Propósito, esperanza y sentido:Un monólogo interior.
A veces creo que debería callar la mente, frenar las preguntas, omitir la reflexión, sólo callar. A veces me pesa mucho no poder profundizar en una buena conversación. Es el vacío del ruido. Me vuelvo lejana, distante. Sólo tengo el cuaderno azúl, el rosa, y los otros tres que yo misma hice para dar continuidad a un monólogo intermitente entre lo banal y lo profundo. Así nada más, sin tiempo horario real, tan solo entre el de lo efímero y prolongado, por todo lo que se calla para que no se nos juzgue. Para que nadie se ría de lo nuestro, como sí nadie más tuviera la necesidad de conocerse abiertamente y expresarse claramente.
Ayer pensaba en eso, en todas las veces que me he reunido con amigos para vernos y en cómo al final, todo se vuelve una charla sin sentido. Suena el ruido de la música bobotizante y, ahí estamos todos ajenos a nosotros mismos, a la compañía, a la gracia fraternal de la amistad. Solo bebiendo y cantando pendejadas, como para olvidarnos de todo lo que pesa, cansa y es ajeno a nuestra realidad en ése instante.
Pienso a veces que, quizá, soy una amargada. Pero descubro luego que sólo nace en mi el deseo de subir un nuevo escalón. De crecer. Y es molesto querer cambiar aquello que, aunque no me da más, es cómodo. Es la edad, es el peso de estos 26 que más que consumirme, me están exigiendo madurar. Crecer, cambiar.
Ya no estoy para perder el tiempo como lo he perdido hasta el momento, cuando huyendo de lo que no me he querido hacer responsable, me escudo en la embriaguez de lo hechizante. El alcohol que me anestesia y el cigarrillo que, estúpidamente, creo que me relaja de mis dramas. Estamos locos cuando huimos de nosotros. Estamos locos cuando nos da miedo mostrarnos siendo intensos en un sentido más profundo. Estamos locos cuando permitimos que el peso de la opinión de otros nos defina, como sí los otros nos conocieran mejor de lo que nosotros nos conocemos. Cómo sí los otros supieran más lo que nosotros sabemos, queremos o necesitamos. Cómo sí de los otros dependiera lo que realmente somos o queremos ser. Cómo sí ellos fueran perfectos y, nosotros no. Cuando la única verdad es que cada quién juzga desde su propia deficiencia. Y sí todos tenemos deficiencias, entonces, que sean estas las que nos lleven a comprender cómo a través de nuestras propias limitaciones, es como en verdad podemos convertirnos en mejores personas.
Este discurso es para mí. Está escrito desde mi propia locura, desde mi propia cosmovisión, y desde las fallas mismas que quiero transformar.
Estaba leyendo un poco de Kant, Nietsche y también la biblia, y eso… ¿qué importancia tiene?, Pensarán algunos, pero éste es el monólogo que escribí de noche y que lleva tan sólo el orden de mis pensamientos, nada más.
Karla Cai.
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