Rompo un váter por mi vida

-1-

Xavier odiaba bastante la lluvia. Le hacía sentirse deprimido, ya que siempre tenía que caminar cabizbajo para que sus gafas no se llenaran de molestas gotas. Tampoco necesitaba la ayuda de un suelo mojado para caerse. Lo único que era agradable de la lluvia era el olor. Ese olor característico le traía nostalgia hacia una época donde todo era más sencillo.

Tras utilizar los balcones como paraguas provisionales entre calles, Xavier entró en una cafetería poco abarrotada. Vio a una pareja de ancianos y un hombre hablando con la chica de la barra. Era un panorama bastante normal, considerando que no llovía tanto como para que todo el mundo necesitara cobijarse. Un paraguas o una capucha y algo de paciencia, y aquel temporal no era nada.

La mujer de la barra no tardó en atenderle y ofrecerle un café del tiempo al chico, que se sentó en una mesa apartada y observó por el cristal del establecimiento como las gotas seguían cayendo más rápido uniéndose, luego separándose, hasta que las perdía de vista y se volvía a fijar en nuevas gotas más altas en el cristal.

Siempre había tenido aquella manía, pero nunca le había dado más vueltas. Sin embargo, tras lo que había pasado los últimos días, incluso algo tan vano como aquello ponía en marcha su cabeza.

  • -Si se unen, caen más rápido… – murmuró, para luego dar un respingo. Intentaba no darle vueltas, pero todo lo que le había dicho Celia la noche anterior seguía resonando, rebotando dentro de su cabeza. Sabía que pensar sobre todo eso no traería nada bueno, pero no es como si pudiera pedirle a su cabeza que dejara de pensar.

Xavier volvió la vista a su café del tiempo y vertió el líquido oscuro en el vaso con hielo hasta que la rodaja de limón cambió ligeramente de tonalidad. Empezó a girar el hielo, escuchándolo golpear contra el mismo vaso. Aquel sonido y el olor a lluvia eran cosas que le tranquilizaban, que le ausentaban incluso de pensar.

El sonido de un trueno retumbó y la mujer de la barra dio un pequeño grito de sorpresa. Otro ruido llamó la atención del chico, que esta vez si se inmutó, viendo como al otro lado del cristal una chica de unos 17 años en un chubasquero rojo golpeaba el cristal y saludaba feliz a Xavier.

Lo primero que hizo Xavier fue llevar su mano hacia el bolsillo de su chaqueta lo más rápido posible, en busca de algo con lo que poder lidiar con aquella chica. Lo único que encontró fue una decepción a la que ya estaba acostumbrado.

  • -¡Fantástico! – gritó con tanta fuerza que hasta dañó su garganta. No era solo por quejarse, sino para ver las reacciones de la gente de aquel café. La anciana y el hombre que hablaba con la chica de la barra se giraron hacia Xavier mientras el resto seguía a lo suyo, como siempre. La chica y el anciano seguían hablando como si de verdad tuvieran alguien a su lado. ¿Cuándo se había acostumbrado Xavier a ver aquella escena? En igual de aceptarlo como extraño, ya empezaba automáticamente a pensar en como escapar con vida de allí.

La chica de fuera entró en el café y se quedó en la puerta, asegurando la única salida. Xavier no tenía muy buena vista, pero sabía que aquella pequeña joven delgada podría fácilmente sobrevivir a un edificio derrumbándose. La anciana estaba a menos de 3 metros, y el hombre iba un par de pasos por delante de ella. No tenían prisa.

De lo único de lo que estaba seguro era de que no tenían prisa, pero eso también podía significar que no eran capaces de correr. Solo era una posibilidad y apostarlo todo a una cosa tan poco probable solo podía ser estupidez. Xavier suspiró con una sonrisa cansada mientras apoyaba sus manos por debajo de la mesa.

Incluso si era una estupidez, no le quedaban más opciones en las que apostar. Con todas sus fuerzas levantó la mesa tirándola hacia la anciana y el hombre, agarró una silla negra de metal y corrió lo más rápido que pudo hacia el baño. Al entrar, y sin parar su carrera, estrelló la silla contra la cisterna del váter. El agua se desbordó y empapó a Xavier considerablemente. Siguió golpeando, rompiendo la pared, escuchando a la anciana y al hombre entrar al baño. Juraría escuchar a la anciana hablando de la mala educación de los jóvenes de hoy en día y al hombre riendo por algún motivo, pero les ignoró. Finalmente consiguió golpear la tubería tras la pared, logrando que el agua explotara como un chorro y empapara el suelo del baño en unos segundos.

