Sabía que tarde o temprano seríais míos aunque solo lo fuerais por unos instantes.
Mi amigo el viento siempre tan juguetón soplaba siempre a mí favor, pero aún así todas las veces os escurríais como inquietas golondrinas, algo fallaba, siempre os escondíais, no entendía que pasaba, porqué tantos disfraces, porqué tantos rodeos, pero pronto lo supe, nuestros destinos no eran afines, nunca tomarían café juntos, sus bendiciones nunca nos unirían.
Con resignación, mucho esfuerzo y autocontrol como si fuera dueña de mi misma, cosí fuertemente mis labios con hilo y guarde mi pesada leña para otro fuego.
Aunque sin saberlo por detrás a escondidas, mi traicionero innegable e ilusionado instinto neardental siempre tan iluminado no podía olvidaros tan fácilmente, e irracionalmente como un animal desesperado ideó un prehistórico y primario plan de caza, sin fallos donde os atraparían sin escapatoria.
Fueron unos instantes robados y mágicos, intensos y apasionados, a solas, como dos imanes pegados, ni un terremoto os podía separar, por unos instantes fuisteis uno.
Como os había imaginado, erais suaves y fuertes, veloces y musculosos como caballos, con carácter, dominantes y envolventes, con bastante recorrido, con dones de esta vida o de otra, pero desde luego de ninguna inocente.
Fue infinitamente mejor de lo que mi instinto había soñado, pero hubiese sido mejor no haber participado como cómplice en ese exitoso plan, que sufrir ese inmenso vacío de toda una eternidad sin volveros a atrapar.
El sabio tiempo y la inteligente distancia nos separó, nunca más volvimos a encontrarnos, solo conservo ese enérgico y acalorado recuerdo que no dejará de deslumbrar mis pupilas, robarme el aliento y arrancarme minúsculas muecas en grisáceos y agrios días.
Sabía que ese instante no duraría mucho como tambien sabía que esos labios serían imposibles de olvidar.
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