El balcón de la princesa

El balcón de la princesa

Estaba asomado en el balcón, era amarillo y blanco y sus plumas brillaban a la luz del sol que había esa hermosa mañana de julio. Su nombre era Leo y era un  pajarillo que a simple vista no se diferenciaba de los demás, pero al cantar, solo a él se lo podía escuchar, tenía una voz tan peculiar que aquella mañana en el balcón del Castillo, la princesa de España oyó su dulce melodía y de este se enamoró.

– ¡Oh dulce pájaro!- exclamó la princesa una vez que el canto de Leo había finalizado- ¡Que exquisita voz con la que me has cantado, no te resignes y vuelve a silbarlo!.

El pájaro al escuchar hablar a la princesa, se asustó de verla tan cerca de él, que sin pensarlo e marchó por miedo a ser  atrapado. Esperando estuvo la princesa el regreso de aquella ave que había estremecido tanto su corazón, pero su querido pájaro no volvió, y la doncella, cayendo en una locura y en una tristeza, decidió encadenarse a su balcón, esperando a su amigo cantor, para que este la salvara cantando alguna hermosa canción.

Hoy en día ese catillo está en ruinas, entre aquél montón de ladrillos se puede distinguir el esqueleto de la princesa, y encima de la calavera, un pájaro amarillo y blanco que silba una bella canción mientras es iluminado por los rayos de sol en ese balcón, donde todas las mañanas se posa en el mismo lugar y canta la misma melodía tan fuerte como puede para que la princesa desde el cielo su himno le llegue.

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