la de evidencias, pero siendo un caso había sucedido lejos de esta comisaría por lo que todas las evidencias físicas correspondían a la más cercana, solo se podían compartir los resultados que precisamente debían estar en la sala de reuniones, mi objetivo allí. Si es que tenían algo de información tenía que estar allí.

Bajando las escaleras me encontré con que el piso inferior se encontraba prácticamente vacío. Tan solo cuatro personas que tecleaban en las computadoras sin despegar la vista de ellas. Aquellos eran los que hacían todo el papeleo, lo más aburrido de lo aburrido y como no salen del piso inferior no suelen socializar mucho. Es por ello, que cuando me vieron bajar solo me dieron una mirada de reojo y siguieron con lo que sea que estuvieran haciendo, solo encontraba dos respuestas a esto, una era que no se habían enterado de nada, lo cual era prácticamente imposible después de ya cuatro años, y la otra era que nos les importaba, esto último creía que sería debido a que al no socializar mucho no se contagiaban por todos los rumores y hostilidad del resto del edificio.

Miré a mi alrededor buscando la puerta que me interesaba visualizándola en medio de otras dos. La sala de reuniones, era extraño que no hubiera nadie, pero cuando te dan limones no preguntas a quien se los robaron si no que haces limonada y te callas, o al menos algo así decía Beth.

Entré a la sala que tenía las luces encendidas, lo que me decía que hasta hace poco había gente allí. En el centro había una mesada larga y en la pared de la derecha un pizarrón para marcador el cual estaba casi vacío. Tan solo algunas fotos sueltas, un mapa de zona Sur y algunas palabras sueltas. Era la decepción más grande de mi vida.

Sin embargo, en la mesa había carpetas que parecían ni siquiera haberse tocado ¿Había surgido algo más?

Por mi cabeza empezaron a surgir ideas desde un segundo tiroteo hasta una redada sorpresa, sin embargo, traté de centrarme, no podía divagar así, debía concentrarme antes que volviesen o se perdería mi oportunidad de oro.

Fui hasta la pizarra y comencé a leer y ver todo lo que tenían hasta ahora.

Se había encontrado una serie de pisadas en la azotea del edifico, una biblioteca, frente la casa afectada. Midiendo la longitud se podía decir que tenían una altura aproximada de un metro setenta y uno. Había una foto de la huella que se había encontrado, la razón por la que se marcara era que el suelo de la azotea al parecer no era de cemento sólido tal cual, si no que parecía tener una capa de tierra y piedras.

Por un segundo me vino un recuerdo vago a la mente, no estaba tan feliz por tenerlo, pero era necesario. Recordaba a Jhonsson diciendo que cuando en una huella el taco era más marcado el dueño de ésta caminaba de forma erguida. En la mayoría de caso esto podía verse en militares; si me guiaba por ello podía decir que el tirador era militar.

Algo que, creía, se reforzaba más con el hecho que los disparos se habían producido desde un tejado, por ende, era un francotirador. No se habían encontrado casquillos ni ninguna otra información más que la talla de su zapato, al menos en la terraza.

Por otro lado, hablando con los testigos, muchos no vieron nada, no obstante, solo algunos observadores, incluyendo al trabajador de la biblioteca, concuerdan en una cosa y es que unos minutos antes un auto blanco viejo se estacionó en frente del edificio.

El chico que atendía en el mostrador de la biblioteca había dicho que vio a un hombre medianamente alto con un bolso de guitarra en el hombro, llevaba una gorra, pero pudo ver que tenía mechones rubios, también llevaba anteojos por lo que no pudo verle los ojos, no llevaba barba y se veía en buena forma. A un lado de toda esta declaración se había hecho un retrato hablado, pero no brindaba mucha información.

Por otro lado, el auto que describían los que recuerdan verlo concuerda con un Fiat 147 blanco, un auto bastante común que se venda de forma barata y que a pesar de sus años siguen estando, en la mayoría de los casos, en buenas condiciones.

