Está al final de una acera con una fila de arbolitos que no dan sombra. es una parada de autobús como todas, con su marquesina, su publicidad y sus cristales sucios.
Parece un horno. Son las cuatro de la tarde y la temperatura es de 44º.
Hay tres mujeres gordas que sudan y se abanican con revistas viejas y sobadas.
Dos de ellas llevan vestidos anchos y feos. La otra viste una minifalda, pesará más de cien kilos y las carnes se desparraman. Abre las piernas y se le ven las bragas. Sucias.
También hay un hombre al que parece no afectarle el calor. Tiene la piel de acero inoxidable. Ropa sencilla de color caqui.
El hombre mira hacia cielo como si esperase algo de arriba. Allí todos esperan. El autobús vendrá.
Una pareja se acerca. Discuten. Ella dice no. No. No. Él se pone furioso y la insulta. Ella echa a correr. Y él corre tras ella. Los de la parada no se mueven. Solo miran.
El sol calienta tanto que parece que se van a derretir la calle, los arbolitos y la parada.
Unos ruidos llegan del cielo. Pueden ser pájaros, cohetes espaciales, invasores de otra galaxia… Los de la parada esperan.
Las tres mujeres resoplan. Una de ellas se abanica con más fuerza y le suena el pecho, gggg, gggg,gggg. Luego escupe un flema.
Por la acera de enfrente, los pocos que caminan lo hacen pegados a las paredes que aportan una franja de sombra junto a los edificios. El sol también los pillará a ellos, pero mientras tanto…
Se oye un ronroneo. Es un motor. El autobús se acerca jadeante. Se detiene y el hombre deja subir primero a las mujeres. Tiene que ayudar a la que le suena el pecho. Empujarla.
Cuando él va a subir, ve a una joven que viene corriendo y decide esperarla agarrado a la barra del autobús.
La joven aun no ha llegado y el conductor tiene prisa, pero el hombre se obstina en esperar a la joven mientras el conductor se pone histérico. La joven llega por fin y el hombre la deja subir antes que él. El conductor vocifera y lleno de rabia aprieta un botón.
Las puertas se cierran con tanta fuerza que seccionan el brazo del hombre con un sonido metálico. Los viajeros aplauden al conductor y ríen mirando el brazo asido a la barra.
El hombre queda en la parada sin brazo mientras dos muelles caen al suelo. Mira al cielo y luego se agacha a recogerlos. El autobús se aleja con su brazo. Está sorprendido. No sabe qué hacer.
Más adelante el autobús pega un frenazo. El hombre mira expectante. Las puertas del autobús se abren y ve a la joven que ha subido antes. Es bella. Lleva un vestido de flores y tiene la piel de acero inoxidable brillante. En sus manos trae el brazo del hombre y algunas piezas sueltas. Entre los dos forcejean con las piezas y los muelles, hasta que consiguen colocar el brazo correctamente.
La joven y el hombre se miran, sonríen y se alejan juntos. El acero inoxidable siempre tiene arreglo.
Jesús Oliveira Díaz
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