Hay algo de cierto en la amistad entre la bebida blanca y los navegantes. Parece que cuando se llega a un puerto es casi imprescindible brindar con toda la tripulación. Y … tiene cierto sentido… Porque quienes navegan están acostumbrados a cierto vaivén, cuando bajan a tierra firme ese movimiento deja de existir… y parece que es la bebida la que lo vuelve a provocar… fiel a ello, fuimos en busca de ese “vaivén”…Además, luego de todo un día atravesando el canal tuvimos que festejar por haber llegado al Océano Pacífico exitosamente. La capitana nos brindó varias cervezas para empezar . Luego vino el momento decisivo: el ron “El Abuelo”. Y ahí ya debo decir que de repente, en un momento de feliz lucidez, miré a mis compañeros navegantes y me maravillé de esta vida. Y luego tuve que seguir bebiendo por esta misma razón. Al final, como se hizo tarde, volvimos a dormir al velero, nuevamente el cielo fue mi techo y la cubierta, mi cama. Y hoy, cuando desperté con el solazo y el Océano Pacífico rodeándome … puteé al ron “el abuelo” y a la resaca más monumental de mi vida.
Tanto que todos me felicitaban sorprendidos (durante estos dos días previos) de que en ningún momento me mareé (siendo mi primera experiencia y en el velero mini)… hoy cuando desperté solo quería un cuerpo nuevo y mi ser completo era una lavadora en pleno momento de centrifugado.
En fin. De todas formas puedo decir que anoche brindé con ron caribeño y que hoy tengo una resaca de navegante .

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