Cierro los ojos. Música. Me transporta a su mundo. Ojos de lince, espejismo en la oscuridad, llamada. Una invitación, dispuesto a aceptar. Misterio embriaga mi espíritu, morada del dios. Un trono vacío, el paso de las eras. Descansa soñando en su sepulcro.

El murmullo de las ciudades a lo lejos revela una nueva forma de vida, nuevos sonidos, capaces de descender hasta las entrañas del mundo. Sintetizadores, instrumentos musicales eléctricos, vigorosos motores, monstruosas máquinas, despertar de su letargo a los seres antiguos.

Un altar, elementos para el ritual, encender el fuego de la pira. Un torbellino comienza a engullir los elementos desintegrándolos en la vorágine. Creación, flujo sanguíneo y arterias. Órganos, esqueleto, piel, dorada, Egipto. Nuevo cuerpo de ojos enigmáticos, una llamarada, hombros desnudos, cascada creada a partir de la tierra, ámbar que se intensifica en la oscuridad. Colmillos resplandecen, toma mi cuello, incisión. Fluye sangre en una ola de frenesí que invade la visión, la historia del mundo.

Se formaron los océanos, volcanes y continentes. Se estremeció el planeta en la inconsciencia de su existir. Abraxas. El interior de los océanos. Primer organismo unicelular, diminutas esporas, formas complejas de pequeños organismos pluricelulares. Música para el comienzo. La vegetación recorre este mundo y bajo el agua la evolución, obsesión, el sí mismo.

Experimentos, océanos poblados de vida. Reptiles, poblado el mundo; monstruos e infinidad de especies. Rebosante de vida en millones de años. Aburrimiento. Paraíso imperfecto, demasiado perfecto. Volcanes entran en erupción, baño de sangre de los vivos. Calma tu fuego. Todo ha quedado arrasado. Discurrir.

Vagar adoptando la forma de diminutos insectos que se alimentan de sangre, recuerdos del paraíso muerto, me desgarra el alma. Enamorado de los océanos. Criaturas que vuelan, les regalaré los cielos. Surcarlos a toda velocidad, cielos y mares, verse a sí mismo en sus diferentes formas, ser parte de la creación. Inspiración. El felino depredador, veloz, fuerte y ágil. Ojos para el movimiento, oído agudo, mente que realiza complicados cálculos. Ningún otro poseerá jamás su belleza. Incluso en la era de los humanos adoptaría la forma del lince, la pantera, el tigre o el gato, venerado por los egipcios, un ser como la esfinge.

Pero hay que volver atrás. Una especie que pueda transformar el planeta a su vez, cuerpos frágiles, pero eficientes. Raza esclava del trabajo. Habrá quien deba gobernar sobre estas criaturas. El verdadero arte, dioses menores y seres de naturaleza única. Ninguna raza devendrá de éstos, ninguno igual a otro. Viajar a través de los herederos, hijos-recipientes dotados de vida propia, inteligencia interconectada, los primeros en intuir algo sobre lo que soy. ¿Qué soy, ahora? Otro paraíso, creación que evoluciona por sí misma, trascender el tiempo. Grave error. Híbridos de dioses y humanos, criaturas extrañas e impredecibles, homúnculos, abominación demoníaca.

Tristeza. Tormenta sin fin y un mundo sumergido bajo las aguas oceánicas. Algunos sobreviven en improvisados navíos. También algunas criaturas antropomórficas, relegadas posteriormente a habitar en la oscuridad. Algunas aprenden a mezclarse entre los humanos.

Al emerger la tierra se separaron por especies, los humanos proliferaron, amos despiadados. Grandes ciudades. Las historias de dioses y otras criaturas acaban convirtiéndose en mitología. Paradógicamente se enriqueció en la medida en que aquellos se ocultaban, ofuscando a los hombres. Si alguno se manifestaba ante ellos, escribían grandes obras, otorgándole misterio e importancia. Se alzan templos, núcleo de ciudades. Inspiración, prosperidad y muchos experimentos que dan como resultado a un extraordinario ser, gran depredador que se mueve entre los humanos asemejándose a ellos, diezma la población allá donde es necesario y, a su vez, elige de entre éstos a quién entregar el don de la inmortalidad. Confluyen la vida y la muerte, el humano y el animal, en el punto más alto de la cadena alimenticia. Especie de seres sublimes, junto a los humanos. Pero para que ambas razas puedan compartir el mundo y proliferar en él, a éstos les regalaré el día y a aquellos la noche.

Abraxas, dios de la luz y la oscuridad, creador de la Tierra, hijo del tiempo. Naturaleza única, aunque sólo en apariencia completa, último eslabón de una cadena evolutiva. Si seres más complejos fuesen creados por los hombres o los dioses, aún no habría otro más excelente en su vínculo con la naturaleza.

Séptimo día de descanso. Latente observación de un sueño que capta bajo la tierra los murmullos, hasta que las vibraciones del mundo moderno le llevan a despertar. Ansias de conocer, de la conciencia despierta. Deseo que me escuchen, deseo ser, una parte del gran todo de mi propia creación, yo mismo dividido, mi yo otrora inconsciente. Pues a través de las máquinas creadas por los hombres he sentido el espíritu de los dioses. Desde planetas lejanos escuché a otros creadores de mundos.

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