Se giró, ahora viendo como la piel de la anciana se escurría como barro mojado. Ni siquiera intentó mirar al hombre, en su lugar embistió contra él, empujándolo hacia la anciana y corriendo hacia la puerta. La salida del café estaba vacía, sin rastro de la chica en chubasquero rojo, y Xavier no dudó en lanzarse hacia la calle. Aunque tropezó debido al suelo mojado, lo logró con bastante rapidez. La anciana y el hombre sin embargo seguían intentando salir del baño empapado.

Xavier era torpe y se caía mucho, pero justo por eso había aprendido a levantarse rápido. Eso, sumado a la lentitud de esas criaturas, fue lo que le permitió salir de allí. Pero no podía estar tranquilo aún. El peligro no había pasado, y si bien las calles significaban más espacio para huir, también significaba que le podían sorprender desde más lugares.

Empezó a correr.

Mientras corría por todos lados, se dio cuenta de que estaba en una zona muy turística. Estaba repleto de bares y cafeterías. Suspiró con un quejido, casi sollozando.

  • -Ni un café. Es que no me dejan tomarme ni un café.

Pasó por al lado de aquel callejón que siempre veía de pasada, aquel que tenía carteles sobre el agua de valencia. Eso le hizo recordar una conversación con sus padres, cuando le contaron sobre aquel café que se había vuelto tan turístico que había tenido que cerrar.

Por supuesto, debido a que andaba absorto en sus pensamientos, se chocó con alguien. Evidentemente, fue la chica del chubasquero rojo, que le tocó el pecho con la palma de su mano cuando Xavier había perdido el equilibrio.

Lo siguiente que sintió fue como su cuerpo empezaba a elevarse en el aire. Fantástico, ahora que aquella chica le había tocado, había empezado a flotar. La alegre joven reía mientras señalaba hacia él con su mano. Estaba totalmente bajo su control. Lejos de buscar una manera de escapar, Xavier solo tenía un pensamiento rondándole la cabeza.

“No he roto un váter para acabar así.”

Por otro lado, era el resultado más normal. Al fin y al cabo, no puedes vencer a personas con capacidades únicas, con poderes sobrenaturales, si sólo eres un chico normal y corriente. Xavier había pensado en apuntarse a algún arte marcial, pero llegados a este punto, consideró que ese sería otro objetivo de año nuevo echado a perder.

Mientras la chica seguía feliz y riéndose de Xavier, este giró la vista a la calle circundante.

“Wow, eso va a doler” pensó, justo antes de que un coche golpeara a la chica con la parte de debajo. Literalmente, el coche había sido arrojado como si fuera de juguete. Por supuesto, la chica se fijó en su cara de lástima, se giró, y lo paró antes de que realmente la golpeara. Ella podía hacer levitar idiotas que usaban sillas para inundar baños, por supuesto que podría parar un coche volador si se esforzara.

No obstante, la chica no tenía suficiente control como para detener un coche y hacer levitar a un chico al mismo tiempo. Xavier cayó al suelo, golpeando con fuerza su espalda. Por suerte el impacto no había roto nada ni sacudido su cabeza, de modo que, aunque viera un poco triple, aún podía caminar. Como no sería suficiente, corrió directo a su salvación, pasando por el lado de la chica. Esta intentó tocarlo de nuevo, pero una grieta que se abría por el suelo la obligó a dar un salto hacia atrás.

Xavier realmente no sabía de donde procedía la ayuda, pero si sabía que la bronca que le iban a echar sería ejemplar. Así que se aferró a eso. Incluso palabras que lo atacaran por parte de un conocido eran mucho mejor que ser aplastado por uno de esos coches voladores o grietas de asfalto.

Finalmente lo logró, con un salto final debido a un trozo de suelo levantado, y entró de lleno a la Plaza Redonda. Verla en su estado actual siempre le causaba cierto malestar, pero después de mojarse por la lluvia y el agua de váter, de caerse huyendo de una anciana, y de que una chica casi lo matara, todo en media hora, sinceramente, lo único que quería era una manta.

