Una Gran Mujer

Una Gran Mujer

Danna-R

05/04/2021

San Francisco de La Montaña, pueblo colonial ubicado en las montañas del norte de Panamá, agosto 2 de 1936, hija de dos pueblerinos, su madre ama de casa y su padre agricultor.

Griselda, conocida como Tena, era la tercera de seis hermanos, quién solamente pudo culminar sus estudios primarios, para buscar un trabajo y así ayudar a sus hermanas a terminar la secundaria, pues el dinero que ganaba su padre no era el suficiente, para la educación de todos.

Tena consigue trabajo, siendo a penas una adolescente,  en una tienda de abarrotes del Señor Chan, conocido por todos en el pueblo. Allí conoce a Chinto, un chico que igual que ella, trabajaba en la tienda de abarrotes del señor Chan.

Chinto y Tena se enamoraron y ya adultos, decidieron montar su propia tienda, a la cual llamaron “El Encanto”.  Se casaron y a la edad de 20 años, Tena tuvo su primer hijo y con los años, tuvieron 3 hijos más, los cuales todos lograron ir a la  escuela y la universidad, gracias a lo que generaba esa tienda de abarrotes y a las diversas ideas que a Tena se le ocurrían; pues hacía duros de frutas y refrescos también de frutas naturales, lo cual gustaba mucho entre los lugareños.

Al tener su cuarto y último hijo, teniendo 30 años, Tena fue diagnosticada con insuficiencia renal, por lo que tuvo que ser sometida a una cirugía en el año1966, en un Hospital en la Capital en Panamá, donde fue intervenida en ambos riñones, pero algo no funcionó y tuvo que viajar con los pocos recursos que tenía, hasta el Hospital Jackson Memorial, en la Ciudad de Miami, en los Estados Unidos, donde nuevamente, fueron sometidos a cirugía sus riñones.

Su salud no mejoró totalmente, Tena sufría de fuertes dolores al orinar, lo cual hacía en una especie de coladera, con una malla muy fina, pues sus riñones expulsaban una especie de arena, lo cual era sumamente doloroso para ella, sin embargo, nunca mostró a su familia, cuanto sufría.

Tena era muy querida en el pueblo, tanto, que la llamaban “Mamá Tena”, no solo sus hijos y nietos, si no también, sus sobrinos y todo el que la conocía, aunque no fuera familia.

Una de sus virtudes era la de ayudar a los campesinos, quienes caminaban horas hasta llegar al pueblo, con el fin de poder vender lo poco que obtenían de sus cosechas y poder llevar sustento a sus casas para sus familias

Ella hizo un trato con estos campesinos, el llamado “trueque”.  Les propuso cambiarle sus cosechas, fuera mucha o poca, por lo que necesitaran de su tienda de abarrotes.  Ella se quedaba con sus cosechas y ellos podían llevar de su tienda, café, manteca, arroz, pan y hasta un trozo de carne, sin importar, que lo que ella obtenía, fuera de menor costo, comparado con lo que estos campesinos llevaban.

Entre estos campesinos, había una señora muy anciana, a la que no se le entendía mucho lo que hablaba, a la que Mamá Tena llamaba “mantoca”. Esta campesina siempre llevaba unas pocas verduras y lo único que pedía a cambio era “mantoca”, al principio Mamá Tena no le entendía ¿qué era lo que quería en realidad?, hasta que finalmente la anciana le señalò un trozo de manteca, fue tan jocoso para ella, que le colocó de inmediato el apodo de «Mantoca».  No importaba cual fuera su nombre real, para Mamà Tena, ese era y con eso bastaba. 

Se volvió tan especial esta anciana para Mamá Tena, que ya no sólo le daba un buen trozo de manteca, a cambio de dos o tres verduras que le llevaba, comenzó a meter en su bolso, sin que la anciana se percatara; trozos de carne, paquete de frijoles, un trozo de pan o hasta un poco de arroz.   