Una descripción vaga, escasa información, aunque parecía quedar algunas cosas por ver tanto los videos de las cámaras de seguridad como las balas que hayan encontrado en la casa.

Ahora que lo pensaba, los videos de seguridad debían de estar a cargo de los analistas en el piso bajo. Si bien no teníamos un laboratorio si teníamos computadoras, las cámaras era algo de lo que nos podíamos ocupar.

Salí de la sala de reuniones con la esperanza que las grabaciones ya las hubieran visto y con ello tuvieran algo más de información que aportar.

Me paré frente a las cuatro únicas personas que había y solo se concentraban en la pantalla delante suyas. Parecían robots que aislaban su mente y oídos de la realidad, por eso decidí comenzar a hablar antes que se dieran cuenta de mi presencia por sí mismos.

— Disculpen… — tres de los cuatro levantaron la vista de los cuales dos fue de reojo y solo él que tenía más cerca me vio directo.

— ¿Sí? — su rostro parecía de lo más aburrido y muerto que alguien pudiera lucir, era como ver a una persona en el peor momento de su vida

— Quería saber si tenían las cámaras de seguridad del tiroteo en Bajo Barrio Sur

Por un momento me vio sin hacer nada más que entrecerrar los ojos ligeramente, como si tratase de recordar algo. Finalmente pareció rendirse y se volvió hacia su compañero de atrás, el único que no había levantado la vista.

— Hey Lu, ¿Tienes las cámaras del tiroteo? — el llamado Lu despegó la vista de la computadora y tras ver a su compañero la desvió a mí

Por un momento abrió la boca para decir algo que por su expresión de segundos parecía molestarle, sin embargo, suspiró y ladeando la cabeza borró ese pensamiento golpeando las teclas con velocidad.

— Si, las tengo — dijo para luego hacerme una seña que me acercara — Siguiendo las cámaras que hay en las calles fuimos siguiéndolo hasta cerca del límite de zona Este, por la calle Wardagon, pero hay un punto entre la última y anteúltima cámara donde desaparece. En ninguna de las demás cámaras del área se lo ve. Eso es todo, el resto debería verlo el subcomisario Fenrir, tal vez haya un parquin o su casa esté por ahí, que se yo, ¿Eso es todo?

Viendo el último video en el que se logra verlo tenía dos cosas en mente, en primer lugar, efectivamente era un Fiat 147, en segundo resultaba más que sospechoso la desaparición tan repentina, era cuestión de ir a la calle Wardagon y ver los lugares, algo que podía hacer solo.

— No, nada más, gracias — el chico solo asintió y volvió a lo suyo.

Ahora tenía algo de lo que agarrarme, solo esperaba que no fuese un callejón sin salida o algo similar. No obstante, tenía un buen presentimiento y sobre todo sentía que lograría hacerlo antes que Beth pudiera siquiera quejarse de algo. Al final se olvidaría de su enojo y podría demostrarle que no necesitaba preocuparse por mí.

Comenzaba a sentirme de buen humor cuando al terminar de subir las escaleras y pasar por el pasillo volviendo a la sala de espera pude ver como Fenrir y un grupo de policías con dos tipos esposados pasaban por la puerta de entrada y cruzaban la sala de espera.

El buen humor que hasta hace segundos había tenido se opacó por unos instantes, pero tomé aire y me decidí por pasar aquella situación lo más rápido posible, una vez todo pasara podría continuar mi vida, solo debía pasarlos y ya, solo eso, sencillo. Era mucho más fácil decirlo que hacerlo.

Al terminar de salir del pasillo enseguida fui notado no solo por Fenrir si no que por sus lacayos igual. Me acerqué de a poco mientras me veían fijamente.

— ¿Dónde habías estado? — Fenrir hablaba más tranquilo de lo que hubiera pensado que lo haría por lo que rezaba internamente por no alterarlo.

— Yo…No me sentía bien

— ¿Y qué haces aquí ahora?

