Crecí en un hogar donde el amor de mis padres estaba presente, pero el de los abuelos nunca existió, tanto mi papá como mi mamá, tuvieron la mala suerte de perder a sus padres a temprana edad. Poseía amigos que disfrutaron del amor de sus abuelos, y se burlaban porque nunca tuve un abuelo. Si no experimente ese cariño no significaba nada, ya que realmente no haber disfrutado de ese sentimiento no me quitaba el sueño.

Escuchaba que los ancianos se convierten en gatos, ya que terminan odiando el agua porque se bañan poco. Además mantienen raros olores, debido a que se untan constantemente en su cuerpo pomadas mentoladas. Otros inadaptados dicen que los viejos hieden a orina y formol, ya que están cerca del hoyo. No me gustaba cuando alguien se expresaba de esa manera de las personas mayores.

En la universidad cursaba una cátedra que se denominaba ¨MICROECONOMIA¨. Esta materia era fundamental para seguir avanzando en la carrera que cursaba. La primera clase, el catedrático mencionó que para aprobar, debíamos demostrar nuestra capacidad de análisis. Primeramente iríamos o realizaríamos una visita a un asilo de ancianos con el fin de determinar nuestro comportamiento social frente a esas personas.

La sorpresa era que no entendía que relación existía entre la casa hogar de unos viejos con la MICROECONOMIA. Por lo que pensé: ¨QUE TIENE QUE VER EL CULO CON LAS PESTAÑAS¨. El profesor se adelantó respondiendo que el alumno que no le pareciera el procedimiento quedaba libre de retirarse.

Con ese compromiso llegamos al asilo, nos pasearon por las instalaciones y nos presentaron a todos los ancianos. En el momento que el director de la entidad se montó a dar un discurso, busque la manera de alejarme del grupo. Al salir encontré un bello jardín, y sin perder tiempo me lleve un cigarro a la boca, cuando entre los arbustos escuche.

– ¡Me regala un cigarro¡ – Dijo un señor que permanecía en ese lugar escondido.

– ¿Usted puede fumar? – pregunté.

– ¿Por qué? – Crees que no tengo edad para fumar – respondió.

– Solamente pregunte por su salud. – Dije.

Saque otro cigarrillo y estirando el brazo se lo entregue en su mano. El anciano me abrió un lugar y me invitó para que me sentara junto a él, indicándome que dentro de las instalaciones se prohíbe fumar. Este señor llevaba puesta una boina del mismo tipo que utilizan los residentes de ciertas zonas de España o Francia. Esto hacia resaltar su aspecto de extranjero, pero al hablar manifestaba un dialecto típico a los habitantes de la región. Lo curioso es que me senté a su lado con la intención de no despreciar su invitación, me desconcertó que no desprendía ningún mal olor como ciertos amigos me lo había advertido.

– ¿Usted es gallego? – Pregunté.

– Parezco pero no soy.- respondió.

– Nací en Europa, en un país que se llamaba Checoslovaquia, ahora se conoce como República Checa, pero tengo muchos años en este hermoso país. – respondió.

– Nunca había conocido un checo que hablara perfectamente el español, bueno para ser sincero, nunca había conocido una persona de Checoslovaquia. – Le comenté con mucha expectación.

Mientras fumaba el viejito no perdió tiempo y comenzó a relatar su historia. Iniciando que participó en la segunda guerra mundial, pasando todo ese conflicto en una cárcel alemana. Que era un campesino con conocimientos de mecánica por eso lo utilizaban para reparar los vehículos, tanques y revisar uno que otro avión descompuesto. Cuando terminó la guerra fue a buscar a su familia pero el sitio fue desbastado por las constantes bombas aéreas que allí cayeron. Al no tener familia se montó en un barco con destino al Continente Americano. En ese relato existía algo que se me hacía familiar por lo que le pregunté si podría volver a visitarlo. Con una gran sonrisa el anciano termino aceptando.

El domingo siguiente me levanté con un compromiso de cumplir con esta persona que apena conocía. Sentía una necesidad urgente de conversar con el viejito. Llegué al asilo, y cual sería mi sorpresa que frente a la casa se encontraba esperándome ese señor. Estacione el carro, baje y me dirigí hacia donde se encontraba. Me abrazo al llegar, y dejando su mano sobre mí hombro me llevó al jardín, al mismo lugar donde tuvimos nuestro primer encuentro. Le ofrecí un cigarro pero expresando un mal gesto con la cara, y explayando su mano casi frente a mí rosto, demostró que no deseaba fumar. Cuando extendió su mano pude notar que tenía unos de los dedos algo recortado, precisamente no poseía uña.

– ¿Qué le paso en el dedo? – Pregunté.

– Las hélices de un avión que casi me vuela la mano. – respondió.

Con esa anécdota comenzó su nuevo relato. Para ello, tuve que recordarle dónde se había quedado. Procedió indicando que llegó a un puerto, allí le preguntaron cuál era su oficio. Como confesó que era campesino lo montaron en un vehículo, y después de doce horas de viaje, lo dejaron botado en una finca. No conocía a nadie, tampoco manejaba el idioma.

El capataz de la finca que era un buen hombre. A fuerza de señas lo monto en un tractor agrícola, y así fue como comenzó a ganarse la vida en ese nuevo mundo. La gente lo veía como algo extraño, pero le fueron agarrando cariño y comenzaron ayudarlo para facilitarle el idioma. Entre esas personas había una linda señora del país vecino que trabajaba en la cocina. Esa relación de amistad fue tomando otro rumbo y terminaron enamorándose, hasta constituir su propia familia. Cada vez que nacía un hijo lo presenta en el país, y en la embajada de cada uno de sus padres, en pocas palabras tenían tres nacionalidades.

