EL VIAJE DE ALICIA

EL VIAJE DE ALICIA

Cristy Fajardo C

15/04/2021

Después del almuerzo de aquel domingo, la señora Alicia mencionó su experiencia vivida en Cuba. Visitó a uno de sus hijos, que hace tiempo no veía. A propósito de su grato recuerdo, le pareció oportuno narrar algo sorprendente, una divina coincidencia que no le permitía sentir ningún remordimiento.

_ ¡Como les parece que la biblia habla de los viajes, anoche lo leí!

Se levanta de la silla para traerla y leer el pasaje a su hija y nieto.

Se pone los lentes, y  busca el versículo. Los separadores en su biblia son las fotos de sus hijos y nietos, algunas ajadas y maltratadas porque las rescató de la basura, o del rincón de un escritorio. Las mira con ternura, la de su nieto Martín está en Isaías.

_ Bello mi niño. Me gusta tanto Isaías.

_ Pero  falta la foto de mi Laura.

No aparece el pasaje,  va leyendo otros que encuentra mientras.

_ Escuchen, este habla de la importancia de visitar al médico. De la sana alimentación; no todos los alimentos son buenos para el cuerpo. Come con moderación.

_ Es en Eclesiásticos:

_ El que mucho viaja, mucho sabe, y el que tiene mucha experiencia discurre sabiamente. El que no ha pasado pruebas, sabe poco; pero el que ha viajado, se hace muy listo. En mis viajes he visto muchas cosas, y sé más de lo que cuento.

_ Cierto.  Cosas lindas vimos en aquella isla, su gente amable, sus playas. Dios, gracias. En un principio tuve miedo, una noche me desvelé, casi cancelo el tiquete al siguiente día, ¡qué tal! no hubiera visto a mi muchacho. Y continúa sorprendiéndose con la magia que encuentra en su prodigioso libro.

_ Le preguntaron a un escritor famoso y rico, por el secreto de su éxito Y este respondió que había leído tres veces la biblia, en sus páginas estaba la fórmula para llevar una vida plena y feliz.

No era su hábito leer la biblia, este nació al lado de uno de sus hijos menores, Pablo. Estuvo a punto de convertirse en pastor de una iglesia cristiana. Los viernes en la noche, la casa se transformaba en un centro de adoración. Los vecinos que asistían lo escuchaban enternecidos, e incrédulos, teniendo en cuenta que lo conocían de antes, como un muchacho de mundo. Vivió algunas experiencias místicas, contó su testimonio ante un auditorio repleto de personas.  Alicia estaba feliz porque su hijo tenía fe y esperanza. Esta pasión sucumbe cuando la iglesia incursionó en  política. Lideró una campaña para el Consejo de la ciudad, de la cual no salió muy bien librado. Fue traicionado por otros líderes, perdió tiempo y mucho dinero. No volvió a la iglesia, ni a predicar en casa.

 Años atrás, Pablo sufrió un accidente en motocicleta, perdiendo la movilidad de sus extremidades inferiores. Su convalecencia fue un proceso doloroso, desgastante y tormentoso.  Era deportista y bailarín. Al principio se sintió acompañado por su novia y algunos amigos. Finalmente, todos se fueron alejando. Lloraba durante la noche, no permitía que nadie se le acercara, y se sumió en una profunda desolación.

_ ¿Madre estás despierta?

_ ¿Si, hijo?

Ella acudió a su llamado, encontrándose con un muchachito desconsolado que corría a su regazo. La abrazó, lloraron a mares.   Estuvo ahí sosteniéndolo como cuando era un bebé, hasta que se quedaron dormidos.

