El trabajo en el invernadero de tomates es agotador. Juan empezó hace dos semanas. Cada vez que nos cruzamos, creo que me falta el aliento. A veces, noto como me mira de lejos. No soy la misma cuando lo veo. Llevo rezando desde la primera vez que lo vi. No quiero trabajar con él, en el mismo invernadero. No me comprometo, es demasiado guapo. Tiene un cuerpo, que no pasa desapercibido.
― Juan, empezarás a quitar esquejes con José y Carmen, en el invernadero del fondo― dijo el encargado mirándonos―. Que aprenda y que no deje ninguna planta ciega.
Lo veo de lejos y me tiemblan las piernas. Ahora, no sé qué va a ocurrir si estamos tan cerca. Menos mal que está José.
―Bueno, esto es lo que me faltaba por aprender―dijo Juan hablando con José.
―A mí no me mires. Que te explique ella. Yo me voy al médico, tengo mareos― dice José mientras se va.
Juan me mira a los ojos. ¡Oh dios mío! Sus ojos son de un azul intenso, ¡que mareo! Hoy tiene una barba de pocos días. Tengo que dejar de mirarlo.
―Pues vale, ¿empezamos? ― dije sin pensar―. Tenemos que cortar esquejes, fíjate en la planta. Hazlo tú en ésta, verás que te sale bien.
Juan empezó a quitar esquejes. De vez en cuando nos mirábamos entre las plantas de tomates. Me sonreía con picardía. ¡Qué guapo es!
Unas horas más tarde.
―Espero no te importe, tengo calor―dijo Juan mientras se quitaba la camisa.
Bebió agua y la dejó caer por su cuerpo. ¡Me muero! Unas gotas de agua fresca bajaban por su torso desnudo. Seguimos trabajando.
― ¡Espera! Ese No.
Paré su mano, para que no partiera ese esqueje. Todo mi cuerpo tembló. Sentí como su mano agarraba con suavidad la mía. Nos pusimos de pie, dentro del surco de tomates. No podía dejar de mirarlo. ¿Qué estoy haciendo?
Despacio, acercó su cuerpo al mío. Solo podía mirar sus labios carnosos. Intento alejarme. Es un fruto prohibido. Mi cuerpo no se mueve. Esto no está bien. Un calor extraño recorre mis venas. Agacha su cabeza, sin dejar de mirarme. Sus labios rozan los míos, con una leve caricia.
Su labio inferior pasea por mis labios, dibujando mil sensaciones. Lo deseo. Siento fuego en mi piel. Acaricia mi cuello, muy suave. Me atrae hacia él, despacio. Siento su calor, su olor. Me embriaga, es deseo puro. Sus labios me rozan suavemente la barbilla, y va subiendo despacio. Siento su aliento en mi boca. Como elixir del diablo, que me vuelve loca. No puedo más. Mi mano sube lentamente por su espalda. Acaricio su pelo. Busco su boca, desesperada. Mi lengua acaricia el perfil de sus labios. Su boca se abre con deseo. Nuestras lenguas se juntan desesperadas. Un placer infinito, me invade. Como dos hambrientos, nos dejamos llevar. Deseo incontrolado. Nuestras bocas no pueden separarse. En su interior, se buscan, se acarician. Se saborean, sin saciarse. No quiero que pare, no quiero parar.
Teneca:)
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