My mini-me

My mini-me

VFS

07/10/2021

¡What the fuck!, pensé, cuando a la entrada del Walmart de San Bernardino, vi un stand  promoviendo un nuevo juguete llamado “Mini-you”.  Se trataba de un novedoso hombre de acción fabricado a imagen y semejanza del cliente. ¡Shit! La tecnología ya nos alcanzó. Bastaba con meterse a una cabina oscura donde una serie de cámaras fotográficas tomaban un centenar de fotos en 3D a trescientos sesenta grados, y en solo cuestión de diez minutos, just ten fucking minutes, fabricaban un muñeco de treinta centímetros, twelve inches, con todas las características del cliente. ¡Oh my gosh! No pude evitar mi curiosidad y entré en el juego. Lo que más me impresionó fue la cara. Hasta la cicatriz que tengo sobre mi ceja izquierda, producto de un botellazo que recibí cuando, de joven durante una parranda, me propinó Juan solo porque ya con varios drinks encima le tiré un piropo a la Chío, su novia en turno, apareció en el muñeco.

Nunca he sido supersticioso, pero he de reconocer que cuando a cambio de veinte bucks me entregaron mi pequeña réplica, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Y lo que pasa es que no pude evitar recordar los muñecos vudú que, en Raboso, mi pueblo natal hacía, bajo encargo, la Mica, conocida como “La Chamán” o “La Bruja”, sobrenombres ganados ambos a pulso. ¡Damn Whitch!

Nacida en Catemaco, lugar conocido por la gran cantidad de limpias y brujerías que ahí se practican, emigró a Raboso huyendo de la competencia.

Los muñecos vudú que le encargaban, servían para hacer daño a quien  se identificara con él. Si un alfiler se insertaba en su brazo derecho, ups, un intenso dolor en el mismo lugar, atacaba al pobre individuo ligado a este muñeco.

Tratando de disimular mi shaking hand, tomé mi pequeño yo a la vez que entregaba a cambio un billete de twenty bucks. Notando mi nerviosismo, el vendedor solo me dijo: “Hope you enjoy it”. “Thanks” respondí, alejándome del lugar.

Pendiente de que nadie me viera, busqué en los bolsillos de mi chaqueta algo con lo cual picar a mi mini-yo, y lo único que encontré fue un clip. Desdoblándolo, puncé con él, en repetidas ocasiones, el abdomen del muñeco que sostenía en mi mano izquierda y, por fortuna, no sentí nada. Feliz, di un kiss en la mejilla al muñeco, y en ese momento sentí, en mi mejilla, algo húmedo y cálido al mismo tiempo. Sin duda se trataba de un beso. Cerré los ojos y di otro beso al muñeco, imaginándome, esta vez, que era la figura de la Kim la que tenía en la mano y me había besado. Entonces acaricié el pelo del muñeco, sintiendo cómo una mano hacía lo mismo sobre mi cabeza. En ese momento una pareja que pasaba con un chamaco junto a mí, le dijo al niño; “look what drugs do. ¡Shame on you!” añadieron dirigiéndose, ahora, a mi persona.

Una idea, como un flash, invadió en ese momento mi mente: si tuviera conmigo una figura de mi negrita linda, podría besarla y acariciarla todos los días.

Tal vez podría llevar esta tecnología a Raboso y distribuirla por todo México. Sería, sin duda, un buen bussines. Habría que echarle un poco de seso al asunto.

Canijos gringos, pensé, por algo son una potencia mundial y dueños del “State of the art” de la tecnología. Inventan cualquier cosa y venden el “Know how” en todas partes, mientras a nosotros, los chicanos, nos pagan three bucks la hora por piscar algodón. ¡Fucking life!

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