— Escuché sobre el tiroteo y quería saber si podía ayudar, pero no te encontraba

— Si, estábamos en eso cuando llegó un reporte de robo en progreso, hoy en día la gente está muy loca — se refregó el cabello luciendo cansado, era la primera vez que tenía una conversación tan normal y pacífica con él, se sentía extraño — Puedes irte si no te siente bien, pero al menos avisa la próxima si vas a faltar

No dijo nada más y siguió su camino dirigiéndose al pasillo derecho, imaginaba que a continuar con el caso del tiroteo. Algo bueno de haber dicho que quería ayudar es que esperaba no sospechara si es que Lu o alguno de los otro tres llegaba a decirle que había preguntado por las cámaras de vigilancia.

Me giré para seguir mi camino, pero choqué de frente contra uno de los policías que seguía a Fenrir. El chico retrocedió un poco y me lanzó una mirada fulminante.

— Lo siento, fue mi culpa no me fijé, ¿Estás bien? — no quería perder tiempo en nada más habiendo pasado ya lo peor, que de hecho, no había resultado tan malo.

— Claro que fue tu culpa, al final siempre todo lo es

— ¿Disculpa? – ¿Ahora qué se suponía que había hecho? Aunque solo ignoró mi pregunta y fingió ver detrás de mí

— ¿Y dónde está tu pequeño guardaespaldas? Ya hace tiempo que no lo veo ¿Acaso se cansó de defender a tal inútil? — ¿De quién hablaba? ¿Beth? ¿Por qué decía esas estupideces?

— A lo mejor lo dejó en casa como perro – dijo su compañero que había llegado por detrás de él

— Aah…Ya los recuerdo – dije en tono burlón. La sangre parecía hervir dentro mío, incluso temía que de alguna forma me derritiera las venas. Pero no podía contenerme, estaba acostumbrado a que me insultaran y eso había dejado de importarme hace dos años; sin embargo, Beth era mi único amigo y todo esto estaba haciendo para cuidarlo ¿Por qué habría de dejar que dos don nadie se dedicaran a insultarlo?

— ¿Ah?

— Son los idiotas que molestaban a Beth cada que podían ¿Verdad? Ya hasta me había olvidado de ustedes, eran tan insignificantes – la sonrisa fue el toque que marco una vena en el cuello de cada uno. Me sentía extraño, en realidad nada malo, pero algo en el pecho casi que me dejaba sin aire.

— Al final no me sorprendería que te dejara — hablaba, pero sus palabras no parecían llegar a decir nada, al menos no llegaban a mí, tal vez no como antes.

Suspiré sintiéndome cansado, había perdido tiempo cuando hasta hace poco no podía esperar por salir allí. Pasé de largo dirigiéndome a la salida, sin embargo, me detuve en seco al escucharlo por lo bajo susurrando a su compañero, por solo unos segundos, pero fueron más que suficientes.

— Algún día lo matará como a su padre

En un arrebato que mi conciencia pareció nublarse me giré asestándole un golpe directo a la cara que lo tumbó al suelo sin siquiera saber que fue. Todo el bullicio exterior no me perturbaba en lo mínimo y estaba lo suficientemente consciente de lo que hacía cuando me puse encima suyo y comencé a golpearlo.

Fueron los cinco segundos más liberales y placenteros de toda mi vida hasta que con los brazos por debajo de mis hombros me alejaron a la fuerza. La respiración se me agitaba y el corazón parecía una bomba de agua con la fuerza que latía, y entendí el sentimiento que hace un rato había tenido y no entendido, el gran placer de la satisfacción. Algo que no había experimentado hace mucho tiempo.

Sin embargo, no pude predecir ni esquivar el golpe que casi me tiraba al suelo y rompía mi cuello. El sabor metálico de la sangre entraba a mi boca producto del corte en mi labio, tanto la mandíbula como la mejilla me dolían horrores y el momento de excitación y salvajismo se habían evaporado como agua en incendio.

