Por lo menos soy lo bastante madura como para admitir la toxicidad de nuestra relación. La capacidad para verlo es lo único que me consuela de saber que soy tonta, tonta por seguir a su lado,  entregándole todo mi ser a cambio de nada. Hace ya cinco años que abandoné mi fe por sus manías. Desde 2015 no pongo un pie en la playa por solidarizarme con su enfermedad cutánea. Él dice que vaya yo sola o con las amigas, pero no me parece bien, así que nos quedamos juntos en casa jugando a las cartas. Cambié de trabajo, de administrativa contable en la gestoría que me acogió con los brazos abiertos nada más salir de la facultad a activar mangueras en la gasolinera de las afueras del pueblo de diez a seis de la mañana, todo para que nos coincidieran los turnos. No cuento esto por quejarme, soy yo quien ha decidido que esta es mi vida ahora, pero comprenderás que llegados a este punto no me sirve un simple ‘Te quiero’ o ‘Eres el amor de mi vida’, yo le digo que las relaciones no subsisten únicamente con palabras, que necesito más. Joder, un ‘algo’ que me demuestre que esto va hacia algún lado. Quiero calentar su alma con la calidez de mi piel, que nos fundamos en un amasijo de pasión eterna. Que coño, quiero follarle, pero respeto sus tiempos, porque yo sí me preocupo por sus necesidades. Quizá estoy dando una imagen de él demasiado nefasta, tampoco quiero que pienses que es un monstruo, para nada, sólo habla mi frustración. En realidad es un hombre encantador, siempre vela por que no me falte de nada y sufre por no poder darme lo que quiero. A veces incluso llora y dice que lo entenderá si quiero terminar con lo nuestro, y claro, eso al final desgasta. El otro día no pude más y lloré. Le arrojé la lencería a la cara y le espeté que estaba harta de que se trajera a una mujer cada noche, que a ellas les hacia de todo mientras yo llevaba cinco años suplicándole un mísero beso, mendigando que sus labios besaran mi cuello con la misma intensidad que el de aquellas fulanas. ‘No te mereces esto’, ‘No quiero hacerte sufrir’, me dijo, pero esta vez me impuse por encima de sus lamentos. Abrí la puerta en mitad de la noche, desafiante, y sus ojos ojerosos se abrieron con auténtico terror. Un escalofrío de placer me recorrió por todo el cuerpo ‘¡Me quiere!’, ‘Te quiero’ dijo él, como si hubiera leído mi mente. 

Hoy ha sido el mejor día de mi vida. Me ha cocinado mis tres platos favoritos y aquí estoy, rodeada de velas y rosas, envuelta en un vestido con escotazo hasta el ombligo y con él ‘¡Sí!’ sin poder quitarme los ojos de encima. Estoy radiante de felicidad. Para el postre le muestro mi cuello, coqueta, y me hundo en una vorágine de dolor y excitación cuando clava sus colmillos en él.

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