CUENTO ESCRITO POR
ADOLFO EMILIO VALENCIA HOYOS
15 DE ABRIL DEL AÑO 2021
IN MEMORIAM
Serian las 10,30 am, de éste primer domingo de abril, la sala de mi casa paterna se encontraba aglomerada, con algo más de un centenar de familiares entrañables y cercanos, hermanos, hijos, primos, nietos, bisnietos, tataranietos, yernos y nueras. Todos subían y bajaban de la segunda planta, entraban a la alcoba principal con la misma actitud que lo hicieron durante muchos años, buscando abrazar, besar, jugar y platicar con el abuelo. La habitación se encontraba completamente iluminada por la luz mañanera de un sol arrebolado que entraba por el espacioso ventanal mostrando la perspectiva de un óleo natural compuesto por una enorme ceiba de algo más de trescientos años, tres naranjos dulces, tres limoneros, tres mangos y un jardín de verbenas, geranios, petunias y caléndulas, con la gratuidad de una fresca brisa olorosa de fragancias, prodigándonos tranquilidad y sosiego, ésta era la vista del solar trasero de la casa. La habitación conservaba el sobrio mobiliario inglés del siglo XIX en especial el sofá Chester en cuero marrón, en el que me sentaba cuando niño para escuchar los cuentos que mi abuelo me narraba, allí sobre su cama hecha con robles, guayacanes, tallados sobriamente, yacía serenamente mi Padre, había dejado de existir súbitamente a las 7 am, de éste primer domingo de abril, luego de vivir 110 años, sin presentar ninguna dolencia grave que no se le conoció en el curso de su vida. Todos sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos se sentaban en la cama para besarlo y abrazarlo de la misma forma que lo hicieron en vida.
Maricruz sentada en el sillón observaba todas y cada una de las muestras de afecto, cariño y adoración que le profesaban a su esposo. A las 11,30 am llegaron los ministros de la funeraria, la familia unánimemente les solicitó que, a su Padre, lo incineraran previamente a cualquier acto exequial, era su voluntad, no quería que su cuerpo fuera expuesto públicamente, lo que sucediera después con sus cenizas lo dejaba a la decisión que tuvieran a bien sus hijos.
Ayer sábado como todos los sábados de los últimos 30 años aparte de los cumpleaños, los años nuevos y otras fiestas, el abuelo convocaba a sus nietos, bisnietos y últimamente a los tataranietos a quienes había enseñado y enseñaba que el ser humano es un ser social que debe fraternizar, confraternizar, intimar, compenetrar, así que éste día compartió como nunca con sus nietos, bisnietos, tataranietos, hijos e hijas, jugaron rondas, caminaron la casa, les narró historias de su niñez, les recitó poemas, trabalenguas, dichos. Entre tanto, todos los mayores participaban en la preparación de las viandas del almuerzo, paellas, fritangas, vinos y frutales ambrosías. Por otro lado, en todo este jaleo juntamente en toda la faena y por sobre todo pendiente y atendiendo a Pedro José, hacia presencia Maricruz, Ella le había compartido 30 años de su vida y corría por los 80 en las mejores condiciones de la ancianidad, estaban hechos el uno para el otro.
Recordamos mucho el día de ayer, por la conversación que sostuvimos con El, escabulléndonos tres de los hermanos para su alcoba en la que yace hoy, entre tanto los niños y sus mamás jugaban rondas, degustando ambrosías agradecían a la vida. Nos sentamos los cuatro en el sillón inglés y El sabiamente platicaba en voz baja la gratitud que nos tenía por respetar su ancianidad, sus derechos y por sobre todo nunca haberlo considerado viejo. A pesar de su disminución física que el cuidaba con esmero, se permitió una salud mental y lucidez envidiables, nos decía.
Continuó serenamente, el mejor regalo que Ustedes me permitieron fue Maricruz que tuvo la valentía de compartir mi ancianidad estos últimos 30 años, sobreviviendo con mi pensión y esta casa que me reservé, por ser la herencia de mis ancestros y será por primera vez en su historia, que Maricruz continúe en ella, cuidando la ceiba, los tres naranjos dulces, los tres limoneros, los tres mangos, manteniendo la fragancia de los jardines, para que mis nietos, bisnietos y tataranietos puedan seguir fraternizando con Ella.
Pueden entender por qué repartí con Ustedes hijos el patrimonio construido con vuestra madre. Ustedes dieron libertad a mi ancianidad, a mis derechos y obligaciones, sin tener la más mínima limitación, agradezco no haber terminado en un geriátrico, con seguridad ya hubiese muerto, no los involucré con pañales y enfermeras para viejos, aceptaron mi decisión de nacer nuevamente. Un poco antes de terminar, su rostro se transfiguró con una expresión de bondad, con voz recia dijo, siento algo que falta en esta charla y es el recuerdo de vuestra madre, lamentablemente no tuvo la fortuna de una buena salud, el recuerdo del amor que me dio es mi descendencia, es la felicidad de mi existencia.
Gracias por mis nietos, bisnietos y tataranietos, todos me preguntan y escuchan mis respuestas, consejos, experiencias, historias, el más grandecito me dice abuelo, tu eres sabio, haciéndome llorar de felicidad, estos reconocimientos me hacen más joven y no viejo. Su voz se fue volviendo más baja, pidió volver al solar porque quería abrazar y besar a Maricruz y a sus nietos.
Justo a las 4 pm de este día, entraron los ministros de la funeraria con la Urna, todos sin excepción, rodearon la Urna que colocaron sobre un pedestal en el centro del solar. Maricruz se puso a su lado, dejó salir sus lágrimas, cogiendo la Urna en sus brazos la acercó y la besó, luego dirigiendo su mirada a todos, agradeció la felicidad que le regalaron, dedicaron, consagraron, ofrendaron a su esposo.
