La voz se derritió en eco,
distendido el cartílago del pecho, el silencio gobernó.
Un latido grabado en el vinilo,
Un pedazo de piel cosida con hilo.
todavía sigo aquí, no me he ido, ya que por ti vivo.
El lago sigue recostado esperando la tibies de tu cuerpo.
No eres tú el que mata, es la necedad de aguardar y el recuerdo guardar.
suspendido el tiempo en tus huellas, esas que dejaste sobre mi piel,
con los días todo esto se va convirtiendo en hiel.
Aumenta la vertiente del dolor, sube la marea,
una lágrima quiere nacer, camuflarse en este eterno llover.
Asumiré el duelo en primera fila, drenaré mi mar,
hoy es el sepelio de mi necedad de amar.
Ema UB
(Vigésimo quinto poema del adiós)
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