-otro día, otro dólar- me dije a mi misma con un halo cansino cuando la luz solar se filtró por la ventana y comenzó a quemarme el rostro.
Era un día tan hermoso, de esos días perfectos que todo el mundo (menos yo) siempre desea: un cielo azul brillante, nubes casi inexistentes, un sol tan radiante que me cegaba y una brisa que sería capaz de despertar los sentidos.
Esa mañana no me encontraba con buen ánimo, pues el día anterior se recién había celebrado una de las muchas discusiones que se suelen dar dentro de mi gran familia. Aunque era estúpido preocuparse, odiaba verlos discutir, y para añadir a mis conflictos personales, había tenido de nuevo uno de mis sueños recurrentes. En este último, «el chico misterioso» como lo llamo yo, se encontraba conmigo en una casa recién reformada, hablándome y abrazándome, mientras yo escribía a mis amigas en un portátil blanco con una barriga de Dios sabe cuántos meses de embarazo, entonces llegaron mis padres y desperté. En sueños anteriores solo lo veía hablándome, besándome o solo estando conmigo. Estaba perdidamente enamorada de un desconocido, el cual ni sabía si existía.
Me miré en el espejo tratando de determinar si mi cansancio era demasiado evidente, y unos ojos marrones me regresaron la mirada. Me metí al baño, tratando de olvidar todo lo que había pasado hasta entonces. Tarareé canciones, dejé que el agua se llevara mis pesares (además de la suciedad) y soñé despierta: escapaba de mi encierro volando por el tragaluz, dirigiéndome por el cielo hasta el firmamento y teniendo aventuras amorosas que jamás había experimentado, con el «chico misterioso».
Cuando llegue al colegio, me encontré una de mis mejores amigas, Daniela. Ella era inquieta, preocupada de muchas cosas, sin embargo no perdía su alegría y entusiasmo. Una gran amiga.
-¡hola Dani!
-que más Vane…- me dijo ella con una voz que demostraba cansancio y aburrimiento. Eso no era normal.
-¿Qué te pasa? No te veo muy bien.
-no. No es nada, es solo que…-Suspiró- el trabajo cada vez se multiplica más, tanto en la pizzería como aquí en el colegio. Tú sabes, por los finales.
-sobre todo por lo último. Pero no te preocupes por nada, igual lo que falta para salir de clases no es mucho, dentro de varios días tendrás mucho tiempo libre… ya verás, podrás descansar y hacer lo que quieras, claro, sin dejar de lado el trabajo.
Bufó.
-cierto… pero… también me tiene preocupada la situación de mi mamá…- hizo una mueca de disgusto y suspiró. Quería indagar más en el asunto para ver en que podía ayudar, pero sonó el timbre escolar, indicando el inicio de clases, derrumbando mis planes.
Todo el día pasé recordando una novela que había finalizado recientemente y me había dejado guayabo pos-lectura. ¡Era tan fascinante! Se trataba de una muchacha que encontró el amor de su vida en un hombre que no era estrictamente «normal», un hombre muy diferente a los demás: un vampiro, el cual poseía un gran corazón y era muy atractivo. Lo malo es que, al final de la historia (alerta de spoiler), el chico muere al final, por lo que se torna deprimente. Odie ese final. ¡Era tan injusto! Personalmente la chica debió quedarse con el vampiro. ¿Quién no querría conocer –y enamorarse- de un vampiro? Son tan… ¡misteriosos! Especialmente si se parecen a los representados en los «animes» o «mangas». En esas cosas hasta a los demonios los representan de tal manera que uno sopesa la posibilidad de tener una aventura con ellos. ¡Dios! ¿Que no daría por conocer al chico de mis sueños, sea lo que sea, o que me pasara algo irreal como a todas las protagonistas de los libros y series que veo? Si mi madre supiese que cada navidad ese es el tipo de cosas que deseo, me mandaría a colgar por hereje.
Finalmente otro día acaba. Mientras me dirigía a tomar el autobús escolar me encontré con Alba, otra de mis mejores amigas. Ella pertenecía al coro escolar, por lo que casi no la veía. Era genial e inteligente y creativa (además de hermosa), y quizá, ocasionalmente, un poco explosiva.
-¡Alba que tal! ¿Cómo está tu familia? ¿Y a tu hermana como le va en el convento? ¿Ya has hablado con ella?
-oh, mi familia está del todo bien, y mi hermana habló conmigo anoche.
-¿de verdad? ¿Qué te dijo?
-no mucho. En resumen: que estaba feliz y contenta.
Le sonreí mientras me explicaba, pero como era costumbre ya, me deje llevar por el caos de mi mente, que me llevó de nuevo a pensar en «el chico misterioso».
