Ésta es la historia que me contó mi abuelo hace muchos años, cuando yo era un niño, en ese momento mi abuelo como todo sabio quería enseñarnos la importancia de la vida, un día nos invitó a mi hermano y a mí a un paseo por las montañas de un pequeño pueblo llamado Yucunama, escondido entre la serranía del estado de Oaxaca, nos prometió que veríamos el lugar en donde el agua nace. De camino nos contó un cuento con la intención de sembrar un poco de su sabiduría en nosotros, así que cuando salimos de casa lo primero que nos dijo fue.
-Queridos nietos, esta historia que les voy a contar espero sea de utilidad en la vida de ustedes. Es la historia de una familia con tres hijos y un padre, el padre era mayor y sabiendo que pronto iba a morir decidió repartir sus bienes entre sus hijos, no era un hombre rico por lo que llamó a cada uno de sus hijos individualmente.
El primero en entrar fue el hermano mayor, era un fanático de la velocidad y del sonido de los motores, se acercó a su padre y éste le dijo…
-Hijo no tengo mucho para darte, pero mi amor por ti es tan grande que deseo que vivas feliz toda tu vida, tengo dos opciones para ti, te puedo dar tres consejos o diez monedas de oro.
Mi abuelo se detuvo un instante y nos dijo.
-¡Escuchen!.
Mi hermano y yo nos quedamos en silencio, observamos la naturaleza en ese momento; la montaña en la que estábamos se encontraba repleta de pinos muy altos, podíamos escuchar algunos pájaros volar, el sonido del viento, el río y las hojas crujientes bajo nuestros pies, en medio de aquello se escuchaba además un ruido extraño.
Frente a nosotros y detrás de unos arbustos había dos pájaros muy raros, en México los llaman «chachalacas», nos dijo que estaban hablando, uno decía al otro, ¡Barre la casa! y el otro respondía ¡bárrela tu!, nos reímos mucho ese día mi hermano, mi abuelo y yo.
El hijo mayor, al escuchar la propuesta de su padre, pensó que quizás con esas monedas podría comprar un terrenito e iniciar una nueva vida, asi que le dijo a su padre.
-Quiero el dinero.
-¿Estás seguro de que no quieres los consejos?
-No querido padre en este momento de mi vida necesito el dinero.
Su padre tomó diez monedas de oro y se las entregó a su hijo. El joven muy feliz por el regalo de su padre salió de la casa, se montó en su motocicleta y emprendió un viaje hacia una nueva vida.
Entró el hermano mediano y el padre le dijo.
-Querido hijo voy a hacer el mismo trato que hice con tu hermano, sólo puedes elegir una opción, porque tu hermano menor se merece un buen regalo también. Tengo para ti diez monedas de oro o tres consejos, tú eliges.
El hijo vio a su padre e imaginó todo lo que podría comprar con las monedas de oro, entonces le dijo a su padre.
-Elijo las monedas.
Mi hermano y yo nos detuvimos un momento a contemplar el paisaje, a lo lejos podíamos ver una iguana verde parada en la punta de un nopal, se mantenía inmóvil pero observadora, la briza suave del campo se sentía sobre nuestras pequeñas caras de niños de 8 y 9 años. Mi abuelo decía que la mayor bendición de toda la vida eran los amigos, le gustaba cantar aquella canción de Roberto Carlos que dice: «Quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar», mientras caminábamos cuesta arriba entre las montañas él cantaba fuerte. «Yo solo quiero mirar los campos, solo quiero cantar mi canto, quiero tener un millón de amigos y así más fuerte para poder cantar ”.
El segundo hermano salió de la casa muy contento con su regalo, finalmente le tocó el turno al hermano menor, el padre vio a su hijo y sonrió, el joven abrió las manos para recibir su herencia, y el padre le dijo.
-Mi amado hijo tengo para ti tres consejos, toma asiento hoy te daré el tesoro de la sabiduría.
