21.08.21
Si alguien quisiera matarme hoy, se lo agradecería.
El día es pálido y ventoso, las baldosas de mi casa están cubiertas de tierra y las gotas caen eufóricas desde las macetas colgadas en el techo formando un barro suave. Mi gato mastica un trozo de algo, un trozo de no sé qué, y de vez en cuando centra su atención en las hojas que corren al otro lado del portón de la casa, en la vereda del pasaje. A menudo pienso que sueña con escapar de su terrible vida con nosotras, planea cada mañana, cada tarde y cada noche su huida de aquí. Al parecer su cama peluda y cálida más su comida cara -de esas llamadas premium- y los mimos son una vida miserable para él. Lo entiendo, y conozco la metáfora de la jaula de oro, nada se compara a la libertad.
Cuando era apenas una mocosa solía cuestionar a mi madre por su falta de decisión y su miedo a irse de la casa de sus padres, mis abuelos. Abuelos que, aunque fueron muy cariñosos conmigo, jamás la amaron a ella, pues no retienes a lo que amas. Tal vez no amo a mi gato, o talvez lo amo demasiado. ¿Han notado que cuando alguien hace algo reprochable lo criticamos despiadadamente?, pero si la actitud charcha viene de nosotros siempre está debidamente justificada.
La verdad es que tengo miedo de ser abandonada por mi gato, más aún sabiendo que sueña con dejarme, digo a menudo que temo por él, – ¿qué hará solo en los techos? – le digo a todas las visitas que, sin preguntarme, reciben un discurso sobre mi obsesión de proteger a mi gato de los peligros que asechan en las frías calles de una comuna marginada. La realidad es: Que temo, me abandone, porque soy yo quién de hecho no podría vivir sin su compañía.
11:57 am. Salió el sol, hay viento fuerte, casi que un temporal y mi padrino vino de visita, inesperada y corta como siempre pero muy afable. Su compañía es grata y bien recibida por nosotras, que, aunque no gozamos el hecho de recibir visitas, tenemos simpatía y preferencia por algunas. Al rato, recibió una llamada de escape, es mi madrina al teléfono informándole que vendrá por él. Pienso que la razón de que nos agrade su visita es que de hecho son muy breves y eso parece acomodarnos a todos los intervinientes.
12:04 pm. Algo desagradable acaba de ocurrir en la casa de los vecinos del frente y tiene que ver con una rata. Debo admitir que no siento una gran simpatía por ellas (las ratas), ni por mis vecinos. Pero, lamento haber tenido que presenciar el deceso de esa pequeña amiga de la basura a manos de los perros del vecino y una mujer que de hecho no conozco, pero sé que vive ahí. Tras varios escobazos por fin la rata dio su último suspiro y se unió al sueño eterno, con sus ancestros. Mi gato observaba desde el otro lado del portón la cacería, espero que eso le enseñe los peligros de ser independiente y de las desagradables cenas que la libertad le proporcionaría.
Debido al acontecimiento tan movido de hace un rato olvidé mencionar algo sobre la visita de mi querido tío y padrino, cuando mi madrina llegó a recogerlo experimente una actitud de los más extraña, pero a la vez familiar. Sonreí y actué como si fuera la chica más feliz, pero fui tan convincente que me atrevería a elogiar mis propios dotes en la actuación. Digo, no creo que nadie note que realmente no estoy feliz, pero dudo que a alguien realmente le sea de interés saberlo o siquiera mencionarlo.
12:55 pm. Me siento como en el show de Truman, excepto que no soy Truman. Soy el extra al que contrataron para fingir que todo está bien. Este es otro día más simulando saber pa´ donde va la micro, cuando en realidad no he lavado ni mi pelo.
14:19 pm. Hace un rato antes del almuerzo me tomé la confianza de leerle a mi mamá una cosa que escribí -me pregunto si es algún tipo de trauma de aprobación- a lo cual, después de unos segundos en silencio dijo – Mi hija será una gran escritora-. Una respuesta que para mi es inmensamente sorprendente, dado que jamás la oí tratarme con tal condescendencia y menos respecto de algo que si disfruto hacer.
Mamá… como hablar de ella sin mencionar las inmensas expectativas que pone sobre su única hija, yo.
22.08.21
Admiro a mi gato, digo, es increíble. Sabe cual es su nombre, da los cinco y siempre sabe cómo sorprenderme, mi mamá dice que tiene un gran potencial y podría aprender muchas cosas más. Obviamente no estoy de acuerdo, claro que es muy listo y de seguro aprendería más, pero, ¿por qué le haría tal daño?; es bien sabido que mientras más sabio se es menos feliz también. Así que, no, nadie puede culparme por protegerlo de la miseria del conocimiento.
Yo no soy muy inteligente, pero, tampoco feliz. ¿Será que mi teoría sobre el conocimiento en proporción con la infelicidad está equivocada? Tal vez las “apariencias de conocimiento” sean un factor en el estudio de esta teoría. El hecho de que muchas personas tengan un concepto errado de alguien en ocasiones lo vuelve real, como aquel a quienes todos denominan sabio y no es más que un sofista.
Incontables veces me he planteado si soy tan inteligente como dicen o si solo fui víctima de las expectativas ajenas, haciéndolas eventualmente propias.
¡Que tipa más nostálgica y latera!, bueno sí, sí soy. Muy típica, y poco práctica, claro que sí. ¿Básica? Jamás.
Una vez recibí un insulto de lo más alarmante relacionado con la simpleza de mi carácter, de alguien que probablemente contemplaba en mi la propia debilidad de su ser. Traté de hacer oídos sordos, pero, caí un segundo y llegué a pensar que tenía razón. Lo cual, por cierto, era evidentemente falso, pues si yo básica fuera la vida sería por mucho, más fácil.
11:52 am. -“Ojalá quede en ti algún rastro de mi”- Una cita poco profunda de una canción de pop romántico que suena en la radio y alimenta mis pensamientos derrotistas de jamás recuperar el clic perdido.
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