Griselda se desprende lentamente de los brazos de su amado. Un drama interno la carcome, aunque no sabe como expresarlo…
–Nazareno, no soporto esto… pensar que algún día podrían matarte… Quisiera redimirte con mi amor… Si mis besos fueran mágicos, si tuviera poderes… quizá podría salvarte de tu destino…
–Mi vida… no te preocupes por mi desgracia… Vivamos lo mejor posible este regalo del cielo, mi bien…
La atrae hacia su regazo, la inclina levemente y cura sus quejas con un beso irreverente y apasionado. En ese beso, Nazareno quisiera plasmar su vida entera. Hacerle comprender que esos momentos que el cielo les ha proporcionado serán de eterna dicha, aunque después esté ausente.
–¡Mi amor, siempre me convences… tu roce, tu presencia, el éxtasis que me provocas es tan inmenso, que no puedo pensar en otra cosa!
–Sssshhhhhh, no hables más de cosas tristes, mi bella flor… sólo goza este momento… –Nazareno vuelve a besarla y ella se abandona en sus brazos, extasiada…
[Una maldición de nacimiento, sin culpa ninguna del beneficiario. Un nacimiento inocente, apenas señalado en el calendario de sus padres… ¡Séptimo hijo varón…! ¡Terrible, pero por sobre todo trágico! Nazareno, deberá convertirse en lobizón en noches de luna llena, y saldrá a atemorizar a los vecinos sembrando espanto y muerte, hasta que sea exterminado con una bala de plata…
Nazareno no acepta ni se resigna a su cruel destino , ni cede un ápice cuando Mandinga, en su descenso a la Salamanca lo previene de que no debe enamorarse, entonces no se transformará en lobo.
Con todo, el Señor de los Cielos se muestra comprensivo porque no ha participado ni justificado tal situación, y hasta Mandinga lo entiende, al solicitarle a Nazareno su intersección ante el Creador.]
A lo lejos, seguirán resonando llevadas por la briza primaveral las palabras de Griselda:
–No puedo dejar de pensar que mi amor te está conduciendo al abismo… que recrea la maldición que te subyuga… ¡Ay, si pudiera separarme de ti lo haría, pero tus besos y caricias no me lo permiten…! Ojalá me maten a mí también… Cuando te llegue el momento de la muerte, quisiera acompañarte e interceder por ti ante el Altísimo…
Los cazadores se aproximan. Ella huye tratando de alejarlo del peligro. El la sigue desesperado, mas por ella que por si mismo… Tiene miedo que la hieran, porque quisiera un futuro venturoso para su amada. Los disparos resuenan, y ella cae exánime en sus brazos. Él trata de protegerla aunque ya sea tarde. Nazareno grita enloquecido por esa muerte inocente, contra su destino trágico, contra las posibilidades que nunca tuvo de ser un alma de Dios… Por fin, los balazos también lo alcanzan. Trastabilla y cae, aunque sin dolor: el contacto con su amada continúa endulzando sus últimos momentos.
Cuando los sicarios llegan hasta la pareja yacente uno sobre el otro, rozando sus labios en un beso, perciben algo extraño, casi divino, y no pueden mas que persignarse… mientras las auras de los amantes, inician su camino etéreo hacia la divinidad…
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