Al despertar cada mañana, intento reanimar mi espíritu una vez más como sucedió en el ayer, sin importar la manera para conseguirlo lo hago con la intención de formar mis pasiones más sagradas y lograr que mis acciones sean lo mayormente significativas para todo aquel individuo interesado en comprender a una persona que siente temor, pero se permite el ser perseverante.
Suelo levantarme de la cama con millones de pensamientos rodando por mi cabeza, me agobian los problemas de la gente, el que existan las guerras para solamente saciar el deseo de sangre, el odio como veneno silencioso del alma, la traición a la fidelidad de un corazón desnudo, que perdure la delincuencia ante la justicia y que la desidia supere a la valentía en toda su esencia.
Pero el que más regresa a mi ser, es el recuerdo de mis abuelos, el visualizar su rostro como una postal maravillosa de la vida y retomar las enseñanzas que marcaron la integridad de mis padres y que, con orgullo, ellos me las han brindado con el paso de los años.
Entre tantas enseñanzas ofrecidas por mis abuelos, la que más agradezco y retomo constantemente en mi vida es la que me han brindado con relación al tiempo; entendiendo este como la oportunidad extraordinaria de dignificar la esencia de la muerte; así es, porque la muerte va más allá de la culminación de un proceso sobre nuestra existencia, quizá sea el ascenso a una dimensión que aún no somos capaces de comprender a su totalidad mientras tengamos cuerpos mortales, atados a la tierra sin escapatoria.
Recordando a mi querido abuelo, hoy aseguro que el hombre es más fuerte de lo que cree, tiene la capacidad de combatir los problemas como un enfrentamiento valeroso entre guerreros y dragones, porque las personas tienen lo necesario para salir adelante a pesar de caer en combate, pero deseo enfatizar a la disciplina, el honor y la esperanza más no enfocarme en la motivación, porque -en palabras de mi abuelo- el estar motivado solamente sería caer en el conformismo de lo alcanzable, el equivalente fidedigno al cumplimiento de una tarea específica o una meta sin intenciones de perseverancia.
Su voz y actuar imperfecto me han permitido construir un conocimiento sobre la esperanza más allá de su propia significación, la cual ahora, desde mi persona, representa un elemento energético y mental que supera el impacto de la realidad para poder lograr trascender sobre la materia y lo dimensional.
Si bien, somos capaces de ser más poderosos e increíbles, tendemos a caer y fragmentarnos constantemente, nos volvemos prisioneros de la frustración y la tristeza, por lo que en realidad no es maligno, pero posiblemente no proporcione el mayor beneficio a nuestra integridad.
Hasta la fecha, tengo gravadas en mis venas las preguntas y frases más utilizadas por mi abuelo como si se tratara de una especie de guía infinita, a la cual puedo recurrir cuando me encuentro perdido en el laberinto de mis ideas y sentimientos:
– ¿Cómo estás?
– ¿Qué tal te va?
– ¿Cómo vas?
– ¿Qué te hace falta?
– ¿En dónde estás?
– ¿Qué necesitas?
– ¿Cuándo llegas para estar juntos?
– Ya te extrañaba, y ahora eso se ha esfumado…
– Jamás dejes de caminar, no importan los tropiezos…
-Así no es la manera, pero puede funcionar…
-Regresa pronto, no sabemos lo que pueda pasar mañana…
Mi abuelo jamás dejó de preguntar el cómo estaba, porque siempre rondaba dentro de su cabeza mi bienestar, más allá de la salud del cuerpo, se refería la salud de mi integridad.
Mi apreciado abuelo no era la persona más agradable del mundo, tampoco era risueño, al contrario, su rostro parecía tallado por la seriedad, fuerte como mil hombres, pero necio como buen arrogante hacia la conservación de la vida; en realidad, a pesar de todo eso, mi abuelo jamás ha dejado de creer en mi voluntad por encima de mis capacidades, ha presenciado tanto mis derrotas como fracasos sin ni siquiera estar presente, me ha amado sin importar el tiempo que no nos vemos o sin importar la distancia entre nosotros para poder estar frente a frente; agradezco que a pesar de sus problemas siempre muestra ilusión al verme de pie ante la vida que tantos golpes propicia con cada paso que damos, orgulloso de verme preparado para afrontar cualquier tipo de adversidades.
Agradezco a mi abuelo por tanto aprendizaje, una valiosa enseñanza que me ha permitido, además, de compartir lo ya mencionado, el poder desaprender y adoptar las aportaciones de mi bella abuela, la cual, a manera de complemento vital, me ha brindado una magnífica noción del amor propio.
Para mi abuela jamás le fue necesario el verme con dinero abundante o que yo fuera el más querido o apreciado tanto por nuestros familiares como cualquier persona a nuestro alrededor, tampoco buscaba facilitarme los problemas de la vida diaria para que escapara de ellos sin esfuerzo, su amor era basado en la creencia de una felicidad verdadera, en donde la felicidad es el nivel más complejo al que una persona es capaz de llegar y mantenerse, un estado existencial en donde abunda la desidia y lo maligno, pero gobierna la libertad del alma y la paz de una mente sonriente.
