Parte III – Intriga

El despertador sonó a las 6:30 am como de costumbre pero no lo oí, tenía un sueño pesadísimo bajo mis párpados y me quedé dormida media hora más. De un salto me levanté y corrí a la ducha, el agua tibia relajo mis músculos al instante tanto que me hubiera encantado quedarme así por el resto del día pero el trabajo en la oficina me esperaba, así que me puse lo que encontré en el clóset sin siquiera mirarme al espejo.

Al llegar todos me miraron sorprendidos -Buenos días, buenos días- los saludé con rapidez -¡Vaya! lloraste anoche? traes los ojos pequeños- dijo Miranda con voz áspera -No, no traigo maquillaje- bufé.

Me fui directo al tocador a enchinarme las pestañas y a darle color a mi piel, recogí mi cabello húmedo en una coleta y me dispuse a seguir con mis pendientes de esa mañana.

Estaba ensimismada con la papelería que no oí al mensajero tocar la puerta, levanté la vista y ahí estaba con un paquete amarillo -Buen día señorita, esto es suyo- pronunció con amabilidad. Abrí el sobre con curiosidad, me sorprendió encontrarme con ese libro, no había hecho ningún pedido por internet ni nada por el estilo, de pronto recordé «El dueño de las sombras» de Care Santos, el libro que leí ayer en el restaurante. Era un regalo de él, estaba claro que no conquistaba de la forma habitual, ni flores ni chocolates. Se me dibujó una sonrisa que no cabía en mis mejillas, lo examiné y había una nota «Espero lo disfrutes preciosa» me saltó el corazón, este hombre era yo en versión masculina y si que sabía como seducir a una mujer con gustos como los míos.

Pasé el resto de la mañana con muy buen humor, estaba dudando en mandarle un mensaje en agradecimiento, pero no quería que pensara que estaba desesperada por saludarlo. Aproximadamente a medio día llamó:

-Hola guapa, ¿que tal tu día?- dijo una voz ronca detrás de la línea

-Ajetreado, pero bien- dije tratando de disimular mi voz de emoción

-¿Recibiste mi regalo?- su voz sonaba inquieta

-Si, muchas gracias- emití apenada

-Te vi muy entretenida leyendo ayer y pensé que era buena idea obsequiartelo- articuló victorioso -Hoy quiero invitarte a una exposición de fotografía, es a las 8 ¿vamos?- pronunció ansioso

-Me gusta la fotografía, de acuerdo ¡vamos!- quise aparentar calma y ahogue una risita de emoción.

Las horas se me hicieron largas después de esa llamada, dieron las 6:00 pm y salí disparada del lugar, llegando al departamento, alboroté la ropa del closet en busca de mi vestido azul marino.

Una hora después estaba llegando al museo de arte moderno, él me recibió en la entrada, me gustaba en modo desaliñando pero formal era extremadamente atractivo, su camisa azul turquesa contrastaba perfecto con su piel traslúcida y sus lentes cuadrados.

-Luces hermosa- pronunció al mismo tiempo que me dio un beso en la mejilla

-Tu también- dije nerviosa

Nos tomamos de la mano para encaminarnos al lobby, la iluminación era magnífica con las paredes beige y los cuadros de las fotos en blanco y negro, la música suave transmitía tranquilidad y yo parecía una chiquilla volteando para todos lados.

-Ana es mi amiga, estudiamos juntos la universidad y hoy es su primera exposición, la mayoría de mis compañeros de generación vendrán- susurró a mi oído, ese gesto me erizó la piel haciéndome sobresaltar.

Una chica diminuta y de cabello corto comenzó a hablar, todos nos acercamos a ella, al verla sentí celos. Era bella, su piel trigueña se acoplaba estupendo a su cabello negro y lacio, ojos grandes y pestañas largas, una mirada muy penetrante, parecía una modelo con ese vestido corto entallado y sus zapatillas negras, una mujer muy elegante. Sentí que el estómago se me revolvía al imaginarla como pareja de Max, mil ideas más se apoderaron de mi mente, él se dio cuenta, me apretó la mano volviéndome a la realidad.

-Nos iremos a celebrar. Pizza y cerveza ¿Te apetece?- su sonrisa parecía la de un niño. Asentí.