-¿Qué te pasa?- dijo Alba.
-ah… nada.
-¿nada? No me parece un NADA. Anda dime ¿Qué piensas?- dijo juguetona.
Sus ojos vivarachos me escudriñaron. Me estudiaba como un detector de mentiras a un preso y eso no me gustaba.
-no, solo cosas… tu sabes, de «mi mundo».
-ah. Está bien, no me digas entonces.
-oh, ¡vamos! no te pongas malhumorada… es solo que es difícil de explicar. Uhm… creo que este es mi autobús, aquí me quedo yo. Por cierto ¿no tuviste prácticas de coro hoy?
-no, hoy no, pero tuve que arreglar con el profesor de música mi presentación para un concurso de canto. Esa es mi excusa por no haber estado hoy en clase-me dijo dándome un guiño-bueno Vane, mi autobús aún está lejos y tengo que caminar un poco más que tú, así que nos vemos, ¡hasta mañana!
-hasta mañana.
Como todas las tardes, el bullicio en el transporte era exasperante. Me hallaba sin nada que hacer, aburrida y con un sueño tentador pero resistible, así que dedique nuevamente el recorrido a ver por la ventana. A los pocos segundos mi mente se desconectó de la realidad y comenzó a arrojar ideas, algunas tentadoras, otras imposibles, pero todas iban y venían flotando como un barco a la deriva.
Media hora después estábamos varados a medio recorrido. Mi suerte siempre ha sido de mierda, así que ese día no fue la excepción. No me importo cuanto duramos, generalmente nunca me importa, pero en esa ocasión me halle ansiosa, y no porque había comenzado a oscurecer.
Finalmente estábamos en mi barrio. Con mi suerte, no fue de extrañar que unos trabajadores del servicio eléctrico bloquearan dos calles cerca de mi casa para reparar el cableado público, así que me quede más lejos de lo que esperaba y hacer a pie lo que faltaba.
La noche estaba fresca y deliciosa, y la luna ya se había asomado en el cielo entre girones de nubes. «la noche esta como me gusta: luna llena y grande, noche fresca y cielo con unas cuantas nubes que le dan un toque mágico y de misterio», pensé melancólica mientras tarareaba una canción de HIM.
Mientras caminaba, percibí un movimiento a mi derecha con el rabillo del ojo, entre los matorrales y los árboles. Hubo un murmullo de hojas junto con el susurrar de la brisa, que seguidamente fue acallado y un silencio instantáneo reinó en la noche oscura.
«¡Dios mío! Por favor que no sea un ladrón… que no sea un ladrón… ¡por favor, diosito, te lo suplico!» me repetí incesantemente dentro de mi cabeza mientras apretaba el paso.
-que sea un perro, un gato, o incluso una rata, ¡lo que sea!, bueno, mejor no lo último… ¡solo espero que no me pase nada!- termine susurrando para darme valor, aun con la garganta seca y hecha nudos por el miedo.
De repente escuché lo que parecían ser pasos, los cuales se acercaban cada vez más. Apuré un poco más los míos mientras mi corazón latía a mil por hora, efecto de la adrenalina. Me puse fría, la sangre se me heló en la venas y comencé a sudar frío. Me sentí como si fuese a morir; me sentí mareada, enferma. Los pasos se oían cada vez más cerca; era como si algo o alguien estuviese dispuesto a atraparme por motivos que desconocía. En mi mente solo tenía un pensamiento: llegar a casa y ponerme a salvo. Como nunca, no había nadie cerca.
Finalmente llegue a mi cuadra. Mi pecho ardía con cada respiración, y mi mente solo fijaba en un objetivo: llegar a la entrada, pero cada tanto parecía que ésta estaba más lejos. Quería llorar.
En lo que pareció una eternidad, logré llegar a las puertas de mi casa, pero tenía la sensación de no estar sola. Luego de una corta confrontación mental, opté por mirar atrás, volteando de repente…, no había nadie, sin embargo, me pareció ver una sombra que se escondió entre unos arbustos, aunque allí no había nada, aparentemente. Decidí que no era momento para investigar, por lo que me enfoque en abrir la reja de la casa, y, al girarme…
-¡pá! ¡Casi me matas del susto!-le dije tratando de contener los temblores que comenzaban a aparecer mientras la sangre comenzaba a irse de mi rostro.
-nena, perdón-me dijo con una sonrisa burlona en la cara-¿así de grande fue el susto que te di qué te pusiste pálida? O ¿es que fue por otra cosa?
-eh…no… Sólo me a-asus-taste-le dije en un susurro debido al pánico que me consumía y el esfuerzo por mantenerlo adentro.
-¿Y eso?
-no, por nada-dije ya controlando mejor mi voz- tan solo… me sorprendiste.