Las veladas acompañadas de una taza de café y largas conversaciones se prolongaron en el tiempo. La biblia fue  su aliado, encontraron versículos, y misterios a los cuales les daban diferentes interpretaciones.  El espacio fue propicio para que le enseñara sobre el Facebook, esto le producía curiosidad, frecuentemente  le mostraban publicaciones interesantes a las cuales ella no podía acceder.  Entonces Pablo le creó su cuenta y le enseñó como funcionaba. Se volvió fanática y seguidora de políticos, pastores, cocineros, nutricionistas y de otros tantos. Se reencontró con primos lejanos y familiares de los que no conocía su existencia que mas tarde le contarían algún secreto familiar. Ya no solo leía la biblia.

El reloj biológico cambió para los dos. La familia sabía que antes de las diez de la mañana nadie les abriría la puerta.

Poco a poco ambos encontraron refugio en su amorosa conversación, que no siempre fue así, también sostenían ruidosas discusiones, y largos distanciamientos. Especialmente por el tema de las relaciones. Pablo solía enamorarse muy fácil.

_ Esa niña no me gusta Pablo. Espera un poco. Le decía.

_ Yo veré mamá, no se meta.

Sus hijas le pedían que no se involucrara. ¿ Cómo no?  Su corazón se arrugaba por cada lágrima derramada por su hijo en sus noches de insomnio.

Dicho y hecho. Generalmente eran mujeres interesadas en su pequeña pensión, curiosas, inestables, todo menos con la intención de expresar amor genuino.

_ Hijo, te lo dije.

_ No me diga nada mamá.

Cuando el enojo se disipaba volvía a las conversaciones con su madre, a la lectura de los versículos relevantes, nuevas historias, hasta que otra mujer aparecía, o llegaba su amigo del alma para llevárselo a tomar algunos tragos.

Pablo dejó de ser el centro de atención para la señora Alicia, el destino le tenía preparada otra tragedia. Una de sus hijas resultó gravemente enferma. Laura, su bella Laura. Estuvo internada en la clínica por varios meses. Durante las largas y frías noches a su lado repasaba varios pasajes de su libro amado. Susurraba plegarias sosteniendo la mano de su hija. Acomodaba los pequeños retratos en las páginas seleccionadas, o en las que abría sin proponérselo y encontraba el mensaje justo, el necesario, uno esperanzador para su profunda tristeza, que le aseguraba mejores noticias del parte médico en la mañana.

_ Y la foto de mi niña? La he perdido.

Al no encontrar la foto de Laura, separó la página con una estampita de la virgen que alguien le había regalado.

El cansancio la vencía, levantaba la cabeza asustada y seguía susurrando salmos.

_ Eres mi roca, mi fortaleza…

_ Laura vuelve mi niña. Del valle de Sombras me sacarás… por verdes prados me llevarás.

Cuando su hija salió de la clínica fue ubicada en el primer piso de la casa, de tal manera que se facilitara su cuidado. Así estaría todo el tiempo a su lado.

Laura se unió a las tertulias que se prolongaban  más allá de la madrugada. Durante ese tiempo la relación con su madre y hermano fue reconfortante. No era muy religiosa, pero estaba convencida de que su recuperación se debía en gran parte a las oraciones de su madre. Cuenta que en sus delirios la veía al final de un sendero tendiéndole su mano. Escuchaba susurros, arrullos, cantos dulces, que la mantenían con el corazón alegre. Aunque no pudiera despertar, sabía que su madre estaba ahí,  su ángel de la guarda esperándola.

Desde entonces Laura se unió a un grupo católico, desarrolló un don sanador y empatía con personas en problemas. Al igual que Pablo tuvo experiencias supra sensoriales.

A doña Alicia se le fue poniendo la cabeza completamente blanca. _ No era por los años. Decía. _ El origen de las canas es genético, no solo por la vejez, y menos por el sufrimiento. En su familia aparecían las canas siendo jóvenes aún.

Pone la tetera en la estufa, es hora del café. Recordó al hijo que dejó en la isla. Lloró en sus brazos, le agradeció por ir a verlo, le pidió perdón por abandonarla, por no ser él quien la visite.  Lloraron juntos. Lo sostuvo en su regazo, al igual que a todos sus hijos cuando pasaron por malos momentos. Estar en sus brazos tenía un efecto restaurador, parecía que las penas y angustias se catalizaban, surgía un profundo suspiro que daba la fuerza para volver a empezar. 