Al terminar el evento, me presentó con sus amigos incluida Ana, todos eran del mismo estilo que él, bromearon un rato entre ellos y por un momento me sentí excluida de sus conversaciones, pero Max seguía sin soltarme la mano

-No te cohíbas preciosa, son buena onda- dijo guiñándome el ojo izquierdo

-Lo sé, pero no puedo evitarlo- mi voz fue apenas audible

-Estás conmigo, todo estará bien- sonrió

Nos dirigimos al bar, eramos aproximadamente siete personas, Matías, Samantha, Damián, Ana, Emiliano, Max y yo. El lugar era de estilo bohemio, las luces tenues le daban un toque elegante y acogedor el cuál se inundaba con «Losing my religion» escogimos una mesa cerca de la terraza, pedimos un par de pizzas salumi y cerveza oscura. Hablaron de lo que había pasado en sus vidas después de concluir la universidad, todos eran comunicólogos y yo no entendía mucho su conversación así que me dedique a comer y beber, en ratos Max me hacía plática y trataba de incluirme, poco a poco empecé a socializar, cuando el alcohol adormeció mis nervios.

Después de varias cervezas me sentí mareada y corrí al tocador a rociarme agua, Ana me alcanzó, me sentí intimidada al comparar su reflejo con el mío frente al espejo, se estaba pintando los labios en un tono escarlata, me sonrió.

-Eres afortunada- dijo con voz resentida

-¿A que te refieres?- pronuncié confundida

-Max te eligió a ti- articuló enfadada

-Somos amigos- emití con amargura

-Él nunca trae a nadie, llevo más de 5 años de conocerlo y jamás lo he visto con una chica, pero supongo que no te ha dicho…- Nos interrumpió el tono de su móvil y salió a contestar ¿que era lo que Max no me había dicho?, ¿que me estaba ocultando? me sentí enfadada y salí dispuesta a enfrentarlo.

Al llegar a la mesa me senté en el taburete, él me tomó de la mano mientras tarareaba «Never gonna give you up» de Rick Astley y me miraba fijamente apoyando su barbilla en la mano derecha, me estremecí al verlo así, sentí ganas de besarlo y por un momento olvidé lo que tenía que reclamarle.

Nos salimos a las 2:35 con sólo cuatro sentidos, la batería del móvil apunto de agotarse, las piernas adoloridas por los zapatos altos y el vestido arrugado.

-Estoy mareada- grité a media calle

-Yo te cuido bonita- dijo y luego carcajeo entusiasmado

Me tomó de la mano y caminamos por la alameda, conseguimos un taxi enseguida y él me acompañó hasta la puerta del departamento.

-Gracias por la velada de hoy- le dije tímidamente

-Gracias a ti por aguantarme a mí y a mis amigos ebrios- su voz sonó un tono más alto de lo habitual

-Hay algo que no le entendí a Ana, algo que no me has dicho, de que se trata Max- pronuncié dispuesta a sacarle la verdad

-No sé, está loca. Lo único que sé es que quiero hacer esto-

Me tomó con fuerza la cintura y me besó, sentí sus labios tibios enredarse en mi lengua y me aferre a su cuello con las dos manos, tuve que ponerme de puntitas para alcanzarlo, sus manos empezaron a acariciar mi espalda aceleradamente. De pronto se detuvo y me miró con ternura -Besas delicioso, pero debo irme, descansa pequeña- me abrazó con fuerza y luego me besó la coronilla, enseguida lo vi alejarse tambaleante.

***

Los rayos solares daban directo a la ventana de la oficina, estaba sentada frente al ordenador con un cúmulo de pendientes, sintiendo el calor a prensando mi cuerpo y la cabeza a punto de estallar. Salí por un vaso de agua, en el pasillo me encontré a David, un chico muy atractivo que tenía un gusto excesivo por la moda y las mujeres.

-¡Vaya que estuvo buena la fiesta de anoche!- sonrió con sarcasmo -Hubiera estado mucho mejor, pero no me invitaste- murmuró mientras mordía su labio inferior.

Lo miré como a un bicho raro, los hombres superficiales no son mi estilo y menos si se dan aires de ser unos galanes «Maldito arrogante» pensé, en ese momento llegó Simón con una charola -Lo mandaron para ti- dijo extendiendo la mano, la tomé, era un jugo de naranja, enchiladas verdes, fruta picada con miel, un par de analgésicos y una nota:

«Después de una noche de alcohol un buen desayuno te sentará de maravilla. Disfrutalo preciosa»

Sentí mi corazón acelerarse y una sensación de nervios me recorrió desde la cabeza hasta la punta de los pies. Estaba impresionada con su comportamiento tan acertivo y estaba empezando a sentir algo más que una simple atracción, no sabía si era correcto dejarlo fluir o frenarlo, así que le estuve dando vueltas al asunto toda la mañana y decidí enviarle un correo:

«El desayuno estuvo delicioso y muy oportuno, gracias. Ten un bonito día»

Al caer la tarde ya me estaba desesperando, no había llamado en todo el día y no respondió el email de agradecimiento que le envíe, quizás se le había pasado el encanto, mi mente empezó a divagar haciéndose mil ideas, trate de no pensar en ello y me hundí en la música sonora de «The heights»

Dieron las 6:00 pm y la oficina empezó a quedarse vacía, yo decidí avanzar otros 45 minutos más al trabajo rezagado, la estrategia era mantener la mente ocupada el mayor tiempo posible.

Salí con mi abrigo bajo el brazo y unas carpetas revueltas en la mano, cuando lo vi recargado en la pared con la melena alborota, una camisa a cuadros de algodón en color vino, los pantalones desgastados y un cigarro entre los dedos.

-Hola guapa- dijo deshaciéndose del cigarro

-Hola Max- sonreí sorprendida -Cuánto tiempo llevas esperando- pronuncie ansiosa

-No lo sé, una hora tal vez- se acercó a mí con lentitud, pude sentir su respiración agitada y sus manos atrayéndome hacia él, me besó con desesperación, mis labios se acoplaron perfectamente a los suyos. Sentí el abdomen encogerse mientras mis manos comenzaron a sudar. De golpe me soltó.

-Estás bellísima- exclamó sosteniéndome la cara con ambas manos -Ven, vamos por un café- me tomó una mano y caminamos tres cuadras hacia el oriente.

-No respondiste mi mensaje- dije secamente

-Disculpa nena, preferí venir a buscarte- pronunció encantado, su semblante adorable me borro el enojo en un santiamén.

Llegamos al café de estilo vintage con paredes en tonos pastel, faroles en el techo y un sin fin de objetos de antaños.

Pedimos dos americanos, mientras llegaba la orden buscamos la mesa más alejada, una que daba hacia el balcón. Me tomó ambas manos.

-Nunca me había esforzado tanto por agradarle a una persona y de pronto llegas tú y volteas mi mundo- dijo nervioso

Quise evadir ese comentario y le pregunté -Cómo sucedió?-

-Lo supe desde que te vi- sonrió al recordar

Esa respuesta me pareció muy pasada de moda y sin lógica, como iba a saberlo con solo verme. Él pareció leer mi mente y enseguida añadió -Esa tarde en el parque, yo daba un paseo como siempre acostumbro, me gusta observar y pensar, vi a todas las chicas con su móvil en la mano perdidas en las redes sociales, de pronto te vi a ti, me di cuenta que eras distinta desde ese instante, tu estabas sentada absorta en tu lectura, te observé por 30 minutos hasta que decidí hablarte- sonrió extasiado -Tú eres mi estilo- acarició mis dedos mientras me observaba con profundidad detrás de sus lentes cuadrados.

Sentí que la piel se me enchinaba, no sabía que responder, me quedé muda digiriendo sus palabras, me costaba aceptarlo, nunca imaginé verme así, atolondrada por alguien.

-Sus bebidas- dijo una vocecilla

Hicimos espacio entre nosotros para que las pudiera colocar sobre la mesa.

-Me agrada conversar contigo y también te considero una persona excepcional- pronuncié en voz baja

-Sin tanto formalismo, dejemos que las cosas sigan su curso, yo te quiero en mi vida ahora- exclamó con seguridad

-De acuerdo- sonreí

El resto de la tarde nos la pasamos hablando de otros temas y riendo como unos locos, no recordaba la última vez que la pasaba tan bien con alguien y sinceramente lo estaba disfrutando.

Salimos del lugar yo con el corazón ilusionado y el frío de la noche perforando mi espalda, me colocó el abrigo haciéndome sentir una niña luego me abrazó, su piel tibia me reconfortó.

-Mañana por la mañana quiero invitarte a un lugar, sé que te va a encantar- sus labios se curvaron en una sonrisa que se extendió de una mejilla a otra.

-¿A donde?- pregunté

-¡Sorpresa! sólo déjate consentir- dijo en un suspiro

Le di un beso en la mejilla para despedirme y él me tomó la cara besándome apasionadamente, me alejé para recuperar el aliento y le sonreí tontamente.

-Hasta mañana nena- se despidió mientras yo me subía al taxi.

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