-¿y que estabas viendo con tanto interés y preocupación?-me dijo haciendo un leve gesto al lugar donde había visto ocultarse a aquella sombra.
-no, nada.
Suspiró.
-bueno, entonces entremos. Está haciendo mucho frío, y creo que ninguno de los dos quiere quedarse en la calle soportándolo, ¿verdad?
-ujum-le respondí, y él sonrió.
-también acabas de llegar, ¿cierto?
-eh… sí. El autobús se volvió a varar.
-ya veo. Qué problema con esas rutas. Pero es un milagro que no te quedaste por allí caminando, siendo esta una bonita noche-me dijo jocosamente. Él sabía que estas noches eran mis favoritas.
-ajá-le conteste sin nada más que se me ocurriese decirle.
Antes de cerrar la puerta, inspeccioné de nuevo los alrededores. Todo estaba vacío.
Durante la cena jugueteaba con los granos del plato: los juntaba formando montículos y luego los dispersaba. Mi mente solo estaba para divagaciones y especulaciones de lo que recién había ocurrido, tratando de relacionarla con algo conocido… o paranormal.
Por mi actitud, mi hermana sentenció que era momento de tener una conversación, y al finalizar me remolcó a su habitación. Yo no quería hablar por lo que se formó un silencio incómodo entre nosotras hasta que ella decidió intervenir.
– Vane cuéntamelo tooodooo, ¿Qué paso?
-¿todo?-me pregunté en voz alta, haciendo a mi vez una mueca en torno a la afirmación.
-a ver, ¿Qué pasa?, te vi en la cena distraída, como en otro mundo, aunque no es raro en ti, pero esta vez se notó diferente, tanto, que de cosa comiste algo. Y no hagas esa cara de «me estas ofendiendo con lo que dices», señorita.
-oye, ¡pero eso no es raro! ¡Todo el mundo lo hace!
-no todo el mundo. Y aunque es normal en ti, la forma de exhibirlo hoy fue extraña… es decir, estabas más distraída que nunca… y como preocupada.
«mierda, ¿y ahora qué digo?» pensé.
-¿y bien? Estoy esperando.
-ah, no, es solo una cosa que me paso hace un rato.
-¿sí? ¿Y que era?
-bueno…-mi hermana me veía tan fijamente que era como si me perforase para que hablara-es que…-«ahhh ¡no le puedo mentir! ¡Mierda!»-solamente me pareció ver una sombra cuando llegue. Antes sentí que me perseguía, pero no estoy segura. Y tenía la forma de un muchacho…-le explique apresuradamente-pero no lo sé, no lo vi bien. Igual no lo diferencié del todo porque no se dejó ver, así que ni siquiera estoy segura de que fue lo que vi-le admití con dificultad. Mi boca se sentía pesada como si me hubiesen tirado una bocanada de arena mientras hablaba.
Mi hermana solamente me veía a los ojos con expresión inescrutable. ¿Creía que le mentía?
-¿acaso no me crees?-le pregunte luego de varios segundos, ya que no me respondía.
-no es eso… es que suena como una de esas novelas de vampiros que tanto te gustan. Personalmente creo que solo estás paranoica… ¡mírate! Hasta estas pálida. Deberías de tomarte menos en serio esas cosas. Todos esos libros, historias y los inventos de tu mente te han atrofiado tanto el cerebro que ya imaginas cosas.
-¡¿Qué?! ¿Estás diciendo que me lo inventé todo? Y hasta hablaste como mi mamá.
-no, solo digo que es tan fantástico eso que me dices…que parece sacado de una novela de terror.
-lo sé… es raro, pero es verdad. Es más hasta sentí miedo por mí, y no suelo sentir eso desde hace mucho tiempo. Llegue a creer que iba a morir.
-¿morir? ¿Por qué pensaste eso? Que idea más absurda.
-no lo sé. Solo me llego la idea… como si un relámpago hubiese cruzado por mi cabeza.
Mi hermana se carcajeó ante mi respuesta, luego suspiró y quedó seria por un momento mientras yo la fulminaba con la mirada y esperaba cualquier cosa que ella pudiera decir, pero nunca ocurrió.
Me acordé que tenía trabajo para el día siguiente, así que me excuse entre maldiciones y con una promesa de «charlar luego» que nunca cumpliría. Ella solo asintió y me miró mientras salía, entonces me dedique a hacer las tareas mientras calmaba mi ira contra mis profesores por habernos dejado tanto que hacer para los últimos días de clase.
-¿qué habrá sido?-me pregunté, y con eso mantuve mi mente activa mientras terminaba los quehaceres, entonces me fui al cuarto, pensando aún en el tema hasta dormirme.
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