Había una vez un niño llamado Felipe que tenía una hermosa ranita de chapa a quien nombró Ita
La ranita Ita sentada en la vereda, veía como del otro lado de la calle, saltaban chapoteaban y bailaban en un charquito unas ranas provenientes del descampado del norte, Ita tenía muchas ganas de ir a jugar, lo pensó una vez, miró para ambos lados y cruzó la calle.
Que sorpresa se llevaron las ranas al verla llegar, era muy hermosa y colorida, tenía en su lomo flores rojas, un hermoso pañuelo amarillo en el cuello, largas pestañas y una sonrisa de oreja a oreja. Las ranas saltaban y cantaban eufóricas invitando a Ita unirse a la fiesta. Entusiasmada La ranita tomó impulso y de un salto cayó a la profundidad del charco, como era de chapa quedó sumergida en el barro y por más que intentó salir, no logró hacerlo.
A la mañana siguiente, Felipe buscó todo el día a Ita, pero no tuvo éxito, estaba triste, desanimado por haber perdido su juguete preferido¿ donde estará? la busco por su habitación, el patio y la terraza, se fijó dentro de las tazas y en cada rincón de la casa, pero nada.
Meses más tarde, las lluvias pasaron, el sol salió y todo se secó. Fue en agosto cuando Felipe salió con su bicicleta y vio a lo lejos algo que sobresalía del suelo, se acercó y para su sorpresa ahí estaba Ita, embarrada, arrumbrada y sin color, la levantó del suelo, le beso la pequeña cabecita y la llevó a la casa directo al agua, pintó sus hermosas flores con acuarelas y así volvieron a jugar juntos otra vez, felices y contentos.
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