¡Cierra esas cortinas¡
Te noto más pálida esta mañana, es cuestión de no verte por décadas para notar que sigues siendo muy bella
_ me halagas, es difícil ser bonita después de tener tantos años terrenales encima_.
Cientos, querida Salomé, enjaulados en esta prisión humana en espera de nuestra redención.
Observando, mirando a esos hombrecillos que se arrastran de sus hogares al trabajo, centros de diversión, creyendo saberlo todo, a veces salgo a los parques en las noches y subo en trenes, viajo de aquí para allá, _ La humanidad me repugna aunque en ocasiones admiro un poco de ellos, a veces su inspiración creadora, sus libros y una que otra melodía.
Salome balbuceo y dijo:
_ El amor_.
_ Los hombres aman, eso los hace creativos_.
Drácula se levantó de su sillón ingles y cerró las cortinas, su postura de un hombre alto, cabello negro peinado hacía atrás con labios pálidos y marcadas arrugas, aun pese a los siglos de vida inspiraban respeto.
¿Nunca te has enamorado Salomé?
_Jamás_.
Creo mi querida Salomé, que el amor es una enfermedad que te consume todos los días. Al final y si por desgracia quedas sola, te abruman los recuerdos como punzadas de estaca. Me deshice de eso bañándome el rostro e imaginando que el agua se llevaba cada aroma de ella.
-Es cuestión de acostumbrarte a la soledad_.
¿Te sientes sola Salome?
_Siempre lo he estado_.
Salome se quitó la chaqueta dejando entrever una cicatriz cerca al cuello.
Drácula miró fijamente su cuello y sus ojos se ensancharon. Con una voz seca dijo: veo que aun guardas el recuerdo del Conde de Transilvania.
_Eso es lo único que guardo de él; antes de desmaterializarse en cuerpo y alma, al igual que lo hizo en mi vida_.
La verdad mi entrañable Salomé él y yo no fuimos tan distintos, tuvimos por ejemplo los mismos gustos.
A veces creo escuchar sus carcajadas. Fue a mí parecer un digno representante de nuestra raza, aunque su extraño carácter por convertirse en un humano terminó por desintegrarlo en materia oscura, o en antimateria como llaman los científicos rusos. Imagino su padecer, absorto en medio de crueles parámetros sendos de oscuridad perpetua, destinadas para los Nefilim sobrevivientes de aquel devastador diluvio universal. Me estremezco en pensar que uno, desee cambiar su esencia y modificar la voluntad divina tan sólo por amor. Optó por rendirse al deseo de unirse a una mujer terrestre desdeñando tu hermosura, en pero que ese sería su final.
Salomé dobló su cuello para ocultar su pasado desventurado en un gesto de resignación.
Drácula le soltó su mano sobre el hombro y con voz dócil le dijo: Per fast et nefast, Salomé per fast et nefast, por lo justo y lo injusto de la vida.
En el castillo de Pensilvania ahora invisible para los ojos humanos, continuaron conversando Salomé y Drácula, los hechos trascurridos en los últimos meses de este año eran el motivo de la visita, las cuatro lunas sangrantes y el extraño eclipse equinoccial del verano eran la prueba irrefutable que las viejas sombras inmortales de la tierra debían estar alertas; pues una guerra se acercaba.
Drácula sentado con sus pies juntos y sus manos alargadas en los braseros del mueble, marcadas por unas extrañas figuras humanas en llamas que parecían del mismo averno, permeaban una atmosfera asfixiante, su vestido negro y el sillón rojo, con una cortina derruida por el polvo y un torrencial aguacero a sus espaldas, ofrecían del lugar un sitio lúgubre, tenebroso, fantasmal.
Mis sueños nunca me engañan ayer presentí que el conde Vladimir volvió a rondar en mi vida y tu presencia lo corrobora.
¿Recuerdas su muerte mi querida Salome?
_Había tantas ratas blancas esa noche_ Tantas que, mi querida Salome rodeando su ataúd, tantas…. mi querida Salome; que se hicieron metáfora en mis huesos y de allí nació la espeluznante historia de Nosferatu, un mounstro al igual que las ratas provocadoras de la peste en Francia.
Hay días que miró estas sucias cortinas y observo a esos hombrecitos allá afuera quienes pagan por ensuciar sus almas con el miedo y el horror, alimento vital para nuestra existencia; Salomé ellos nunca lo sabrán, ellos son inmortales pero en un cuerpo pecaminoso, el cual enciende sus almas tras el pozo oscuro del quien nadie puede salir nunca.
Las ratas que acompañaron a Vladimir parecían entender que escribiría la historia de Nosferatu un ser pequeño y maligno como mi corazón; su veneno destilaba horror por las salas cinematográficas comunes en ese tiempo, fue tanto el pánico que causó que rejuveneciera cientos de años, alimentado cual rata de las sobras de sus miedos.
Ahora las cosas han cambiado pese a que me dedico a buscar escritores en todo el mundo para que sugestionen, estremezcan y succiones sus pérfidas mentes, atiborrando con historias de vampiros; pues estas ya no generan miedo en el alma humana, más bien creo que lo toman como una locura romántica del cine y los libros. Su imaginación y creatividad se extinguen, son más repugnantes día tras día.
Nos debilitamos siendo grandes, la cúspide es el declive, ahora nos extinguimos, como esos humanos, nacen en una cama de hospital, se reproducen en las mismas y comúnmente mueren en ellas, sino físicamente, mentalmente.
Salome detuvo su mirada fijamente en los ojos de Drácula, negros abismos oscuros como el tinto frio y sobre todo sin vida. Salomé miró en ellos su vida, cuando era una adolescente mortal con el deseo de ser eternamente joven y bella, desechando los hilos creadores de la humanidad que rigen a todo ser viviente, quiso de alguna manera inmortalizarse, los medios no importaban su obsesión por la belleza la empujó a buscar ese elixir de la eterna juventud, aunque en su búsqueda lograría la inmortalidad a un costo demasiado alto. Ella de modo antinatural buscó que Vladimir Stoker, el vampiro de Transilvania, la poseyera para así nunca morir.
Pese a la discordancia de los hechos al conde de Transilvania lo conoció en un baile de preparatoria, un hombre delgado, con tez gris y manos que pareciesen ser de un cadáver, con unos labios rojos y unas cejas delgadas, rostro largo y una nariz puntiaguda, sus uñas un poco largas para los caballeros de la época, bien vestido todo de paño y una sonrisa maquiavélicamente penetrante.
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