– Mi padre fue presentado de esa manera. – interrumpí para hacer esa observación.

– Debe ser casualidad. –respondió el señor.

También noté que el anciano buscó cambiar el tema, y comenzó hablando de otras cosas. Mencionó que dentro de la institución existen un sin números de historias cuyos personajes son esos longevos. Muchas de esas almas son consideradas estorbos para su familia y son lanzados en ese recinto en espera de su hora final. Más doloroso es cuando padecen de una enfermedad llamada ¨ALZHEIMER¨. Los familiares dejan de visitarlos, sacando la excusa que le ocasiona dolor verlos en ese estado. Regresan solamente cuando son notificados para retirar sus restos, si es que lo retiran. Otros terminan cancelado los gastos funerarios anticipadamente, y de esa manera limpian su conciencia.

Asimismo, me expuso que en una ocasión llegó un señor que se encontraba en total abandono. Uno de sus hijos se compadeció por su salud y terminó internándolo en esta casa hogar. La enfermera que lo atendió, después de asearlo y alimentarlo, a solicitud de ese señor le otorgó un abrazo. En ese momento el señor murió. Lo que necesitaba era que alguien le diera un momento de cariño, y cumplido su deseo terminó por dejar este mundo

En el asilo existe la política de emparejar ancianos con la finalidad que ellos mismos se hagan compañía y de esa manera se hace menos pesada la soledad. En una ocasión una señora llamada ¨JOSEFA¨, le buscaron pareja y como ella no estaba dispuesta a casarse, se fugaba saltándose la cerca, ella decía que no necesitaba macho y mucho menos viejo. Se escapaba en la noche y los familiares la regresaban al siguiente día.

– ¿Con cuántas viejas te han casado? – pregunté.

– ¡Con ninguna¡ – respondió.

– Tengo a mi esposa y todo tiempo me acompaña. – me lo resaltó.

Como era viejito no quise ofenderlo, y no le pregunte más sobre el asunto. El anciano recortó la conversación indicándome que el ser vivo es injusto, El hombre se pasa la vida trabajando con la finalidad que en su hogar nunca falte el sustento diario, y sus hijos tengan bajo sus cabezas un techo. Los días que tiene para descansar la esposa le reclaman por el hecho de no compartir ese momento con los muchachos. Por eso muchos de esos hombres que solamente fueron padres para llevar el alimento, cuando llegan al ocaso de su vida y no pueden seguir trabajado, pasan el tiempo compartiendo con los nietos. Es por eso que mucho dicen:

– ¨ Mi padre no me llegó a querer de la misma manera que quiere a mis hijos¨.

Otros desconsiderados utilizan a los abuelos como niñeras sin sueldo, con la finalidad que cuiden a sus propios nietos. El anciano me miró fijamente y me dijo esta reflexión: – ¨Una persona cuando llega a viejo no solamente trae consigo dolores y malos olores. Es un ser lleno de vida y con mucha experiencia. Uno puede heredar riqueza pero no sabiduría. La sabiduría la adquiere a través de la experiencia. Para eso están las personas mayores para dar experiencias¨.

Interrumpí para mencionar ese antiguo refrán. – Como se dice: ¨Para triunfar en la vida es necesario adquirir la sabiduría antes de envejecer¨. –.

Comprendí que había transcurrido mucho tiempo. y debía retirarme de ese sitio. El anciano entendió mi inquietud por lo que me acompañó a la salida. Me despide, y busque el lugar donde estacione el vehículo, pero mientras caminaba tuve la necesidad de voltear la mirada. La sorpresa fue que al observar al abuelo, esté se encontraba acompañado de una linda señora que salió de la nada.

Me fui pensando quien era esa señora y de dónde diablo había salido. No me aguante, y retome el camino para regresar nuevamente a la institución. Al llegar le pregunté a la recepcionista por el abuelo que utilizaba boina pues desconocía su nombre. La señorita me indicó que en los quince años que tiene trabajando en el asilo, nunca había visto un anciano portando boina. Ese comentario me erizo la piel, y preferí retirarme del sitio.

Con el tiempo esa extraña situación fue superada. El profesor al evaluar el análisis solicitado término felicitándome, porque había comprendido realmente lo que buscaba con esa visita.

Al ver a mi padre le comente sobre lo sucedido y del anciano que portaba boina. Al escuchar la palabra boina. Se acercó a su escritorio sacando de la gaveta una vieja caja que guardaba. Abrió la caja y retiro dentro de esta, una boina para enseñármela.

– Era una boina como ésta? – preguntó mi padre.

No había diferencia alguna entre la boina que portaba ese señor con relación a la boina que me estaba mostrando mi padre.

– ¡Son idénticas! – respondí.

– ¿Dónde la sacaste? – pregunté.

– Perteneció a tu abuelo, y es el único recuerdo que tengo de él. – además de la última foto que aparece junto a mi madre.

Al enseñarme la foto pude ver a las dos personas que me despidieron del asilo ese día, pero con una edad avanzada..

– ¿A tu padre le faltaba un pedazo de dedo de la mano derecha? – volví a preguntar.

– ¡Como supiste eso! – respondió.

– En una oportunidad reparando un avión, la hélice casi le destroza la mano, pero terminó agarrándole fue un dedo. – comentó papá.

Al escuchar eso guarde silencio para reflexionar, pensé no tener el amor de un abuelo y todo ese tiempo el amor de mis abuelos estuvo conmigo desde la eternidad.

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