Todos aplaudieron y gritaban al unísono ¡gloria eterna abuelo Pedro José!
Pidieron que la Urna fuera expuesta el lunes en el salón principal de la funeraria para que allí pudieran hacer presencia sus compañeros-amigos de trabajo de la empresa de ferrocarriles nacionales en la que trabajaron durante más de 35 años, sus amigos de tertulias, sus amigos de juego de bridge, sus amigos religiosos, sus amigos ateos…,
El lunes el salón estaba completamente concurrido. En el centro se encontraba la Urna, sobre una mesa en la que descansaban arreglos florales de bellos colores pastel, a su lado un atril preparado para los oferentes. En el ambiente acústico del salón se oía suavemente música de Bach.
Escucharon a sus amigos el Rabino, el Imán, El Obispo de su diócesis y El Ateo que compartió sus épocas partidistas y sindicales, le correspondió la palabra a su nieto mayor Pedro José, elegido para que hablara por la familia. Comenzó por decir que es heredero de su nombre, que en principio agradece a sus padres habérselo puesto, continuó diciendo, solo resta que la vida nunca me permita defraudarlo, por lo que lucharé incansablemente para que mis actos sean el reflejo exacto de mi abuelo, haré uso de su templanza, prudencia, justicia, y fortaleza, y repetiré por siempre sus palabras sabias acerca de los seres humanos adultos: «nunca los mires como viejos, míralos como jóvenes, portadores de sabiduría, con espíritu y alma joven que viven su ancianidad´´. Finalmente, a mi familia y a toda la comunidad presente, les quiero compartir que mi ejercicio espiritual futuro, será el de seguir visitando la casa de mi abuelo, para abrazar y besar a Maricruz, e ir y tirarme en el patio trasero de la casa al lado de la ceiba y macear el misterioso atractivo que me embarga, éste era uno de los lugares preferidos desde niño y allí siempre me encontraba mi abuelo, invariablemente despierto, y me decía, tocayo estás observando 300 años de historia. El aplauso fue prolongado.
El sábado siguiente, seis días después nos reunimos todos en casa del Abuelo Pedro José hoy de Maricruz, la saludamos con millones de besos y abrazos y ella lloraba de emoción prodigándonos toda suerte de atenciones. Mientras todos conversaban en el solar alrededor de la Urna, inicié un recorrido por la casa que se me hizo eterno, agradecido, porque peregrinaba y me transportaba en el tiempo, ensimismado en los recuerdos, de la mano de mi padre.
Caminé desde el pórtico, pasando por el patio interno, alcanzando las dos salas sociales, mirando las pinturas y las fotografías desde la más reciente hasta la más antigua, pasé por la cocina, encontrándome las señoras que había contratado Maricruz para que prepararan la cena, me escurrí por las escaleras al segundo piso, de inmediato me metí a la alcoba que fue de mi padre, me senté en el sillón que tantos recuerdos me traía, lloré desconsolado, al estar la ventana abierta, oía el murmullo de las conversaciones que se traducían en un solo eco: Pedro José por acá, Pedro José por allá…, hasta que decidí bajar y unirme al grupo.
Justo a las 7,30 pm, Maricruz con su sonrisa amorosa de siempre, apareció y nos dijo: ¡Pedro José! a ésta hora llamaba a sus comensales a cenar, así que ¡se me alistan!, acto seguido las señoras contratadas para el evento pasaron platos y cubiertos, de inmediato iban sirviendo las viandas opíparas que se solía compartir con el abuelo.
A las 9 pm, terminada la cena, se presentaron dos técnicos de albañilería, sostenían una caja prefabricada de concreto, acercándose a Maricruz le preguntaron el sitio para hacer el hueco donde depositarían la Urna y Ella con paso lento pero seguro les indicó cuatro metros de frente retirados de la ceiba, inmediatamente procedieron abriendo un hueco de 70 centímetros de profundidad por cincuenta centímetros cuadrados. Una vez fue instalada la Urna en el fondo de la caja prefabricada, sucedió un episodio inesperado, por iniciativa de los niños, éstos cortaron flores del jardín, y uno a uno las colocaron al interior de la fosa, pronunciando: -para nuestro amado abuelo-
Sentados en las sillas frente a la tumba, escucharon a Maricruz que se dirigió con unas palabras llenas de reflexión, evocando a Pedro José, dijo: -Aprendí a no ser una vieja negativa sino una anciana con derechos como cualquier ser humano-, -Aprendí a darle prioridad a la salud de mi cuerpo, maximizando mis sentidos y ejercitando mi mente para seguir siendo un ser social-, -Aprendí a tener templanza, prudencia, justicia, y fortaleza, -Aprendí que la ancianidad es la suma de experiencias positivas y negativas que cosechamos y tamizamos para degustar las más fructuosas y agradables de nuestra esencia-. Concluyó expresándoles – Mis amores, Pedro José y Yo nos debemos a todos vosotros, nos regalaron y me siguen ofreciendo amor, gracias, gracias.
Todos quedaron en silencio, minutos después aplaudieron emocionados a Maricruz, l besándola y abrazándola. Sorprendidos escucharon una melodía ejecutada por los niños músicos, Maricruz dejó escapar sus lágrimas al escucharla, era el acorde musical predilecto de Pedro José y Maricruz en sus momentos de silencio: -El concierto de Aranjuez-. Abrazados lloraron leyendo las inscripciones en la cripta:
PEDRO JOSE VALENCIA RIVAS
1910-2020
– SIT TIBI TERRA LEVIS-
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