Xavier se dejó caer en el centro, preparado a estampar su cara contra el suelo. El impacto sin embargo no dolió, amortiguado por una cama echa de hojas de ficus. Xavier se dio la vuelta, mirando hacia el techo cerrado hecho de piedra. Había llegado al Refugio. Se puso a contar mentalmente, y antes de siquiera llegar al tres, el primero de muchos gritos llegó.

En aquella construcción secreta, en una sala prácticamente en otro extremo, un chico se rió ligeramente.

  • -Parece que ya ha vuelto. – dijo mientras enrollaba la bolsita del té a la cuchara con suma delicadeza. Los finos dedos de Nicolás parecían de porcelana, y sus movimientos tan naturales y frágiles terminaban de completar el cuadro.
  • -¿Se había ido? – preguntó una chica sentada enfrente de él, que mantenía la mirada fija en su libro. Era una pregunta absurda. Si ella había podido leer el libro era, precisamente, porque él se había marchado. Nicolás seguía disfrutando de aquellas frases vacías que solía utilizar aquella chica cuando leía. Era como si escuchara lo que le dicen y respondiera para que la conversación siguiera, aún si ella no formaba parte de esta.
  • -La jefa está enfadada de verdad con él esta vez.
  • -¿Cuánto?
  • -Le echo dos, tres horas así a lo fácil.

Nicolás bebe algo más de té rojo. Hay más gente en la cafetería en la que están, pero el ambiente que se respira es de gran tranquilidad, casi como si estuvieran rodeados por lluvia y encerrados allí. Agarró la bolsita para el té y empezó a desenrollarla.

  • -¿De qué va el libro?
  • -He estado pensando. – responde la chica cerrado el libro. -Quiero decir, el libro me ha hecho pensar sobre el paso del tiempo.

Nicolás sonrió con picardía, dejando el té también a un lado.

  • -Suena interesante. ¿Y bien? Cuéntame, soy todo oídos.

La chica tosió forzadamente, como reprochando algo a su compañero, pero este no reaccionó.

  • -Como sea… – comenzó. – Pensaba que hay una inmensa cantidad de cosas que cambia antes de que te des cuenta, por ejemplo, una de las entradas, la de la Plaza Redonda. Ese lugar antes era diferente, mucho más animado.
  • -Sigue siendo bastante popular.
  • -Pero no es lo mismo. Pasa igual con el Café Madrid, por muy popular que se hiciera, al final fue eso lo que lo hizo estropearse con el tiempo.

Nicolás sabía que su amiga tenía razón, pero algo le había estado rondando por la cabeza desde el momento en el que había mencionado el tema de la conversación.

  • -Para mi no es exactamente así.

Nicolás clavó su mirada en su amiga, quien la desvió con incomodidad.

  • -¿Acabas de evitar mi mirada?
  • -Eso es…

La chica no era capaz de responder con exactitud. Para empezar, no tenía claro si una persona ciega podía echar miradas a la gente. Su amigo entrecerró sus cristalinos ojos y se terminó su té.

  • -El paso del tiempo es algo que se ve. Las arrugas en un hombre o los lugares que desaparecen de la vida de las personas. Para alguien de mi condición puede ser algo más complicado.
  • Pero tu envejeces igual, tú… tu dejas de poder ir a los mismos sitios del mismo modo que los demás.

Para ella era muy incómodo hablar de esos temas con él. Al fin y al cabo, tenía miedo de meter la pata. Si le trataba como alguien especial por ser como era podía ser ofensivo, pero si no lo hacía y le intentaba tratar como a todos los demás podía ser también desconsiderado hacia su discapacidad.

Nicolás sonrió sutilmente.

  • -Todo es más fácil cuando solo hay que vencer a los malos ¿verdad? – comentó levantándose de su silla.
  • -Todo es más fácil si solo tengo que leer conversaciones como estas en un libro…

Y así, los dos amigos, aunque muy diferentes, dejaron la cafetería y las incomodidades atrás, uno al lado del otro.

Xavier por otro lado también tuvo que soportar cierta incomodidad. Dos horas y cuarenta minutos de reproches y gritos no son lo que se dice pasar un buen rato.

  • -¡Apuesto a que estás pensando algo como “al menos si que es un buen rato soportando sus gritos” o una tontería así!

Xavier se llevó las manos a la boca totalmente sorprendido por como le había leído la mente.

– Jefa, ¿tiene usted telepatía?

-No, tú, que eres muy simple. ¿Por dónde iba?

