Es temprano y en la calle de la Estrella hay un hombre muerto. Yace sobre la acera con el cráneo machacado. En la esquina falta un bolardo, que la policía encuentra más tarde, cerca del cadáver. Tiene restos de sangre.

No se ve a nadie por las calles próximas. Madrid parece que descansa. Ya era hora.

Azcona está oculto en un portal. A esas horas hace frío y tras anudarse la bufanda, se encamina hacia la Gran Via. Busca un sitio donde tomar un café caliente.

Baja hasta la Plaza de España. Indigentes durmiendo en los jardines, en las entradas de los comerciuos, de los cines. Y los dos rascacielos cercanos, mirando con indiferencia. En Leganitos hay un local abierto. Café y churros.

Y otra vez por la Gran Via subiendo hasta Callao. Mirando aquí y allá. Sintiendo como Madrid despierta en él. Madrid. Creía haberlo olvidado, pero no es así. Madrid es como un blues que se te mete dentro.

Reconoce los olores, los ruidos… Pronto será de día y volverá a ver el cielo que tanto le gustaba, aunque sea un tópico.

Ha dejado tras de sí un hombre muerto y aún tiene que matar a otro, pero no quiere pensar en ello. Cuando lo haga, se marchará otra vez, pero mientras tanto quiere perderse en Madrid, en sus entresijos. No le sobrará tiempo.

Cuando recibió la llamada de Celia, se puso en marcha. «Han matado a Nico», dijo su hermana. Y fue suficiente.

A medio día ha sido el entierro. Un entierro triste. Solo su madre y su hermana. Está nevando y eso, quieras o no, retrae. Su madre en algún momento ha estado a punto de desfallecer. Es lógico.

Vuelven los tres a casa. Hay huelga de taxis y cogen el «metro». Pasillos largos y escaleras interminables. Su madre no deja de gemir de dolor, de pena, mientras su hermana permanece muda, sin hablarle. Como si hubiera cuentas pendientes entre ellos.

Y por fin Lavapies.

Calle del Olivar. Suben al segundo piso y Celia le indica su cuarto, que permanese vacío.

Se quita el abrigo, la bufanda y los guantes. Se asoma al balcón y ve la plaza. Donde está el tatro, antes había un cine. Muchas veces habían ido Nico y él, les gustaba tocar el culo a las chicas. Cosas de críos. Unas se dejaban y otras no. Indios y vaqueros. Y el No-Do. Eran otros tiempos.

Luego se hicieron mayores. Nico se quedó y acabó robando. Él se buscó la vida en otra parte. Quisieron convencerlo para que se quedara, pero él lo tenía decidido. A partir de ahí se abrió una brecha entre él y los suyos, que ya nunca se cerraría.

Celia ha hecho café y una tila para su madre. Sobre el aparador hay una foto. Están los tres hermanos junto a sus padres. Viendo a su padre nadie podía pensar, que pronto se lo llavaría un cáncer.

Su hermana recoge las tazas y se sienta junto a él.

-Los que mataron a Nico se quedarón con su dinero. Has matado a Sampa, pero ten cuidado, Bastos es un hijo de puta.

Mañana pensará en Bastos, pero ahora necesita salir. Ver Madrid. Andar por sus calles.

Por Juanelo se llega a Cascorro. La Latina está cerca. Luego un paseo hasta Puerta Cerrada. Un vino en casa Revuelta. Y bacalao.

Calle Toledo y Plaza Mayor. Los turistas hacen fotos. A todos les gusta.

Y la Puerta del Sol, llena de gente. En Madrid cabe todo el mundo y, Azcona se fija en todo y en todos.

Calle Cádiz, Espoz y Mina. Calle de Cruz y de la Victoria. Callejon del gato.

Sitios donde ir de vinos y tapas. Croquetas, calamares, tortilla, callos… En algun lugar suena B.B. King. Blues en Madrid.

De la plaza de Santa Ana a la de Jacinto Benabente hay unos pasos, y desde allí se baja a Tirso de Molina. Y vuelta a Lavapies.

Está cansado y mañana se las verá con Bastos.

Su madre ya se ha acostado y Celia ve la televisión. No le han hablado de comer ni de cenar, ¿y ellas, hablan comido y cenado? ¡Qué tristeza!. Azcona se siente incómodo. Ya no es su casa. Lo mejor será acostarse.

Despierta temprano y se viste sin demora. Ha venido a Madrid a realizar un trabajo y cuanto antes lo acabe, mejor. Se pone el abrigo y los guantes. En la cocina encuentra un cuchillo afilado.

Llega hasta Anton Martín. En la calle Atocha está la iglesia de San Salvador. Allí hizo la catequesis cuando era pequeño. ¿Quántos años hace?

Bastos vive en la calle León. Tercero izquierda, pone en el buzón. Da unos golpes en la puerta y oye unos pasos.

-Tenemos que cortar el gas, hay una fuga.

Apenas se abre la puerta, Azcona empuja con violancia y saca el cuchillo. Bastos choca con el perchero que hay a su espalda. Azcona intenta ponerle el cuchillo en el cuello, pero Bastos reacciona a tiempo. Solo le ha herido en el costado. No va a ser sencillo acabar con él. Azcona recibe un puñetazo que le daja sin aire. La cuchillada no ha hecho efecto. Junto al perchero hay una maceta. Azcona consigue cogerla y la estrella sobre la cabeza de Bastos, pero aún no ha acabado con él. La puerta del baño está abierta. Azcona arrastra a Bastos hasta que le mete la cabeza en el water. «Morirás en tu propia mierda, cabrón». Bastos se resiste y Azcona tira de la cadena. Bastos patalea. Azcona sigue tirando de la cadena. Tira muchas veces más, hasta que Bastos deja de moverse. A Azcona le cuesta levantarse. Recupera el cuchilloy busca por la casa. En un mueble hay una mochila llena de dinero. Antes de salir Azcona se asoma al baño. Bastos sigue con la cabeza dentro del water. Fin del trabajo.

Jesús Oliveira Díaz Madrid-Playa San Juan, febrero del 2018

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