Estábamos en la habitación 25, segunda planta del Hospital de las Nieves y era abril de aquel año nefasto, tú tumbada en la cama mirabas por la ventana y yo sentada en esos sillones incómodos hacía como que leía, pero yo lloraba.

              – ¿Y cuándo será el beso?- me preguntaste mientras veías el cielo pasar y las nubes quedarse, cuando todo olía a tierra mojada y aún no había llovido.

               Entonces tu felicidad me dibujaba una sonrisa triste y me envolvía en la angustia de desear cambiar mi vida por la tuya, de sentir lo que tú sientes, de vivir lo que tú vives.

              Al día siguiente miré el cielo y las nubes ya se habían ido, los trinos de los ruiseñores me avisaron que no debía enfadar a Morfeo, que no tenía que desear lo prohibido y de que tú y yo ya no existíamos, porque estábamos muertas en ese beso, que no nos dimos y que no nos daremos jamás.

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