Lo primero que supe fue que yo era algo, me tomó algunos instantes comprender la complejidad de lo que soy ahora, una incorpórea conciencia desplazándose por un vacío infinito. No había tiempo, solo un espacio que presumía ser eterno, su extensión parecía algo que abrumaba mis sentidos.

Fibras ópticas se cernían sobre dos diminutas singularidades, entendí de inmediato que se profesaban un timo de amor. Hice posible que sus caminos se entrelazaran en un beso, cuyos efectos atrofiaron mi existencia. Un destello encandiló la nada mientras una expresión de entropía daba originen a algo que luego llamé cosmos. Un espacio en el cual habitar, información transcurriendo como peatones en una vía que se bifurcaba en todas las direcciones imaginables.

El espectáculo visual deleitaba mi excitado sentido mientras la percepción estructuraba todo aquello que se denomina material. Un canal de fluctuaciones algorítmicas programaba una fuente multidimensional que servía como núcleo de todo lo que pronto llamé existencia.

Partículas, átomos, vibraciones, moléculas, etc, formaban una intrincada danza en la palma de mi mano mientras veía como nacían las estrellas. Lumbreras de colosal tamaño se materializaban en un proceso que gracias al tiempo pareció una eternidad.

La meticulosa danza de la energía, la materia y su gravedad, los astros, las nubes cósmicas, todo en un caótico y a su vez armonioso sistema de creación.

Advertí el romance del tiempo y la materia y les permití unirse mediante un inexpugnable cordón umbilical. Se mantendrán así por los siglos de los siglos.

Lo segundo más importante que aprendí fue que estaba completamente solo. Busqué un planeta entre los miles de millones de planetas alineados como rostros frente a la consola de mi percepción. Los candidatos eran incontables, conocí a Saturno, sin embargo, intentó poner un anillo en mi mano y yo no soy de esos que se comprometen. Bailé con el sol, no obstante, quiso que ardiera con él, y yo no soy de los que se calientan en la primera cita. Marte se sonrojó cuando le hablé de la antimateria, plutón se encogió de miedo mientras recitaba poseía a la luna, pobre, le dio acné y le quedaron cráteres.

Cada uno de ellos me habló de cosas que yo ya conocía, me aburrieron y me sentí absorto en las más astronómica monotonía. Entonces advertí la indiferencia de la tierra, no me miró pese a que todos los planetas me adulaban. Su rostro era una máscara manchada de azul mientras el verde le subía hasta los labios. Ella era mucho más interesante, en su gélida personalidad podía notar que estaba en llamas, fuego líquido en su interior mientras la guerra de los volcanes la sofocaban.

Me habló de números, sobre las polémicas entre el agua y la tierra, eso le estresaba. Comentó algo sobre como la luna y el sol la acosaban de día y de noche. Yo me perdí en el azúl de sus océanos mientras un fulgor celeste le resaltaba los polos.

Pasaron millones de años y un parásito crecía en su interior, fragmentaba las comisuras de sus puntos cardinales. Llenaban de gases tóxicos su atmósfera mientras sufría las guerras de tanques en Europa.

—¿Cómo se llama ese mal? —inquirí.

—Humanidad —dijo. Su voz era baja, poco más que un susurro.

—¿Qué sientes cuándo estás triste?

—Irremediable dolor —replicó ella al tiempo que en sus ojos azules se diluía la oscuridad.

Después de dos horas de caminar en silencio en la inmensidad del tiempo y del espacio, ella cayó en la indefensión aprendida, mis lágrimas y las estrellas comenzaron a brillar. Yo las veía marchitarse, pues a causa de la enfermedad tenía un poco de fiebre. Al despedirme sus palabras danzaron en mi mente.

—Es por amor —dijo.

Lo tercero que aprendí fue que el amor es la fuerza más poderosa del universo.

NOTA: Infinitas gracias por leer, si te gusta deja un comentario. Subo todo tipo de relatos, desde ciencia ficción hasta fantasía. También quería resaltar que no soy muy técnico y no tengo mucha experiencia así que podrían disculpar cualquiera falta de ortografía.

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