Destino: Café con leche

Destino: Café con leche

AyC

17/05/2021

Muchas cosas pasan todo el tiempo y en todos lados.

Es casi abrumador sentir como todos los acontecimientos que transcurren nos vas marcando e interpelando, como si fuesen hilos tirándonos de distintas partes del cuerpo.

A medida que voy creciendo, tengo más dudas que otra cosa… yo creía saber extremadamente bien qué era una amistad, pero con el correr del tiempo sólo tengo cicatrices y el corazón un poco roto.

Cada amigue que se va es un hilo tensionado anclado al piso que te jode como la peor de las contracturas en la espalda.

Y el miedo a fallarle a alguien que amás

Y la culpa por no tener ganas

Y la puta, ya no te quiero ver.

Hay un momento en el que esa tensión para, es como si las famosas Moiras griegas dejaran el telar del destino por un rato y se fueran a tomar un cafecito. Cuando los hilos descansan, empieza la magia y ese es el momento en el cual une firmemente siente que está en el lugar que tiene que estar.

Todo se acomoda. Tal es así que a nuestra hermosa archienemiga, se le escapa pensar «mierda, no podría estar mejor».

Así me di cuenta que estaba enamorada.

Regalo va, regalo viene, abrazo, risas, birra y más birra y de golpe nadie quiere irse. De golpe es hogar.

Eso nos pasa con Cami y con Juli. Somos adolescentes enamoradas que incluso nos decimos que no podemos creer todo lo que nos queremos y lo que significamos la una para la otra. A veces me imagino que si hubiese sido chiquita y las hubiese conocido en el jardín o en la fila del supermercado, les hubiese preguntado si querían ser mis amigas.

Nunca encuentro palabras, escritos, poemas o canciones suficientes que me ayuden a explicar ese tipo de amor. Amor como los besitos de un perro o el ronroneo de un gato. Amor como un tostado calentito con el queso bien derretido y el café con leche sin gusto a quemado. Amor como los capuccinos de vainilla que siempre se compra Juli y después se acuerda que no le gustan. Amor como Cami preguntando si el submarino se puede hacer con leche fría.

Ese tipo de amor. Dulce y empalagoso, del que quiero tener un pedazo en mi mesita de luz todas las noches que me queden de vida

todas las noches que pueda burlar al destino.

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