A veces me olvido la edad que tenemos. Yo sesenta, ella cuatro, es mucha desventaja, para mí.

Cuando supe que la cosa cosa venia difícil me armé de paciencia y valor y se lo dije.

Nada de discusiones por tramas de libros, lee desde los tres años si, ni por juegos que no entiendo ( ajedrez, sudoku, solitario) que también sabe jugarlos, nada de eso.

Asi que ella juega por las suyas mientras la observo admirandome de su inteligencia.

A veces dice cosas que no entiendo y se pega a mi todo el día queriendo exprimir mi cerebro y mi resistencia a la catarata de ideas que se le ocurren, pues tiene la rara habilidad de acomodar todo a su conveniencia.

No señor, eso no .

_ Abuelita, ¿ existen las princesas?, Claro mi amor, tú eres una.

– Abuela, ¿ sabes la receta de la focaccia?.

_ Abuela, ¿ qué idioma hablan los pájaros?.

_ Abuelita, no me gusta la escuela, es aburrida.

Un regaño , sólo eso, pero la Amorita me vuelve loca con sus argumentos queriendo convencerme que no lo merece porque lo que hizo está bien, pero al parecer yo no entiendo nada de la vida y ella si.

_ Pero abuela, es qué lo que pasa que yo le ¡tengo miedo a los perros! A los perros chicos no tanto, a los más peligrosos, ¡Y a los gatos!. 

La niña me dijo que cuando sea grande será chef, como su madre y su abuela.

_ A ti te haré una sopa abuela, a mamá una pasta, a papá tacos, al abuelo un asado._ , dijo mientras se le ilumina la carita de emoción.

_ Está bien, puedes ser chef o puedes ser lo que tú quieras, dije, tratando de convencerme a mí más que a ella.

Hace un tiempo me siento rara. Mi voz no es tan audible, me duelen los huesos y las fuerzas me quieren dejar. Siempre he sido fuerte y reconozco que he trabajado muy duro , me resisto a ser dependiente, me molesta que me digan que hacer porque dudan de mis capacidades físicas.

No entiendo porque se preocupan , aún estoy lúcida a pesar de algunos olvidos. 

Me gusta el Facebook,  me gusta encontrar gente del pasado o gente del presente con un futuro interesante.

Casualmente una mujer que dice éramos amigas en la juventud, me habló muy bonito hace unos días, le dije que no la recuerdo y creo que está mintiendo , no la conozco, la recordaría si fuimos amigas.

Amorita me muestra un viejo álbum de fotos del pasado y me cuenta amorosamente ,quienes son los que aparecen en las imágenes.

_ Ves abuela, ésta es Claudia, la señora que te habla en el Facebook y tú no le crees.

La observo varias veces y trato de buscar en mis recuerdos pero no aparece, su cara se esfuma como si fuera de humo mientras las lágrimas se escurren de mis ojos sin el mínimo respeto .

_ Ya la recordarás abuelita, no pasa nada, dice mientras sigue pasando las páginas pobladas de rostros que no me dicen nada.

_ Miremos éstas fotos mías, te van a gustar más. Y me enseña escenas completas de su infancia, juegos, bromas, paseos, escuelas, que me dan una gran alegría sin recuerdos , aferrándome a lo que ella me cuenta para hacerme feliz, porque sabe de sobra que es el amor de mi vida.

Debo confesar que la pandemia sigue destrozando muchas mentes. No estábamos preparados para eso.

Los días pasan entre cuatro paredes mientras los medios nos bombardean con noticias mentirosas a veces, con imágenes terribles del sufrimientos de los enfermos, con escenas tristisimas de miles que mueren solos, completamente sólos, puestos en bolsas de plástico cuál deshechos, desprovistos de cualquier recuerdo de lo que fueron: seres humanos.

El dolor hace mella en nuestras mentes frágiles y aún así sobrevivimos.

Recordar no siempre es bueno ni siempre es malo. Todo depende de los recuerdos.

Amorita siempre dice que no se acuerda que le haya dicho tal o cual cosa que haga y no quiere hacerla, es terca, pero no se lo digo porque también lo soy.

Creo que vino a éste mundo con la capacidad de sorprender pegada a sus talones.

_ Yo te cuido abuela_, dice mientras me alcanza una pequeña taza de té y un plato con una galleta de juguete.

Estoy bastante interesada en entender porqué causa la niña ya no quiere entrar sola a ningún cuarto. No hay caso. 

De un día para otro el miedo a estar sola no la deja.

Dicen que es por causa del encierro, que los niños están mostrando conductas y actitudes propias del escaso contacto social y de vivir aislados.

Los niños…mi niña…todos, afectados por algo que nos es ajeno, que nos aprieta el cuello y nos quita el aire, que nos incapacita y nos aparta de tantos afectos.

Es realmente sórdido el perder el control. 

La noche ya no me respeta. No puedo dormir como se debe y paso las horas hilvanando historias y uniendo retazos de mi vida de antes.

El amanecer me sorprende con olor a café con leche y quesadillas calientes de juguete, que la niña prepara con una sonrisa de oreja a oreja .

Quiero creer que un día la podré corretear y arrojarle agua de mar en una playa llena de gente sin máscaras.

Puedo hasta sentir el olor a sal del Caribe azul turquesa y los golpes de la arena finísima cuando el viento la arroja en nuestra cara. 

_ Abuelita, cuando ya no haya » conoravirus» vamos a ir a la playa.

Claro que sí princesa, y jugaras con las sirenas y los peces chiquitos para que no te den miedo, y te abrazará el sol y correrás por la orilla del mar con tus patitas heladas.

 Cuando tenía su edad nació mi hermana, y le tenía pánico pues mi padre le prestaba mucha atención, así que mi vida se centraba en acaparar a mi padre y oir en la radio mis cuentos favoritos. Amorita inventa sus propias historias, aunque le encantan las que le leo, no tiene hermanos con quién pelear por la atención de sus padres y jamás ha oído la radio.

_ Amorita anda a hacer pipí, que andas  saltando y con la mano en la cola.

_ No abuela, te prometo que no!.

_ ¿Qué me prometes, no quieres hacer pipí?.

_ No , que ya no me tocaré la cola.

A veces duele la sangre cuando entiendo que el tiempo vuela y un día ya no estaré para ella.

_ Abuelita, ¿tú siempre me vas a amar?.

Eso es jugar sucio. Sabe que si, que me quedaré corta de vida pero nunca de amor, que mi mente podrá olvidar hasta mi nombre pero jamás el suyo.

Hoy abrí los ojos y la vi mirándome con interés.

_ Abuela, te ves muy vieja_ ,dijo, mientras saltaba sobre mis huesos como un ciervito , mientras me llenaba de besos y mocos y me abrazaba tan pero tan fuerte que casi me quiebra el alma.

Cuando nació , la luna luna se puso rabiosa por su carita tan redonda. La tomé entre mis brazos y me miró con curiosidad, estoy segura que quería decirme algo ,pero está prohibido hablar cuando recién se nace.

Asi que tuvo que esperar un tiempo y dijo » pan», sellando entre ambas un pacto de fuego y simpleza, para siempre.

_ Silencio, le digo cuando se me desbordan las orejas ante tantas ocurrencias y preguntas, pero no obedece.

Yo se que a veces soy una gran carga para ella. Intenta que entienda que hay cosas que no tienen tanta importancia.

Ya hace más de un año que vivimos encerrados, la niña no exagera, como yo, la importancia de estar rodeados de gente querida, para ella quienes viven en la misma casa son los que más cuentan. En cambio yo trato de contarle como éramos antes de la plaga pero es muy difícil. 

_ Abuelita, tú preocúpate por ti, no te angusties queriendo solucionar la vida a otros, por favor.

En ese «por favor» va implícito el desamparo de una humanidad sin fé , sin tener ojos para ver lo que no se ve, y no quiero eso para la niña, la quiero amada y segura, la quiero solidaria y paciente, que enharbole la bandera del amor a sus semejantes y comparta una vida digna de ser vivida.

Por eso tengo una columna magnífica de fortaleza que sustenta mi preocupación y mi ocupación, es mi amigo Jesús, incondicional guía de aquellos que le vemos sin verle.

Amorita y yo cantamos. Mucho.

Ha pasado mucho tiempo creo. Hoy ví en el espejo como la luna vino a mi pelo y no la llamé. 

Mi niña ya es alta como un árbol y me abraza muy fuerte y dice que me ama.

Ella mueve las piezas de un viejo tablero de ajedrez con solvencia y guarda montañas de libros de Sudoku ya resueltos.

Mi mira con picardía invitándome a jugar pero nunca aprendí, mi mente se fue hace mucho detrás de sus locas historias .

– Ven abuela, vamos al baño, despacio, yo te cuido- dice , mientras unos niños le jalan la falda y le llaman mamá.

Hoy por la tarde han venido unas visitas. Me han puesto el traje gris que tanto me gusta y unos zapatos que aprietan un poco. 

La niña se esfuerza por tener todo listo , ordenado y decente. No es para tanto, después de todo, son solo unas visitas que ni conocemos.

A las cuatro tocan a la puerta y entran dos mujeres muy elegantes, se sientan en la sala y hablan hasta por los codos. Me aburren, y cuánto más hablan menos las oigo.

La niña finge escucharlas, pero conozco su mirada , sé que no tiene la menor idea ni interés en esa plática que va desde el chisme pasando por la cocina , el cuarto hasta el jardín de una víctima que no conozco .

_ Así como lo oyes, dice una de las señoras a la que la niña llama cuñada.

Despues de comerse toda la tarta de coco y de beberse dos jarras de té frío, se alisan las faldas y se despiden de nosotras con una risita tan patética como ellas .

_ No las soporto! Son unas histéricas! , dice la niña con rabia.

La niña es sabia. Sabe que la vida es mucho más compleja y rica que esas dos pobres que acaban de irse y que llenan sus días regodeandose de la desgracia ajena.

_ Mira abuela, yo no olvido todo lo que me enseñaste, nada. Tú eras el tesoro de mi bisabuela, tanto que hasta inventó un nombre para ti: «Amorita».  

Y si, hay lazos que no se rompen ni con la muerte, porque el amor es de verdad. No los aniquila el tiempo porque el tiempo es solo una circunstancia. No los pierde quien los gana porque no es competencia sino entrega.

Amorita es el libro que escribo todos los días, el que leo todo el tiempo porque no lo acabo nunca.

No guardo marcadores en él porque se pierden o se secan de tristeza entre las páginas.

Ella crecerá, escribirá su propia historia, cambiará, caminará por lugares insospechados, amará, también algunas cosas la van a herir, es inevitable, pero quiero que mientras yo viva pueda contar conmigo y buscar mis brazos para refugiarse.

Entonces podré regresar a casa satisfecha porque esa niña , mi sangre, será la administradora de tantos y  buenos recuerdos de su abuelita.

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