– Creo que iba a dejarme irme a mi cuarto a cambiarme.

La mujer lanzó una mirada asesina ante la cual el chico solo subió sus antebrazos, como si parara en seco, indicando que se iba a dejar de tonterías, por más que su cara y esa postura fueran de hecho otra tontería más.

– ¿Es que no puedes tomarte esto más en serio? Podías haber muerto. Estaba preocupada por ti.

Xavier estuvo a punto de preguntarle si en realidad lo único que le importaba era la información que él tenía, pero ya que acababan de conocerse no era muy inteligente enemistarse con ella tan rápido. Una cosa era no fiarse de alguien y otra muy diferente faltarle al respeto en vuestra primera vez hablando.

  • -Por eso pedí permiso para llevar un artefacto…
  • -Precisamente porque eres así de irresponsable se te denegó. Lo habrías perdido o roto, o algo mucho peor.

Tenía que aguantar todo eso, todos esos ataques, porque aquella mujer era su superior. Le insultaba, seguía recriminándole cosas, y él no tenía otra más que aceptarlas y asentir como si fuera un muñeco. Odiaba tener un jefe por cosas así, por situaciones como esa. Durante esas casi tres horas podría haberse puesto ya en marcha, y en su lugar tenía que soportar una situación así de innecesaria y ridícula.

No es que no esperara una reprimenda, y lo prefería a estar en una huida con su vida en juego, pero no era necesario que durara tanto.

  • -Ahora vete de una vez a tu cuarto y cámbiate, ya hablaremos después de la cena.
  • -Pero…
  • -Es una orden, novato.

Xavier asintió como un muñeco de nuevo y se marchó del despacho, directo a su cuarto.

Si no había prisa por saber lo que tenía que decir solo podía significar una cosa.

  • -Va a encerrarme. – dijo un rato después ya en el comedor, acompañado de sus amigos.

Si no huía por su vida, lo atrapaban en un lugar seguro y lo privaban de libertad. Aún cuando tenía tantas cosas para hacer de la que dependían todos los que se cobijaban en ese lugar.

  • -¿Es que esa mujer no entiende de los términos medios o qué? ¡Son el principio básico de las virtudes! Ni siquier-

Nicolás le dio una patada en la espinilla, cosa que produjo un grito ahogado en ella, y más importante, le hizo callar.

  • -No importa si lo sabe o no, si podemos confiar en ella o no, la cuestión es que ella no confía en nosotros. – dijo Nicolás mientras cortaba otro trozo de carne de su plato. – Me parece lógico, la verdad.
  • -¿Te pones de su parte? – le recriminó ella.
  • -No, lo que digo es que dado el panorama que teníamos cuando ella vino a tomar las riendas, creo que intenta ser lógica.

Xavier agarró la botella de cristal en el centro de la mesa donde estaban cenando y sirvió agua en el vaso de Nicolás.

  • -Y tú ya has pensado en la manera de aprovecharnos de eso para salir de aquí ¿verdad? – preguntó sonriendo.
  • -Estaremos caminando por las calles antes de que el agua de la lluvia de hoy se seque. -respondió su amigo.

Su nueva jefa descubriría en breve que necesitaría más que muros de roca si quería retener a estos chicos.

SINOPSIS

Ya han pasado unos años desde que Xavier descubrió que las cosas no son lo que parecen, y que la realidad no se ve a simple vista. Aunque pertenece a un mundo lleno de gente capaz de crear fuego de la nada o mover cosas con la mente, sigue sin encontrar que es lo que le hace especial. Ahora más que nunca tiene miedo de que si no lo hace, no vaya a poder sobrevivir a todo lo que se le viene encima.

La historia tiene lugar en Valencia, destacando sus calles, su historia, sus monumentos e incluso los rumores sobre ciertos lugares; y estos se convierten en puntos relevantes para la misma novela. La historia empieza unos años después de que el protagonista entrara en todo este mundo lleno de fantasía, una vez ya asentado y con un “lugar seguro” precisamente para que este lugar seguro deje de serlo. La confianza es un punto importante en la novela, y como el protagonista dependerá de esta, ya que suele estar indefenso, a diferencia del resto de personajes con habilidades especiales muy llamativas. El propio título de la novela, aparte de ser una referencia a Valencia, intenta darle esos toques de diversión y complejidad que hacen parecer que todo acabará siendo un desastre.

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