— ¡¿Has perdida la puta cabeza?! — Fenrir gritaba en descontrol insultando y maldiciéndome, juraría que por un momento dijo algo en alemán, si es que ese era el idioma, algo que no sabía que pudiera hacer.

Todas las personas que hasta ese momento no se habían percatado de mí ahora lo hacían, ni siquiera me era necesario ver a mi alrededor para asegurarme que de alguna u otra forma estarían viendo.

El piso se manchaba con pequeñas gotas de sangre, evitaba levantar la mirada, no quería ver el rostro de Fenrir que se estaba asegurando que con sus gritos todos en la estación se enterasen de lo que pasaba.

Entre más y más clamor terminó en decir que me fuera, si tan solo hubiera dicho las dichosas tres palabras de «Y no vuelvas», hubiera por terminar de ser el mejor día, en cambio, debía hacerme paso a la salida por entre las miradas tanto de los policías como de las personas que venían a arreglar sus problemas. Me daba más pena con estos últimos, pues me sentía como el niño al que la maestra ponía de ejemplo en todo el salón, las miradas eran pesadas y el silencio era una tortura aún mayor.

Al salir el sonido de los vehículos fue lo que me relajó, algo de ruido y la indiferencia de las personas caminando tranquilas ajenas a lo que acababa de suceder dentro era mi mayor alivio. Mantuve la cabeza agachada hasta que pudiera detener el sangrado del labio, pero cuando me pasaba la manga de la campera no solo había manchas de sangre. Sin darme cuenta nuevamente estaban las lágrimas que caían tímidas pero persistentes y continuas.

Últimamente pasaba eso, ya iba llorando dos veces en el día y ambas veces el llanto comenzaba sin darme cuenta, ¿Era posible eso? Bueno, era una pregunta absurda cuando yo mismo lo estaba viviendo. La última vez había hecho pasar el tema queriendo no hablar de ello, era una suerte que Beth no hubiera estado conmigo pues no tendría manera de escaparme de sus preguntas por segunda vez.

Respiré hondo relajándome, era mejor olvidar la situación, al menos por ahora, el mañana sería problema de mi yo futuro, ya todo había pasado y debía continuar con lo que debía hacer. Concentrarme en el ahora según la filosofía de Beth. De hecho, comenzaba a extrañarlo.

Iría a donde las cámaras habían captado por última vez al tirador, en las limitaciones de zona Este.

Divisé un taxi a lo lejos acercándose por lo que hice seña para que se parara y me subí puesto que no tenía idea de por donde quedaba la calle Wardagon, por ellos decidí decirle que quería ir hasta allí y luego le diría yo donde parar, recordaba de las cámaras algunas zonas por lo que tenía esperanza de reconocerlas cuando pasase cerca.

Fueron un aproximado de quince minutos, cuando al rato de ese tiempo llegamos al comienzo de la calle Wardagon, seguimos unos segundo más hasta que pedí bajarme un poco antes del punto en donde el auto se perdía. Pagué el monto, quedándome casi sin dinero, y vi al taxi alejarse.

La calle era bastante normal, con casas, autos estacionados a un lado de la vereda, las personas caminando haciendo sus cosas, no había nada de especial. Solo había una cosa y es que no había tiendas en lo absoluto, por donde viese solo había viviendas, ¿Ésta era la zona límite con el Este?, apoyaba la idea que en zona Este era un lugar con más viviendas que comercios, lo que me dejaba con la idea que sería bastante cansador ir a comprar teniendo en cuenta que no había tantos lugares cercanos disponibles.

Continué caminando en dirección donde se vio el Fiat por última vez. Un grupo de edificios de medio tamaño con un espacio entre ellos de casi cuatro metros; callejones con salida a la calle trasera, ¿Podría haber tomado una de esas rutas para evitar las cámaras?

Caminando más vi la última cámara que lo había captado, colgaba de un poste de cables. La calle era llana, no había algún túnel o puente como había creído que podría haber.