Aquella tarde de domingo también expresó su nostalgia, por no compartir la lectura de la biblia con su esposo, eran tiempos agitados en casa. Mientras ella trabajaba hasta altas horas de la noche, él se encerraba en el cuarto a orar, con  un librito de oraciones que le había dejado su madre.  En la última página se encontraban escritos los nombres y las fechas de nacimiento de cada uno de sus nueve hijos en hermosa letra cursiva. Sobre la mesa de noche había un pequeño altar, una virgen rodeada por un rosario, un florero al que nunca le faltó una rosa, ⁷los proverbios y su libro de oraciones. Todas las noches rogaba por  sus hijos, pero especialmente por un milagro,  ver el momento en que su hijo volviera a caminar. Fue un hombre sereno, transmitió calma en momentos muy convulsos para la familia.

Fallece en su regazo, el frio de la muerte se lo fue arrebatando de sus brazos, el llanto inevitable invade el cubículo. 

– No lloren. Les dice el médico. – Él no quiere irse con el recuerdo de su tristeza.

Se fue durmiendo poco a poco,  aferrado a las manos de su esposa e hija. No quería irse, había tanto por hacer y es que hacía tanto. A pesar de su cáncer en los pulmones, siempre estaba limpiando, reparaba cuanta cosa se dañaba, era un experto carpintero. Tenía la habilidad para solucionar problemas de cada día. 

La tarde avanza, su hija y su nieto dormitan en el sofá, tomaron el café escuchándola atentamente. La besan, y se marchan. Se levanta, recoge las tazas y las lava, dispone los platos y cubiertos en su sitio, da algunas vueltas, verifica que todo esté en su lugar y en orden.

Nuevamente se acomoda en su sillón, toma su revista de sopa de letras, se concentra en la tarea. Es interrumpida por una vocecita que se cuela a través de la cortina, una cabeza cubierta de rubios crespos se mete por los barrotes de la ventana.

_ Abuela, abuela. ¿ Abeme?

Ella levanta la mirada de su sopa de letras.

Mi amor, voy.

_ ¿Jugamos abuela? A campamento en tu cama.

_ Bueno.

_¿Pero traes tus zapatos puestos?

_ No.

_ Entonces te lavo los pies.

_ No.

¿, Quieres brócolis?

_ Si.

_ Abuela cuéntame, el cuento del tiguillo.

_ Ahora que te comas los brócolis.

_ No, ya.

La abraza,  apoya sus codos en las piernas de su abuela, levanta la cabeza para mirar sus gestos y la escucha con especial atención.

_ Empieza a narrar la historia, del tigrillo que cazó su papá en las selvas del Caquetá, y no fue capaz de matarlo. Entonces se lo llevó como regalo. Todo el tiempo jugaban, ya no quería ayudar a su mamá con los oficios de la casa por estar entretenida con el tigrillo.

_ Dibújame el tiguillo, abuela. 

_ No se dibujar. 

_ Abuela, vamos a tu cama. ¿Jugamos al campamento?

Tocan a la puerta. Es la mamá de Martín.

_ Hijo, te voy a bañar, nos vamos.

El pequeño se va corriendo en busca de su mamá.

Vuelve a su sopa de letras, revisa su Facebook, pone varios me gusta. Quiere irse a la cama. Ya ha quedado sola.

Prepara su té especial, con cáscaras de mandarina, canela, clavos y miel. organiza las sábanas. Se pone una almohada en medio de las piernas, fabricada por ella misma, para minimizar el dolor, cada vez más agudo. Toma su biblia, revisa las páginas que tiene separadas con las fotos de sus hijos y nietos.

_ !Oh no ¡ ¿por qué  falta la foto de mi Laura?

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