Incluso, ya sabía que esta anciana iba todos los sábados a las 7:00 de la mañana y la esperaba con una taza de cafe caliente y un trozo de pan, para aliviar su carga y la larga caminata que acababa de dar.  Aunque a esta anciana no se le entendiera nada de lo que hablaba, lo más curioso es que Mamá Tena le entendía y conversaban mucho.

Mamá Tena era famosa por jugarle bromas a sus conocidos, una tarde llegó a la tienda un señor llamado Saúl, quien vivía a las afueras del pueblo, a unos dos o tres kilómetros más o menos, quien siempre se sentaba a entablar conversaciones con Chinto su esposo, en una ranchería que estaba a un costado de la tienda.  Mientras el señor Saúl conversaba con Chinto, sin darse cuenta, Mamá Tena le llenó de piedras una bolsa que este señor llevaba.  

Al momento en que Saúl se coloca la bolsa en el hombro para emprender su camino a casa, sintió que su bolsa pesaba, sin embargo, sólo se quejó pero no miró dentro de esta, para ver qué había, que pesaba tanto.  Caminó el largo trayecto hasta su casa, bajo un sol ardiente, cargando la pesada bolsa, preguntándose  ¿porqué pesaba tanto?,  sin embargo no la revisaba.  

Al llegar a casa, le comentó a su esposa Chila, que estaba agotado, pues su bolsa pesaba una tonelada; Chila como mujer curiosa, abrió la bolsa para revisarla y ver qué tanto llevaba a casa su esposo, encontrándose con que eran piedras. De inmediato le preguntó, ¿fuiste a la tienda del señor Chinto a conversar?; el silencio de Saúl era evidente y sabían que Tena era la responsable de aquella broma. 

Las fiestas de carnavales, los cuales en Panamá son cuatro días de mojadera, en aquellos años, la gente se acumulaba en las esquinas de las calles, a esperar a que alguien pasara, para lanzarle un cubetazo de agua, los hombres empapaban a mujeres y viceversa. 

Siempre en unos de esos dias, Mamá Tena invitaba a todos sus sobrinos, que ya  eran casi adultos,  almorzar a su casa, les cocinaba la famosa sopa de pata de vaca; la cual es muy potente que dormía a cualquiera.

Esperaba a que todos comieran y se fueran a dormir rendidos en unas hamacas, que ella misma había colocado en la ranchería, para luego ella salir, sin que ellos se percatarán, con tanques de agua y los bañaba a todos, con todo y ropa puesta. No les quedaba de otra, que sonreír ante la trampa que les había jugado a cada uno, su más querida y divertida tía.

Tena tenìa un vecino llamado Santo Castillo, quién junto a otro señor llamado Aurelio, de tantas bromas que Mamá Tena les jugaba, decidieron cobrarse en carnavales, así que la bañaban de tres o cuatro veces al día, pues ella cambiaba su ropa mojada por ropa seca, ya que debido a su enfermedad, no podìa permanecer con la ropa empapada puesta, así que estos señores aprovechaban cada vez que Tena se cambiaba, para voverla a empapar.

Al día siguiente, Tena decidió cobrarles cada empapada que le dieron el día anterior. Ambos llegaron a la tienda como de costumbre y se sentaron a conversar con su esposo Chinto, sin saber que Tena les tenía preparada una divertida venganza.

Habìa guardado su orine de la noche anterior y en otro garrón, habìa colocado la zurrapa del café de la mañana.  Mientras estos dos señores conversaban con su esposo, Mamá Tena les salió por las espaldas; al señor Santo Castillo lo bañó de pies a cabeza, con el orine y al señor Aurelio lo dejó con el rostro totalmente negro, pues a este le tocó ser bañado con la zurrapa del café. Solo corrieron del lugar gritandole … ¡cochina Tena, cochina!… Su venganza funcionó, porque no la volvieron a molestar en lo que restó de los carnavales.

