El bendito dios tecnología en medio de sus grandes ventajas como oportunidades bien variadas, me ha sabido causar pequeñas como grandes rabietas, cuando por esas circunstancias de la escritura rápida y mi mecanografía rígida como regida y limitada a solo cuatro dedos, dos de cada mano; saben uno de ellos, meterse en la tecla no indicada y aquello que llevaba escrito se va para el mismísimo carajo, y no puedo contenerme a que mi boca explote, con, “un madrazo seguido de otro y de otro y de otro”, … y, aunque la mayoría de las veces lo guardo todo de antemano, me he quedado mirando “un chispero”, cuando no se dónde se fue lo que estaba escribiendo.
No aprendí a escribir con los diez dedos sin mirar el teclado. Resulté enamorando a Gloria la profesora, que se empeñó en enseñármelo. Fue toda una fatalidad a dos bandas, pues no aprendí a escribir correctamente y el enamoramiento con la profe no dejó de ser más que, “flor de un día”.
Recuerdo que el primer grande impacto de desazón total me ocurrió por el año 1996, en una pequeña oficina que había rentado para impulsar una empresa propia de servicios exequiales.
Estaba elaborando un estudio bíblico que me había comprometido para compartirlo y llevaba más o menos unas cincuenta páginas escritas, cuando no se qué tecla introduje y todo el archivo se perdió de mi pantalla.
Quería gritar, maldecir, injuriar y putear… pero atiné a quedarme lelo mirando con mis ojos exorbitados la pantalla para ver si de pronto aparecía mi escrito.
Para colmo de males, les cayó sal a mis ojos, pues varios minutos después se fue la energía en el sector, o sea, que me quedé a ciegas y a oscuras absolutamente y como no volvió a aparecer, una hora después me resigné a salirme sin saber qué pasaría con mi escrito y con mi compu. Lo único que atiné a hacer fue desconectar todo y esperar hasta el día siguiente.
Bien temprano al día siguiente llegué a prender la compu para reiniciar la búsqueda de mi escrito, el que, como por encanto de ése maravilloso dios tecnólogo, salió nítido en la pantalla, no sé, salido de dónde, ni cómo; pero estaba ahí.
Eventos como este me han sucedido de todos los grosores y tamaños, y las benditas teclas de mis compu, una Toshiba y una Lenovo, se han ganado cualquier millonada de madrazos, cuando mis dedos, se van para la tecla no indicada y mis escritos se pierden de la pantalla.
¿Por qué a mí?, me lo he preguntado infinidad de veces, y créanme, no he podido hallar ni contestarme la respuesta correcta.
Es como si, “el pequeño demonio de la importunidad”, cansón, aburridor, entrometido, burlesco como perverso, se entrelaza y se intercala entre mis dedos y estos, sin pensarlo y sin quererlo se van para donde no se deben ir.
¿Les ha pasado a ustedes?.
Bueno, creo, que muchos y muchas tendrán en su haber, mínimo una experiencia parecida o similar, donde sus benditos dedos, “les han jugado una mala metida en las teclas”, ¡¡¡ Seguro que sí !!!.
¿Han estallado en madrazos?, ¿Cómo han reaccionado?.
Mi hija menor, La Pagarita, es la que más me saca de mis “trancones, falencias, afanes y desesperanzas”; pues ella tiene mucha paciencia cuando la llamo para “pedirle auxilio”, por haber vuelto a meter el dedo donde no cabía.
El dios tecnología nos obnubila, aliándose por las buenas para permitirnos que todo lo que tecleemos no sufra “los rigores del infortunio de los dedos mal metidos”, y también nos asume a latigazos crueles e interminables de desesperanza, perturbación, desasosiego y malhumor, cuando los mismos se van para “la tierra no prometida”.
De otro lado, para que nos sirva de consuelo, si es que de alguna manera nos puede servir sí lo asumimos en positivo, él siempre habrá de vencernos, porque su perfección y diseño, están hechos para ello: “SACARNOS LA CHISPA DE LA VIDA TODA, A TRAVÉS DE LAS TECLAS, EL MOUSE O COMO QUERAMOS USARLO”.
La vida es sabia, y ella en su perfecta sabiduría, sabe y sabrá traernos en el momento justo como oportuno, rayando ya sobre el año 2022, todos sus dilectos beneficios, si, cuando, “metemos mal los dedos; aunque putiemos por montonazos no dejemos de sonreírle, ni de agradecerle”. FIN.
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