Recorrí las dos cuadras que había entre cámara y cámara mirando por los callejones, pero no veía ningún auto siquiera similar, tan solo había tachos de basura, posters en las paredes grafiteadas y una tapa de alcantarilla, pero ningún vehículo.

Me pasé a la calle trasera cruzando el callejón con la esperanza de encontrarlo del otro lado, pero tenía el mismo resultado. Me decidí por tocar algunas puertas, pero una tras otra me daban la misma repuesta. «Ese vehículo es muy común por aquí» o «No vi nada»

A medida que avanzaba el tiempo y el cielo comenzaba a oscurecerse más comenzaba a perder la esperanza de encontrar algo. Suspiré cansado, ni siquiera sabía dónde estaba y estaba seguro que en este punto Beth no solo estaría enojado, sino que también preocupado. Me refregué la cara en un intento de despejarme, sentía la cabeza adolorida y los ojos cansados. Al final Sophie tenía razón sobre haber tomado una siesta.

Le pregunté una mujer que pasaba por la vereda sobre alguna parada de bus cercana y tras señalarme el camino me encaminé hasta allí. Al cabo de casi media hora llegó un bus, otra media hora para llegar a casa. Una hora en total, al bajarme miré la hora no sorprendiéndome que ya sean las siete cuarenta.

La cabeza y el cuello me dolían, tal vez era por el golpe de Fenrir o tal vez el cansancio, de cualquier manera, había olvidado el corte en el labio y el moretón que en este punto debía tener.

Todo ello más el enfado previo y posible preocupación harían de la llegada a casa el inicio de un sermón, sin embargo, no me importaba mientras fuese Beth, al cabo del tiempo ambos nos olvidaríamos de esto.

Aun así, aún si se enojaba conmigo aun si se quejaba no me sentía arrepentido de nada, al menos por esta vez, habían pasado cosas que me alegraba no las viera ni escuchara, era mi alivio del momento.

Cuando llegué a la puerta de la casa la mano se paralizó en el aire por unos segundos al igual que la mente sintiéndola en blanco. La puerta estaba semiabierta, no escuchaba nada dentro y las luces estaban encendidas. No había forma que Sophie la dejase sin llave o siquiera abierta en primer lugar.

Fue la sensación en la nuca la que me hicieron tragar con fuerza sintiéndome ya sin aire con la garganta comprimiéndome el esófago. Empujé la puerta lento sin la necesidad de hacer algún ruido.

Dentro todo el lugar era un desastre, un jarrón roto, una mesita en el suelo, libros caídos, todos los muebles desordenados.

Fue lo primero a mi vista a Sophie en el suelo a un lado de la puerta. Fue en un parpadeo que me agaché tomándola entre mis brazos y dándole vuelta para tomarle el pulso. Sentía corazón en la garganta cuando pude al fin sentir sus latidos. Respiraba normalmente, como si estuviera dormida. Era difícil no notar la marca morada en la parte superior del cachete, con eso ya podía darme una idea de lo que le había pasado.

Me mordí el labio intentando calmarme y respirar de forma normal, sin embargo, fue diferente cuando en el centro del living en medio del desorden Beth estaba tirado boca abajo con el buzo y la alfombra manchados en sangre.

Fue por un segundo que con la prisa y el terror la memoria se me nubló para no recordar en qué momento había cruzado la habitación para sostenerlo en mis brazos mientras le tomaba el pulso. Era presente, pero me parecía tan débil que no podía evitar que se me empañara vista mientras lo llamaba en un intento en vano de despertarlo.

Ni siquiera tuve que mirar a mi alrededor o ir arriba para ser consciente de la ausencia de Belinda en la casa. Tomé el celular de mi bolsillo con las manos húmedas de rojo y marqué al número de emergencia. El segundo que pasó había parecido eterno y escuchando del otro lado una voz intenté hablar con el nudo en mi garganta impidiéndomelo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS