Melody.
<<Esos labios perfectamente definidos, como si por los mismos dioses fueron esculpidos, tenían un color rosa pálido, podría imagíname besarlos todo el día… >>
Sentí un escalofrío repentino, porque había soñado tal cosa, es un poco extraño, era la primera vez que soñaba con ese chico… no había podida dejar de pensar en él, ni en nuestro pequeño encuentro del otro día. No puedo olvidar la forma en como sus hipnóticos ojos cafés me miraron, haciéndome sentir tan expuesta, como era posible… ni siquiera le conozco a excepción de su nombre… Damián.
Pero que habrá ocurrido con él, –¿Cómo se habrá enterado el director que se encontraba en la tercera planta perdiendo el tiempo? –. Le advertí que lo amonestarían, y ni siquiera sé porque tuve el arrebato de decirle eso, fue una pérdida de tiempo, finalmente 15 minutos después de empezar clase, lo estaban llamando por el megáfono institucional “– Damián Narváez, baje en este momento a la oficina del director–”, supe que era el por su característico cárdigan azul – pobre chico, inicio de clases y castigado durante una semana–, me limitaba a observarlo durante esos días cuando llegaba al salón y esperaba por mi amiga para desayunar, tenía una buena vista desde mi asiento, podía apreciar toda la extensión de la famosa cancha de baloncesto por la que es tan conocida el instituto, verlo a él barriendo era entretenido, usualmente siempre estaba antes que todos en el salón, durante esa primera semana todos los días a primera hora con escoba y trapeador en mano, aseando la enorme cancha que se expandía por todo el lugar. Entraba al salón después de las dos primeras horas de clases, y en todo ese tiempo me detenía a observarlo, como tratar de capturarlo en una fotografía mental instantánea, ni siquiera sabía porque deseaba tanto grabarlo tan a detalle internamente, había desarrollado un patrón de aseo de esquina a esquina, organizado, – me pregunto, si ¿será así en todo, organizado? –. En clase no es para nada callado, siempre opina y defiende firmemente su idea expuesta –sabelotodo– pensé volteado los ojos, mientras todos nuestros compañeros paseaban sus ojos del Profesor de Moral a él y así sucesivamente en los últimos 20 minutos de la clase, antes de salir a receso, era interesante ver lo listo que era, su lenguaje culto y la adecuada selección de palabras y tonos que utilizaba para dirigirse al profesor lo convertía en alguien interesante, actualmente no encontrarías a muchos chicos de 16 años expresarse de tal manera, educado pero a la vez altanero, este pequeño debate me causaba gracia, en serio que no se queda callado, – Cierra la boca, se te cae la baba – Regina me saco de mis pensamientos, volteando sorpresivamente a ella mostrándole una cara de confusión, alzando mi ceja derecha – No te hagas, he visto como lo observas Melody – , no comprendía lo que quería tratar de decirme – Insinúas.. que…– ¡OH POR DIOS ¡no, no, no… no puede estar pensando semejante cosa, mis ojos se abrieron a tope por la sorpresa –¡PERO… que dices! – casi grito, y dos de las compañeras de los asientos a nuestro lado voltearon a vernos curiosas – claro que no… Regina, ¡POR DIOS, NO! – dije en susurro a lo que solo tuve como respuesta a ella con cara de póker, sabía que quería lograr y no, no se podía detener a afirmar por mí, que estaba interesada en ese chico… – porque no lo estaba, cierto? – por su expresión podía descifrar que estaba por ganar y decírmelo en la cara, así que dije – No me interesa, es un sabelotodo y engreído…– sentencie a mi amiga, e inmediatamente se echó a reír como si le hubiese contado el chiste más divertido de su vida –… ay, Melody… tu solita, acabas de echarte al agua de cabeza – me paralice – Obvio, no iba a decir nada respecto a eso, pero ya que lo mencionas… podemos hablarlo en el camino a la cafetería – y el timbre de la campañilla sonó estrepitosamente, anunciando el receso y final de esta aburrida clase – y por cierto… tú amas a los chicos que son unos sabelotodo… ¿no? – su risa era burlona, sabia a lo que se refería, si las miradas mataran, mi mejor amiga ya estaría 50 mil metros bajo tierra, llegando al infierno, guarde silencio para no sentenciar mi muerte en manos de Regina una vez más y afirmar en voz alta que ese chico tan misterioso de nombre Damián, me movía el piso… me levante de mi asiento y la seguí a paso lento, ignorando la fría mirada de Damián sobre mí.
–No, puedes afirmar tal cosa… sabes, ni siquiera lo conozco, no lo conocemos Regina, podría tener tendencia a ser un suicida, ¿no, lo crees? – le dije mientras tomaba mi refresco, la confusión en la cara de mi amiga, era un poema –Melody… no tiene cara de suicida– afirmo Regina mientras se llevaba una papa frita a la boca –es cierto que es un poco extraño, pero Melody… se te cae la baba por ese chico… – empecé a mover frenéticamente mi cabeza, tratando de negar tal cosa, con mis ojos muy abiertos ante su firmeza –aunque me lo niegues, Melody… te conozco y se que ese chico te atrae…– me subestima tanto, caso contrario me conoce mejor que yo, sabe de antemano cuando algo me sucede o me molesta, hemos sido amigas desde que teníamos nueve años, siempre hemos hecho todo juntas, a veces es muy molesta y de sus ideas nadie la hace cambiar de parecer aunque no esté en lo correcto. No quise hablar más respecto a ese tema, y gracias a Dios la estrepitosa campana sonó, indicando que el receso había finalizado. Caminamos en silencio una al lado de la otra, dirigiéndonos a nuestro salón, la verdad es que me encontraba confundida, con respecto a mis sentimientos, fue muy extraño haber soñado con ese chico cuando apenas había cruzado unas dos que tres palabras con él, el primer día de clase y ahora resulta que no puedo parar de verlo según Regina, pensé que había sido mucho más precavida con “mis discretas miradas” pero si ella lo noto, a lo mejor el también… aunque agradezco no haberle mencionado mi sueño con él, porque entonces si que no parara –¡Que verguenzaaaaaaaahhhhhh! – pensara que soy una acosadora que ni siquiera se disimular mientras lo observo, –¡trágame tierra– y cierro mis ojos fuertemente a la vez que muerdo mi labio inferior, suelo hacerlo siempre que me siento cohibida ante mis pensamientos, es una mala costumbre mía que he adoptado a lo largo de los años. Y ahí estaba él, tan fresco, medio recostado en su banco, con su grupo de amigos a su alrededor, pero sin prestar atención a la conversación que tenían entre ellos, ajeno a las risas, a los chistes que sea que se comentaban entre ellos, con las piernas cruzadas y un libro entre las manos, conocía esa portada en cualquier lugar que la viese se dé que libro se trata, aunque parecía una vieja edición de El Alquimista, para tener tantos amigos rodeándolo, era un ser solitario –jummmm… aparte de extraño, lee… esta entre tus gustos Melody– Regina hizo un gesto arrugando sus ojos y nariz, sacándome de mis pensamientos ante tal comentario, un poco de mal gusto a mi parecer, solo le voltee los ojos como respuesta antes de sentarme en mi lugar atrás de ella, le lance una mirada de soslayo y me percate que sus fríos y calculadores ojos cafés estaban fijos en mí, le regale una tímida sonrisa y el sonrió de lado, puedo jurar que verlo hacer ese gesto hizo que sintiera cosquillas en mi estómago, ha sido la sensación más extraña que he tenido en mi vida.
Nuestro pequeño encuentro de miradas fue interrumpido por la maestra de ciencias que había iniciado su clase –Buenos días jóvenes, abran su libro en la página 19– ni siquiera me percate de haberla visto entrar al salón, hasta que hablo –Daremos inicio al tema e introducción a “La naturaleza de la ciencia…”– en definitiva, estaría sería una clase un tanto abrumadora.
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