Mi abuela sabe todo aquello que he sufrido, su cuerpo ha sangrado mis lagrimas sin misericordia, pero también, posee el goce de celebrar mis victorias, las cuales jamás faltan, porque como ella dice:
- Una victoria no consiste en alcanzar y retroceder, una verdadera victoria es aquella que no tiene un final, la que seguimos persiguiendo en nuestro camino a la gloria, en donde jamás dejamos de caminar a pesar de las heridas en nuestros pies, provocadas por los cristales tirados en el piso.
Mi abuela siempre se ha mostrado como una persona honesta ante los demás, sin temor a la burla o los desastres, solamente preocupada por el bienestar de sus amados, incluso me atrevo a suponer, que ese amor supera con creces el que se tiene así misma, prefiriendo pasar hambre con tal de cubrir jornadas laborales extensas para que sus hijos lograran saciar sus necesidades, olvidar el cansancio con la finalidad de poder abrazar a sus hijos aunque su cuerpo pudiera romperse en cualquier momento, y ya en su etapa como abuela, gastar la saliva que se requiera para poder emitir las palabras sinceras directas al alma, aquellas frases reflexivas que transforman el pensamiento y todo tipo de expresiones afectuosas que han mantenido con prosperidad la vida de sus nietos.
Mi abuela jamás deja de recordarle a toda la familia que un día ya no va a estar entre los vivientes del mundo tradicional que conocemos, pero que continuará dirigiéndonos cuando logremos reunirnos nuevamente en el lugar, espacio o dimensión que nos corresponda caminar, que evitemos preocuparnos por ella y que siempre recordemos que estará con bien y en santa tranquilidad, no utilizando el adjetivo de “santa” en su totalidad por lo divino, si no que va encaminado a la concepción de su bienestar, estando en una fase de paz en donde ella puede adherirse con facilidad a las flores y además, el navegar sin rumbo entre las nubes más altas del cielo mientras duerme profundamente.
Y aunque en ella gobierna lo filosófico de la tranquilidad, no falta la ironía en sus deseos:
-Cuando me vaya me dejan en un rincón pequeño y me van a visitar regularmente para que hagan sus cosas o mejor me queman y me siembran con varias flores.
-Para que me van a llorar si no los voy a ver para regañarlos.
Realmente son expresiones irónicas, pero con una carga de realidad sin igual, una verdad que no se desea aceptar de inmediato, pero que jamás lograremos detener sin importar todo lo que intentemos.
Actualmente, vivo con la gratitud de contar con algunos de mis abuelos, pero no todas las personas gozan de ese lujo tan preciado, es por eso que el tiempo toma una dignificación mayor a lo que la gente se encuentra acostumbrada, por lo que el tiempo no se debe tirar como si fuera basura sin importancia; es una fortuna que debe aprovecharse para sonreír y ver más allá de lo que vivimos como personas sentenciadas al cierre que llegará repentinamente como si fuera una desgracia.
Nuestros abuelos y aquellas personas de la tercera edad, mayores a nosotros por varios años, son seres maravillosos que guardan entre sus manos los secretos más grandes que la humanidad aún se reserva para prosperar.
El obrar de mis abuelos rendieron frutos sorprendentes para el mundo, gracias a ellos estoy aquí, compartiendo mi sentir personal y espiritual, gracias a nuestros abuelos y toda clase de personas mayores a nosotros, por sus creencias y consejos, sin importar las intenciones, es que ahora podemos crear la oportunidad de aprender sobre nuestros errores, aquellos que son constantes y repetitivos al paso de las generaciones humanas, los cuales, nos hunden constantemente en equivocaciones terribles para nuestra integridad, ellos vivieron guerras infernales, las continuamos promocionando, varios de ellos se fueron del mundo con problemas familiares, y las disputas entre hijos se siguen propagando; realmente es una tristeza el no aprovechar la voz que es fruto de los recuerdos.
Es por eso, que cada que despierto, agradezco la oportunidad de seguir demostrando que estoy presente para la vida, totalmente listo para intentar aportar en la creación de aquello que sea ausencia, con la huella de mis abuelos totalmente marcada en mi esencia.
Con la fe plena en las palabras que un día mis padres me dijeron sobre mis abuelos cuando era un niño:
-Hijo, nuestro mayor regalo para ti es el mismo que tus abuelos nos brindaron a nosotros… -No nos referimos a mucho dinero o que tengas todo lo que desees, se trata de algo con un valor mayor a la riqueza económica, un bien que se fusiona con todo aquello espiritual.
-Nos referimos a la experiencia, los recuerdos y el amor por la muerte, porque gracias a la muerte es que el tiempo nos regala el goce de la vida, es lo que nos mantiene juntos de una manera especial.
-Los recuerdos como postales utópicas del cielo e infierno desde la tierra, uno de los recursos más poderosos para seguir combatiendo.
-Y la experiencia, como aquella riqueza que va pasando de persona en persona, la mayor de las fortunas, que además de su relevancia, es insustituible y eterna.
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