El joven se sentó en la mejor silla de la casa para escuchar a su padre.
-El primer consejo que te daré es, «nunca tomes atajos en la vida, toma siempre el camino real, eso evitará que te pierdas o tropieces», el segundo consejo «nunca te involucres en lo que no te importa, no seas chismoso eso te evitará muchos problemas” y el tercero, «nunca tomes decisiones en momentos de ira, actuar con la cabeza caliente puede llevarte a hacer cosas que no quieres». Eso es todo, espero sinceramente que estos tres consejos te guíen durante toda tu vida.
Un día después murió el padre, el hijo menor emprendió su camino rumbo a la ciudad para buscar un trabajo y ganarse la vida. En medio del bosque se encontró frente a dos caminos, ambos se dirigían hacia la ciudad y recordó el primer consejo, «nunca tomes atajos» por lo que tratando de confiar en lo que le había dicho su padre optó por caminar por el camino seguro aunque fuese un poco más largo, cansado de tanto caminar y sin haber comido decidió buscar un lugar para pasar la noche. Llegó a un pequeño hotel al costado de la carretera, al entrar le dijo al dueño.
-No tengo dinero para pagarte, pero necesito un lugar para pasar la noche.
-Tengo una habitación vacía para ti, no es la mejor, pero puedes dormir esta noche ahí si quieres.
El joven aceptó la oferta, esa noche se escucharon ruidos extraños afuera, el joven un poco asustado pensó en abrir la puerta pero recordó el segundo consejo,“ nunca te metas en lo que no te importa» así que volvió a dormirse.
Era tarde, habíamos caminado dos horas sin desayunar todavía, y luego mi abuelo se detuvo y nos dijo:
-¿Ves ese árbol?
Mi hermano y yo teníamos un árbol muy alto frente a nosotros, no recuerdo qué especie era, en ese momento mi abuelo dijo, le daré un premio a quien trepe más alto, mi hermano y yo corrimos y comenzamos a escalarlo, si eres buen observador no hay dificultad para subir, solo necesitas encontrar la rama correcta, cuando estábamos subiendo, dijo mi abuelo.
-Ahora les voy a contar otra historia.
y gritando desde abajo dijo.
-Estos eran tres niños que se subieron a un árbol y el que estaba más alto les dijo a los otros dos.
-Vamos a jugar a dios.
-Muy bien respondieron los otros dos.
El de abajo va a ser el espíritu Santo.
-¡Salta es hora que bajes a la tierra!, gritó el niño de arriba.
El que se encontraba mas abajo saltó y cuando cayó se raspó la pierna, nuevamente se escuchó otro grito.
-Luego el hijo bajó a la tierra, es hora de que te tires.
Y el segundo niño saltó, mientras caía se golpeó la cabeza, los dos niños todos golpeados le gritaron al tercer niño mientras se sobaban los golpes.
-Ahora salta tu.
El chico que estaba más arriba gritó,
-NO porque el Padre nunca ha bajado a la tierra.
Habiendo dicho esto mi abuelo gritó en voz alta.
-Ahora ¿Quién de ustedes quiere jugar a dios?
Mi hermano y yo bajamos del árbol mientras mi abuelo se reía a carcajadas.
-Pero qué abuelo tan loco.
A la mañana siguiente el joven salió de su habitación y se dirigió a la salida del hotel, allí el dueño del hotel le dijo.
-Has tenido suerte de salir de aquí con vida, porque en la noche una mujer maliciosa nos acecha con una crisis de locura y grita horriblemente, cuando algún huésped sale a enterarse de lo que pasa lo mata.
El joven se sintió aliviado por haber conocido el consejo de su padre, alistó sus cosas y continuó su camino, mientras caminaba vio a un mendigo pidiendo limosna, el mendigo le parecía familiar, al acercarse un poco más, pudo reconocer el rostro de su hermano.
-¿Qué haces aquí? Preguntó.
El hermano llorando dijo.