Una tarde llega un mercaderista a la tienda.  El sujeto tenía unos enormes bigotes, que le parecieron muy graciosos a Mamá Tena,  ¿en qué puedo servirle señor? … amablemente le preguntó.  Este le respondió que quería probar algo tradicional del pueblo.  Ella viendo sus enormes bigotes que llegaban hasta su boca, se le ocurrió brindarle uno de sus famosos duros, especialmente el de nance; una fruta con un olor algo peculiar. 

 El sujeto saboreó como un niño saborea una paleta, el delicioso duro de nance que le habìa brindado esa amable mujer,  fascinado con el sabor de esta fruta, quedando sus enormes bigotes  totalmente cubiertos de lo que acababa de comer.

A los pocos minutos, el hombre decía que sentía un olor extraño, como a popó o parecido al vómito, que no sabía de donde venía.  Mamá Tena contuvo la carcajada lo más que pudo, pues ella sí sabía de dónde provenía el olor y era de sus enormes bigotes,  pues era el olor peculiar que suele tener la fruta del nance, pero obviamente, este hombre no lo sabía.  

En 1986 la salud de Tena,  decayó nuevamente, por lo que tuvo que emprender un viaje a los Estados Unidos, junto su esposo y su hijo mayor, sometiendose  por tercera vez, a una cirugía en sus riñones, en un Hospital de Houston.  Pensaron que todo iba a mejorar, según los doctores había sido un éxito y habían logrado extraer de los riñones de Tena, hasta la última piedra que mantenía; pero no fue así. 

Su salud no mejoraba y fue necesario un viaje más, en el año 1988, al Hospital Metodista de Houston, esa fue la última intervención quirúrgica a la que fue sometida.

Al regresar a casa, ya se le notaba el agotamiento fìsico, seguía orinando esa especie de arena, que la desgarraba por dentro, los dolores eran cada vez más fuertes y su hemoglobina no lograba subir, por más medicamentos que tomara.

A pesar de su dolor, de su enfermedad, de lo mal que la estaba pasando, nunca dejó de divertirse, de hacer feliz a los demás, sobretodo de consentir a sus nietos; no dejaba de brindar amor a los demás, de ayudar al prójimo sin importar el costo, sin importar no obtener nada a cambio, ella era feliz con un simple gracias y ver en los ojos de las personas la felicidad y satisfacciòn que ella lograba darles.

Madrugada del 21 de marzo de 1989, una tos incontrolable se apoderó de Mamá Tena; Chinto desesperado por no saber ¿cómo ayudarla?, buscaba entre sus cosas el telèfono de su hijo mayor; que era el que más cerca vivía y el que tenía auto; pero no lograba ubicar nada, de los nervios y la desesperación que invadían su cuerpo; hasta que Tena como pudo, le dijo donde estaba la libreta de los teléfonos y Chinto logró llamar a su hijo mayor, «Negro, Tena esta mal».

En menos de 20 minutos, Negro llegó a la casa de sus padres y tomo a su madre en brazos, la subió a su auto y emprendió el viaje al hospital.  La tos no cedía y cómo podía, Negro trataba de dar masajes en el pecho de su madre, quien iba sentada a su lado en el auto, tratando de ayudarla a respirar. A escazos kilómetros del hospital, su madre se desvanece por completo en su auto.

Al llegar finalmente al hopital; por más que los doctores intentaron reanimar a Tena, ya era tarde y  estaba sin signos vitales.

Con sólo 52 años, Mamá Tena dejó el mundo terrenal, dejando dolor en muchos corazones.

Su funeral fue histórico en San Francisco de la Montaña, ningún político había reunido a tantas personas en un mismo lugar. 

No solo habían familiares,  todo el pueblo estaba allì, los campesinos a los que tanto ayudó, especialmente “Mantoca”, allí estaba, derramando lágrimas, como si hubiera perdido a un familiar.

Mamá Tena, “Una Gran Mujer”,  a quién no volvera a tener otra igual, el pueblo de San Francisco de La Montaña.

Mi abuela, a quien el destino me permitió disfrutar, sólo 12 años de mi vida.

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