-Cuando papá me dio el dinero me fui a la ciudad esperando invertir el dinero, tenía prisa por que llegaras así que tomé el camino corto, a mitad de camino unos bandidos me atacaron se llevaron mi moto y todo el dinero, desde ese día he pedido limosna.
Los hermanos se abrazaron y el menor le dijo al mayor.
-Yo también quiero llegar a la ciudad, ¿me acompañarás?
-¿Qué harás cuando llegues allí? preguntó el hermano mayor.
-Buscaré un buen trabajo, respondió el hermano menor.
Así siguieron los dos hermanos su camino, cuando llegaron a la ciudad entraron a un restaurante a pedir trabajo, el dueño del restaurante buscaba gente para servir las mesas, porque sus últimos empleados habían renunciado.
-Qué fácil es encontrar trabajo en la ciudad, dijo el hermano mayor.
El dueño del restaurante escuchó a los hermanos y les dijo.
-Me olvidé de mencionar que los robos en la ciudad han aumentado considerablemente. Es importante estar siempre alerta, mientras les aconsejaba les dio una pistola.
El hermano menor tomó el arma y la escondió en sus pantalones.
Ese día el trabajo en el restaurante fue todo un éxito, ambos hermanos recaudaron suficiente dinero para comer una semana, estaban felices celebrando su fortuna, cuando de repente entró un hombre con el rostro cubierto y una daga en las manos, la gente del restaurante corrió.
El hombre caminó hacia los hermanos y les arrebató el dinero que habían ganado, el hermano menor con rabia sacó el arma y estaba a punto de disparar, cuando recordó el tercer consejo, «nunca tomes decisiones en un momento de ira», el chico tiró el arma y dijo en voz alta, deja a mi hermano llévate lo que quieras pero vete de aquí.
-¿Hermano ?, preguntó el enmascarado.
-Sí, somos hermanos. Los dos gritaron a una sola voz.
El hombre, devolvió el dinero y se escapó del restaurante.
-¿Qué extraño era ese hombre? Me alegro de que se haya ido susurró aliviado el hermano mayor.
Los hermanos salieron del restaurante para buscar una posada, y en la calle vieron a un hombre llorar, se acercaron con la intención de ayudarlo y al verlo reconocieron a su rostro.
-¿Qué haces aquí? Preguntaron al unísono.
Él les respondió.
-Hubo un incendio en el campo e intenté apagarlo y mientras corría para ayudar a sofocar las llamas, descuidé las monedas de mi padre y lo perdí todo, así que vine a la ciudad a intentar recuperar algo de lo que perdí, así comencé a robar. Intenté hacerles daño y ahora me siento arrepentido por todo. ¡Perdónenme!, dijo llorando el hermano mediano.
Los tres hermanos se abrazaron y decidieron empezar un trabajo juntos, con el dinero que tenían ahorrado se compraron una guitarra y todas las tardes antes de cerrar el restaurante pedían permiso para tocar y hacer reír a los clientes. El restaurante tuvo tanto éxito que el propietario abrió una franquicia de restaurante y los tres hermanos pudieron comprar un restaurante, después otro y otro, la fama de los tres hermanos se hizo escuchar por toda la región. Su historia de como habiendo salido de un pueblo pobre lograron realizar una gran fortuna trabajando juntos.
-Entonces, abuelo, ¿estaban felices los hermanos porque ganaban dinero?
-No, estaban felices desde el día en que descubrieron que los consejos de su padre les ayudaron a tener una vida mejor.
-¡Oh! ¿esa es toda la historia abuelo?
-¿Quieren otra?
-Si.
-Es hora de volver a casa, tu abuela nos espera para desayunar.
-¿Y el lugar donde nace el agua?
-No sé, estuvo aquí hace dos días, tal vez lo hayan movido.
Ahora no estoy seguro de si ese lugar realmente existió, pero no podemos negar que las historias del abuelo eran buenas historias.
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